Por:
Pr. Manuel Alberto Morejón Soler.
Jesús,
después haber liberado de muchos demonios a un hombre mudo, una
mujer de entre la
multitud
levantó la voz y le dijo: “Bienaventurado el vientre que te trajo,
y los senos que
mamaste”.
Y
él dijo:” Antes bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios, y
la guardan”. (Lucas
11:28)
La
Palabra de Dios se escribió para escudriñarla, comprenderla y
vivirla, en otras palabras, para llegar a ser una Biblia viviente.
Una Biblia en un librero es un libro muerto.
Comprendemos
la Biblia cuando dejamos que ella nos caiga encima y nos inunde
totalmente.
Podemos
ir siempre a la Biblia en busca de algo para vivir mejor, y si la
escudriñamos bien encontraremos a Alguien.
Cuando
leemos y nos aprendemos bien la Biblia, gradualmente descubrimos en
gran medida que ya es parte de nosotros, pues ella nos expresa en
palabras nuestras más profundas heridas, anhelos y pensamientos.
En
el tiempo de Dios, la Biblia nos llevará a ser lo que Dios tiene
pensado para nosotros: Gente que lo ama y vive para El.
El
hombre es muy necio al actuar como si supiera lo que Dios piensa y
planea. Su conocimiento y sabiduría son mucho mayores que los del
hombre más inteligente, y están encerrados en la Biblia.
Nos
volvemos tontos al querer encajar a Dios en nuestro molde, al querer
que sus planes y propósitos se conformen a los nuestros. En vez de
ello, debemos esforzarnos más en conocer la Palabra de Dios, para
poder encajar en sus planes divinos y todas las demás bendiciones
nos serán añadidas.
“Bienaventurado el
varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de
pecadores,
ni en silla de
escarnecedores se ha sentado. Sino que en la ley de Jehová está su
delicia y en su
ley medita de día y de noche.
Será como árbol
plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y
su hoja no
cae, y todo lo que
hace, prosperará.”
(Salmo 1: 2-3)
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