martes, 1 de noviembre de 2016

LA UNESCO INCITA AL CRIMEN CONTRA LA HUMANIDAD



 Dr. Oscar Elías Biscet
Presidente de la Fundación Lawton de Derechos Humanos
Medalla Presidencial de la Libertad
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El mundo Occidental debe dar solidaridad profunda al pueblo judío en la Unesco y otras instituciones internacionales. Un Israel fuerte no solo es un baluarte de contención para asegurar el mundo físico Occidental sino que es un segurador fiel del patrimonio fundacional  de la cultura grecorromana y judeocristiana.
La Autoridad Palestina con una mayoría automática de simpatizante en la Junta Ejecutiva de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) aprobó una resolución que desconoce la íntima relación del pueblo judío a sus lugares sagrados, el Monte del templo y el Muro occidental.
La Autoridad Palestina llegó a un acuerdo de paz y reconocimiento del Estado israelita, pero todavía tiene en sus reglamentos fundacionales formar un Estado palestino desde el río Jordán al mar Mediterráneo. Por eso busca destruir desde la legalidad internacional al Estado de Israel, primero con resoluciones que promueven el desconocimiento histórico, religioso, cultural, arqueológico y nacional del pueblo judío; y después de fructificado este desconocimiento de la herencia israelí, vendría la solución final: la guerra de aniquilación total de la nación judía.
En realidad, en un análisis profundo desde un proceso simple en la historia de una pareja, formada por Tito y Berenice, o sea, de Tito Flavio Sabino Vespasiano, primero como militar y después como emperador, y Berenice de Cilicia, hermana de Herodes Agripa II y tataranieta de Herodes el Grande, podemos comprobar la magnanimidad histórica del pueblo judío. Desconocer esa herencia judía en el Oriente Próximo haría desaparecer historias tan apasionadas y melodramáticas como la de Tito y Berenice.
La ciencia historiográfica y la herencia arqueológica judía han demostrado que en el siglo I existió un templo judío en el monte Moria o en el Monte del Templo, construido durante el reinado de Herodes el Grande, en Jerusalén, Judea, provincia romana.
La Primera Guerra Judeo-Romana o Gran Revuelta Judía fue una feroz lucha por la independencia de Judea durante los años 66 y 73 d.C. Dirigida por Eleazar ben Simón, Simón ben Giora, Juan de Giscala, Eleazar ben Yair. Por Roma su comandante principal era Tito Flavio Sabino Vespasiano y lo acompañaban varias legiones romanas: V Macedonica, X Fretensis, XII Fulminata y XV Apollinasis. Según los historiadores, Suetonio, Flavio Josefo, Dión Casio y Tácito.
Si los escépticos, los antisemitas y antisraelí no desean creer en los historiadores mencionados en el párrafo anterior, de que el César  y comandante Tito asedió a Jerusalén, la penetró, destruyó su templo y dejó el Muro Occidental para recuerdo lamentoso de los judíos por su rebelión independentista; entonces, viajen hoy a la ciudad de Roma y verán el Arco del Triunfo de Tito; que rememora su victoria sobre los judíos, hecho poco después de su muerte, y observarán un bajo relieve sobre la toma y saqueo de Jerusalén. Ahí podrán contemplar el botín tomado por los romanos y entre ellos está el candelabro de siete brazos, judío, la menorá. Es uno de sus símbolos más antiguos del judaísmo y aparece en el escudo nacional del Estado de Israel.
Durante la Primera Guerra Judeo-Romana el César Tito comenzó una relación amorosa con la reina Julia Benerice, perteneciente a la dinastía herodiana (39 a.C - 92 d.C.), bisnieta de Aristóbulo IV y tataranieta de Mariamna, descendiente del linaje asmoneos que gobernaron un reino independiente judío del 134 a.C. hasta 63 a.C. cuando fueron derrotado por el Imperio Romano. Berenice vivió en el palacio con Tito, antes y después de su entronización como emperador en el  79 a.C. Fue alejada del palacio por la presión popular sobre Tito, quien muere dos años después. La historia no recoge los sucesos finales de la vida de Berenice.
No obstante, el drama amoroso y los sucesos circundantes a la pareja de Tito y Berenice son expuestos en novelas, pinturas, óperas, teatros, arquitecturas, dejando una profunda riqueza intelectual en la sociedad por ser una inspiración de la realidad concreta. La clemencia de Tito, ópera de Pietro Metastasio, musicalizada por Mozart; o las pinturas: Destrucción del Templo de Jerusalén por Nicolas Poussin (1637) o por Wilhelm von Kaulbach (1846); o la hermosa obra de René-Antoine Houasse expuesta en el salón de Venus en el Palacio de Versalles, 1678, son historias de la realidad que han sobrepasado a la imaginación.
A propósito, si esas descripciones históricas no existieron según la Unesco, entonces Jesús de Nazaret, el Cristo, no pudo entrar y predicar en el Templo hecho por mandato del rey Herodes I, ni tampoco pudo realizar la profecía de la destrucción del Templo, que tuvo cumplimiento años más tarde por Tito y sus legiones.
Del mismo modo, Pablo de Saulo no pudo ser juzgado por el gobernador romano de la provincia de Judea Marco Antonio Félix, en presencia de su esposa Drusila, hermana de Berenice, ni tampoco Pablo pudo exponer su defensa ante el rey Herodes Agripa II y su hermana la reina Berenice.
El mundo Occidental debe dar solidaridad profunda al pueblo judío en la Unesco y otras instituciones internacionales. Un Israel fuerte no solo es un baluarte de contención para asegurar el mundo físico Occidental sino que es un segurador fiel del patrimonio fundacional  de la cultura grecorromana y judeocristiana.
30 de octubre de 2016

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