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¿De qué hablamos cuando nos encontramos con un amigo? Nuestras palabras reflejan nuestros pensamientos y nuestros pensamientos se vuelven hacia lo que nos interesa y lo que nos preocupa. Quizás, a veces hallamos cierta satisfacción en criticar a tal o cual o a quejarnos de él. Podemos estar seguros de que cada vez que obramos así, no es el amor el que nos anima. Detengámonos y volvamos al Señor, confesándole esas tendencias, esos resbalones.
De hecho, el amor siempre se goza de la verdad, nunca de lo que es falso. Propagar rumores, hablar mal de los demás nunca es el resultado del amor. No se trata de cerrar los ojos sobre la falsedad y la injusticia, sino de concentrarse, tanto como fuera posible, en la verdad y la justicia. Es necesario buscar el bien, esperar el bien e insistir en el bien. Gozarse con los que enseñan el bien y viven en la verdad, ¡esto es amor!
El amor anda de común acuerdo con la compasión y la comprensión del otro, sin hacer nunca un pacto con la hipocresía, la mentira y la injusticia. No se puede separar el amor, la verdad, y la justicia. Cuando se debilita uno, se debilita los demás.
Amar a su hermano conduce a tomar resueltamente posición por la verdad y por el bien. En nuestra época, en que, so capa de tolerancia, a menudo prevalece la indiferencia, recordemos que el amor nunca se resigna a mentir. Cuanto más amamos a una persona, más desearemos que ella sea liberada del error. Porque el error siempre esclaviza.
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