viernes, 15 de junio de 2012

EL EMPEÑADO EN EL ÉXITO




Una cosa que podemos tratar de alcanzar es el éxito. Si cuento con el éxito, esto hará que resurja y me ayudará a obtener el equilibrio. Si estoy empeñado en ser un triunfador, no me criticarán las gentes. Me elogiarán y dicha alabanza me edificará. De modo que tengo que obtener el triunfo.

No hay nada malo con el triunfo. Usted fue creado para ser persona que busca el éxito. Usted fue diseñado para logros. Pero lea cuidadosamente. ¿Por qué ha de lograr el éxito? Para gloria de Dios. Pero la mayoría de nosotros queremos lograr el triunfo a fin de sentimos bien respecto de nosotros mismos.

Quiero sentirme tan bien acerca de mí mismo que pueda alzarme por sobre mis compañeros. Hasta estar un poco más arriba que pueda ver hacia abajo a otras personas. ¿Ha hecho usted esto alguna vez?

Mi sentir es el siguiente: “A veces vamos a la asociación. Tratamos de bautizar a más personas, recabar más dinero, edificar más y todo lo demás. Porque tienen mucha capacidad, logran todo esto. Nos sentimos muy orgullosos.

Hemos hecho algo bueno. Pero lo que se ha hecho es con la motivación incorrecta. Cuando estemos delante de Dios, no será oro, plata y piedras preciosas; será madera, paja y materiales de poca monta.”

Muchos de nosotros servimos a Dios con la motivación de una conciencia de culpabilidad. Se nos dice que necesitamos testificar y servir. Experimentamos conciencias de culpabilidad. No hemos servido a Dios, de modo que nos activamos en la iglesia y trabajamos a fin de obtener el status quo y poder sentimos satisfechos con nosotros mismos. ¿Ha visto usted este síndrome?

¿Cuál es el problema en todo esto?

Algunas personas van al mundo de los negocios. Otras personas entran en el mundo académico. Algunas otras personas estudian y obtienen un doctorado con el fin exclusivo de ser llamadas “doctor”. La única motivación para un doctorado era el status quo, a fin de sentirse bien consigo mismos, no el obtener credenciales para laborar en el lugar donde Dios los pudiera colocar.

Quiero que lean de un triunfador en Eclesiastés 2:1-11. ¡Qué hombre tan pesimista! Vean sus conclusiones respecto de sus logros:

“Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes.

Mas he aquí esto también era vanidad. A la risa dije:

Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto? “Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida. Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto. Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles. Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén. “Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música. Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría. No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.”

Este individuo tenía problema con la egolatría. Indudablemente contaba con cheques sin límites. Y usted quizá se sienta tentado a decir:

“¿Acaso eso no sería bueno?” No necesariamente. Escuche otro poco más:

“Por tanto, tomé en cuenta todas mis actividades que habían ejecutado mis manos y el trabajo que yo había realizado, y me di cuenta que todo era vanidad y esfuerzo que sería desbaratado por el viento y que no había provecho alguno bajo el sol.”

¿Nunca debió él de haber hecho esas cosas? No. Pero, como comprenderá, las buscaba con la motivación errónea: Yo, mí, mío. Preguntará alguien: “¿Qué tiene todo esto que ver con la evangelización?” Todo. Porque hay un fluir de vida en cada vida. El fluir es a través de usted o a usted. Jesús nos dijo: “... de su interior correrán ríos de agua viva”. Juan 7:38. Pero la corriente no puede fluir a través de usted cuando usted siempre quiere que fluya a usted.

No ganaremos al mundo cuando estamos inseguros sobre nuestro propio mundo.



UN MUNDO ARTIFICIAL (Continuará)



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