viernes, 27 de abril de 2012

EL FRUTO DEL TRABAJO ES EL MEJOR DE LOS PLACERES










Pr. Manuel A Morejón Soler. Vedado, La Habana.
  
El trabajo dignamente remunerado es consuelo para las penas, aplaca dolores, enjuaga lágrimas, arranca víctimas al vicio, al crimen y a la muerte. Pero quienes en el ocaso de sus  vidas, cuando ya las fuerzas escasean después de una trayectoria laboral honrada,  tengan que enfrentarse con gobernantes corruptos e indiferentes a sus necesidades mínimas para subsistir, no les queda más remedio que depositar toda su esperanza en Dios y apelar a este tal y como lo hizo el salmista en este pasaje:

¡Dios mío, rescátame de la mano del impío, de la mano del malhechor y del implacable! Salmo 71:4

Los mejores placeres con el  fruto del trabajo ajeno.
Existe una minoría impía que nunca ha dedicado sus esfuerzos a un trabajo sinceramente honrado sino para sus propios intereses y se han levantado en el poder nutriéndose con el sudor del obrero, deleitándose en lugares de lujo como cayo Seitía en la Bahía de Nipe, Cayo Largo del Sur, Varadero y de vacaciones en el extranjero, en vez de cumplir con sus obligaciones de dar solución a los escasos salarios que ya no satisfacen las necesidades básicas del trabajador, de resolver de forma creciente y urgente las viviendas y crear puestos de trabajo para los egresados de la universidad, así como atender de forma rápida y formal el alarmante deterioro de los hospitales, sin pasar por alto y concientizar que el precio de un par de zapatos para niños está por encima de un salario completo mensual (18.00 CUC)  y la ropa interior de mujer de 10 CUC por pieza sin mencionar otros artículos  como limpieza, aseo, todos solo disponibles en Tiendas Recaudadoras de Divisa ( TRD). Entre el pueblo se ha hecho popular el triste lema: ¨Hoy si comes no te vistes, si te vistes no comes¨.

El fruto del trabajo es el mejor de los placeres.
La mayoría de los obreros cubanos se preguntan para qué sirve su inteligencia en un trabajo en el que sólo se aprecia su esfuerzo, porque cuando verdaderamente se considera y valora el fruto del trabajo es al retribuir dignamente al obrero por la labor realizada y no con lemas y consignas por las metas alcanzadas (¿?) y galardones en un mural.

El Rey hará justicia a los pobres del pueblo y salvará a los necesitados; 
 ¡Él aplastará a los opresores! Salmo 72:4 


jueves, 26 de abril de 2012

China planea eliminar todas las casas iglesias que existen



La tercera fase, es para completar estos registros dentro de 10 años, de no ser así, las iglesias que se nieguen a ser registradas y cumplirle al gobierno serán cerradas, según afirma CAA.

China / Por Nínro Ruíz Peña
(NoticiaCristiana.com).

El gobierno de China, está comprometido en una campaña de tres fases para la erradicación de las iglesias protestantes que utilizan las casas como templos para adorar a Dios, según un comunicado dado a conocer el 20 de abril por la China Aid Association (CAA).

La estrategia del gobierno quedó claramente expuesta en un documento publicado en septiembre pasado, durante una clase de entrenamiento llamada: “Patriotas de la Comunidad Cristiana” a cargo de la Administración Estatal de Asuntos Religiosos (SARA, por sus siglas en inglés), de acuerdo a una fuente que no quiso identificar la CAA.

De enero a junio de este año, el documento llama a las autoridades locales en primera fase a realizar una investigación exhaustiva sobre las casas iglesias en todo el país y a crear los expedientes de cada uno de ellas.

En la segunda fase, para los siguientes dos o tres años, las autoridades encarecidamente obligarán a las casas iglesias no registradas a afiliarse a la para que estas sean aprobadas por el gobierno de Three-Self Patriotic Movement (TSPM).

La tercera fase, es para completar estos registros dentro de 10 años, de no ser así, las iglesias que se nieguen a ser registradas y cumplirle al gobierno serán cerradas, según afirma CAA.

Los funcionarios también prohibirían las palabras “casas iglesias” y todos los informes sobre iglesias en las casas y sus páginas web y otros medios de comunicación. Sustituiran el término “con reuniones en casa”, un término que se refieren a grupos que se reúnen en los sitios afiliados a la TSPM.

En una reciente encuesta aleatoria, llevada a cabo por la fuente de la CAA en varias provincias, dice que más del 95 por ciento de los líderes de las casas iglesias, dijeron que ya habían sentido el impacto de estas investigaciones, mientras que el 85 por ciento dijo que los departamentos locales de asuntos religiosos ya habían creado un expediente para su grupo.

“Desde el comienzo del 2012, hemos notado un aumento en la frecuencia de la persecución”, dijo la CAA en un comunicado de prensa. “Además de la continua persecución de la Iglesia Shouwang en Pekín, el número de casos similares se ha incrementado un 20 por ciento respecto al año pasado y se ha extendido a otras áreas, incluyendo la educación cristiana, la publicación y las librerías”.

Operación “disuasión”

La campaña surgió por primera vez en diciembre del 2010, a través de un documento secreto titulado “Operación disuasión”, emitido por el Comité Central del Partido Comunista. Esta Directiva instó a los funcionarios en todos los niveles a “guiar” las casas de culto de los cristianos a asistir a las iglesias que sólo pertenecen a la TSPM, aprobado por el gobierno.

La Iglesia Shouwang, que suma unos 1.000 miembros, sintió los efectos de la presente Directiva, casi de inmediato. Después de haberles bloqueado los intentos de Shouwang para registrarla legalmente o para encontrar un lugar de culto adecuado, los funcionarios en abril de 2011 comenzaron a arrestar e interrogar a miembros de la iglesia que trataron de realizar cultos al aire libre en una plaza pública.

Foto: La Iglesia Shouwang en Haidian de Beijing octubre en el distrito 3, 2010. Shouwang es una “casa iglesia”, una iglesia que no está aprobado oficialmente por el gobierno y las congregaciones más pequeñas que tiene casas iglesias que cada vez son más populares en la capital de China. ( Reuters / Petar Kujundzic ).

Traducido y adaptado por NoticiaCristiana.com de China Aid Association (CAA).

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II PARTE LA FAMILIA. CAPITULO 8. LAS RELACIONES ENTRE LOS PADRES Y LOS HIJOS MENORES




La terea que corresponde a los padres es una de las más grandes e importantes

del mundo entero. Desgraciadamente, hay un porcentaje elevado de padres

que no concibe ni aprecia el trabajo de criar correctamente a los suyos. Puede

ser que en algunos casos no saben hacerlo, porque la herencia de sus padres en

este aspecto ha sido también un poco escuálida. Un miembro de una iglesia

evangélica cuenta que en su barrio pocos hombres aceptan la responsabilidad

de su hogar, y que solamente van a casa para comer y dormir. Lo peor y más

lamentable aun es el bajo lugar que ellos dan a sus hijos. Parece que a estos

padres sus niños son poco más que evidencia de su “potencia varonil” o “fruto”

de su machismo. Los hombres pasan su tiempo libre en la calle conversando y

jugando mientras que las madres se preocupan de la casa y de los niños. El

resultado de todo esto es un distanciamiento entre los cónyuges, los padres y

los hijos. El miembro de la iglesia termina diciendo que los hombres suelen

rechazar a sus hijos, dando la impresión que les es difícil ayudar a sus retoños

de alguna forma y que cuando sus niños quieren jugar con ellos, lo consideran

como una falta de respeto.

Aunque este lamentable relato se refiere a circunstancias de un barrio humilde,

se cree que no es una característica limitada solamente a los lugares de

pobreza. Lo alarmante es el creciente descuido e indiferencia hacia los niños, el

cual no debe darse en la familia cristiana. Nuestro deseo es el poder ayudar a

las familias cristianas a saber cómo dirigirse y comprenderse para mejorar la

marcha de sus hogares. Esto, también, incluye el siempre debatible asunto de la

disciplina. La dirección del hogar tiene que ver con la autoridad, la expresión de

ella por los padres y la respuesta a ella por los hijos. La comprensión de los hijos se logra entendiendo el proceso de su formación; y la disciplina es el

campo de acción para enderezar la vida y conducta de los hijos.

LAS LÍNEAS DE AUTORIDAD EN EL HOGAR

La autoridad en el hogar tiene dos lados: el lado de los padres que dirigen las

vidas de sus vástagos, y el lado de los hijos que responden a la dirección y

autoridad de sus padres.

1. Los Padres Expresando Autoridad

Desde el comienzo, los padres han recibido de Dios la autoridad para dirigir el

hogar, o sea la relación familiar. Para los líderes de la iglesia es imperativo que

sepan gobernar su hogar para poder guiar a la “familia cristiana”. (1Timoteo 3:4, 5, 12.)

Es interesante notar que la responsabilidad es igual para

los diáconos como para los pastores. Esta necesidad de gobernar bien la

familia, que las Escrituras enseñan, no se aplica solamente a un grupo limitado

de líderes, sino es el plan fundamental de Dios para todos los padres.

Aunque repetidas veces la Palabra de Dios hace hincapié en que el hombre sea

la cabeza del hogar, la mujer comparte aquella autoridad como su ayuda

idónea. Desde la creación Dios les mandó a ambos: “Fructificad y multiplicaos;

llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread...” (Nótese que los verbos son

plurales.) Mientras la mujer esté sujeta a su esposo, ella desempeña un papel

de equilibrio en el hogar y en la relación conyugal. La verdad es que la mujer es

el espíritu unificador del hogar. Están reflejados el sacrificio y el afecto que

caracterizan a la madre en el cuidado de Pablo a los cristianos en Tesalónica.

(1 Tesalonicenses 2:7,8.)

En el mundo hispano, la madre es aun más el ancla y el espíritu unificador del hogar. Esto, en parte, explica la sociedad matriarcal que caracteriza los hogares latinos. Desgraciadamente, muchos padres en muchas maneras y ocasiones han abdicado la mayor parte de la función de la autoridad que les pertenece, dejando que la esposa la ejerza.

No debe sorprendernos que el día de las madres iguala o supera a la Navidad

en cuanto a expresiones de cariño y aprecio, mientras que el día de los padres

apenas se menciona. Esta última verdad es ilustrada por el encabezamiento del

periódico, El Nacional de Caracas, Venezuela, que hace un par de años decía:

“Felicidades a los Buenos Padres”, como si fuera solo un número reducido que

merecía las felicitaciones. La situación de las líneas de autoridad en muchos hogares es caótica haciendo de primer orden una comprensión de las

directrices bíblicas al respecto.

La autoridad de los padres se expresa en muchas formas. Una manera es la del

cuidado y provisión material. Pablo dice que el padre cristiano que no lo haga,

niega la fe y es peor que los incrédulos. (1 Timoteo 5:8.) Los padres deben

pensar primeramente en cuidar el estado físico de los suyos antes de que los

hijos sean una seguridad financiera para ellos cuando fuesen viejos. (Fíjese en 2 Corinitos 12:14.)

La autoridad también se hace palpitante en la disciplina. Un problema que surge

con frecuencia es el de ser severos en la disciplina, faltando en comprender y

formar al niño. Cuando el padre es demasiado severo o pretende ser la

autoridad final, es natural que los hijos recurran a la madre para su protección y

mediación ante el padre.

La autoridad se hace patente por medio de la influencia de los padres sobre sus

hijos. El patrón que dan los padres es el modelo que seguirán los hijos, para

bien o para mal. La instrucción de las Escrituras es muy clara en este punto:

“Camina en su integridad el justo; sus hijos son dichosos después de él”

(Proverbios 20:7). (compare Salmo 78:5-8.) Las pautas que los

padres ejemplifican no determinarán la personalidad ni la conducta de sus hijos,

pero sí dejarán sus huellas indelebles en sus vidas. De modo que si un niño vive

bajo la crítica aprenderá a condenar. Si vive en hostilidad aprenderá a

contender; de ser ridiculizado a ser tímido; de ser avergonzado, a sentirse

culpable. En cambio, si se goza de recibir tolerancia, aprenderá a ser paciente.

También si vive con estímulo (aceptación y reconocimiento), esto producirá en

él confianza y él sabrá cómo devolver aprecio.f96 En fin, creamos el ambiente

que afecta profundamente la formación sicológica de nuestros hijos.

Además, se manifiesta la autoridad de los padres, en que consciente e

inconscientemente les enseñamos en cuanto a lo moral, lo espiritual, lo personal

y lo social. La promesa fiel de la palabra de Dios es: “Instruye al niño en su

camino, y un cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).

Esta palabra “instruye” es “poner en el paladar” como en la acción de dar de

comer al infante. No es algo de casualidad, sino algo que se hace con sumo

cuidado. La etimología de la palabra “educar” es “dirigir por un senda

específica.” De modo que la enseñanza tiene que ver con la vida del maestro;

en este caso, los padres. Si instruimos al hijo a que “persevere en el temor de Jehová todo el tiempo” ( Proverbios 23:17), tenemos que estar perseverando de igual modo.

El deber de los padres abarca también una comprensión de sus hijos que se

expresa en compasión y cuidado hacia ellos. Si hay una queja que los

consejeros de los jóvenes oyen con frecuencia es que los padres no

comprenden a sus hijos. La necesidad de demostrar comprensión y compasión

hacia los hijos existe desde la antigüedad. (Salmo 103:13; Isaías

66:13; Malaquías 4:6.) Pablo da unas instrucciones específicas a los padres

al respecto:

Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos

en disciplina y amonestación del Señor ( Efesios 6:4). Padres, no

exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten ( Colosenses 3:21). Así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus

hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os

encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a

su reino y gloria. ( 1 Tesalonicenses 2:11, 12.)

Las primeras dos citas de Efesios y Colosenses quedan bien claras en su

aplicación al trato que deben dar los padres a sus hijos. La última cita,



1Tesalonicenses 2:11, 12, indica tres formas positivas de relacionarse el padre

con sus retoños. La exhortación es la acción de ponerse al lado de aquellos que

uno está instruyendo. La palabra viene del “paracleto” que Jesús usó para

describir al Espíritu Santo, que tiene la tarea de confortarnos y confrontarnos

pero siempre desde una posición de simpatía, o mejor, de empatía, no por

encima de nosotros como el juez. La consolación es la acción de animarnos o

levantarnos cuando caemos para ponernos a caminar otra vez. Da la impresión

que el padre cree en sus hijos y quiere que estén bien motivados a vivir

moralmente. La acción de encargar a los hijos es la de “testificarles” de cómo

Dios funciona en la vida y de encomendarles confiadamente a vivir al tanto del

llamamiento de Dios. Quiere decir que los hijos serán dignificados y valorizados

para realizar las más altas aspiraciones que Dios mismo desea para ellos. El

valor y la utilidad de esta perspectiva positiva hacia los niños son incalculables e

indispensables para la comprensión de los varios aspectos de la formación del

niño, que dentro de poco se tratará.

2. Los Hijos Respondiendo a la Autoridad de los Padres

La Escritura instruye a los hijos a responder respetuosamente a la autoridad de

sus padres en por lo menos cuatro maneras:

(1) Deben honrarlos: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se

alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” ( Éxodo 20:12). Este es el

primer mandamiento con promesa ( Efesios 6:2, 3), que quiere decir que la

vida les irá bien a los hijos que honran a sus padres. Aquel honor se expresa en

respeto, reverencia y aprecio aun cuando los padres no lo merecen. Algunos

niños y jóvenes cristianos que tienen padres inconversos a veces preguntan:

“¿Tengo que honrar a mis padres aunque vivan inmoralmente y me quieran

llevar por una vida de destrucción?” La respuesta es que deben resistir a vivir

inmoralmente o cometer lo que sería destructivo; pero sí deben tener cuidado

de que en su corazón no haya sentimientos destructivos hacia los padres

(Mateo 15:4), sino deben mostrarles un sentido de compasión y querer que

los padres conozcan al Señor y que busquen hacer bien al prójimo.

(2) Deben obedecerlos. El principio que Dios plantea a los hijos es el de

“obedecer” a los padres en todo porque esto agrada al Señor (Colosenses

3:20) y además “es justo” (Efesios 6:1). Pablo opina que la rebelión contra

los padres proviene de la mente reprobada, y merece el fuerte castigo.

(Romanos 1:28-32.) Como el caso ya mencionado de los hijos cristianos

de padres inconversos, aquellos hijos han experimentado la bendición de

obedecer a Dios, el “Padre” celestial, y por lo tanto han recibido unos recursos

divinos a los cuales debe recurrirse; son: la gracia, el amor, el perdón, la

comprensión y la esperanza. Deben utilizar constantemente aquel medio de

influencia para bien a sus padres: la oración. Su lealtad a Dios les da la

capacidad de obedecer en amor a sus padres. Cuando los hijos cristianos

muestren esta actitud positiva de servir a sus padres, sean creyentes en Cristo o

no, hay más probabilidad de ganar su respeto y disfrutar mayores privilegios.

También es más probable que por medio del trato amoroso los padres

inconversos se dejen guiar al conocimiento del Señor.

(3) Deben seguir sus instrucciones. Cuando la Biblia menciona que los hijos

deben seguir las instrucciones de los padres, se refiere directamente a las

instrucciones de la ley moral, la sabia enseñanza de las verdades eternas de

Dios. Cuando el escritor de Proverbios se presenta como un padre sabio y

habla de guardar “mis mandamientos” y “mi ley”, él está solamente proyectando

sus instrucciones a base de las divinas. ( Proverbios 3:1-6; 4:1-4, 20-22; 6:20-23.) Entonces las instrucciones que Dios quiere que los hijos reciban y

sigan son las que les conducen a los cambios de la vida sabia, que glorifican a

Dios, al hombre y al hogar.

(4) Deben ser responsables. Cuando las escrituras hacen hincapié en que los

hijos deben actuar sabiamente, están enfocando la necesidad de que ellos

acepten la responsabilidad de sus determinaciones y que demuestren prudencia

en sus relaciones. (Proverbios 3:1-12; 23:15, 16.) El paso de seguir las

instrucciones de los padres resulta en la formación de un carácter estable y unas

relaciones sensatas. Además alegra los corazones de los padres.

(Proverbios 23:15, 16.) De este modo la autoridad que Dios imbuye en los

padres completa su ciclo cuando los hijos responden respetuosamente y viven

con cuidado según el mismo criterio. Así ellos participarán en la misma

autoridad, porque demuestran que son hombres justos.

LA FORMACIÓN DE LOS NIÑOS

Además de la autoridad que los padres deben ejercer sobre los hijos, también

necesitan una comprensión de lo que está pasando en los cuerpos, mentes y

espíritus de sus retoños, para poder guiar sus vidas. La formación de los niños

abarca por lo menos cinco áreas: la física, la social, la mental (intelectual), la

sicológica (emocional) y la moral.

1. La Formación Física

El desarrollo físico es el primer determinante de lo que los niños aprenden a

hacer. A medida que crecen y desarrollan sus huesos y músculos, el niño es

capaz de realizar diferentes formas de actividad. La rapidez con que los

pequeños aprenden pericias con sus cuerpos, manos y pies depende no

solamente de su desarrollo físico sino también de la motivación y la oportunidad

de participar y funcionar.f99 Por consiguiente, es indispensable que los niños

tomen parte, tan pronto como sea posible, en el cuidado personal, los

quehaceres y las tareas comunes de la vida familiar. No se debe hacer por ellos

lo que pueden hacer por sí mismos. El niño responde a su tamaño y forma, y

esta reacción es de alta importancia. Si se siente que es diferente porque es

bajo de estatura o un poco gordo, puede volverse tímido o, al contrario, ser

agresivo, travieso y destructivo. El burlarse de un niño porque es “diferente”

puede resultar en crear en él una imagen de inferioridad o peculiaridad.

Debemos valorizar al niño tal como es para que él sepa aceptarse a sí mismo.

2. La Formación Social

Es a través de los padres que el niño concibe el mundo. Desde los días de la

cuna, el niño está creando en sí una imagen de cómo relacionarse. Erik Erikson

describe una serie de crisis en la formación de la personalidad en los hijos.

Primeramente, el infante sufre la crisis de confianza. El confía naturalmente en la

madre por el sostén, el cariño, el calor y la atención. ¡Fíjese en la inseguridad

que se crearía en el infante que no encuentra estos elementos básicos en la

madre o en la persona que le cuida! Pero si gana confianza debido a la

protección y cuidado que recibe, se formará una libertad en él para desarrollar

sentidos de seguridad hacia otros, y aun hacia Dios.

Segundo, Erikson mantiene que desde los dieciocho meses hasta los cuatro

años la meta del niño es la de autonomía o de una leve independencia. Por eso

pasan por un período de resistencia, desafío y argumentación. También

demuestran egocentrismo, pero esto es solamente parte el desarrollo de su

consciencia de sí mismo. Dobbins enseña que primeramente el niño expresa

consciencia de sí mismo, después consciencia hacia Dios y luego consciencia

para tomar decisiones.

La tercera crisis en los niños de cuatro a seis años es en cuanto a la iniciativa.

Esto quiere decir que el niño se goza jugando y experimentando los objetos de

su rededor, pero encuentra que a menudo hace cosas del desagrado de los

padres. El quiere agradarlos, pero no comprende el sistema de valores de los

padres; y todo esto resulta para el niño en unos sentimientos de culpabilidad. El

vuelve a tomar la iniciativa para aprender nuevas cosas cuando gana confianza

y entiende los límites puestos por los padres sobre sus acciones.

La crisis sicosocial de los niños de seis a once años se encuentra en el concepto

de competencia (o diligencia) contra sentidos de inferioridad. Por los contactos

en la escuela, el niño se entera rápidamente en los modales aceptables, la

capacidad en el aprendizaje (o lo contrario) y los hábitos de trabajo. El nivel de

competencia o rivalidad es de suma importancia en el desarrollo de la confianza

que el niño necesita en el mundo. Además, la competencia se ve en “la buena

educación” que está inculcada en los niños: los buenos modales, el respeto, la

cortesía, etc. Al experimentar las buenas relaciones que se forman por saber

cómo expresarse hacia los demás, crea la capacidad de superar los sentidos de

inferioridad.

3. La Formación Mental (Intelectual)

Los niños no piensan como los adultos. Durante la infancia aprenden por los

sentidos del tacto, gusto y olfato. No aprenden tanto por nuestras palabras,

sino de los dos años hasta los siete años, su aprendizaje viene directamente de

su contacto con los objetos, personas, etc. Además, en este lapso lo que vale

es su propia percepción de las cosas.

La necesidad de la experimentación en el aprendizaje sigue hasta

aproximadamente los once años, aunque cada vez más el niño agrega y

balancea la experimentación con conceptos lógicos y concretos. En los

primeros años de escuela, el niño tiene dificultad en percibir abstracciones o

dimensiones más allá de la superficie de los datos y los conceptos. Por eso es

difícil enseñarle mucho acerca de la Trinidad y la encarnación, pero sí puede

sentir y gozarse del amor de Dios, la emoción del nacimiento de Jesús y el

deseo de orar. En fin, el niño puede experimentar a Dios sin comprender la

profundidad ni el alcance de la experiencia.

4. La Formación Sicológica (Emocional)

Indudablemente el factor de la formación de los niños que menos entendemos

como padres, y que más necesitamos entender, es el sicológico y emocional.

Lo cierto es que nuestra propia imagen es la que proyectamos hacia los hijos.

Si los padres se sienten incapaces e inseguros, si tienden siempre a defenderse

y justificarse, también tenderán a atacar al niño con su mismo sentido de

inferioridad y culpabilidad. A estos padres suele escuchárseles gritar a sus hijos:

“Tú eres un bruto”, “Tú eres un inútil”, o “Tú eres malo”, etc. Tales insultos

traen al niño los pensamientos de que él es malo y que no merece ni el aprecio

ni el amor. Algunos niños responden a este trato brusco e insensible siendo

cohibidos y tímidos, mientras otros se rebelan para manifestarles a los padres

que son tan malos como ellos les dicen.

James Dobson y otros sicólogos creen que la imagen personal, o el sentido de

autoestima, es la clave a la adaptación y el desarrollo del niño. El

comportamiento del niño es la expresión de la imagen interna que lleva.

Podemos ayudar al niño al demostrarle amor, aceptarle con sus peculiaridades

(las heredó de nosotros de todos modos), alabarle y tomarle en cuenta. La

tendencia es corregir al niño por todos sus errores, sean pequeños o grandes,

pero faltamos en felicitarle cuando hace bien. Es acertada la pregunta de un seminarista: Si los padres trataran a sus amigos como tratan a sus hijos, ¿cómo

podrían conservar las amistades? Si los padres desean ser respetados por sus

hijos, hay que tratarles de igual manera. Suena muy parecido a la regla de oro

(Mateo 7:12), ¿no?

5. La Formación Moral

Los valores morales también se aprenden en el contexto familiar y en el medio

que rodea al niño. Todos tenemos un sistema de valores que estamos

construyendo desde los primeros días de la vida. Desde el principio los niños

aprenden valores morales experimentando lo que les causa placer y dolor. Es

decir, lo que sea permitido y agradable, lo adoptarán y lo que les traiga castigo,

sanción y dolor, dejará sus huellas negativas en las conciencias de los

impresionantes niños. Sin embargo, juntamente con el castigo los padres deben

enseñar al niño lo que es correcto, de otro modo crean en el niño ansiedad y

confusión. Además, los padres deben ayudar a sus vástagos a sentir un placer

moral no solamente por aprobar sus proezas o darles presentes, sino también

por guiarles a sentir la satisfacción, gozo y paz que viene al vivir en amor,

justicia y honestidad.

La problemática de inculcar en los niños un sistema cristiano de valores está

complicada en este siglo XX, especialmente en los centros urbanos. Hay más

divorcios y hogares destrozados, más niños abandonados, más movilidad y

cambios de vivienda y comunidades; y hay mayores problemas con drogas,

atracos, pornografía y una degeneración moral pública en general. También hay

un número elevado de madres que trabajan fuera del hogar.

La influencia de la radio, televisión y la prensa sobre nuestros criterios es

incalculable. Agregamos a todo esto el apuro en que vivimos y así vemos que

están frustrados los deseos de poner en práctica el sistema de valores cristianos

que acentúa la decencia, la honestidad, el amor, la santidad, la justicia y el

servicio. Aunque es más difícil vivir la vida cristiana en el mundo actual,

debemos tener la plena convicción que todavía vale la pena. La vida moral

produce un alto grado de felicidad y satisfacción cuando vivimos al tanto de las

convicciones, decisiones, actitudes y prácticas que aprendemos por seguir a

Cristo y su modo de relacionarse a otros. Por lo tanto, los padres cristianos

deben vivir la vida cristiana confiando en que su influencia arrojará una sombra

alentadora sobre sus hijos.

LA DISCIPLINA DE LOS NIÑOS

La tarea de todos los padres es guiar a sus vástagos hacia una vida responsable

y madura. Es una tarea que requiere atención y tiempo para efectuarla

eficazmente. Involucrada en esta función está la disciplina, que sencillamente se

define como la enseñanza o entrenamiento que acostumbra al niño a llevar una

vida respetuosa, recta y decente, para su propio bien y el de otros.

La necesidad de proveer a los niños algo de buena dirección es ilustrada por el

gran número de casos de delincuencia. “Un estudio de 12.592 menores, con

problemas de conducta en un reformatorio en España muestra que en el caso

de 12.003 de ellos fue la deficiencia del hogar la que los llevó a la conducta

antisocial.”Es obvio que vale la pena invertir el tiempo e interés que se

requieren para infundir en nuestros niños el buen carácter, la madurez y la

responsabilidad.

Una razón bíblica para la disciplina y el entrenamiento de los niños es que son

pecadores, siendo desde la infancia egoístas. Para el infante romper en

lloriqueos a su necesidad física es algo natural, pero cuando tenga unos añitos y

lo haga para desafiar a los padres, es otra cosa. Es el mismo ego pero en

búsqueda de sus límites; hasta donde los padres lo permiten correr. Los padres

tienen de Dios el encargo de dirigir a estos pequeños (comenzando cuando sí

son pequeños) hacia el buen camino, evitando que anden desordenadamente

hacia el otro extremo, la perdición.

El Debate sobre el Castigo

Siempre surge la pregunta: ¿Y qué de pegarle al niño? ¿Hay algo malo en darle

azotes por su mala o irrespetuosa conducta?

A este interrogante suele dársele dos respuestas bastante distintas y

contradictorias. Por un extremo se oye a algunos sicólogos refiriéndose al

castigo físico como si fuera un invento del diablo mismo. Aquellos maestros

enseñan que al niño se le debe dejar en libertad para expresar espontáneamente

sus impulsos y deseos. Esta educación de “libre iniciativa” o “democracia

permisiva” ha dado funestas consecuencias para la salud social, aunque se

estima que es una medida para contrarrestar el autoritarismo tradicional de los

hogares de muchas sociedades, incluyendo la del mundo hispano.f104 De todos

modos podemos acertar que la crueldad y la violencia no tienen lugar en la

disciplina.

Por el otro extremo, se oye aquellos que promueven la azotaina como casi la

exclusiva forma de disciplinar a sus niños, o por lo menos la primera medida

para utilizar al corregirles.f105 Christenson la expresa de la manera siguiente:

Si castiga a su hijo solo suficiente para hacerlo airarse y ponerse

rebelde, entonces no ha ejecutado una disciplina completa y escritural.

Una paliza debe ir más allá del punto de la ira. Debe evocar un sano

temor en el niño. Cuando un sano temor de la autoridad y disciplina de

su padre ocupa la mente del niño, no habrá lugar para la ira.f106 (El

énfasis es de este autor.)

Casi nunca encontramos la verdad que queremos practicar en los extremos,

sino por medio de balancear las verdades que ambos lados proponen. Ambos

tienen razón pero lo llevan lejos de lo razonable y práctico.

Aquellos de la escuela de permisividad enfatizan correctamente que el amor es

primordial en la crianza de los niños. La disciplina misma debe ser motivada por

un profundo amor que estima a los niños capaces de vivir recta, sabia y

decentemente. El amor verdadero se extiende a los retoños a pesar de sus

acciones, confiando que al valorizarles, ellos mismos se darán cuenta del peso

de sus acciones. El mismo amor actuará para rescatar y enderezar al niño

cuando esté en peligro físico o moral. El amor que no se preocupa de corregir

al niño, no es verdaderamente amor, sino indiferencia. (Proverbios 13:24.)

El doctor Dobson declara que el castigo es algo que no hacemos al niño, sino

para el niño. Dice que nuestra actitud ante el desobediente vástago debe ser:

“Te amo demasiado para permitirte que te comportes de esa manera.”

Un problema de castigar al niño corporalmente ha sido la posibilidad de crear

traumas y rebelión en el niño zurrando con hostilidad y violencia. De perder los

estribos emocionalmente al castigar al hijo es crear un modelo de violencia que

naturalmente él tenderá a imitar en sus propias asociaciones. Por el otro lado, el

doctor Dobson nos recuerda que el niño aprende por la naturaleza los dolores

de caerse, quemarse, cortarse, etc. y que éstos no le enseñan a ser una persona

violenta.

Lo que se precisa aclarar es que la violencia y el castigo no son iguales. El

doctor Bruce Narramore pinta el castigo en los términos más negros,

disociando todo trato entre Dios y los cristianos y entre los mismos cristianos y

sus hijos, reservándolo solamente para el justo juicio de los impíos y rebeldes contra Dios. Pero esto es forzar la Escritura a decir cosas que no dice.

Claramente los azotes (castigo físico) forman parte del criterio bíblico en la

disciplina. (Véase Proverbios 19:18; 23:13, 14; 29:15, 17; Hebreos 12:6.) La verdad es que el castigo es una de las formas para disciplinar, pero,

por supuesto, no es la única ni, en muchas ocasiones, la mejor; pero, sin lugar a

dudas, el castigo físico es una manera legítima de corregir a su hijo en

determinadas circunstancias.

Cabe preguntar. ¿bajo cuáles circunstancias se cree apropiado castigar al niño

y hasta qué edad es efectivo? Dobson propone que el castigo es la manera

indicada para corregir las rebeliones y desafíos de los niños, cuando con

“sangre fría” rehúsan obedecer o hacen caso omiso a las instrucciones de los

padres. Especialmente es una forma aconsejable para usar en tales casos entre

los dos a diez años. No quiere decir que es la única manera de tratar estos

problemas, más bien será mejor en algunos casos usarlo en combinación con

otro(s) método(s) que más adelante se expondrán. El mismo doctor Dobson no

cree en absoluto que el castigo es efectivo con adolescentes porque les hace

sentir como si fueran niños cuando se sienten adultos. Dice que “la zurra es el

máximo insulto”. Aun ante la desobediencia no se justifica el castigo corporal al

adolescente, sino se estima mejor privarle por un tiempo de privilegios o dinero,

u otros tipos de retribución no físicas.

Los Principios de la Disciplina

He aquí unos seis principios para guiar a los padres en establecer un programa

sano de disciplina para sus niños.

1. Hay Libertad en Establecer los Límites.

Una paradoja misteriosa es que los niños desean ser controlados pero insisten

en que sus padres ganen el derecho de controlarlos. Ellos siempre estarán

estirando los límites que les pongamos, haciendo necesario que a veces les

tengamos que corregir o aun castigar, pero seamos firmes en guardar los límites

establecidos.

Los límites proveen seguridad como las defensas de un puente sobre un río o

un lago. La vida sin límites, igual que un puente sin defensas, causará

sentimientos de gran inseguridad. Las reglas pueden ser simples o profundas.

Una regla, que nuestra familia tiene, es que no se puede jugar con una pelota

dentro de la casa, porque siempre terminamos rompiendo una lámpara o un adorno. La ley moral de las Escrituras sirve para formar unas reglas profundas

y fuertes. Si uno aprende a vivir dentro de los límites del amor, la justicia, la

honestidad, etc., experimentará la libertad que le ayudará a llegar a la madurez.

En cuanto a las reglas, el doctor Henry Brandt sugiere tres cosas:

(1) deben ayudar al niño a saber lo que va a ocurrir y lo que se espera

de él;

(2) deben ser alcanzables y razonables, motivándole al niño a querer

trabajar para cumplirlas; y

(3) deben ser pocas.f111 Es sabio también permitir que el niño participe

en elaborar las reglas que le van a regir.

2. Hay Que Respetar a los Niños Si Quieren Que Ellos Respeten a los

Padres.

El tratar con dignidad a los niños paga los dividendos de respeto y honor que la

Biblia manda que ellos expresen a sus padres. Hay que considerar su ego y no

avergonzarlo o rebajarlo en presencia de sus amigos o de los demás niños de la

familia. El niño debe sentir que sus padres realmente le quieren y se preocupan

por él. Lo cierto es que la mala práctica de despreciar al niño, tarde o

temprano, pagará dividendos de venganza. El doctor Dobson observa que un

padre despiadado y violento puede intimidar a todo su hogar por un tiempo,

pero si no respeta a sus hijos, ellos le demostrarán su hostilidad una vez

alcanzada la seguridad de la edad adulta.

3. Hay Que Ayudar a los Niños a Escoger Comportarse de una Manera

Aceptable.

Si las malas actitudes o malas mañas reinan entre los niños, hay que corregirlos.

Si el niño está marcando la pared con un lápiz de color, déle una hoja de papel

y enséñele que no debe pintar las paredes de esta manera. Si el niño tiene

suficiente edad para que pueda ayudarle a limpiar la pared, será una buena

lección que lo haga.

4. La Resistencia a las Reglas Demanda Más Acción Que Palabras.

Los niños a menudo forman el hábito de esperar hasta que los padres griten sus

órdenes para comenzar a cumplirlas. La situación demanda que los hijos lleguen

a asociar el tono de voz con el mando. Si decimos al niño que es la hora para bañarse e irse a la cama y notamos que él no responde, no debemos gritarle al

respecto, sino levantarnos y, poniéndonos a su lado, llevarle inmediatamente a

cumplir la orden. Los padres pueden entrenar al hijo a saber que es suficiente

dar el mando una sola vez. Esto se hace por reforzar el mandato con acción

inmediata si el niño no cumple de una vez el mando.

5. Hay Que Mantener la Buena Comunicación.

Lo interesante es que después de ser castigado el niño suele buscar al padre

que le zurró para asegurarse de su amor. Lo aconsejable es tomar al niño unos

minutos después de corregirle y ponerle sobre el regazo para abrazarle y

hablarle de su aprecio y de los buenos modales, el buen comportamiento, el

respeto, etc. Es un momento tierno que debe aprovecharse. No es tiempo

perdido, sino es invertido en la autoestima de su hijo. Al comenzar a una

temprana edad a mantener abiertos los canales de la comunicación, se crea en

el niño la confianza de que sus padres, en realidad, le quieren. Debemos ser

cuidadosos y no rechazar al niño al castigarle o corregirle por un mal

comportamiento. Podemos rechazar sus actos, pero a él como persona,

siempre lo estimamos.

6. Sea Consistente con la Disciplina.

Haga que su sí sea sí y que su no sea no. Si declara que le va a castigar si repite

la falta, cumpla su “promesa”. El niño sabe cuando somos débiles en el

cumplimiento de nuestra palabra y, en seguida pierde su respeto.

También, los padres deben ponerse de acuerdo en cuanto a las reglas y la

forma de disciplina. Los niños deben saber que los padres refuerzan el uno al

otro en las decisiones; de otra manera los vástagos competirán por el afecto del

padre más tolerante. Si surge una diferencia de opinión sobre cualquier asunto

de la disciplina, es preciso arreglarla aparte y no en presencia de los niños.

Los Métodos de la Disciplina

Los factores que se consideran para seleccionar el método de disciplinar a los

hijos son, por lo menos, dos:

(1) las diferencias de carácter y personalidad de los niños y

(2) la reacción del niño a un método determinado. Todos los retoños son

distintos y responderán diferentemente a los métodos de la disciplina. A uno, el padre tiene que solamente conversar para enderezar su modo de pensar o

actuar, mientras que a otro es necesario ser más estricto para que preste

atención y actúe obedientemente. Cómo responde el niño a la disciplina

determina si el método es efectivo. Es sabio variar el método de corregir al hijo.

A veces sirve una combinación de varias formas.

El método de disciplinar que ya se ha mencionado es el del castigo físico que se

puede usar en casos de irrespeto o el desafío con altivez a los padres.

Otra manera de enderezar al hijo es por hablarle. Casi siempre es fructífero

conversar con el hijo al respecto de su ofensa o falta antes de elegir la forma de

disciplina que empleará. Aun la misma conversación “corazón a corazón” basta

en muchas ocasiones para corregir la situación. Es saludable averiguar qué pasa

con el niño, porque no es raro que lo que le está motivando a rebelarse o

actuar mal es un problema de salud, malos entendidos en la familia o entre sus

compañeros, problemas en los estudios, sentido de culpa, temor, ignorancia,

resentimiento o algo por el estilo. Al permitirle ventilar su frustración y saber

que sus padres le prestan atención, el niño estará estimulado a renovar y

mejorar su modo de ser y hacer.

El método de separación o aislamiento sirve muy bien cuando los niños pelean

o no se comparten (por ejemplo, los juguetes). Aunque el castigo de negarles

algo es funcional a través de toda su niñez y juventud, cuando son adolescentes

este principio toma la forma de privarles de ciertos privilegios. Esto debe estar

aplicado por un tiempo razonable y de acuerdo con la gravedad del error.

Dos maneras positivas de disciplinar, que sirven de estímulo para los niños, son

la de darles un buen ejemplo y la reforzar las buenas acciones y actitudes de

ellos a través de recompensas, especialmente favores y privilegios. No es

recomendable recompensarles siempre con dinero, porque puede infundir en

los niños motivos inferiores.

Una parte valiosa de la disciplina es nuestra actitud hacia los niños. El estar

constante y latosamente regañándoles es mostrarles una falta de confianza,

mientras que el actuar establemente en la disciplina encamina su

comportamiento y manifiesta nuestras aspiraciones para que sus vidas sean

ordenadas y responsables. Debemos darles un buen ejemplo, tratando de

actuar hacia ellos con un amor estable. Debemos comunicarles los ideales de la

vida cristiana, dándoles oportunidades para aprenderlos y ponerlos en práctica.

Aquel sentido de confianza que reciben de los padres es inapreciable y animan

a los niños a acostumbrarse a la vida disciplinada.



EJERCICIOS DE APRENDIZAJE

Cuestionario:

1. ¿Cuales son los dos lados de la autoridad en el hogar?

2. Indique por lo menos tres maneras por las cuales los padres expresan

autoridad hacia los hijos.

3. Mencione las cuatro maneras por las cuales los hijos deben responder a la

autoridad de sus padres.

4. ¿Por qué debemos aceptar a un niño tal como es (en su forma física)? ¿Qué

efecto trae el no aceptarle al niño?

5. Nombre las cuatro crisis sociales que sufren los niños entre el tiempo de

nacer y los doce años de edad.

6. Básicamente, ¿cómo aprenden los niños hasta los doce años? ¿Qué

significado tiene esta realidad en cuanto a la enseñanza que les damos acerca

de Dios y las verdades bíblicas?

7. Complete la siguiente oración: El comportamiento del niño es la expresión de

la que lleva. Explique el significado de esta oración.

8. ¿Cómo forma el niño su sistema de valores morales?

9. ¿Cómo se puede definir la disciplina?

10. ¿Cuáles son los dos extremos en el debate sobre el castigo?

11. ¿Bajo cuáles circunstancias cree el doctor Dobson que es apropiado

castigar al niño?

12. Dé los seis principios en cuanto a la disciplina de los niños.

13. Indique dos factores a tomar en cuenta en la selección del método de

disciplinar a los hijos.

Para la Dinámica de Grupo:

1. ¿Hasta qué punto debe de la esposa compartir la autoridad con su esposo

en la dirección del hogar y en la disciplina de los niños?

2. ¿Cuáles diferencias hay entre la disciplina y el castigo?

3. ¿Hay algo malo en abrazar al niño y asegurarle de su amor después de

haberle castigado? ¿Hace parecer al niño que el castigo no fue algo serio? o

¿Tendrá el niño otra reacción?

Cosas para Resolver en Grupo

1. En niño está pintando con lapicero la pared en su dormitorio. ¿Cómo le va a

detener? ¿Qué se puede hacer con el niño para que sepa que está bien pintar,

pero no en las paredes?

2. Una pareja trae a su hijo de seis años a verle porque es “tremendista”, está

poniéndose incontrolable, pelea con todo el mundo y constantemente se rompe

en lloriqueos cuando los padres no le dan lo que él quiere o no le prestan la

debida atención. Los padres desde hace tiempo le han gritado e insultado,

perdiendo los estribos con él. Ahora se encuentran desesperados. ¿Cómo les

puede ayudar?

Continuará:

CAPITULO 9

LAS RELACIONES ENTRE LOS PADRES Y LOS

HIJOS ADOLESCENTES



viernes, 20 de abril de 2012

DIOS Y EL CORAZÓN HUMANO













Pr. Manuel A Morejón Soler. Vedado, La Habana.

Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; pero Dios pesa los corazones. (Proverbio 21:2)

El término utilizado en medicina para referirse al órgano central de la circulación de la sangre o músculo cardiaco (gr. kardiakós), es el de: corazón.

Corazón metafóricamente tiene una acepción bipolar que sobrepasa cualquier entendimiento natural, pues trata con el sentimiento interior: lo mismo del amor o del odio; de la alegría y del sufrimiento; de lo bueno y de lo malo; del valor y de la cobardía y del mismo modo trata con todos los sentimientos opuestos del hombre.

El hombre se eleva por la inteligencia, pero no es hombre más que por el corazón.


Hay gobernantes que habitualmente suelen encontrar una excusa inteligente en cuanto a las decisiones tomadas en contra del dictado de su corazón, el de su pueblo y de la voluntad de Dios, ellos habilidosamente prefieren justificaciones y no humildad ni arrepentimiento. Sin embargo Dios mira detrás de la excusa los motivos verdaderos del corazón.

Dios no se complace solo con inteligencia ni tampoco con buenas acciones para recibir algo a cambio, sino con hombres de limpio corazón (Mateo 5:8).

¿Acaso quien no tenga a Dios en su corazón le pudiera preguntar a este sobre justicia pecado o juicio? Solo cuando el corazón es bueno, todo puede corregirse.

En las grandes crisis el corazón cambia.

Las crisis son las que generan los cambios y en las grandes crisis el corazón se corrompe o se ennoblece.

El corazón corrupto es como si no existiera para Dios, pues él habla al corazón del hombre para que este pueda obrar conforme a su voluntad. (Génesis 50:21)

Mientras los cubanos estemos unidos por corazones cuajados de amarguras y de egoísmos y no con corazones ennoblecidos de buenos sentimientos que puedan unirnos; cualquier cambio será para peor ya que el desamor y el egoísmo jamás han forjado uniones verdaderas.

imorejon@yahoo.es












CAPITULO 7 EL CRISTIANO, LA IGLESIA Y EL DIVORCIO




El divorcio es uno de los temas que más ha sido y sigue siendo controversial

por razones escriturales, eclesiásticas y sicológicas. En este estudio no se

contempla la solución de todas las incógnitas sobre este asunto, pero sí se

espera plantear principios para poder ministrar a aquellos que sufren de este

problema y para las iglesias en su trato con las personas afectadas.

En el mundo hispano, el divorcio es variado. Se obtiene en algunos países,

mientras se niega en otros debido a la influencia de la Iglesia Católica Romana,

la cual se niega a reconocer la legalización del divorcio. Lamentablemente, la

negación del derecho al divorcio, en vez de estimular la santidad del hogar, ha

resultado en la frustración del matrimonio. En muchos casos de la gente más

pobre viene el pensamiento de que el casarse en la iglesia cuesta demasiado y

que una vez realizada la unión es difícil disolverla: por lo tanto, deciden vivir en

concubinato. A muchos, el matrimonio les parece un callejón sin salida. Otros

se casan, pero al poco tiempo vienen las desavenencias y, con demasiada

frecuencia, resulta en el abandono o el convivir con otra persona. En efecto,

muchos han descubierto algunos huecos por los cuales escapar del matrimonio,

a pesar de que se les priva del asentimiento legal del divorcio. Aun en los países

donde el divorcio está legalizado, muchos eligen tomar las acostumbradas

salidas que se acaban de mencionar por el alto costo y las obligaciones

jurídicas.

LA EVIDENCIA BÍBLICA

El Antiguo Testamento define que el matrimonio debe ser permanente. El

mismo verbo “serán” (una sola carne), de Génesis 2:24 proyecta la

trayectoria de toda la vida. Sin embargo, Moisés permitió dar a la esposa una

“carta de divorcio” (Deuteronomio 24:1). Cuál debía ser el motivo está

especificado, pero generalmente tenía connotaciones morales. A lo mejor, esta

prerrogativa excluía el adulterio, porque éste fue una ofensa que tenía prescrita

la muerte como castigo. (Levítico 20:10; Deuteronomio 22:24.)

La causa más común para que el hombre se divorciara de su esposa, era la

esterilidad de ella.f82 Quizá la práctica no era muy popular, pero sí se les permitió dejar a la esposa por varios motivos serios. El criterio de Malaquías 2:16 es que Dios “aborrece el repudio”, o sea el divorcio, ya que va en contra del ideal permanente para el matrimonio que Dios mismo estableció en el principio.

Aunque el ideal de Dios es contra el divorcio, los hijos de Israel, en múltiples ocasiones, flaquearon moralmente y acudieron a esta medida acomodadiza.

Jesús refleja el criterio de la permanencia matrimonial e interpreta que Moisés

permitió la carta de divorcio por la dureza de los corazones israelitas.

( Mateo 19:8.) Algo de su interpretación indudablemente se debió al debate

entre los seguidores del rabí Hillel, quien permitió el divorcio por casi cualquier

cosa que al hombre no le agradara en la mujer, y los del rabí Shammai, que

hablando moralmente interpretaba el divorcio en términos más estrictos. Jesús

tomó una posición más cercana a la del rabí Shammai, porque enseñó que el

único motivo adecuado para el divorcio fuera el adulterio. Así como Moisés

tomó una medida que mostró compasión hacia la mujer para proteger sus

derechos, Jesús mostró compasión hacia los dos, sabiendo que el adulterio

destruye la relación matrimonial. En realidad, la compasión de Jesús también va

dirigida hacia la mujer ( Mateo 19:9; 5:31, 32), porque aún en aquel día ella

no gozaba de ningún derecho legal en el matrimonio y menos en el divorcio. En

ambos casos, el de Moisés y el de Jesús, la mujer encontraba un respaldo

moral que la sociedad no le daba.

Por cierto, el precepto de excepción por fornicación (que en este caso es

sinónimo de adulterio) dado por Jesús como razón para el divorcio, sólo

aparece en Evangelio según Mateo ( Mateo 5:32; 19:9) y no en el de

Marcos ni en el de Lucas. Algunos argumentan que el intento original de Jesús

fue el de excluir toda excepción para levantar en alto la santidad del

matrimonio, y que algún discípulo, tal vez el mismo Mateo, agregó la

disposición de excepción, interpretando que este fue el intento de Jesús.f84 Sin

embargo, puede ser que Mateo está registrando la forma en que Jesús

ministraba a otra generación de corazones duros. A los mismos discípulos les

fue difícil la interpretación de Jesús con la excepción, porque les parecía muy

rígida. ( Mateo 19:10-12.) Característicamente Jesús destacó el ideal por

sus frases “al principio no fue así” ( Mateo 19:8) y “lo que Dios juntó, no lo

separe el hombre” ( Marcos 10:9), sin embargo, por la gracia de Dios él

ministraba constantemente en aquella época de compromiso moral y legalismo

frustrante. Fíjese en el trato de compasión y perdón que Jesús dio a la mujer samaritana (Juan 4:5-29) y a la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:1-11).

En fin, Jesús destacó el ideal de que no fuera ningún divorcio, pero

ministraba a aquellos que sufrían en las aguas tormentosas de las relaciones

frustradas, especialmente por el adulterio. Jesús reconoció el efecto del

adulterio sobre el matrimonio, porque mata la esencia de “una sola carne”.

(1 Corinitos 6:16.) Esto no quiere decir que el divorcio es obligatorio

cuando uno de los dos cometa adulterio, sino que el adulterio frustra

profundamente las bases de la entrega y la confianza del matrimonio. En todo

caso, aunque queden hondas cicatrices, el perdón y la gracia de Dios pueden

subsanar y restablecer la unión.

Pablo introduce otro aspecto del divorcio en 1 Corintios 7:10-16, cuando

enseña que el creyente no debe separarse de su cónyuge aunque sea éste un

incrédulo. El creyente debe hacer todo lo posible para preservar la unión con la

esperanza de que su cónyuge se salve, por la sana relación que el cristiano

promueve. Sin embargo, Pablo declara que, en su propia opinión, si el

inconverso en el matrimonio quiere romper el enlace, el cristiano debe permitirle

separarse; “pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en

semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios” ( 1 Corinitos 7:15).

El principio básico de Pablo es el mismo que tuvo Jesús: guardar como algo

permanente (v. 10) la relación matrimonial y si ocurre una separación, siempre

se debe hacer todo lo posible para encontrar una reconciliación (v. 11). Este es

el ideal de Dios. Sin embargo, si este ideal no se puede mantener, el segundo

principio a seguir es el de la paz (v. 15). Pablo vio la paz como una

característica de la vida cristiana: “Si es posible, en cuanto dependa de

vosotros, estad en paz con todos los hombres” ( Romanos 12:18). Pablo

interpreta que es preferible no destruirse ni quedarse sujeto a una relación

conflictiva. White observa que el primer teólogo-misionero halló que el divorcio

era una posibilidad necesaria en un mundo imperfecto donde la ética absoluta

de Jesús (la de no permitir el divorcio) no sería aceptable por algunos

cónyuges, especialmente los inconversos.

Ni la excepción paulina, ni la excepción del Señor Jesús, son maneras de relajar

el absoluto de Dios, sino que son algo de lo mismo que sentía Moisés cuando

permitió el divorcio por la dureza de corazón de los hijos de Israel. La dureza

de corazón no está todavía fuera de moda. Ciertamente en estos días modernos

hay más problemas con el divorcio que en los tiempos del Señor. Además, las iglesias católicas y evangélicas han participado en la creación de la

problemática en la que ahora vivimos.



LA PERSPECTIVA ECLESIÁSTICA

La Iglesia Católica había desarrollado en la edad media un sistema de

impedimentos para anular el matrimonio. Por lo general, la Iglesia estrictamente

exigía la fidelidad entre los cónyuges; pero al descubrir en la unión uno de los

impedimentos legales (eclesiásticamente hablando), tomaron las medidas para

separar tales parejas. De este modo, la iglesia podía controlar los matrimonios

de las familias reales y de la nobleza. Tenía su ventaja, también, porque las

masas preferían la ambigüedad y las salidas fáciles sobre la rigidez de la ley.

Los impedimentos todavía sirven para que las parejas no casen; o si se

descubren después, el matrimonio puede ser disuelto. La Iglesia dice que esto

no es divorcio, sino una declaración de nulidad; es decir, que el matrimonio no

existió en primera instancia.

Los impedimentos son de dos clases: los dirimentes y los prohibitorios. Los

dirimentes incluyen:

(1) la falta de edad (mínima de 16 años para el varón y 14 para la

hembra);

(2) la condición contra la esencia del matrimonio;

(3) la fuerza que quita al entendimiento la libertad de consentir;

(4) el miedo grave;

(5) el rapto, mientras no se ponga a la mujer en un lugar seguro y allí ella consienta libremente;

(6) la impotencia perpetua y anterior al matrimonio;

(7) la consanguinidad en toda la línea recta y hasta el tercer grado en la colateral;

(8) la afinidad entre un cónyuge y los parientes del otro hasta el cuarto grado canónico; (9) la cognación espiritual procedente del bautismo, limitada al bautismo de una parte y los padrinos y el bautizante de otra;

(10) la cognación civil, entre el adoptante y el adoptado, entre la mujer y los descendientes del adoptante y sus consanguíneos en primer grado;

(11) el ligamen, o matrimonio anterior roto o consumado, pero no disuelto;

(12) el de los sacerdotes ordenados;

(13) el acto entre los bautizados y no bautizados;

(14) el crimen, reducido al adulterio, si las partes añaden promesa de casarse cuando sean libres, o cuando uno o ambos atenten contra la vida del otro cónyuge;

(15) la clandestinidad, o celebración del matrimonio sin la presencia de párroco y testigos;

(16) la demencia en general de todos los que no tienen el uso de la razón.

El Papa y los obispos pueden dispensar todos los impedimentos excepto los de

fuerza, ligamen, impotencia, crimen, consanguinidad en línea recta y entre

hermanos, afinidad entre padrastro e hijastra, y madrastra e hijastro, y

demencia.

Los impedimentos prohibitorios incluyen:

(1) cuando existe una prohibición ya de las autoridades eclesiásticas, y

(2) el voto simple de virginidad, de castidad perfecta, de no casarse, o

de recibir órdenes sagradas.

Todos estos impedimentos pueden ser dispensados.

Con la anulación no queda ninguna barrera que impida que las personas

involucradas puedan casarse con otros. Quedan libres. Los niños que nacen de

tales uniones durante el tiempo de su “ignorancia” (el término que usa la Iglesia

Católica por un matrimonio que se anula), se legalizan. Así la Iglesia Católica ha

creado su sistema para manejar ciertos casos problemáticos en el

matrimonio.Lo cierto es que aquella iglesia suele tener control sobre todo

aspecto de la vida de sus feligreses. Aunque la Iglesia Católica Romana está terminantemente opuesta al divorcio,

desde Crisóstomo, ha permitido la separación (divorium imperfectum) que es la

separación de cama y comida sin el derecho de volverse a casar.

La justificación de la separación tiene que ser algo de “peligro al cuerpo o al alma”

como si una de las personas deja de ser católica, si no da una educación

católica a los niños, o si sigue una carrera criminal o peligrosa.f88

La Iglesia Católica también permite el uso del “privilegio paulino” basado en

1 Corintios 7:15, bajo las siguientes condiciones:

(1) que el matrimonio tiene que haberse contraído válidamente por dos personas no bautizadas;

(2) que una de las personas tiene que haberse convertido y bautizado válidamente y

(3) que el no bautizado tiene que separarse del bautizado.

Los evangélicos no tienen una posición universalmente definida. Hay una cierta

tendencia entre ellos hacia una tolerancia del divorcio. Un caso que surge

frecuentemente en las iglesias evangélicas es el de tener un nuevo convertido

que se quiere bautizar, pero no puede porque no es divorciado de la primera

mujer y vive con otra en concubinato. La necesidad de tener un matrimonio

legal para poder bautizarlos es un reglamento sano, pero promueva la

aceptación tácita del divorcio y a veces casi con ligereza. Tenemos que

guardarnos de no caer en el error de justificar el medio por el fin. El divorcio es

siempre fuera del ideal de Dios y aquellos que pasan por aquella experiencia

necesitan atenciones y consejos ministeriales. Esto enfocaremos en la sección

final del capítulo.



ASPECTOS PSICOLÓGICOS

Un tercer elemento en nuestra percepción moderna del divorcio es el lado

sicológico. Tenemos que admitir que el divorcio es un fracaso y, por

consiguiente, sumamente frustrante. Las personas afectadas sufren de fraude,

ansiedad y remordimiento de conciencia. En el estudio sobre etapas de

conflicto notamos que el divorcio es parecido a la muerte y los que pasan por

aquella experiencia, incluyendo a los hijos, sufren algo del duelo. El duelo en

este caso puede morder la conciencia por un largo período, porque se basa

sobre la incapacidad de convivir felizmente con alguien que por un tiempo

amaba. La esencia del divorcio es un fracaso personal, sicológico y espiritual.

Recordando que varios de los conflictos hogareños tienen su aspecto de salud

mental, insistimos en que algunas personas no son buenas candidatas para el

matrimonio. Algunos tienen problemas sicológicos como la inmadurez o

deficiencia en algunos ajustes personales, y estos desajustes sicológicos

persistirán aun después del divorcio. A menudo, estas personas no tienen un

concepto adecuado de ellos mismos y de lo que es el matrimonio. Algunos

simplemente no conciben lo que es estar íntima y exitosamente relacionados en

el matrimonio. A estas personas les hace falta una capacitación en relaciones

humanas para volver a intentar el matrimonio. De otro modo estarán repitiendo

los mismos frustrantes errores.

Cuando los cónyuges deciden divorciarse, están admitiendo que su relación

está enferma. Sería bueno que se preguntaran si no se podría salvar el

matrimonio. ¿Han hecho todo lo posible para salvarlo? ¿Se han examinado a sí

mismos en cuanto a sus motivos? ¿Qué evidencia tienen de que el divorcio

resolverá los problemas? ¿Ha resuelto los problemas de los amigos o familiares

que han optado por esta ruptura? Deben entender que es como un cuerpo

enfermo que puede ser sanado. Roger Crook dice que no tumbamos la casa

porque hay una gotera en el techo.

Seguramente aquellos que llegan al frustrante punto del divorcio tendrán

dificultad en pensar claramente acerca de la cuestión. La tendencia humana es

distorsionar los hechos y datos por ser defensivos, de autodecepcionarse y de

racionalizar sus circunstancias y motivos. Ahora es cuando se necesita un

consejero que les puede ayudar a comprender y componerse para que no sigan

cometiendo los mismos errores.



EL PROBLEMA DE CASARSE DE NUEVO

La cuestión de casarse otra vez después del divorcio tiene dos lados: el legal

(de la ley bíblica) y el espiritual. Legalmente el casarse de nuevo tiende a girar

alrededor de la pregunta del inocente. Jesús aparentemente permitió el

matrimonio por la parte que no cometió el adulterio durante el tiempo de estar

casado. De otro modo, todos los casos de segundo matrimonio involucran algo de adulterio. (Mateo 5:32; 19:9; Marcos 10:11; Lucas 16:18.)

La realidad es que Jesús quiso subrayar que no es cosa ligera ante Dios el

divorciarse y el volverse a casar, porque está despedazando el ideal de Dios.

Juntarse con otro cónyuge es contrario a lo que Dios instituyó al comenzar el matrimonio. El divorcio es un fracaso de mayor magnitud aun si uno del

matrimonio es inocente. De veras cabe la pregunta: ¿Es posible que uno sea

completamente inocente o es factible pensar que contribuyó a la infidelidad del

otro por no atenderle, ser frío o contencioso? (Recuerde 1 Corinitos 7:3-5.) La

realidad es que por cualquier razón que la pareja llegara a romper su pacto

matrimonial, resaltarán sentidos de culpa en ambos, aun en el más inocente del

caso, y con razón.

El otro lado de la cuestión tiene que ver con esta confrontación al estado

sicológico y espiritual. El problema con el adulterio no es que solamente viola la

relación entre la pareja sino también frustra la imagen que uno tenga de sí

mismo. Su culpabilidad puede ser más fuerte contra sí mismo porque ha

defraudado una confianza sagrada. A veces el adulterio es un acto de rebelión

contra la parte que no está atendiéndole satisfactoriamente. El adulterio en

muchas ocasiones es simbólico de un matrimonio que está a punto de morir.

Volviendo a la discusión que se trataba al principio de este capítulo, a la forma

con la cual Jesús trató los casos de divorcio y adulterio, recordemos que él

levantó el ideal en una manera tajante, pero siempre ministraba a la gente en

medio de sus dolencias y fracasos. Lo que es genuinamente cristiano es aquella

gracia de Dios de tomar en serio y personalmente las imperfecciones de los

hombres sinceros que buscan resolver sus errores. Experimentar el perdón real

es la necesidad de todos aquellos afectados por el divorcio. La verdad es que

el divorcio es un pecado ante Dios, pero no es el pecado imperdonable.

El problema de muchos divorciados y, aparentemente, de pastores evangélicos

también, es que no ven claramente el lugar ni la importancia del perdón de Dios

en el caso.

La experiencia demuestra que aquellos que han sufrido un fracaso en el pasado,

no están automáticamente capacitados para reconstruir sus vidas en el presente.

Ciertamente una experiencia frustrante del matrimonio puede incapacitarlos

para relacionarse exitosamente otra vez. Lo que hace falta en todos los

divorciados es conocer un verdadero perdón de Dios, hacia uno mismo y hacia

el otro cónyuge. Es decir, el perdón tiene poder para hacerle sentirse aliviado

de la culpa por las ofensas cometidas hacia cualquiera y de apreciar lo que uno

es y puede ser en la relación conyugal. Entretener la idea de no ser

responsable por las acciones de uno en el caso del divorcio es trancar la

posibilidad de crecer en la experiencia y ser más sabio para no repetir los mismos errores. (Romanos 8:28.)

El divorcio no es el ideal de Dios, pero peor es no buscar el perdón de arriba que le puede capacitar para poder tomar la mejor decisión en respuesta a la pregunta: ¿cuál es la voluntad de Dios para mí ahora?(1 Corinitos 7:9.)

LA IGLESIA MINISTRANDO A LOS QUE SE DIVORCIAN

Siempre existe la incógnita de cómo aconsejar a las personas que están

encarando la crisis del divorcio. Primeramente no es lo mejor aconsejarles que

se divorcien, para que más tarde no puedan echarle la culpa al consejero. Ellos

deben tomar su propia determinación al respecto. Sería bueno hacerles ver que

no existe ningún matrimonio perfecto, pero sí es factible lograr experimentar los

niveles de intimidad como se describió en el capítulo 4. Deben estar

averiguando algo de sus motivos y aprendiendo algo de pericias para construir

una relación significativa. El divorcio no es la primera solución a los problemas,

sino la última. La pareja debe hacer todo lo posible para resolver los conflictos.

Si guarda rencor y no quiere perdonar, difícilmente se sentirá bien acerca del

divorcio. Es siempre conveniente preguntarse: ¿He hecho todo lo que puedo

para hacer que el otro sea feliz y para hacer que funcione el matrimonio?

Si la pareja llega a divorciarse precisará de parte de la iglesia y de su pastor un

trato redentor. Así ayudó Cristo a los que se le acercaron con sus vidas

fracasadas. La iglesia no debe desampararlos aun si se vuelven indiferentes. El

divorciado muy naturalmente tiende a “enconcharse” en un caparazón que da la

apariencia de indiferencia, pero por dentro muchas veces está gimiendo de

alienación y soledad. Ellos interpretarán que Dios les ha dejado, si los cristianos

les faltan en compasión. Podemos asegurarles que la presencia y el perdón de

Dios puedan ser realidades en sus vidas, si les demostramos nosotros mismos

estas cualidades. Sus espíritus estarán abatidos y carecerán del bálsamo que la

gracia de Dios provee y de la respetuosa y cuidadosa atención de algunos de

sus siervos. Les hará bien percatarse del grado de perdón que ellos han

permitido que Dios ejerza en sus vidas. También, debe permitírseles que la

crisis les enseñe a prestar mayor atención a los consejos antes de tomar

decisiones. En fin, deben ser más responsables y sensibles en determinar las

cosas que quieren cambiar. Además, deben preguntarse si todavía esperan la

perfección o si están viendo ahora sus propias fallas con más claridad. Es

plenamente cierto, el matrimonio no soporta por mucho tiempo el antojo y la

fantasía. El matrimonio es para los maduros. Roger Crook indica tres maneras en que la iglesia puede acompañar y ayudar a

los divorciados. Primeramente, puede asegurarles que Dios está con ellos,

basándose en Romanos 8:28-30. Segundo, el pastor debe escucharles

para que ganen iluminación al fondo de sus problemas y para que les guíe hacia

algunas soluciones que los mismos divorciados desean y escojan Génesis Tercero,

que la iglesia provea un compañerismo compasivo, compuesto de creyentes

que reconocen que son pecadores salvados por la gracia de Dios y que

aceptan la tarea de “sobrellevar las cargas los unos a los otros” como los que

son “espirituales”. (Gálatas 6:1, 2.)



¿DEBE LA IGLESIA CASAR DE NUEVO A LOS

DIVORCIADOS?

Los pastores evangélicos y sus iglesias responderán de diferentes maneras a

esta pregunta. Algunos dirán. “No” a todos los casos, porque el participar en

tales matrimonios es tomar parte en el pecado de adulterio. Otros, quizá pocos,

dirán, “Sí” a todos los casos, porque sienten que los divorciados padecen

mucho, y esta es una manera de ministrarles. Estos pastores razonan que de

otro modo los divorciados se sentirán desamparados por la iglesia, y sin este

cuidado volverán al mundo. Un tercer grupo dirá, “Sí” sólo al inocente.

Ciertamente la parte que ha guardado moralmente su inocencia tiene el derecho

de volverse a casar, pero siempre cabe la pregunta: ¿Es completamente

inocente o contribuyó con su actitud y acción directa o indirectamente a que el

otro cometiera adulterio? El estado moral no es la única consideración que se

debe tomar en cuenta, sino también el estado sicológico y espiritual. A veces

los divorciados se vuelven a casar antes de estar emocionalmente listos. Otros

quieren casarse de nuevo, pero no pueden o no quieren hacer unos ajustes

personales, como el de experimentar el perdón en sus vidas. Estos aspectos

también deben tomarse en cuenta en el ministerio al “inocente”.

Un cuarto grupo dirá, “Sí”, si hay fruto de arrepentimiento, si los participantes

han experimentado el perdón de Dios y si están buscando cuidadosamente la

voluntad de Dios. Manifestar esta actitud es esencial para el cristiano. Además,

es la mayor garantía de que uno esté preparándose para no cometer los mismos

errores del pasado, aunque no hay garantías absolutas en cuanto a no pecar.

Seguimos siendo seres humanos. Sin embargo, cuando el divorciado

sinceramente vive en la luz del perdón de Dios, puede aceptar por fe que Dios

le ayudará otra vez a intentar lograr el ideal en el matrimonio. El perdón real que Dios ofrece a todos los arrepentidos quita las barreras entre el individuo y

Dios, y alivia el sentido de culpabilidad, librando a la persona y motivándole a

querer buscar la voluntad de este Dios para su vida.

La experiencia nos ha enseñado que sólo una minoría de personas, aun entre

cristianos, permite que Dios obre con su gracia y perdón en medio de sus

fracasados matrimonios. La naturaleza humana es de no querer humillarse ni

arrepentirse ante Dios, y menos ante los hombres. Nuestra tarea de pastores e

iglesias es ministrar a estos sufridos con la mansedumbre espiritual de

Gálatas 6:1 para “restaurarles” (remendar sus huesos rotos) y que vivan

como hijos e hijas de Dios, aprovechando los privilegios espirituales que él les

ofrece.

Aquellos que permiten que Dios opere en su favor, si deciden casarse o no, se

estarán capacitando para ministrar con sus vidas en la consolación con que han

sido consolados. (Co. 1:3, 4.) Si deciden volverse a casar, existe una mayor

esperanza que ellos logren aquellas relaciones profundas y satisfactorias y que

tengan mayor probabilidad de fundar un hogar cristiano. De todos modos,

actuar como ministro en el matrimonio de cualquier pareja, cuando uno o

ambos son divorciados, tiene ciertos riesgos. Sin embargo, cada vez que

tengamos la oportunidad, que el Señor nos guíe, por su ejemplo, a actuar

cristianamente hacia los arrepentidos. El volver a casar a los cristianos,

entonces, es una asunto que depende de su estado espiritual más que de

cualquier otra cosa.



EJERCICIOS DE APRENDIZAJE

Cuestionario:

1. Describa brevemente la problemática del divorcio en el mundo hispano.

2. Conteste cierto o falso a las siguientes declaraciones

(1) Según Deuteronomio 24:1, el hombre israelita podía dar a la esposa

una carta de divorcio si él encontraba en ella alguna cosa indecente,

especialmente si la indecencia fuera el adulterio.

(2) La causa más común para el divorcio en los tiempos antiguos de Israel fue

la esterilidad de la esposa.

(3) El ideal de Dios es que no debe ocurrir el divorcio. (4). El rabí Hillel permitió el divorcio sólo en casos de extrema necesidad mientras que el rabí Shammai lo dejaba pasar por casi cualquier motivo. (5) Jesús terminantemente negó el derecho al divorcio.

(6) Las medidas de Moisés tanto como las de Jesús, dieron el respaldo moral a

la mujer que la sociedad no le daba.

(7) La cláusula de excepción por fornicación sólo aparece en el Evangelio

según Mateo y no en Marcos ni Lucas.

(8) Aunque Jesús sostenía el ideal de que no hubiera divorcio, élmcaracterísticamente ministraba a la gente frustrada.

(9) Es obligatorio el divorcio cuando uno de la pareja comete el adulterio.

(10) Pablo enseñaba que el creyente puede y debe divorciarse de su cónyuge incrédulo.

3. ¿Cuáles son los principios en el “privilegio paulino” (o sea el permiso de

separarse si el cónyuge inconverso le abandona) de 1 Corintios 7:15?

4. ¿Para qué sirven los impedimentos que ha desarrollado la Iglesia Católica

Romana?

5. ¿Cuáles otros dos casos de separación permite la Iglesia Católica Romana?

6. ¿Cuál es el caso frecuente que surge en las iglesias evangélicas y que causa

que promuevan el divorcio? ¿Cuál es el peligro en esto?

7. ¿Cuáles son algunos resultados sicológicos del divorcio?

8. Cuando una pareja está divorciándose, ¿qué está admitiendo? ¿Cuáles dos o

tres preguntas pueden los esposos hacerse como pareja?

9. ¿Cuáles son los dos lados de la cuestión de volverse a casar? Explíquelos un

poco.

10. ¿Qué es lo que a todos los divorciados les hace falta? ¿Por qué es este

elemento tan importante?

11. ¿Cuáles son las tres maneras que Roger Crook sugiere para que la iglesia

ministre a los divorciados? 12. Mencione las cuatro respuestas comunes a la pregunta: ¿Debe la iglesia volver a casar a los divorciados?



Para la Dinámica de Grupo:

1. Una pareja viene a usted para que les case o que la iglesia les permita usar

su templo para su boda. El hombre es divorciado pero fue el “inocente” en el

caso. ¿Cómo les puede ayudar? ¿Cómo les aconsejaría?



2. Una señora cristiana tiene apenas seis meses desde que el esposo la

abandonó, dejándola con cuatro niños. Ella tiene poca educación y ahora tiene

que salir de la casa a trabajar para sostenerse ella y los hijos. Mientras ella

trabaja en una fábrica, una vecina cuida los niños. Sin embargo, éstos no están

respondiendo bien a la señora porque ésta les grita siempre aunque, en

realidad, es floja en exigir su obediencia, dejándoles jugar a veces en la calle.

La madre trabaja con hombres inconversos que la presionan con sus

comentarios e insinuaciones. Ella siente una gran tentación de unirse a uno de

estos hombres para vivir con él, aunque no es cristiano. Los hijos la necesitan a

ella y ella necesita a un hombre. ¿Qué le diría para orientar a esta madre “dejada”?