viernes, 2 de febrero de 2018

Carta abierta de Jaime Leygonier a la conferencia de Obispos Católicos


Jaime Leygonier

Conferencia de Obispos Católicos de Cuba ( C.O.C.C.)
Presidente: Monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez:
Secretario General: S. E. R., Monseñor Juan de Dios Hernández Ruíz:
Secretario Ejecutivo Adjunto: Mons. José Félix Pérez Riera:
A cada uno de los obispos católicos de Cuba:
Y a cada cubano sacerdote católico o pastor de otras denominaciones:
“Arrepentirse”,“cambiar de vida” es el llamado de la Cuaresma.
En este momento de crisis nacional y descrédito de la Iglesia, por acciones y omisiones, los sacerdotes Castor José ÁlvarezJosé Conrado Rodríguez y Roque Nelvis Morales, la honran al escribir una carta pública al general que heredó de su hermano a Cuba con sus once millones de habitantes.
Carta donde le dicen la verdad, en defensa del pueblo, y que los obliga moralmente a Sus Excelencias, los obispos, a romper el silencio que acostumbran como método evasivo.
A abstenerse de reprimir a estos tres sacerdotes, como parece hacen,al relegar al padre José Conrado, a rincones del País y cambiarlo de templos.
Y a apoyarlos en sus justas peticiones, con declaraciones públicas.
Recién, escribieron ustedes a la Conferencia de Obispos de Venezuela, diciéndoles que están con el sufrimiento del pueblo Venezolano y que oran por la paz, el dialogo y el cumplimiento de su constitución.
Desde el 2007, y antes, no escatimaron ustedes declaraciones para decirle al Mundo y a Cuba, que Raúl Castro, hacia y quería “cambio”, y que, por tanto, Europa y Estados Unidos debían levantarle las sanciones.
Esos político, interesados en el desguace de ese barco encallado que es nuestra patria, declaran ahora que en Cuba “se cumplen los Derechos Humanos”: y se apoyan en la autoridad de esas declaraciones de la Iglesia.
Coincide con esta carta, que la publicación católica “Vida Cristiana”, censura bajo pseudónimo la política del presidente de los E.E.U.U. y nos insulta a miles de cubanos, llamándonos “gusanos”, “lumpens”, con las descalificaciones que Fidel Castro propagó para deshumanizar a sus disidentes a los ojos del pueblo.
Pero, “cuando hay muchos hombres sin decoro, hay hombres que llevan en si el decoro de muchos hombres”, escribió José Martí. Y se cumple entre ustedes en estos tres sacerdotes.
Y en muchos cubanos que se ponen en peligro por civismo: “Gusanos” y no “cubanos decentes”, según el “amor evangélico” de “Vida Cristiana”.
Cristo, dijo: “El buen pastor pone su vida por las ovejas, mientras que el mercenario huye” y Pablo de Tarso, en la Palabra de Dios, manda: “el obispo ha de ser hombre irreprensible”.
No son “irreprensibles” si ven “cometer un crimen en silencio” y siguen del lado de los poderosos que destruyen material y moralmente a la sociedad cubana, y no del lado de los que sufren.
Obstinarse en ese silencio, tras mendaces declaraciones y documentos eclesiales a favor del Gobierno, no es prudencia sino suicidio moral.
La crisis del poder es tan grande que de declarar Sus Excelencias la verdad, ahora, podrían sospecharlos de que cambiaron por oportunismo.
Apoyen la carta, apoyen al pueblo. “Cambiar de vida” es el llamado de la Cuaresma. Y si no obran por miedo o porque los chantajean por algún pecado, confiésenlo, que es lo que ustedes predican en Cristo, o retírense si no quieren estar a la altura del tiempo en que viven.
No les basta proclamarse sucesores de los apóstoles, que todos padecieron martirio. Ni estamos en la Edad Media para que nos impresionen mitras y vestiduras. Obren. Los templos, repletos a fines de los años 80 y 90, se vacían.
Como obispos, al llamado de San Pablo y al de la Patria, ¡de ustedes!, “no tengan miedo”, “no endurezcan sus corazones” y prueben ser “hombres”e “irreprochables”, no instrumentos.
Jaime Leygonier Fernández. Feligrés de El Buen Pastor de Jesús del Monte.

P.S: Exhorto a los lectores a escribir a los obispos en apoyo de la carta de los tres sacerdotes. Aunque jamás respondan una petición, como es deber del servidor público, ello no justifica que no llamemos a sus puertas.

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