Dr. Oscar Elías Biscet
Presidente de la Fundación Lawton de Derechos
Humanos
Medalla Presidencial de la Libertad
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El mundo
Occidental debe dar solidaridad profunda al pueblo judío en la Unesco y otras
instituciones internacionales. Un Israel fuerte no solo es un baluarte de
contención para asegurar el mundo físico Occidental sino que es un segurador
fiel del patrimonio fundacional de la
cultura grecorromana y judeocristiana.
La
Autoridad Palestina con una mayoría automática de simpatizante en la Junta
Ejecutiva de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO) aprobó una resolución que desconoce la íntima
relación del pueblo judío a sus lugares sagrados, el Monte del templo y el Muro
occidental.
La
Autoridad Palestina llegó a un acuerdo de paz y reconocimiento del Estado
israelita, pero todavía tiene en sus reglamentos fundacionales formar un Estado
palestino desde el río Jordán al mar Mediterráneo. Por eso busca destruir desde
la legalidad internacional al Estado de Israel, primero con resoluciones que
promueven el desconocimiento histórico, religioso, cultural, arqueológico y
nacional del pueblo judío; y después de fructificado este desconocimiento de la
herencia israelí, vendría la solución final: la guerra de aniquilación total de
la nación judía.
En
realidad, en un análisis profundo desde un proceso simple en la historia de una
pareja, formada por Tito y Berenice, o sea, de Tito Flavio Sabino Vespasiano,
primero como militar y después como emperador, y Berenice de Cilicia, hermana
de Herodes Agripa II y tataranieta de Herodes el Grande, podemos comprobar la
magnanimidad histórica del pueblo judío. Desconocer esa herencia judía en el
Oriente Próximo haría desaparecer historias tan apasionadas y melodramáticas
como la de Tito y Berenice.
La ciencia
historiográfica y la herencia arqueológica judía han demostrado que en el siglo
I existió un templo judío en el monte Moria o en el Monte del Templo,
construido durante el reinado de Herodes el Grande, en Jerusalén, Judea,
provincia romana.
La Primera
Guerra Judeo-Romana o Gran Revuelta Judía fue una feroz lucha por la independencia
de Judea durante los años 66 y 73 d.C. Dirigida por Eleazar ben Simón, Simón
ben Giora, Juan de Giscala, Eleazar ben Yair. Por Roma su comandante principal
era Tito Flavio Sabino Vespasiano y lo acompañaban varias legiones romanas: V
Macedonica, X Fretensis, XII Fulminata y XV Apollinasis. Según los
historiadores, Suetonio, Flavio Josefo, Dión Casio y Tácito.
Si los
escépticos, los antisemitas y antisraelí no desean creer en los historiadores
mencionados en el párrafo anterior, de que el César y comandante Tito asedió a Jerusalén, la
penetró, destruyó su templo y dejó el Muro Occidental para recuerdo lamentoso
de los judíos por su rebelión independentista; entonces, viajen hoy a la ciudad
de Roma y verán el Arco del Triunfo de Tito; que rememora su victoria sobre los
judíos, hecho poco después de su muerte, y observarán un bajo relieve sobre la
toma y saqueo de Jerusalén. Ahí podrán contemplar el botín tomado por los
romanos y entre ellos está el candelabro de siete brazos, judío, la menorá. Es
uno de sus símbolos más antiguos del judaísmo y aparece en el escudo nacional
del Estado de Israel.
Durante la
Primera Guerra Judeo-Romana el César Tito comenzó una relación amorosa con la
reina Julia Benerice, perteneciente a la dinastía herodiana (39 a.C - 92 d.C.),
bisnieta de Aristóbulo IV y tataranieta de Mariamna, descendiente del linaje
asmoneos que gobernaron un reino independiente judío del 134 a.C. hasta 63 a.C.
cuando fueron derrotado por el Imperio Romano. Berenice vivió en el palacio con
Tito, antes y después de su entronización como emperador en el 79 a.C. Fue alejada del palacio por la
presión popular sobre Tito, quien muere dos años después. La historia no recoge
los sucesos finales de la vida de Berenice.
No
obstante, el drama amoroso y los sucesos circundantes a la pareja de Tito y
Berenice son expuestos en novelas, pinturas, óperas, teatros, arquitecturas,
dejando una profunda riqueza intelectual en la sociedad por ser una inspiración
de la realidad concreta. La clemencia de Tito, ópera de Pietro Metastasio,
musicalizada por Mozart; o las pinturas: Destrucción del Templo de Jerusalén
por Nicolas Poussin (1637) o por Wilhelm von Kaulbach (1846); o la hermosa obra
de René-Antoine Houasse expuesta en el salón de Venus en el Palacio de
Versalles, 1678, son historias de la realidad que han sobrepasado a la
imaginación.
A
propósito, si esas descripciones históricas no existieron según la Unesco,
entonces Jesús de Nazaret, el Cristo, no pudo entrar y predicar en el Templo
hecho por mandato del rey Herodes I, ni tampoco pudo realizar la profecía de la
destrucción del Templo, que tuvo cumplimiento años más tarde por Tito y sus
legiones.
Del mismo
modo, Pablo de Saulo no pudo ser juzgado por el gobernador romano de la
provincia de Judea Marco Antonio Félix, en presencia de su esposa Drusila,
hermana de Berenice, ni tampoco Pablo pudo exponer su defensa ante el rey
Herodes Agripa II y su hermana la reina Berenice.
El mundo
Occidental debe dar solidaridad profunda al pueblo judío en la Unesco y otras
instituciones internacionales. Un Israel fuerte no solo es un baluarte de
contención para asegurar el mundo físico Occidental sino que es un segurador
fiel del patrimonio fundacional de la
cultura grecorromana y judeocristiana.
30 de
octubre de 2016
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