VERSIÓN
CASTELLANA POR
ADOLFO
ROBLETO
DEDICO
ESTE LIBRO A LA MEMORIA DE MIS TRES
MAESTROS
EN TEOLOGIA,
CALVIN
GOODSPEED,
A.
H. STRONG Y
E.
Y. MULLINS
ACERCA
DEL AUTOR
Walter
Thomas Conner nació en el estado de Arkansas, EE. UU. de N. A., el
19
de enero de 1877. Convertido durante una serie de reuniones
especiales,
fue
ordenado al ministerio en 1899.
Estudió
en la Universidad de Baylor, recibiendo el título de Bachiller en
Artes
de
dicha institución en 1906. Dos años más tarde le fue conferido el
título de
Maestro
en Artes por la misma institución. Ese mismo año recibió el título
de
Bachiller
en Teología del Seminario Teológico de Baylor. Durante los años
1908-1910
cursó estudios en el Seminario Teológico de Rochester, siéndole
otorgado
el título de Bachiller en Divinidades en 1910. Posteriormente, en
1916,
recibió el título de Doctor en Teología del Seminario Teológico
Bautista
del
Sur y en 1931, obtuvo el título de Doctor en Filosofía.
En
el año 1910 inició una larga asociación con el Seminario Teológico
del
Sudoeste,
ejerciendo el profesorado en la cátedra de teología sistemática
por
treinta
y nueve años. Como maestro, el doctor Conner combinó ciertos
aspectos
de los sistemas teológicos de tres de sus profesores, el doctor
Carroll,
de
Baylor, el doctor Strong, de Rochester, y el doctor Mullins, del
Seminario
Teológico
Bautista del Sur.
Aunque
la teología del doctor Conner recalca la experiencia cristiana y la
obra
del
Espíritu Santo, no es enteramente mística. El doctor Conner fue
influido por
las
corrientes contemporáneas en el campo de la revelación pero no
trató de
formular
una teoría de inspiración. La posición doctrinal del doctor
Conner, su
método
pedagógico, su celo misionero, y su característico humor se
entretejieron
en la vida del Seminario Teológico Bautista del Sudoeste y en sus
alumnos.
Durante
su largo período de actuación contribuyó regularmente con
artículos
para
las revistas teológicas y denominacionales, dictó conferencias en
distintos
campamentos
durante los meses de verano, además de dirigir reuniones de
evangelización.
Fue el primer pastor de la Iglesia Bautista Gambrell, de la
ciudad
de Fort Worth, estado de Texas.
Contrajo
matrimonio con la señorita Blanche Ethel Horne en el año 1907 y
este
matrimonio
fue bendecido con la llegada de seis hijos. El doctor Conner falleció
en
la ciudad de Fort Worth el 26 de mayo de 1952.
Seminary
Hill, Texas.
CONTENIDO
Acerca
del Autor
INTRODUCCION
Naturaleza
y Necesidad de la Doctrina Cristiana
CAPITULO
1
La
Capacidad del Hombre Respecto a Dios
CAPITULO
2
Revelación
CAPITULO
3
La
Persona de Cristo
CAPITULO
4
La
Doctrina de Dios
CAPITULO
5
El
Espíritu de Dios
CAPITULO
6
La
Trinidad
CAPITULO
7
La
Doctrina del Pecado
CAPITULO
8
El
Propósito de Dios en la Salvación
CAPITULO
9
La
Obra Salvadora de Cristo
CAPITULO
10
Llegando
a Ser un Cristiano o el Comienzo de la Salvación
CAPITULO
11
Naturaleza
de la Vida Cristiana
CAPITULO
12
La
Iglesia
CAPITULO
13
Las
Ordenanzas
CAPITULO
14
La
Realización Final de la Salvación; El Establecimiento del
Reino
de Dios
INTRODUCCIÓN
NATURALEZA
Y NECESIDAD
DE
LA DOCTRINA CRISTIANA
I.
Naturaleza
1.
Definición
2.
Propósito
II.
Necesidad
1.
Demandada
por la naturaleza del hombre
2.
Enseñanza
destacada en el Nuevo Testamento
3.
La
vida cristiana basada en la verdad
4.
El
conocimiento de la verdad necesario para la propagación del
evangelio
5.
El
conocimiento de la verdad necesario para la defensa del evangelio
En
este capítulo introductorio haremos un repaso preliminar de nuestro
tema.
Naturalmente,
algunas preguntas surgen al abordar cualquier estudio, tales
como:
¿Cuál es el carácter del estudio? ¿Qué necesidad hay de él? En
este
estudio
introductorio consideraremos estas preguntas.
I.
NATURALEZA DE NUESTRO ESTUDIO
1.
Definición
La
Doctrina Cristiana es esa línea de estudio que se propone mostrar
las
enseñanzas
de la religión cristiana. Es la exposición organizada de las
doctrinas
principales
del cristianismo. Es la enseñanza de una forma más o menos
completa
y sistemática de las ideas necesarias a un entendimiento de la
religión
cristiana.
2.
Propósito
El
propósito de un tratado sobre la Doctrina Cristiana no es
primariamente
probar
que el cristianismo es verdadero, sino demostrar lo que los
cristianos
creen
acerca de su religión. Esto significa que asumimos el punto de vista
cristiano
y nos proponemos hacer claro en nuestra mente y en la de otros la
naturaleza
y el significado del cristianismo. Nos esforzamos por descubrir y
afirmar
cuál es el punto de vista cristiano con referencia a los principales
hechos
y
fases del cristianismo. Es, de consiguiente, la interpretación del
cristianismo tal
como
los cristianos la ven. Es un esfuerzo por hacer inteligibles los
hechos del
cristianismo.
II.
LA NECESIDAD DE LA DOCTRINA CRISTIANA
Mucha
gente hoy día tiene poca paciencia con cualquier clase de enseñanza
doctrinal
precisa en religión. Esta aversión por la doctrina religiosa no se
confina
a los que son completamente indiferentes y hostiles a la religión.
Aun
mucha
gente religiosa es poco amistosa hacia cualquier clase de enseñanza
doctrinal
exacta. Ellos quieren limitar la religión al reino del sentimiento o
de la
apacible
buena voluntad, o hacerla un asunto de actividad social práctica. Ha
habido
mucha discusión en cuanto a si la religión es propiamente una
cuestión
de
sentimiento, de creencia o de actividad. A decir verdad, la religión
es las tres
cosas.
Sin el elemento del sentimiento, la religión tiene muy poco poder
motivador;
sin la creencia doctrinal, carece del elemento de la inteligencia;
sin
actividad
práctica, se vuelve insípida y vacía.
Ahora
bien, nosotros mantenemos que el elemento de doctrina en el
cristianismo
es necesario por las siguientes razones:
1.
La
naturaleza del hombre necesita de doctrina.
Como
se indica arriba, el ideal verdadero de la religión envuelve toda la
naturaleza
del hombre. Cuando la religión ministra a un solo aspecto del ser
humano,
entonces la religión viene a ser unilateral y pervertida y
desarrolla una
gente
unilateral y pervertida. Los hombres no pueden esperar ejercitar su
inteligencia
en todas las otras fases de las actividades de la vida y luego
sofocar
sus
intelectos en lo que concierne a la religión. Los hombres pensarán
acerca
de
la religión; y cuando un hombre piensa acerca de la religión, lo
que él piensa
es
su doctrina religiosa. El hombre poco amistoso a la doctrina
religiosa ha
pensado
hasta cierto punto acerca de la religión y a menudo nos dice con
gran
vehemencia
cuáles son sus pensamientos. Y eso nos da su doctrina o sus
doctrinas
religiosas. De modo que, por el mismo hecho, no puede existir la
religión
sin algún elemento de doctrina.
2.
El
cristianismo del Nuevo Testamento pone marcado énfasis en la
enseñanza.
Alrededor
de cuarenta y cinco veces en los Cuatro Evangelios, se le llama a
Jesús
Maestro, y cerca del mismo número de veces se dice que él
enseñaba.f1
Pablo
y los otros apóstoles y los caudillos del Nuevo Testamento fueron
maestros.
La misma cosa es un hecho acerca de los profetas del Antiguo
Testamento.
Este hecho —que el Antiguo y el Nuevo Testamentos pongan gran
énfasis
en la enseñanza— es tan evidente que no se necesita argüir más
sobre lo
mismo.
Los que creen que el Nuevo Testamento debe ser nuestro guía,
probablemente
estarán de acuerdo en que la enseñanza o doctrina es necesaria
en
el cristianismo. La enseñanza o doctrina era esencial en el
cristianismo del
Nuevo
Testamento. Para nosotros es necesaria todavía.
El
cristianismo del Nuevo Testamento era una religión de la verdad.
Hacía
énfasis
en la verdad. El cristianismo siempre ha reclamado ser una forma de
la
verdad.
Si el cristianismo no es una forma de la verdad, entonces los
cristianos
han
sido siempre engañados en cuanto a la naturaleza de su religión.
Pablo
nos dice lo que él predicó como el evangelio. Fue que Cristo murió
por
nuestros
pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado; y que fue
resucitado
de entre los muertos conforme a las Escrituras (<461503>461503>1
Corintios
15:3,
4). El evangelio, entonces, consiste en ciertos hechos, pero no
solamente
en
los hechos escuetos (si es que pudiera haber tal cosa), sino también
en el
significado
de esos hechos. El significado de estos hechos lleva consigo la
conclusión
de que el evangelio es un evangelio de verdad, de importancia. El
cristianismo
no consiste en hechos ininteligibles, ni de mero sentimiento. El se
basa
en hechos, pero en hechos de una importancia muy definida para
nosotros
y
para nuestra vida espiritual.
3.
Es
necesario un conocimiento de la verdad en la vida cristiana.
La
vida cristiana es una vida de fe. Se llega a ser cristiano por un
acto de fe.
Por
gracia sois salvos por la fe (Efesios 2:3). Y todo lo demás que sea
la
fe,
reclama ser un reconocimiento de la verdad y un acto de confianza
basada
en
ese conocimiento. Es un acto de aventura basada en la promesa del
evangelio.
La fe se basa en la Palabra del evangelio. El evangelio es buenas
nuevas,
buenas nuevas de algo que Dios ofrece a los hombres en Cristo Jesús.
La
fe es la aceptación de ese ofrecimiento.
Por
la fe nosotros entramos a la vida cristiana; por la fe crecemos en la
vida
cristiana.
La fe es un acto de confianza basada en la promesa del evangelio, y
alimentándose
en la Palabra del evangelio, crece la fe. Sin un conocimiento
desarrollado
de la verdad, puede haber poco y aun nada de crecimiento en la
vida
cristiana. La vida espiritual depende tanto del conocimiento de la
verdad
para
su desarrollo como la vida física depende del alimento.
4.
Un
conocimiento de la verdad es necesario para propagar el evangelio.
Uno
de los impulsos fundamentales en la vida cristiana es el impulso a
propagar
el
evangelio. Se señaló antes que el llegar a ser cristiano es un acto
racional y
voluntario
basado en un conocimiento del evangelio. El que propaga el
evangelio,
entonces, debe ser capaz de darle al que desea ganar a la vida
cristiana,
un concepto inteligente de lo que significa ser cristiano. El llegar
a ser
cristiano
no es un asunto de dar un salto ciego en la obscuridad. El propagador
del
evangelio debe, de consiguiente, tener un alcance inteligente del
significado
del
evangelio y debe estar en capacidad de dar una afirmación
inteligente
acerca
del mismo.
5.
Un
conocimiento de la verdad es necesario para la defensa del
evangelio.
Algunas
veces el evangelio debe ser defendido. Pero no se puede defender
aquello
que no tiene significado alguno. Una religión sin doctrina sería
una
religión
sin significado. Y tal religión no podría ser propagada ni
defendida.
En
el Nuevo Testamento, especialmente hacia la última parte,
encontramos a
Pablo
y a otros defendiendo vigorosamente el evangelio en contra de los que
lo
negaban
o pervertían. Pablo empleó gran parte de su vida y energía
oponiéndose
a los judaizantes, y tanto Pablo como Juan defendieron
vigorosamente
el evangelio en contra de los gnósticos. Para actuar así ellos
tenían
que afirmar el evangelio en términos de significado definido.
El
elemento de doctrina en el cristianismo, entonces, es necesario.
Hablar de
religión
sin doctrina es hablar disparates. Desde luego, esto no es decir que
la
doctrina
es todo lo que hay en la religión. Es posible dar demasiado énfasis
sobre
el lugar de la doctrina. Necesitamos recordar también que la
doctrina no
existe
por su propia causa: no es ninguna cosa que deba tenerse en la mente
y
pensarse
solamente. Es un programa de actividad. Todo el Nuevo Testamento
recalca
el hecho de que oír la Palabra no es suficiente; debe ponérsela en
acción.
La doctrina no es un sistema de ideas sólo para contemplarse; es una
invitación
a vida y actividad. No solamente debe oírse la Palabra, también se
debe
practicar. Nosotros empero repetimos, la doctrina es necesaria o
nuestra
actividad
será ciega y sin propósito.
CAPÍTULO
1. LA CAPACIDAD DEL HOMBRE
RESPECTO
A DIOS
I.
La Opinión Bíblica General del Hombre
1.
El
hombre, más que un organismo físico
2.
El
hombre, una personalidad espiritual
(1)
Inteligencia
(2)
Voluntad
(3)
Afección
racional
(4)
Naturaleza
moral
II.
Poderes Personales Necesarios a la Vida Cristiana
III.
La Sed que el Hombre Tiene de Dios
Si
el hombre ha de vivir una vida religiosa que sea digna de tal nombre,
debe
conocer
a Dios, debe entrar en comunión con Dios. Esto envolverá
necesariamente
dos cosas: revelación de parte de Dios y una capacidad de
parte
del hombre para conocer a Dios; o para usar la más significante
expresión,
el hombre debe ser capaz de amistarse con Dios. El tema de la
revelación
se discutirá más adelante. En este capítulo queremos considerar el
asunto
de la capacidad del hombre para conocer a Dios o para relacionarse
con
él.
Debemos
recordar, sin embargo, que estas dos cuestiones en realidad deben ir
juntas,
que ellas son dos fases de un asunto, y no realmente dos cosas
separadas.
La cuestión referente a si el hombre está en capacidad de
relacionarse
con Dios no puede establecerse aparte del punto de la revelación,
así
como la cuestión de que si el hombre ve no podría establecerse
aparte de
los
objetos de la visión. Desde luego, que el hombre no podría ver a
menos que
hubiera
objetos de visión, como tampoco podría haber objetos para ser
vistos
a
menos que el hombre tuviera la capacidad de ver. Cada cosa envuelve a
la
otra.
Lo mismo es cierto con referencia a la revelación y a la capacidad
del
hombre
de tener relación con Dios. Algunas veces se ha discutido la
capacidad
del
hombre para conocer a Dios como si tal capacidad en el hombre pudiera
ser
alguna cosa afuera de la revelación por parte de Dios. O se ha
discutido la
revelación
como si pudiera existir una revelación independiente de la capacidad
del
hombre para recibir esa revelación. Pero semejantes abstracciones
yerran el
punto.
El hombre no tiene capacidad para conocer a Dios excepto en la
manera
como Dios se revela a sí mismo, ni Dios podría revelarse a sí
mismo a
un
ser que no tuviera capacidad de conocerlo. Lo uno implica lo otro.
Tampoco
debe tomarse esto como si en la religión Dios y el hombre
descansaran
en un mismo plano de igualdad el uno con el otro. Esto no es
cierto.
Dios es siempre el que toma la iniciativa y actúa como creador. El
hombre
reconoce a Dios como soberano y actúa de conformidad. Sin embargo
el
hombre debe tener la capacidad para responder al poder creador y
redentor
de
Dios. En otras palabras, debe haber algo más en el hombre de lo que
hay en
las
cosas o en los animales; de otro modo él no podría ser religioso.
Si no se
encontrara
en el hombre la capacidad que no existe en las cosas o en los
animales,
Dios no podría atraerlo a su compañía.
I.
LA OPINIÓN BÍBLICA GENERAL DEL HOMBRE
1.
El
Hombre, más que un organismo físico.
Resulta
evidente de la experiencia y de la observación por un lado y de la
enseñanza
de las Escrituras por el otro, que el hombre es más que un ser
físico.
Su
cuerpo vino del polvo de la tierra; pero Dios alentó en su nariz
soplo de vida
y
el hombre fue hecho un alma viviente (Génesis 2:7). Dios hizo al
hombre
a
su propia imagen (<010126>010126>Génesis
1:26, 27). Esto evidentemente hace referencia
a
la naturaleza espiritual del hombre, y no a su cuerpo. Esta imagen
divina
puede
reflejarse en el hecho de que el hombre camina erecto,f2
pero
la esencia
de
ello está en algo más hondo, en algo que no es visible al ojo
físico. Hay una
fase
indivisible e inmaterial de esta vida.
2.
El
hombre, una personalidad espiritual.
Lo
que la Biblia da a entender al referirse a que el hombre fue creado
según la
imagen
divina, pudiera expresarse diciendo que el hombre es una persona
espiritual.
Quizá sería mejor decir que él tiene la capacidad de llegar a ser
una
persona
así. La cosa más grande respecto al hombre no es lo que él ahora
es,
sino
lo que es capaz de llegar a ser.
Quizá
sea bueno fijarse en las capacidades del hombre, aquellas que se
envuelven
en su personalidad. ¿Cuáles son los poderes que el hombre posee y
que
lo hacen capaz de crecer en una personalidad espiritual —no poderes
completamente
desarrollados— antes bien, capacidades o potencialidades?
(1)
Uno
de ellos es la inteligencia.
El
poder de pensar, de conocer, distingue al hombre de las cosas y de
los
animales.
Los animales tienen una forma rudimentaria de inteligencia, pero en
este
respecto no se les puede poner en la misma clase con el hombre. El
hombre
tiene el poder de razonar, de reflexionar, de investigar, de sacar
conclusiones,
de guiar su vida por sus pensamientos y conclusiones. Los
animales
inferiores no pueden hacer nada de esto. El hombre no solamente
tiene
el poder de la conciencia; tiene el poder también de la conciencia
de sí
mismo.
El tiene el poder de objetivar su yo, de hacer a su persona un objeto
de
pensamiento,
de conocerse a sí mismo en relación con el mundo en el cual
vivimos
y en relación con otras personas. Ningún perro o caballo o mono ha
mostrado
nunca alguna señal de tal aptitud.
(2)
Otra
capacidad que pertenece al hombre en virtud de su personalidad
espiritual
es el poder o fuerza de voluntad.
El
hombre tiene el poder de escoger, de formarse ideales, de encauzar
sus
energías
hacia la realización de sus ideales. Algunos sostienen que el hombre
no
tiene
libertad, que es totalmente determinado por la herencia y el
ambiente.
Otros
han sostenido que su libertad es prácticamente sin límites, que él
puede
hacer
cuanto le venga en gana. Ninguna de estas posiciones es acertada. El
hombre
es libre, mas su libertad es limitada. El está parcialmente
determinado
por
la herencia y por el ambiente. Por la herencia y por el ambiente
limitaciones
muy
serias le son impuestas, pero hasta cierto punto él puede superarlas
un
poco.
Pudiéramos decir, más bien, que dentro de ciertos límites
determinados
por
la herencia y el ambiente, el hombre tiene dirección propia. No es
totalmente
un esclavo de ambas cosas. Dentro del círculo de ellas, él tiene el
poder
de escogimiento y de determinación personal. Tiene el poder
suficiente
de
elección como para ser un agente moral responsable.
Esta
libertad es encarecida en el momento en que el hombre entra a una
comunión
consciente con Dios en Cristo. El Nuevo Testamento hace resaltar
esta
libertad de los hijos de Dios —aquellos que nacen de nuevo por la
fe en
Cristo.
Esta es una libertad que le da al hombre, en principio, la victoria
sobre
sí
mismo y sobre el mundo. El hombre, poseído por el Espíritu de Dios,
es en
verdad
un ser real en cuanto a su poder sobre las fuerzas hostiles de la
naturaleza
y del pecado. Y aun por naturaleza hay en él un inherente poder de
elección
que lo hace capaz de recibir el evangelio, un poder que no posee
ningún
ser en el reino natural inferior a él.
(3)
También
el hombre posee el poder del afecto racional.
Los
animales inferiores tienen el poder de la afección instintiva. En el
mundo
animal,
la madre se sacrificaría por el bien de su cría. Pero en la vida
humana,
este
poder de sacrificio se levanta hasta el nivel de la cualidad
racional. Esto es,
una
persona puede, y algunas veces lo hace, elevarse hasta el nivel del
sacrificio
deliberado
por el bien de otros. Esto se exhibe en la relación de familia —el
padre
por el hijo o el hijo por el padre. O tal sacrificio puede
manifestarse por
parte
del amigo para el amigo, del patriota para su país, o en muchas
otras
relaciones
humanas.
Luego,
este poder se ve en su mejor expresión solamente donde el hombre ha
sido
purificado del pecado y atraído a la comunión con Dios en Cristo.
La
demostración
suprema de semejante amor la encontramos en la cruz de Cristo;
y
Cristo solo tiene el poder de inspirar ese amor en el corazón de los
hombres
de
modo que llega a ser la pasión consumidora y dominante de la vida.
(4)
Como
una personalidad espiritual, el hombre tiene también una
naturaleza
moral.
Esto
significa que él tiene un sentido de lo bueno y lo malo, que puede
distinguir
entre
lo bueno y lo malo y que se juzga a sí mismo y a otros con
referencia a lo
bueno
y a lo malo.
El
sentido de lo bueno y lo malo es inherente en el hombre; es una parte
de su
constitución
moral. Sin esto él no sería humano; sólo sería una bestia. El
hombre
posee este sentido de lo bueno y lo malo en virtud del hecho de que
él
es
humano. Por el sentido de lo bueno y lo malo damos a entender el
sentimiento
(o intuición) de que existen lo bueno y lo malo y de que nosotros
estamos
obligados a hacer lo bueno y a evitar lo malo. Este sentido de lo
bueno
y
lo malo no puede originarse por experiencia ni en el individuo ni en
la raza.
Tan
lejos como este autor puede ver, dicho sentido viene a la raza y al
individuo
por medio de un acto creativo de Dios. Tampoco puede interpretarse
este
sentido de lo bueno y lo malo en términos de cualquier otra clase de
experiencia.
No puede reducírsele a lo placentero o a lo utilitario. El
sentimiento
de
que una cosa es correcta y de que es agradable o útil son dos tipos
de
experiencia
totalmente diferentes. La sensación de que un acto o curso de
conducta
es bueno o recto no es una sensación de utilidad. Ella participa de
la
naturaleza
de un “imperativo categórico”. Sentimos que estamos obligados
a
hacer
lo que es recto ya sea placentero o conveniente, o no. Podemos
buscar
lo
que es agradable o conveniente; debemos
seguir
lo que es recto. La
obligación
moral es algo que se nos impone. Nosotros no ponemos la
obligación
sobre nosotros mismos. Algunas veces daríamos el mundo si nos
pudiésemos
desprender de ella. Está puesta sobre nosotros por el sistema de
cosas
al cual pertenecemos —según el cristiano cree— por Dios. Esta
sensación
de obligación moral puede ser aumentada o dilucidada, o puede ser
encallecida
por la experiencia; pero claramente se desprende de su naturaleza
que
no es originada por o en la experiencia.
II.
PODERES PERSONALES NECESARIOS A LA VIDA
CRISTIANA
Nos
gustaría ahora señalar que estos poderes o capacidades del hombre
como
una
persona espiritual son esenciales en su vida religiosa. Nosotros
creemos
que
esto podría hacerse evidente con referencia a cualquier tipo de
religión
digna
de considerarse, pero lo consideraremos desde el punto de vista del
evangelio
de Cristo. Siendo que es la Doctrina Cristiana lo que estamos
considerando,
y no la religión en general, veamos cómo estos poderes son
esenciales
a la comunión del hombre con Dios en Cristo. Esto es muy evidente,
sin
embargo, si guardamos en la mente las enseñanzas del Nuevo
Testamento,
no
se hace necesaria una discusión extensa.
El
evangelio del Nuevo Testamento fue un mensaje que cada hombre debía
oír
y
aceptar por sí mismo. Este se dirigía al hombre como un ser
inteligente y
apeló
a su mente y a su voluntad. No se disfrutaba de sus beneficios por
virtud
de
ser un judío, ni en virtud de ser un miembro de una familia en
particular.
Jesús
causó división. El dividió familias (Mateo 10:21, 35, 36). Los
hombres
se aliaron alrededor de él o en contra de él. El apeló a la
voluntad de
los
hombres. Ellos debían escoger el seguirlo.
Además,
él resumió los requisitos de Dios para el hombre en el amor —amor
a
Dios
y al hombre (Marcos 12:30, 31). Este amor del que Dios habla no es
afección
natural; es buena voluntad racional. Y se espera de los hijos de Dios
que
tengan esta buena voluntad racional hacia todos los hombres —enemigos
tanto
como amigos. Y sólo de esta manera podemos ser verdaderos hijos de
Dios
(Mateo 5:43 sgtes.).
Sólo
entonces, como un ser inteligente y libre, con poder para conocer y
elegir,
puede
el hombre responder al evangelio de Cristo y aceptarlo. Solo como un
ser
con naturaleza moral capacitado para distinguir lo bueno de lo malo,
con
capacidad
para amar a Dios y al hombre, puede él vivir la vida requerida por
el
evangelio.
III.
LA SED QUE EL HOMBRE TIENE DE DIOS
Hay
algo en el hombre que no se satisfará con lo visible y lo temporal.
Algo en
él
clama por lo espiritual y por lo eterno. El hombre tiene sed de Dios.
En
medio
de lo visible y lo transitorio, él alcanza lo invisible y lo que
permanece. El
Salmista
expresa este grito universal del corazón humano cuando nos dice:
“Como
el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti,
oh
Dios,
el alma mía” (Salmo 42:1). Dondequiera que se encuentren los
hombres
han tenido siempre alguna forma de religión. Si hay algunas
excepciones
a esta afirmación, ellas son tan insignificantes que podemos
descuidarnos
de ellas. Todos los hombres de todas las razas y climas han
clamado
por Dios.
Otro
hecho digno de mencionarse es que este anhelo del espíritu humano se
satisface
en Cristo. El es la luz del mundo (Juan 9:5). Es el pan de vida
(Juan
6:35). Es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Es al alma lo
que
la luz es al mundo material. Es al espíritu del hombre lo que el pan
es al
cuerpo.
El satisface los anhelos más profundos del espíritu humano.
Así
vemos que el hombre fue hecho para el evangelio, y el evangelio fue
hecho
para
el hombre. Se ajustan el uno al otro como el guante se acomoda en la
mano.
Cada uno fue designado para el otro. La naturaleza del hombre fue
hecha
para Dios, y aparte de Dios el hombre falla en su destino verdadero.
(Continuará)
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