Jesucristo opina sobre nuestra conducta hacia las riquezas:
"Les aconsejo que usen las falsas riquezas de este mundo para
ganarse amigos, para que cuando las riquezas se acaben, haya quien los reciba
en las viviendas eternas”. (Lucas 16:9)
¿Acaso Dios nos incita a delinquir?
Absolutamente no, El Dios verdadero no se puede negar a si mismo
incitando a sus hijos al pecado, sino que sabiendo de la naturaleza pecaminosa
del ser humano, Dios
nos da la oportunidad de utilizar las falsas riquezas por el uso que hacemos de
ellas para ganar almas. (Lucas 16:9-12)
Andamos por el camino de la sabiduría cuando usamos las oportunidades
financieras, no para ganar el cielo, sino para que ese cielo ("moradas
eternas") sea una experiencia agradable en quienes ayudamos.
Si usamos nuestros recursos para ayudar a los necesitados o ayudamos a
otros a encontrar a Cristo, nuestra inversión nos brindará beneficios en la
eternidad. Cuando acatamos la voluntad de Dios, usamos desinteresadamente las
posesiones.
Se puede asegurar que
nuestra integridad guarda relación con los asuntos monetarios. Dios nos pide
que seamos honestos aun en pequeños detalles. Las riquezas en el cielo son
mucho más valiosas que las terrenales. Pero si no somos confiables con nuestras
riquezas terrenales (sin importar lo mucho o poco que tengamos), no estamos en
condiciones de encargarnos de las grandes riquezas del Reino de Dios. No
permita que su integridad se desmorone ante asuntos intrascendentes, solo así
no fallará en decisiones delicadas.
Si el dinero tiene el
poder de ocupar el lugar de Dios en su vida, este puede convertirse en su amo.
¿Cómo descubrir si es esclavo del dinero?:
(1) ¿Está preocupado
siempre por él?
(2) ¿Da por
generosidad o lo hace a fin de obtener más dinero?
(3) ¿Utiliza gran
parte de su tiempo preocupándose por sus posesiones?
(4) ¿Le es difícil
dar dinero?
(5) ¿Tiene deudas?
El dinero es un amo
poderoso y engañador. Promete poder y control, pero a menudo no lo puede dar.
Las grandes fortunas pueden lograrse y perderse de la noche a la mañana, pero
no hay riqueza que compre salud, felicidad ni vida eterna. No hay nada mejor
que permitir que Dios sea su amo. Sus siervos tienen paz y seguridad, ahora y
siempre.
La actitud hacia el dinero es una señal de la sumisión ante Dios, o la
rebelión en su contra.
"Ningún sirviente puede servir a dos
amos; porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al
otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas." (Lucas 16:13).
El dinero es el peor de los amos, pero
también es el más fiel de los esclavos.
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