Si algún pueblo ha entendido lo que es orar, es el pueblo de Israel. Las
penas, lutos y el desprecio por el que han pasado los judíos a lo largo de toda
la historia los ha obligado a buscar infatigablemente refugio en el Altísimo a
través de la oración y este nunca los ha defraudado. El pueblo de Israel oró,
escribió y guardó algunas de sus oraciones en el libro de los Salmos para
dejarnos su testimonio del Dios de la vida.
En algunos Salmos se aprecia el dolor de los creyentes que claman al
Altísimo desde las profundidades del alma por el desprecio y las injusticias de
los poderosos.
Quien desprecia a Jhvh, desprecia al prójimo
Dios mío ¿por qué te quedas tan lejos? ¿Por qué te escondes de mí cuando
más te necesito?
Con altanería, el malvado persigue rabiosamente al humilde, pero ha de
quedar atrapado en sus propias trampas.
El malvado se jacta de sus propios deseos, el ambicioso maldice y
desprecia al Señor. Levanta insolente su nariz, y dice: “No hay Dios. No hay
quien me pida cuentas.”
Eso es todo lo que piensa. Siempre tiene éxito en lo que hace para él,
tus juicios están lejos, muy lejos de su vista. Se burla de sus enemigos y
piensa que nadie lo hará caer, que jamás tendrá problemas.
Su boca está llena de maldiciones, de mentiras y de ofensas, sus palabras
ocultan opresión y maldad.
Ten compasión de nosotros, Señor, ten compasión de nosotros, pues ya no
soportamos sus insultos.
¡Demasiado hemos sufrido la burla de los ricos y el desprecio de los
orgullosos!
(Salmo 10:1-15; 123: 2-3)
Quien desprecia al prójimo desprecia a Jhvh
¿Cómo puede ser posible tanta indiferencia de las autoridades hacia las
necesidades por las que está pasando la nación cubana? Porque los hechos no
dejan de existir, porque se les ignore.
Nuestro pueblo está rodeado de gobernantes que viven tan ocupados de su
holgura económica, que no les puede ser posible resolver los problemas de este.
El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos
con indolencia porque nadie es lo suficientemente pequeño o pobre para ser
ignorado.
Jesucristo dijo:
“El primer mandamiento de todos es:
Oye, Israel: el Señor nuestro
Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios de
todo tu corazón, de toda tu alma, de toda tu mente y con todas tus
fuerzas.”
Pero hay un segundo: “Ama a tu prójimo como
a ti mismo.” Ningún mandamiento es más importante que estos.
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