lunes, 30 de mayo de 2011

“Las iglesias en Cuba”



La religión en Cuba, en cualquiera de sus iglesias y denominaciones, permaneció enquistada durante tres décadas. Se mantuvo en el vórtice de este huracán que se ha llamado Revolución cubana. Pero desde fines del siglo pasado, las iglesias pasaron del vórtice del ciclón a formar parte de los vientos huracanados.

Las iglesias subsistieron porque hubo cubanos y cubanas que no claudicaron en sus principios religiosos ante el materialismo ateo que les quisieron imponer.       A inicios del período especial, cuando tener creencias religiosas dejó de ser un delito ideológico, a los que no claudicaron, se unieron los que se aferraron a última hora, por desesperación, a la tabla de salvación de la fe. Pero la mayoría de estos nuevos religiosos que llegaron en aluvión a todas las iglesias cristianas no tienen educación y mucho menos memoria cristiana.

¿Cómo la Iglesia católica perdió el respaldo del poder?


La cruz llegó a Cuba junto a la espada del colonizador. Durante los cuatro siglos de poder colonial permaneció sujeta a la corona española.

Institucionalmente nunca dejó de ser española, al extremo que al instaurarse la república, su primer obispo fue un norteamericano.

En la etapa republicana, la Iglesia católica estuvo más identificada con las clases altas y medias de la sociedad, que con las capas más humildes, en su mayoría vinculadas de un modo u otro a las creencias sincréticas de raíces africanas, lo cual no excluía que se declararan católicos “a su manera”.

A lo largo de las primeras décadas del siglo XX, comenzó a desarrollarse una corriente de trabajo social católico, gracias a la actividad de religiosos como el Hermano Victorino y el prelado camagüeyano Manuel Arteaga Betancourt, quien llegaría en los años 40 a merecer el capelo cardenalicio. Aunque a mediados del siglo, Acción Católica da muestras de inquietudes políticas y sobrada pujanza intelectual, las intenciones de laicos como Andrés Valdespino, Mario Parajón, Pura del Prado, José Ignacio Rasco, Walfredo Piñera y otros, no llegan a cuajar en la fundación de un partido confesional, acaso porque el Cardenal Arteaga prefería “católicos en todos los Partidos en vez de un Partido de católicos”.

Así las cosas, Fidel Castro capitalizó a su favor a muchos jóvenes católicos, idealistas y corajudos, capaces de ofrendar sus vidas, como José Antonio Echevarría, Óscar Lucero y Sergio González, el Curita.

A partir de 1960 — el 59 fue un año de gracia irrepetible— la Iglesia católica cubana sufrió un verdadero cataclismo, al caer en una picada que pareció irreversible: los comunistas se hicieron del poder del brazo del Ejército Rebelde y el Máximo Líder, a pesar de su temprano catolicismo, se declaró marxista-leninista.

Los jóvenes católicos volvieron a conspirar y a dar sus vidas, pero esta vez no les sonrió la victoria.

El 8 de septiembre de 1960, día de la Caridad del Cobre, turbas de la JSP (Juventud Socialista Popular) impidieron que saliera la procesión.

Hubo un muerto, varios heridos y numerosos detenidos .

Poco después, a bordo de un barco mercante español fueron expulsados de Cuba cientos de sacerdotes y monjas, intervinieron las escuelas privadas y se prohibió la enseñanza confesional.

Carente de clero y de feligresía, la Iglesia católica se refugió en sus templos. Por primera vez en Cuba, había perdido el respaldo del poder.

Después del Concilio Vaticano II, florecería en América Latina la Teología de la Liberación, afín al marxismo, cuyos representantes tendrían mejores relaciones con el liderazgo revolucionario que con la curia cubana.

De aquellos duros tiempos, es obligado honrar a los sacerdotes y los pocos pero fieles laicos que se multiplicaron en sus parroquias para mantener viva la fe. Hombres como el carmelita Marciano García, quien renunció a una cátedra en la Universidad de Río Piedras a mediados de los 60 para regresar a la Isla y mantener aquí la presencia de su Orden, el hermano Zenón Janariz, incapaz de abandonar a sus pacientes del Hospital de San Juan de Dios ni de aceptar entregar de hecho su Orden al MININT, el padre Fernando de la Vega Benson y el fallecido obispo Salvador Riverón, quienes renunciaron a sus carreras universitarias para tomar los hábitos.

El renacer católico y… ¿la entrada en la batalla?

A partir de 1980, comenzó a notarse mayor asistencia a los templos. Las comunidades católicas, diezmadas por el éxodo de Mariel, experimentaron cierta recuperación. Muchos descubrieron en la Iglesia un refugio, donde coincidían con personas afines y solidarias. Los sacerdotes se prodigaban dándoles atención. La fe religiosa todavía se mantenía exclusivamente dentro del templo, pero cada día eran más quienes acudían.

A mitad de la década del 80, los primeros activistas de derechos humanos se presentaron públicamente durante una misa en el convento de San Juan de Letrán, en El Vedado, donde fueron acogidos por los hermanos del Padre de las Casas. Luego, Ricardo Bofll estableció la costumbre de concurrir a la misa dominical en la iglesia de la Caridad. Comenzaron así pequeños grupos disidentes a congregarse en los templos.

Yndamiro Restano lo haría en Santa Rita de Casia, Óscar Elías Biscet en Los Pasionistas de La Víbora, y otros con el Benny en la iglesia de Santa Bárbara, en Párraga.

No siempre los párrocos veían esto con buenos ojos, porque los disidentes atraían también a las fuerzas de Seguridad del Estado.

Durante los años del Periodo Especial, los templos católicos se convirtieron en plazas políticas. Tanto en la iglesia de las Mercedes como en la Catedral de La Habana se escuchaban al concluir las misas gritos de ¡Libertad! para alegría de unos y preocupación de otros.

En medio de todo esto, en septiembre de 1993, la Conferencia de Obispos de Cuba dió a conocer su mensaje pastoral “El Amor todo lo espera”. Tanto la disidencia como el régimen lo interpretaron como una entrada en batalla de la Iglesia. Los medios ofciales respondieron con violenta retórica, respaldada lamentablemente por la firma del poeta católico Cintio Vitier. Se intentó repetir el terror de los primeros años, pero esta vez los templos no se vaciaron. “El que tenga miedo que se compre un perro”, sentenció el enérgico obispo auxiliar Monseñor Alfredo Petit. La Iglesia ganó ese primer round.Entonces, el régimen modificó diametralmente su estrategia: en vez de esforzarse por vaciar los templos, optó por comenzar a llenarlos con sus partidarios. A partir de abrir las puertas del Partido Comunista a los creyentes, muchos militantes se convirtieron a la fe y penetraron aceleradamente en todas las denominaciones cristianas. En las comunidades surgieron protestas —“están convirtiendo las iglesias en sindicatos”— que en general, no fueron escuchadas por los párrocos, contentos con el fortalecimiento de sus feligresías.

El Concordato

Después de la histórica visita de Juan Pablo II en 1998, la línea política de la Iglesia católica comenzó a tomar cada vez más distancia de la disidencia interna, a la que en realidad nunca brindó un apoyo incuestionable. Las declaraciones del Cardenal Ortega perdieron su agudeza. Cuando Oswaldo Payá Sardiñas recibió en Europa el Premio Sajarov, el cardenal Ortega publicó en Palabra Nueva una concisa felicitación de compromiso pero prohibió que la revista Espacios lo divulgara ampliamente. Cuando los voceros oficiales atacaron públicamente al laico Dagoberto Valdés y al Obispo de Pinar del Río, José Siro, el cardenal Ortega guardó un bochornoso silencio. Posteriormente, tanto Payá como Valdés fueron excluidos de la Semana del Pensamiento Católico. Esos fueron los antecedentes del presente Concordato con el régimen raulista.

Es cierto que, en los primeros años de la década del 90, la naciente disidencia se acercó a la Iglesia. También lo es que la institución religiosa no es, ni puede ser, un instrumento político, como a menudo le ha exigido el llamado exilio histórico. Sin embargo, todas las cautelas observadas antes para no parcializarse con la oposición, ahora parecen desechadas a favor de alinearse por conveniencia junto al régimen.

Las iglesias evangélicas.

La ocupación militar norteamericana de 1898 contribuyó a que misioneros norteamericanos establecieran muchas iglesias evangélicas en Cuba a través de las iglesias Bautistas,Metodistas, Episcopales y posteriormente la iglesia  Pentecostal,aproximadamente desde la primera midad del siglo XX .

La etapa republicana fue floreciente para las iglesias evangélicas en Cuba. En la década del 50 había en el país aproximadamente 100 mil miembros activos de iglesias protestantes y una comunidad total evangélica de 300 mil feligreses, lo cual constituía aproximadamente un 6 % del total de la población cubana de entonces.

En estos momentos existen 54 denominaciones inscriptas en el Registro de Asociados, 22 seminarios evangélicos, así como algunas iglesias observadoras de las denominadas iglesias históricas, o sea, las que existían antes de 1959.

Iglesias independientes establecidas anteriormente, como el Centro Evangélico, se mantienen en funcionamiento y otras se han unido a otras denominaciones para poder existir, al precio de tener que renunciar a sus orígenes.

El curioso protestantismo cubano.

El evangelismo cubano se divide en dos grandes corrientes que cohabitan en el Consejo de Iglesias de Cuba: por un lado, el protestantismo histórico, conformado por las iglesias surgidas a partir de las reformas de Lutero y Calvino y por el otro el pentecostalismo.

Existen cinco corrientes bautistas: la Convención de Iglesias Bautista Oriental, Occidentales, Bautistas Libres, Bautistas Independientes y Fraternidad Bautista de Cuba, siendo la Bautista Oriental la más masiva y fuerte.

Tanto la Asamblea de Dios como la Convención de Iglesias Bautista Oriental son muy fuertes en las provincias del este del país, pero no pertenecen al CIC.

Las iglesias carismáticas.

En estos momentos el movimiento religioso que más crece en Cuba son las iglesias neo-pentecostales, en su mayoría desprendidas del pentecostalismo histórico.

Los neo-pentecostales se caracterizan por el activo desempeño en los cultos de los pastores, generalmente de no muy alto nivel cultural, que insisten ante sus feligreses en la presencia del Pentecostés. Recurren a la Biblia para una interpretación mística de la presencia del Espíritu Santo, insisten en las curaciones y plantean en sus sermones que los problemas que aquejan a sus devotos, incluidos los derivados de la situación nacional, sólo los resolverán si recurren a Jesucristo, el único camino de salvación.

Las iglesias neo-pentecostales explican que las otras religiones son demoníacas. Rechazan todo culto a las imágenes, que catalogan como idolatría y fetichismo. En sus iglesias no hay imágenes, sólo una cruz de madera.

Los neo-pentecostales tienen una fuerte ayuda económica de las iglesias similares norte-americanas, que les facilitan que envíen sus pastores a estudiar a ese país y a otros de la cuenca del Caribe.

Las iglesias metodistas son un desprendimiento de la Iglesia Anglicana de Inglaterra. En los últimos años han devenido en iglesias carismáticas, que se pueden entender como el término medio entre el pentecostalismo histórico y el neo-pentecostalismo.

Todavía quedan algunas iglesias metodistas apegadas a la tradición, pero en la mayoría los pastores se ungen de un carisma, que según ellos es el don que Dios les ha proporcionado.

En estas iglesias metodistas carismáticas los feligreses, que asisten masivamente, participan, cantan y bailan junto con el pastor en los cultos, que son acompañados por conjuntos musicales que tocan todo tipo de ritmos, incluyendo el rock. Los pastores se mueven entre sus feligreses, con sus sermones, plegarias y cánticos, provocando la exaltación hasta el paroxismo.

En estos momentos no existen diferencias notables entre los cultos, los rituales y la liturgia entre las iglesias metodistas carismáticas y los neo-pentecostales.

El CIC

El Consejo de Iglesia de Cuba (CIC), fue fundado en junio del 1941 y está integrado por 24 iglesias. En su Asamblea General de marzo de 2010 fue elegida la junta directiva que preside el Rev. Miguel Hernández Salazar, de la Iglesia Evangélica Libre (pentecostal). Como Secretario funge el Rev. Oden Marichal, de la Iglesia Episcopal. También forma parte de la directiva, el Rev. Raúl Suárez, de la Fraternidad Bautista de Cuba. Marichal y Suárez son diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

La junta, compuesta por dos representantes de cada iglesia miembro, funciona dos o tres veces al año y aprueba las decisiones de la presidencia del CIC.

La Comisión Teológica del CIC es semi-autónoma, porque en ella participan iglesias

que no son miembros del CIC, la única instancia autorizada por el gobierno a importar y

distribuir Biblias. Los beneficios solamente son para las iglesias reconocidas por el Registro de Asociados y el CIC, pues las compras tienen que efectuarse a través de cheques, en base a la membrecía.Tal método es considerado un sutil modo de reprimir a las iglesias independientes, que enfrentan además la indiferencia de la iglesia reconocida oficialmente.

Las casas-culto o de oración son una extensión de las iglesias; como no se pueden construir nuevos templos, la labor evangélica se desarrolla en casas particulares.

Raúl Suárez, tiene su propia iglesia y preside a la Fraternidad de Iglesias Bautistas, que es un desprendimiento de la Convención Bautista Occidental , así mismo es también el director del Centro “Martín Luther King”, que se mantiene con los recursos que le envían las iglesias negras metodistas y bautistas de Estados Unidos, lo que le ha permitido desplegar un trabajo pastoral comunitario de educación y propaganda.

"La Oficina de Asuntos Religiosos."

Esta es una dependencia subordinada al Comité Central del Partido Comunista y su jefa la Sra. Caridad Diego Bello, siguen con particular atención el crecimiento y desarrollo de las iglesias, ministerios cristianos y de toda institución religiosa, sobre todo están preocupados por este crecimiento que es indudablemente un fenómeno atípico que excede a las presiones que ellos ejercen para impedir cualquier progreso de carácter religioso. Pero la Sra. Diego alega que la presencia del CIC en las actividades de las iglesias es para atender directamente los problemas de estas.

Para que las iglesias sean inscriptas en el Registro de Asociaciones y que les sean autorizados los viajes al exterior, las reparaciones de templos, la importación de biblias, recibir prelados extranjeros, la compra de vehículos, la conexión a intra-net, hay que tramitarlo previamente y recibir la autorización de la Oficina de Asuntos Religiosos.

Para algunos miembros del CIC, la presencia de la jefa de la Oficina de Asuntos Religiosos en sus reuniones, la estiman como una injerencia, una forma de vigilancia que violenta la supuesta soberanía que dicen goza la institución. Sin embargo, otros más pragmáticos consideran que su presencia, que de cualquier modo es inevitable, facilita que los problemas se le puedan plantear directamente.

Tanto los pentecostales históricos como los neo-pentecostales y el Movimiento Apostólico manifiestan un creciente apoliticismo .Sus pastores insisten en que “las iglesias no tienen que meterse en política”, que su labor es únicamente religiosa. Pero los adventistas se destacan por su aversión al gobierno.

Generalizando, una cantidad considerable de las iglesias estiman que el CIC se identifica de manera activa e incondicional con el gobierno. En esto son muy críticas la Convención de Iglesias Bautista Oriental de Cuba y la Asamblea de Dios, denominaciones históricas que las autoridades no pueden despreciar por sus grandes membrecías.

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                                               “SIN REVOLUCIÓN TODO". 
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Pr. Manuel A Morejón Soler Pastor evangélico imorejon@yahoo.es  


Osmar Lafita Rojas Periodista independiente ramsetgandhi@yahoo.com  


Frank Cosme Periodista independiente glofran263@yahoo.com  


Rogelio Fabio Hurtado Periodista independiente rhur46@yahoo.com  


Edición: Luis Cino Álvarez luicino2004@yahoo.com  

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