viernes, 4 de noviembre de 2016

LAS FALSAS RIQUEZAS




Jesucristo opina sobre nuestra conducta hacia las riquezas:
"Les aconsejo que usen las falsas riquezas de este mundo para ganarse amigos, para que cuando las riquezas se acaben, haya quien los reciba en las viviendas eternas”. (Lucas 16:9) 

¿Acaso Dios nos incita a delinquir?

Absolutamente no, El Dios verdadero no se puede negar a si mismo incitando a sus hijos al pecado, sino que sabiendo de la naturaleza pecaminosa del ser humano, Dios nos da la oportunidad de utilizar las falsas riquezas por el uso que hacemos de ellas para ganar almas. (Lucas 16:9-12)

Andamos por el camino de la sabiduría cuando usamos las oportunidades financieras, no para ganar el cielo, sino para que ese cielo ("moradas eternas") sea una experiencia agradable en quienes ayudamos.

Si usamos nuestros recursos para ayudar a los necesitados o ayudamos a otros a encontrar a Cristo, nuestra inversión nos brindará beneficios en la eternidad. Cuando acatamos la voluntad de Dios, usamos desinteresadamente las posesiones.

Se puede asegurar que nuestra integridad guarda relación con los asuntos monetarios. Dios nos pide que seamos honestos aun en pequeños detalles. Las riquezas en el cielo son mucho más valiosas que las terrenales. Pero si no somos confiables con nuestras riquezas terrenales (sin importar lo mucho o poco que tengamos), no estamos en condiciones de encargarnos de las grandes riquezas del Reino de Dios. No permita que su integridad se desmorone ante asuntos intrascendentes, solo así no fallará en decisiones delicadas.

Si el dinero tiene el poder de ocupar el lugar de Dios en su vida, este puede convertirse en su amo. ¿Cómo descubrir si es esclavo del dinero?:

(1) ¿Está preocupado siempre por él?
(2) ¿Da por generosidad o lo hace a fin de obtener más dinero?
(3) ¿Utiliza gran parte de su tiempo preocupándose por sus posesiones?
(4) ¿Le es difícil dar dinero?
(5) ¿Tiene deudas?

El dinero es un amo poderoso y engañador. Promete poder y control, pero a menudo no lo puede dar. Las grandes fortunas pueden lograrse y perderse de la noche a la mañana, pero no hay riqueza que compre salud, felicidad ni vida eterna. No hay nada mejor que permitir que Dios sea su amo. Sus siervos tienen paz y seguridad, ahora y siempre.

La actitud hacia el dinero es una señal de la sumisión ante Dios, o la rebelión en su contra.

"Ningún sirviente puede servir a dos amos; porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas." (Lucas 16:13).
El dinero es el peor de los amos, pero también es el más fiel de los esclavos.
 


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