Oscar Sánchez Madan Cidra, Matanzas, (PD)
La
actitud del Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino ha quedado en entredicho. Sus
acciones, a veces más políticas que religiosas, coinciden muchas veces con los
planes del dictador Raúl Castro. Este obispo que ha sido llamado a realizar la
obra de Dios en Cuba, según el Vaticano, en los últimos años se ha dedicado a
maquillar al régimen de La Habana. No le interesa la suerte del pueblo cubano,
por lo que no ha tenido entre sus prioridades la promoción de los derechos
humanos. Olvidó que Su Santidad el extinto Papa Juan Pablo II expresó, en 1998,
que “la lucha por los derechos del hombre constituye... un desafío que es
preciso afrontar y exige de todos perseverancia y creatividad” porque el hombre
es “el camino primero y fundamental de la Iglesia”. Ese mismo año, el Cardenal
Roger Etchegaray, en la apertura del Congreso Mundial sobre la Pastoral de los
Derechos Humanos, señaló que “la iglesia debe ser exigente en su defensa e
ilustración de los derechos humanos”. Argumentó: “Tenemos que defender a los
defensores (de esos derechos) porque a veces la gente no entiende su lucha, y a
menudo… les pueden meter en la cárcel, torturar, matar…”. A pesar de esas
reflexiones, Ortega no ha dicho una sola palabra sobre los arrestos arbitrarios
y violentos de disidentes, sobre todo mujeres, ocurridos durante los últimos
dos meses en la barrida de Miramar, La Habana y en otros sitios del país.
Defiende más a la cúpula del Estado totalitario que a quienes sufren las malas
políticas de los funcionarios. Recordemos que cuando la oposición cubana tenía
en jaque a la dictadura mediante una intensa campaña a favor de la liberación
de los presos políticos en el año 2012, que incluyó la prolongada huelga de
hambre del disidente Guillermo Fariñas, el Cardenal intervino, para en nombre
de la iglesia, robarse el mérito por la excarcelación de éstos compatriotas, a
quienes se les ofreció como única opción el exilio. Estuvo el clérigo en sintonía
con los hermanos Castro al demandar la liberación de cinco agentes de la
inteligencia militar cubana que la justicia estadounidense había condenado por
violar las leyes de aquel país. Asimismo, al exigir el levantamiento del
embargo económico norteamericano, el cura ha coincidido también con las
pretensiones del régimen, que necesita créditos para financiar la represión y
su deteriorada economía. Durante ese mismo año 2012, cuando el opositor (hoy
exiliado) Ariel Sigler Amaya, en su silla de ruedas protestó frente a las
oficinas de Inmigración y Extranjería, en la ciudad de Matanzas, porque el
régimen le negaba el permiso de salida del país, sus familiares recibieron una
llamada telefónica del Cardenal, a los 45 minutos, mediante la cual éste les
anunciaba que el problema se había resuelto. ¡Qué coincidencia!. ¿Cómo se
enteró Monseñor Ortega de una protesta que ocurrió a 100 kilómetros de La
Habana, cuando todavía la prensa no había difundido la noticia? A Monseñor
Ortega no le agradaban los esfuerzos realizados por el fallecido disidente
Oswaldo Payá Sardiñas (católico practicante), para lograr la democratización
del país. Payá tampoco era del agrado del régimen por su destacada labor al
frente del Movimiento Cristiano Liberación y porque ideó el Proyecto Varela
–iniciativa ciudadana tendiente a lograr un referendo donde el pueblo pudiera
solicitar al Parlamento cambios en las leyes del país que permitieran el
tránsito hacia un estado de derecho. Un misterioso accidente de tráfico acabó
con su vida, el 22 de julio, del año 2012, hecho que la oposición calificó como
un asesinato. ¿Qué decir de las recientes declaraciones del sacerdote, quien al
contactar con la emisora de radio española Ser manifestó que en Cuba ya no hay
presos políticos? Parece que al obispo lo tienen muy mal informado los agentes
del Departamento de Seguridad del Estado y los funcionarios del Departamento de
Asuntos Religiosos del Partido Comunista. Actualmente la oposición desarrolla
una intensa campaña mediante la cual le exige al régimen la excarcelación de
todos los presos políticos. Sin embargo, al hablar para la referida emisora
hispana, el líder religioso –al igual que lo hace el régimen- ha calificado de
pálido el sacrificio de los cientos de activistas que se enfrentan todos los días
a policías que actúan como mafiosos y a turbas de delincuentes, fanáticos y
chivatos que los vigilan, insultan y golpean con absoluta impunidad. Al prelado
lo domina su temor, por eso ataca a las víctimas, no a los porristas. Miente y
actúa como un militante del Partido Comunista, que sigue las orientaciones del
su Comité Central. Sabe lo que les sucede a quienes se niegan a transitar por
el sendero de la obediencia miliciana. No ha debido olvidar el Arzobispo el
tiempo (1966-1967) en que el régimen lo mantuvo recluido en las Unidades
Militares de Ayuda a la Producción en la antigua provincia de Camagüey. A estos
campos de trabajo forzado fueron llevados cientos de delincuentes comunes,
religiosos, homosexuales y opositores que constituían un obstáculo para el
proceso revolucionario, según el evangelio castrista. Tiene hoy el Cardenal dos
opciones: cumplir los Mandamientos del Señor y mantenerse bajo su gracia, o
guardar su sotana en un viejo almacén de la Catedral habanera, vestirse de
miliciano y gritar a todo pulmón: ¡Socialismo o muerte! Esperemos que en lo
adelante sus actos y declaraciones no coincidan tanto con las posturas del
régimen; estas lo descalifican y lo muestran como un patético asistente del
oficialismo, no como un auténtico servidor de Dios. Para
Cuba actualidad: sanchesmadan61@yahoo.com - - - - - - - - -
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