jueves, 28 de noviembre de 2013

DOCTRINA CRISTIANA 1



POR W. T. CONNER
VERSIÓN CASTELLANA POR
ADOLFO ROBLETO

DEDICO ESTE LIBRO A LA MEMORIA DE MIS TRES
MAESTROS EN TEOLOGIA,
CALVIN GOODSPEED,
A. H. STRONG Y
E. Y. MULLINS

ACERCA DEL AUTOR
Walter Thomas Conner nació en el estado de Arkansas, EE. UU. de N. A., el
19 de enero de 1877. Convertido durante una serie de reuniones especiales,
fue ordenado al ministerio en 1899.
Estudió en la Universidad de Baylor, recibiendo el título de Bachiller en Artes
de dicha institución en 1906. Dos años más tarde le fue conferido el título de
Maestro en Artes por la misma institución. Ese mismo año recibió el título de
Bachiller en Teología del Seminario Teológico de Baylor. Durante los años
1908-1910 cursó estudios en el Seminario Teológico de Rochester, siéndole
otorgado el título de Bachiller en Divinidades en 1910. Posteriormente, en
1916, recibió el título de Doctor en Teología del Seminario Teológico Bautista
del Sur y en 1931, obtuvo el título de Doctor en Filosofía.
En el año 1910 inició una larga asociación con el Seminario Teológico del
Sudoeste, ejerciendo el profesorado en la cátedra de teología sistemática por
treinta y nueve años. Como maestro, el doctor Conner combinó ciertos
aspectos de los sistemas teológicos de tres de sus profesores, el doctor Carroll,
de Baylor, el doctor Strong, de Rochester, y el doctor Mullins, del Seminario
Teológico Bautista del Sur.
Aunque la teología del doctor Conner recalca la experiencia cristiana y la obra
del Espíritu Santo, no es enteramente mística. El doctor Conner fue influido por
las corrientes contemporáneas en el campo de la revelación pero no trató de
formular una teoría de inspiración. La posición doctrinal del doctor Conner, su
método pedagógico, su celo misionero, y su característico humor se
entretejieron en la vida del Seminario Teológico Bautista del Sudoeste y en sus
alumnos.
Durante su largo período de actuación contribuyó regularmente con artículos
para las revistas teológicas y denominacionales, dictó conferencias en distintos
campamentos durante los meses de verano, además de dirigir reuniones de
evangelización. Fue el primer pastor de la Iglesia Bautista Gambrell, de la
ciudad de Fort Worth, estado de Texas.
Contrajo matrimonio con la señorita Blanche Ethel Horne en el año 1907 y este
matrimonio fue bendecido con la llegada de seis hijos. El doctor Conner falleció
en la ciudad de Fort Worth el 26 de mayo de 1952.
Seminary Hill, Texas.
CONTENIDO
Acerca del Autor
INTRODUCCION Naturaleza y Necesidad de la Doctrina Cristiana
CAPITULO 1 La Capacidad del Hombre Respecto a Dios
CAPITULO 2 Revelación
CAPITULO 3 La Persona de Cristo
CAPITULO 4 La Doctrina de Dios
CAPITULO 5 El Espíritu de Dios
CAPITULO 6 La Trinidad
CAPITULO 7 La Doctrina del Pecado
CAPITULO 8 El Propósito de Dios en la Salvación
CAPITULO 9 La Obra Salvadora de Cristo
CAPITULO 10 Llegando a Ser un Cristiano o el Comienzo de la Salvación
CAPITULO 11 Naturaleza de la Vida Cristiana
CAPITULO 12 La Iglesia
CAPITULO 13 Las Ordenanzas
CAPITULO 14 La Realización Final de la Salvación; El Establecimiento del
Reino de Dios

INTRODUCCIÓN NATURALEZA Y NECESIDAD
DE LA DOCTRINA CRISTIANA
I. Naturaleza
1. Definición
2. Propósito
II. Necesidad
1. Demandada por la naturaleza del hombre
2. Enseñanza destacada en el Nuevo Testamento
3. La vida cristiana basada en la verdad
4. El conocimiento de la verdad necesario para la propagación del evangelio
5. El conocimiento de la verdad necesario para la defensa del evangelio
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En este capítulo introductorio haremos un repaso preliminar de nuestro tema.
Naturalmente, algunas preguntas surgen al abordar cualquier estudio, tales
como: ¿Cuál es el carácter del estudio? ¿Qué necesidad hay de él? En este
estudio introductorio consideraremos estas preguntas.

I. NATURALEZA DE NUESTRO ESTUDIO
1. Definición
La Doctrina Cristiana es esa línea de estudio que se propone mostrar las
enseñanzas de la religión cristiana. Es la exposición organizada de las doctrinas
principales del cristianismo. Es la enseñanza de una forma más o menos
completa y sistemática de las ideas necesarias a un entendimiento de la religión
cristiana.
2. Propósito
El propósito de un tratado sobre la Doctrina Cristiana no es primariamente
probar que el cristianismo es verdadero, sino demostrar lo que los cristianos
creen acerca de su religión. Esto significa que asumimos el punto de vista
cristiano y nos proponemos hacer claro en nuestra mente y en la de otros la
naturaleza y el significado del cristianismo. Nos esforzamos por descubrir y
afirmar cuál es el punto de vista cristiano con referencia a los principales hechos
y fases del cristianismo. Es, de consiguiente, la interpretación del cristianismo tal
como los cristianos la ven. Es un esfuerzo por hacer inteligibles los hechos del
cristianismo.

II. LA NECESIDAD DE LA DOCTRINA CRISTIANA
Mucha gente hoy día tiene poca paciencia con cualquier clase de enseñanza
doctrinal precisa en religión. Esta aversión por la doctrina religiosa no se
confina a los que son completamente indiferentes y hostiles a la religión. Aun
mucha gente religiosa es poco amistosa hacia cualquier clase de enseñanza
doctrinal exacta. Ellos quieren limitar la religión al reino del sentimiento o de la
apacible buena voluntad, o hacerla un asunto de actividad social práctica. Ha
habido mucha discusión en cuanto a si la religión es propiamente una cuestión
de sentimiento, de creencia o de actividad. A decir verdad, la religión es las tres
cosas. Sin el elemento del sentimiento, la religión tiene muy poco poder
motivador; sin la creencia doctrinal, carece del elemento de la inteligencia; sin
actividad práctica, se vuelve insípida y vacía.
Ahora bien, nosotros mantenemos que el elemento de doctrina en el
cristianismo es necesario por las siguientes razones:

1. La naturaleza del hombre necesita de doctrina.
Como se indica arriba, el ideal verdadero de la religión envuelve toda la
naturaleza del hombre. Cuando la religión ministra a un solo aspecto del ser
humano, entonces la religión viene a ser unilateral y pervertida y desarrolla una
gente unilateral y pervertida. Los hombres no pueden esperar ejercitar su
inteligencia en todas las otras fases de las actividades de la vida y luego sofocar
sus intelectos en lo que concierne a la religión. Los hombres pensarán acerca
de la religión; y cuando un hombre piensa acerca de la religión, lo que él piensa
es su doctrina religiosa. El hombre poco amistoso a la doctrina religiosa ha
pensado hasta cierto punto acerca de la religión y a menudo nos dice con gran
vehemencia cuáles son sus pensamientos. Y eso nos da su doctrina o sus
doctrinas religiosas. De modo que, por el mismo hecho, no puede existir la
religión sin algún elemento de doctrina.

2. El cristianismo del Nuevo Testamento pone marcado énfasis en la
enseñanza.
Alrededor de cuarenta y cinco veces en los Cuatro Evangelios, se le llama a
Jesús Maestro, y cerca del mismo número de veces se dice que él enseñaba.f1
Pablo y los otros apóstoles y los caudillos del Nuevo Testamento fueron
maestros. La misma cosa es un hecho acerca de los profetas del Antiguo
Testamento. Este hecho —que el Antiguo y el Nuevo Testamentos pongan gran
énfasis en la enseñanza— es tan evidente que no se necesita argüir más sobre lo
mismo. Los que creen que el Nuevo Testamento debe ser nuestro guía,
probablemente estarán de acuerdo en que la enseñanza o doctrina es necesaria
en el cristianismo. La enseñanza o doctrina era esencial en el cristianismo del
Nuevo Testamento. Para nosotros es necesaria todavía.
El cristianismo del Nuevo Testamento era una religión de la verdad. Hacía
énfasis en la verdad. El cristianismo siempre ha reclamado ser una forma de la
verdad. Si el cristianismo no es una forma de la verdad, entonces los cristianos
han sido siempre engañados en cuanto a la naturaleza de su religión.
Pablo nos dice lo que él predicó como el evangelio. Fue que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado; y que fue
resucitado de entre los muertos conforme a las Escrituras (<461503>1 Corintios
15:3, 4). El evangelio, entonces, consiste en ciertos hechos, pero no solamente
en los hechos escuetos (si es que pudiera haber tal cosa), sino también en el
significado de esos hechos. El significado de estos hechos lleva consigo la
conclusión de que el evangelio es un evangelio de verdad, de importancia. El
cristianismo no consiste en hechos ininteligibles, ni de mero sentimiento. El se
basa en hechos, pero en hechos de una importancia muy definida para nosotros
y para nuestra vida espiritual.

3. Es necesario un conocimiento de la verdad en la vida cristiana.
La vida cristiana es una vida de fe. Se llega a ser cristiano por un acto de fe.
Por gracia sois salvos por la fe (Efesios 2:3). Y todo lo demás que sea la
fe, reclama ser un reconocimiento de la verdad y un acto de confianza basada
en ese conocimiento. Es un acto de aventura basada en la promesa del
evangelio. La fe se basa en la Palabra del evangelio. El evangelio es buenas
nuevas, buenas nuevas de algo que Dios ofrece a los hombres en Cristo Jesús.
La fe es la aceptación de ese ofrecimiento.
Por la fe nosotros entramos a la vida cristiana; por la fe crecemos en la vida
cristiana. La fe es un acto de confianza basada en la promesa del evangelio, y
alimentándose en la Palabra del evangelio, crece la fe. Sin un conocimiento
desarrollado de la verdad, puede haber poco y aun nada de crecimiento en la
vida cristiana. La vida espiritual depende tanto del conocimiento de la verdad
para su desarrollo como la vida física depende del alimento.

4. Un conocimiento de la verdad es necesario para propagar el evangelio.
Uno de los impulsos fundamentales en la vida cristiana es el impulso a propagar
el evangelio. Se señaló antes que el llegar a ser cristiano es un acto racional y
voluntario basado en un conocimiento del evangelio. El que propaga el
evangelio, entonces, debe ser capaz de darle al que desea ganar a la vida
cristiana, un concepto inteligente de lo que significa ser cristiano. El llegar a ser
cristiano no es un asunto de dar un salto ciego en la obscuridad. El propagador
del evangelio debe, de consiguiente, tener un alcance inteligente del significado
del evangelio y debe estar en capacidad de dar una afirmación inteligente
acerca del mismo.

5. Un conocimiento de la verdad es necesario para la defensa del
evangelio.
Algunas veces el evangelio debe ser defendido. Pero no se puede defender
aquello que no tiene significado alguno. Una religión sin doctrina sería una
religión sin significado. Y tal religión no podría ser propagada ni defendida.
En el Nuevo Testamento, especialmente hacia la última parte, encontramos a
Pablo y a otros defendiendo vigorosamente el evangelio en contra de los que lo
negaban o pervertían. Pablo empleó gran parte de su vida y energía
oponiéndose a los judaizantes, y tanto Pablo como Juan defendieron
vigorosamente el evangelio en contra de los gnósticos. Para actuar así ellos
tenían que afirmar el evangelio en términos de significado definido.
El elemento de doctrina en el cristianismo, entonces, es necesario. Hablar de
religión sin doctrina es hablar disparates. Desde luego, esto no es decir que la
doctrina es todo lo que hay en la religión. Es posible dar demasiado énfasis
sobre el lugar de la doctrina. Necesitamos recordar también que la doctrina no
existe por su propia causa: no es ninguna cosa que deba tenerse en la mente y
pensarse solamente. Es un programa de actividad. Todo el Nuevo Testamento
recalca el hecho de que oír la Palabra no es suficiente; debe ponérsela en
acción. La doctrina no es un sistema de ideas sólo para contemplarse; es una
invitación a vida y actividad. No solamente debe oírse la Palabra, también se
debe practicar. Nosotros empero repetimos, la doctrina es necesaria o nuestra
actividad será ciega y sin propósito.

CAPÍTULO 1. LA CAPACIDAD DEL HOMBRE
RESPECTO A DIOS
I. La Opinión Bíblica General del Hombre
1. El hombre, más que un organismo físico
2. El hombre, una personalidad espiritual
(1) Inteligencia
(2) Voluntad
(3) Afección racional
(4) Naturaleza moral
II. Poderes Personales Necesarios a la Vida Cristiana
III. La Sed que el Hombre Tiene de Dios
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Si el hombre ha de vivir una vida religiosa que sea digna de tal nombre, debe
conocer a Dios, debe entrar en comunión con Dios. Esto envolverá
necesariamente dos cosas: revelación de parte de Dios y una capacidad de
parte del hombre para conocer a Dios; o para usar la más significante
expresión, el hombre debe ser capaz de amistarse con Dios. El tema de la
revelación se discutirá más adelante. En este capítulo queremos considerar el
asunto de la capacidad del hombre para conocer a Dios o para relacionarse
con él.

Debemos recordar, sin embargo, que estas dos cuestiones en realidad deben ir
juntas, que ellas son dos fases de un asunto, y no realmente dos cosas
separadas. La cuestión referente a si el hombre está en capacidad de
relacionarse con Dios no puede establecerse aparte del punto de la revelación,
así como la cuestión de que si el hombre ve no podría establecerse aparte de
los objetos de la visión. Desde luego, que el hombre no podría ver a menos que
hubiera objetos de visión, como tampoco podría haber objetos para ser vistos
a menos que el hombre tuviera la capacidad de ver. Cada cosa envuelve a la
otra. Lo mismo es cierto con referencia a la revelación y a la capacidad del
hombre de tener relación con Dios. Algunas veces se ha discutido la capacidad
del hombre para conocer a Dios como si tal capacidad en el hombre pudiera
ser alguna cosa afuera de la revelación por parte de Dios. O se ha discutido la
revelación como si pudiera existir una revelación independiente de la capacidad
del hombre para recibir esa revelación. Pero semejantes abstracciones yerran el
punto. El hombre no tiene capacidad para conocer a Dios excepto en la
manera como Dios se revela a sí mismo, ni Dios podría revelarse a sí mismo a
un ser que no tuviera capacidad de conocerlo. Lo uno implica lo otro.

Tampoco debe tomarse esto como si en la religión Dios y el hombre
descansaran en un mismo plano de igualdad el uno con el otro. Esto no es
cierto. Dios es siempre el que toma la iniciativa y actúa como creador. El
hombre reconoce a Dios como soberano y actúa de conformidad. Sin embargo
el hombre debe tener la capacidad para responder al poder creador y redentor
de Dios. En otras palabras, debe haber algo más en el hombre de lo que hay en
las cosas o en los animales; de otro modo él no podría ser religioso. Si no se
encontrara en el hombre la capacidad que no existe en las cosas o en los
animales, Dios no podría atraerlo a su compañía.

I. LA OPINIÓN BÍBLICA GENERAL DEL HOMBRE

1. El Hombre, más que un organismo físico.
Resulta evidente de la experiencia y de la observación por un lado y de la
enseñanza de las Escrituras por el otro, que el hombre es más que un ser físico.
Su cuerpo vino del polvo de la tierra; pero Dios alentó en su nariz soplo de vida
y el hombre fue hecho un alma viviente (Génesis 2:7). Dios hizo al hombre
a su propia imagen (<010126>Génesis 1:26, 27). Esto evidentemente hace referencia
a la naturaleza espiritual del hombre, y no a su cuerpo. Esta imagen divina
puede reflejarse en el hecho de que el hombre camina erecto,f2 pero la esencia
de ello está en algo más hondo, en algo que no es visible al ojo físico. Hay una
fase indivisible e inmaterial de esta vida.

2. El hombre, una personalidad espiritual.
Lo que la Biblia da a entender al referirse a que el hombre fue creado según la
imagen divina, pudiera expresarse diciendo que el hombre es una persona
espiritual. Quizá sería mejor decir que él tiene la capacidad de llegar a ser una
persona así. La cosa más grande respecto al hombre no es lo que él ahora es,
sino lo que es capaz de llegar a ser.
Quizá sea bueno fijarse en las capacidades del hombre, aquellas que se
envuelven en su personalidad. ¿Cuáles son los poderes que el hombre posee y
que lo hacen capaz de crecer en una personalidad espiritual —no poderes
completamente desarrollados— antes bien, capacidades o potencialidades?

(1) Uno de ellos es la inteligencia.
El poder de pensar, de conocer, distingue al hombre de las cosas y de los
animales. Los animales tienen una forma rudimentaria de inteligencia, pero en
este respecto no se les puede poner en la misma clase con el hombre. El
hombre tiene el poder de razonar, de reflexionar, de investigar, de sacar
conclusiones, de guiar su vida por sus pensamientos y conclusiones. Los
animales inferiores no pueden hacer nada de esto. El hombre no solamente
tiene el poder de la conciencia; tiene el poder también de la conciencia de sí
mismo. El tiene el poder de objetivar su yo, de hacer a su persona un objeto de
pensamiento, de conocerse a sí mismo en relación con el mundo en el cual
vivimos y en relación con otras personas. Ningún perro o caballo o mono ha
mostrado nunca alguna señal de tal aptitud.

(2) Otra capacidad que pertenece al hombre en virtud de su personalidad
espiritual es el poder o fuerza de voluntad.
El hombre tiene el poder de escoger, de formarse ideales, de encauzar sus
energías hacia la realización de sus ideales. Algunos sostienen que el hombre no
tiene libertad, que es totalmente determinado por la herencia y el ambiente.
Otros han sostenido que su libertad es prácticamente sin límites, que él puede
hacer cuanto le venga en gana. Ninguna de estas posiciones es acertada. El
hombre es libre, mas su libertad es limitada. El está parcialmente determinado
por la herencia y por el ambiente. Por la herencia y por el ambiente limitaciones
muy serias le son impuestas, pero hasta cierto punto él puede superarlas un
poco. Pudiéramos decir, más bien, que dentro de ciertos límites determinados
por la herencia y el ambiente, el hombre tiene dirección propia. No es
totalmente un esclavo de ambas cosas. Dentro del círculo de ellas, él tiene el
poder de escogimiento y de determinación personal. Tiene el poder suficiente
de elección como para ser un agente moral responsable.
Esta libertad es encarecida en el momento en que el hombre entra a una
comunión consciente con Dios en Cristo. El Nuevo Testamento hace resaltar
esta libertad de los hijos de Dios —aquellos que nacen de nuevo por la fe en
Cristo. Esta es una libertad que le da al hombre, en principio, la victoria sobre
sí mismo y sobre el mundo. El hombre, poseído por el Espíritu de Dios, es en
verdad un ser real en cuanto a su poder sobre las fuerzas hostiles de la
naturaleza y del pecado. Y aun por naturaleza hay en él un inherente poder de
elección que lo hace capaz de recibir el evangelio, un poder que no posee
ningún ser en el reino natural inferior a él.

(3) También el hombre posee el poder del afecto racional.
Los animales inferiores tienen el poder de la afección instintiva. En el mundo
animal, la madre se sacrificaría por el bien de su cría. Pero en la vida humana,
este poder de sacrificio se levanta hasta el nivel de la cualidad racional. Esto es,
una persona puede, y algunas veces lo hace, elevarse hasta el nivel del sacrificio
deliberado por el bien de otros. Esto se exhibe en la relación de familia —el
padre por el hijo o el hijo por el padre. O tal sacrificio puede manifestarse por
parte del amigo para el amigo, del patriota para su país, o en muchas otras
relaciones humanas.
Luego, este poder se ve en su mejor expresión solamente donde el hombre ha
sido purificado del pecado y atraído a la comunión con Dios en Cristo. La
demostración suprema de semejante amor la encontramos en la cruz de Cristo;
y Cristo solo tiene el poder de inspirar ese amor en el corazón de los hombres
de modo que llega a ser la pasión consumidora y dominante de la vida.

(4) Como una personalidad espiritual, el hombre tiene también una
naturaleza moral.
Esto significa que él tiene un sentido de lo bueno y lo malo, que puede distinguir
entre lo bueno y lo malo y que se juzga a sí mismo y a otros con referencia a lo
bueno y a lo malo.
El sentido de lo bueno y lo malo es inherente en el hombre; es una parte de su
constitución moral. Sin esto él no sería humano; sólo sería una bestia. El
hombre posee este sentido de lo bueno y lo malo en virtud del hecho de que él
es humano. Por el sentido de lo bueno y lo malo damos a entender el
sentimiento (o intuición) de que existen lo bueno y lo malo y de que nosotros
estamos obligados a hacer lo bueno y a evitar lo malo. Este sentido de lo bueno
y lo malo no puede originarse por experiencia ni en el individuo ni en la raza.
Tan lejos como este autor puede ver, dicho sentido viene a la raza y al
individuo por medio de un acto creativo de Dios. Tampoco puede interpretarse
este sentido de lo bueno y lo malo en términos de cualquier otra clase de
experiencia. No puede reducírsele a lo placentero o a lo utilitario. El sentimiento
de que una cosa es correcta y de que es agradable o útil son dos tipos de
experiencia totalmente diferentes. La sensación de que un acto o curso de
conducta es bueno o recto no es una sensación de utilidad. Ella participa de la
naturaleza de un “imperativo categórico”. Sentimos que estamos obligados a
hacer lo que es recto ya sea placentero o conveniente, o no. Podemos buscar
lo que es agradable o conveniente; debemos seguir lo que es recto. La
obligación moral es algo que se nos impone. Nosotros no ponemos la
obligación sobre nosotros mismos. Algunas veces daríamos el mundo si nos
pudiésemos desprender de ella. Está puesta sobre nosotros por el sistema de
cosas al cual pertenecemos —según el cristiano cree— por Dios. Esta
sensación de obligación moral puede ser aumentada o dilucidada, o puede ser
encallecida por la experiencia; pero claramente se desprende de su naturaleza
que no es originada por o en la experiencia.

II. PODERES PERSONALES NECESARIOS A LA VIDA
CRISTIANA
Nos gustaría ahora señalar que estos poderes o capacidades del hombre como
una persona espiritual son esenciales en su vida religiosa. Nosotros creemos
que esto podría hacerse evidente con referencia a cualquier tipo de religión
digna de considerarse, pero lo consideraremos desde el punto de vista del
evangelio de Cristo. Siendo que es la Doctrina Cristiana lo que estamos
considerando, y no la religión en general, veamos cómo estos poderes son
esenciales a la comunión del hombre con Dios en Cristo. Esto es muy evidente,
sin embargo, si guardamos en la mente las enseñanzas del Nuevo Testamento,
no se hace necesaria una discusión extensa.
El evangelio del Nuevo Testamento fue un mensaje que cada hombre debía oír
y aceptar por sí mismo. Este se dirigía al hombre como un ser inteligente y
apeló a su mente y a su voluntad. No se disfrutaba de sus beneficios por virtud
de ser un judío, ni en virtud de ser un miembro de una familia en particular.
Jesús causó división. El dividió familias (Mateo 10:21, 35, 36). Los
hombres se aliaron alrededor de él o en contra de él. El apeló a la voluntad de
los hombres. Ellos debían escoger el seguirlo.
Además, él resumió los requisitos de Dios para el hombre en el amor —amor a
Dios y al hombre (Marcos 12:30, 31). Este amor del que Dios habla no es
afección natural; es buena voluntad racional. Y se espera de los hijos de Dios
que tengan esta buena voluntad racional hacia todos los hombres —enemigos
tanto como amigos. Y sólo de esta manera podemos ser verdaderos hijos de
Dios (Mateo 5:43 sgtes.).
Sólo entonces, como un ser inteligente y libre, con poder para conocer y elegir,
puede el hombre responder al evangelio de Cristo y aceptarlo. Solo como un
ser con naturaleza moral capacitado para distinguir lo bueno de lo malo, con
capacidad para amar a Dios y al hombre, puede él vivir la vida requerida por el
evangelio.

III. LA SED QUE EL HOMBRE TIENE DE DIOS
Hay algo en el hombre que no se satisfará con lo visible y lo temporal. Algo en
él clama por lo espiritual y por lo eterno. El hombre tiene sed de Dios. En
medio de lo visible y lo transitorio, él alcanza lo invisible y lo que permanece. El
Salmista expresa este grito universal del corazón humano cuando nos dice:
Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh
Dios, el alma mía” (Salmo 42:1). Dondequiera que se encuentren los
hombres han tenido siempre alguna forma de religión. Si hay algunas
excepciones a esta afirmación, ellas son tan insignificantes que podemos
descuidarnos de ellas. Todos los hombres de todas las razas y climas han
clamado por Dios.
Otro hecho digno de mencionarse es que este anhelo del espíritu humano se
satisface en Cristo. El es la luz del mundo (Juan 9:5). Es el pan de vida
(Juan 6:35). Es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Es al alma lo
que la luz es al mundo material. Es al espíritu del hombre lo que el pan es al
cuerpo. El satisface los anhelos más profundos del espíritu humano.
Así vemos que el hombre fue hecho para el evangelio, y el evangelio fue hecho
para el hombre. Se ajustan el uno al otro como el guante se acomoda en la
mano. Cada uno fue designado para el otro. La naturaleza del hombre fue
hecha para Dios, y aparte de Dios el hombre falla en su destino verdadero.
(Continuará)

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