jueves, 16 de junio de 2016

EL CRISTIANISMO EN NORTE AMERICA


El cristianismo en los Estados Unidos durante el período moderno ha tenido un
crecimiento fenomenal. La gran expansión del país en extensión y población en
parte explica esto. En 1789 el territorio de los Estados Unidos se reducía al
área de lo que ahora es el este de Mississippi y el norte de Florida (que incluía
una franja de tierra a lo largo de la costa del Golfo hasta el Mississippi). El
resto fue adquirido por medio de compra, o tratados de anexión: en 1803 la
vasta área del oeste del Mississippi conocida como Luisiana; Florida en 1819;
Texas en 1847; el área de Oregon-Washington en 1848; California, Arizona y
Nuevo México por la cesión mexicana de 1848; Alaska en 1867; y en 1898
las áreas territoriales de las Islas Filipinas, Guam, Puerto Rico, Islas Hawaii,
Islas Samoa, y las Islas Wake. La población americana en 1790 era de
alrededor de cuatro millones, en 1880 cerca de cincuenta millones, por 1915 se
acercaba a los cien millones, y por 1957 alcanzó casi ciento setenta millones.
Durante este tiempo la agricultura y el comercio constituían la principal
ocupación de la nación, tomando luego el primer puesto la industria. Grandes
ciudades y una sociedad altamente industrializada han alterado el carácter de la
vida diaria. El increíble avance en la tecnología y en la producción masiva ha
traído riqueza con sus consiguientes problemas sociales y económicos. La
organización del trabajo y la amplia vigilancia gubernamental han contribuido a
equilibrar las fuerzas entre el gigante industrial y la masa obrera. Las
impresionantes contribuciones de los Estados Unidos a las dos Guerras
Mundiales han llevado a la nación a un lugar de prominencia mundial.
Durante estos años el ambiente en América ha sido peculiarmente a propósito
para el desarrollo religioso de la gente. Un número de factores importantes
caracterizan la historia de este país desde 1789 hasta el presente: Están
enumerados aproximadamente en el orden cronológico en que ocurrieron.
FACTORES EN LA HISTORIA RELIGIOSA DE AMÉRICA
Relación de la Iglesia y el Estado en los Estados Unidos.— Algunos han
opinado que la contribución más grande de los Estados Unidos emanada del
poder gubernamental, ha sido la completa separación de la iglesia y el estado.
Debe recordarse que a través de los siglos la Iglesia Católica Romana mantuvo
el poder y modeló su sistema con la ayuda de las potencias seculares. Fue
anícamente por la ayuda del estado que Roma pudo dar vigor a su uniformidad,
reprimir la herejía, y extender su sistema. El luteranismo, el calvinismo, el
zwinglionismo, y el anglicanismo no se oponían a recibir ayuda del estado. En
América parecía que tal vez el gobierno se encontraría en el mismo dilema de
unión religiosa. Nueva Hampshire, Massachusetts, y Connecticut habían
establecido el congregacionalismo por ley en el tiempo de la Revolución
Americana, mientras que Maryland y Virginia habían establecido la Iglesia de
Inglaterra.
La norma nacional en cuanto a la religión, sin embargo, no siguió a ninguno de
estos estados, sino el sistema de Rhode Island, separación de la iglesia y el
estado, muy menospreciado cuando se estableció, pero con un continuo
aumento de adherentes. Entre otras cosas, la Revolución Americana socavó el
establecimiento de la Iglesia Anglicana sobre bases patrióticas, porque en ese
entonces no se sabía que los seguidores americanos del sistema instituirían un
cuerpo episcopal nacional e independiente. Además, en la misma área donde
este establecimíento estaba entrañando, la fuerza de la disensión era
considerable, especialmente entre los bautistas, los presbiterianos y los
metodistas. La naturaleza democrática del Gran Avivamiento había
impresionado profundamente a la población, y estos avivamientos todavía
estaban sucediendo en Virginia y en los estados vecinos. El Nuevo Mundo
había sido buscado como un refugio de la persecución religiosa, y el espíritu
democrático de la colonización y los avivamientos religiosos resistieron un
establecimiento nacional.
Además, al mismo tiempo las clases educadas estaban bebiendo
profundamente de las copas de la filosofía y el liberalismo político de Francia.
La democracia y la libertad eran grandes palabras. La dignidad del hombre
común demandaba respeto y reconocimientos. La indudable corrupción y
malignidad de la religión católica romana en Francia, que se había ligado al
estado y estaba minando lentamente su vida, les dio razones adicionales para
no tener unión religiosa entre iglesia y estado a los intelectuales americanos
escépticos que estaban en lugares políticos claves. La misma Revolución de
1776 estaba a la vanguardia de la libertad religiosa. El derrocamiento de la
monarquía y el surgimiento de la democracia fue el triunfo de la teología de los
disidentes, que en los avivamientos de la pasada generación habían visto el
Espíritu de Dios moverse libremente entre toda la gente.
La victoria de la libertad religiosa empezó en Virginia. Aquí, en medio de
estrictas prohibiciones impuestas por la establecida Iglesia de Inglaterra, los
bautistas, fuertemente ayudados por los presbiterianos y los metodistas,
empezaron un activo programa para quitar la unión de la iglesia y el estado.
Esto se cumplió en 1787 por la ayuda política de Jaime Madison. Además, la
nueva constitución fue aprobada por virginianos, con el entendimiento de que se
añadiría inmediatamente un acta de derechos garantizando la libertad religiosa.
Esta promesa se cumplió, y el primero de los derechos protegió a la recién
nacida nación de los males de una iglesia establecida. Era de cajón que los
estados reflejaran este mismo espíritu al eliminar la unión de iglesia y estado.
Los últimos de estos, Nueva Hampshire, Connecticut, y Massachusetts,
eliminaron el apoyo al congregacionalismo en 1817, 1818, y 1833,
respectivamente, principalmente por los esfuerzos de Juan Leland, un bautista.
Hasta el presente día todavía hay problemas entrañados en la separación de la
iglesia y el estado, pero la misma estabilidad continua de la nación está envuelta
en la preservación de este principio.
Escepticismo e Infidelidad Primitivos.— Durante la Revolución Americana e
inmediatamente después, la mayoría de las colonias experimentaron una oleada
de infidelidad. Una parte de la razón fue la amargura y el cinismo que siempre
trae la guerra. La Guerra Francesa e India (1756-63) y la Guerra de
Revolución (1775-83) habían traído sufrimiento general y declinación moral. El
íntimo contacto con las corrientes intelectuales antes de la Guerra de
Revolución y con Francia durante la guerra trajo considerables cantidades de
su escepticismo e infidelidad a las playas americanas. Los escritos anticristianos
de Voltaire (1694-1778) en Francia y de Tomás Paine (1737-1809) en
América, fueron ampliamente leídos y aceptados.
Al fin de la revolución se había estimado que menos del diez por ciento de la
población americana era cristiano decidido. Las diversas escuelas “cristianas”
estaban llenas de incrédulos y ateos. Sólo dos del cuerpo estudiantil de
Princeton profesaban ser cristianos en 1782, y las otras escuelas eran igual de
malas. Cundieron las sociedades racionalistas y ateas. Esto no era tan
completamente cierto en el bajo sur, donde los avivamientos de la religión
habían continuado desde los días del Gran Despertar (1739). El segundo Gran
Despertar en los primeros días del siglo XIX volvieron a América otra vez a la
fe. Los cristianos empezaron a multiplicarse mucho más rápidamente que la
población. Mientras que sólo alrededor de 275,000 de 3,929,214 eran
cristianos en 1790, más de 83,000,000 profesaron ser cristianos de una
población de más de 165,000,000 en 1956.
El Segundo Gran Despertar.— En Nueva Inglaterra, probablemente el área
de mayor necesidad espiritual, ocurrió un segundo Gran Despertar en los
primeros años del siglo XIX. Fue muy diferente del primer Despertar de medio
siglo antes. Hubo menos excitación emocional y menos controversia inmediata
sobre los métodos de avivamiento. Los dirigentes sobresalientes particulares
fueron pocos, y el poder del avivamiento fue canalizado hacia propósitos de
benevolencia. Por causa de ello, prácticamente todas las denominaciones
fueron despertadas a la importancia de extender el evangelio, tanto en la patria
como más allá. Se hicieron esfuerzos crecientes por cristianizar a los indios, y
se hicieron planes por enviar el evangelio a las lejanas fronteras del oeste. Los
congregacionalistas organizaron la Junta Americana de Comisionados en 1810
para hacer obra misionera foránea. Los bautistas establecieron la Convención
Misionera General de la denominación Bautista de los Estados Unidos de
América para Misiones Foráneas en 1814.
La Sociedad Bíblica Americana se formó en 1816 sobre una base
interdenominacional, como también lo fueron la Unión Americana de Escuelas
Dominicales en 1824 y la Sociedad Americana de Misiones Domésticas en
1826. Los bautistas formaron su Sociedad de Tratados en 1824, un año antes
de la Sociedad Americana de Tratados interdenominacional. Los bautistas
también formaron su Sociedad de Misiones Domésticas en 1832. La
inspiración para la fundación de estas diversas sociedades de benevolencia
indudablemente se extendió principalmente por el avivamiento espiritual a fines
del siglo. También es cierto que el creciente sentimiento, tanto en el norte como
en el sur, en favor de la abolición de la esclavitud fue acelerado por estos
avivamientos, especialmente los de Carlos C. Finney.
Mientras tanto, un avivamiento de diferente clase se estaba experimentando al
oeste de los montes Alleghanys por el mismo tiempo. Todas las
denominaciones parecen haberse incluido en él, aunque el movimiento inicial se
desarrolló bajo la dirección del presbiteriano Jaime McGready de Kentucky.
En este avivamiento las reuniones en campamentos se hicieron populares. Los
pobladores viajaban por millas a la redonda para hacer un campamento en una
área central. Los ministros de diferentes denominaciones predicaban al mismo
tiempo en varias partes de los terrenos del campamento a multitudes tan
grandes como sus voces podían alcanzar. En estas reuniones era evidente la
gran excitación emocional y física. Los gritos y el llanto alternaban con los
ladridos, los temblores, las carreras, el andar a gatas, y en algunos casos, la
apariencia de completa pérdida de la conciencia. Como resultado directo de
este avivamiento, los presbiterianos se rehusaron a apoyar la acción de uno de
sus presbíteros al ordenar nuevos hombres para la obra evangelística sin los
prerequisitos apropiados, y ocurrió un cisma, del que surgió la Iglesia
Presbiteriana de Cumberland. En general, el avivamiento añadió grandes
cantidades a las iglesias de Kentucky y Tennessee, y prácticamente todas las
fronteras de las denominaciones se beneficiaron con la renovación del interés
espiritual.
Corriente de Emigrantes.— Uno de los factores importantes en la historia
religiosa de los Estados Unidos fue la gigantesca marea de inmigración que
fluyó al país. Produjo repercuciones en muchas direcciones. Las características
religiosas de los inmigrantes dieron colorido al cristianismo americano; la
posesión de estos inmigrantes constituyó un gran desafío para las
denominaciones religiosas a las que pertenecían; grandes comunidades de una
sola nación influyeron grandemente a otras en el área inmediata; el gran
aumento de las denominaciones en América a las que los inmigrantes
pertenecían les trajo no sólo problemas inmediatos sino también un rápido
aumento de poder y prestigio; y cuando las grandes cantidades de inmigrantes
llegaron y se asentaron cerca de la costa, los colonos de las comunidades a lo
largo de la costa se persuadieron a mudarse al oeste, donde había más espacio.
El número de inmigrantes se aceleró por muchos factores. La migración al oeste
después de la compra de Luisiana en 1803 y el retorno de la paz en 1815,
produjeron una demanda inmediata de trabajadores a lo largo de la costa,
especialmente para el amplio programa de construir vías férreas, canales, y
caminos. La inquietud, el hambre, y la crisis económica en varios países,
sirvieron para llevar a muchos a las playas americanas. La Revolución
Americana y la guerra de 1812 desanimaron la inmigración en las primeras
décadas del siglo XIX. Por 1820, sin embargo, los inmigrantes empezaron a
llegar a razón de más de 9,000 por año; entre 1825 y 1835 el promedio llegó a
35,000 al año; en los siguientes diez años el promedio fue de 70,000 al año;
mientras que entre 1845 y 1885 casi 12,000,000 inmigrantes llegaron al país,
aproximadamente 25,000 al mes por cuarenta años.
En la primera mitad del siglo el número más grande de inmigrantes vino de
Irlanda, donde el fracaso de la cosecha de patatas en los años de 1840
produjo hambre virtual a millones. Se ha estimado que cerca de dos millones de
los irlandeses emigraron a América, prácticamente todos ellos ávidos católicos
romanos. No tantos alemanes hicieron el viaje, mientras que un número más
pequeño vino de prácticamente todos los países del sur de Europa, también
fuertemente católico. Esta avalancha de inmigrantes influyó grandemente en la
historia de las diversas denominaciones de América.
La Expansión al Oeste y la Guerra.— La “frontera” americana (la frontera
americana debe interpretarse en el contexto histórico de la nación como los
confines que estaban en proceso de ser ganados por el hombre a la naturaleza),
resultado de un gran nuevo continente de tierra virgen colonizado lentamente,
tuvo un lugar increíblemente significativo en la vida religiosa de la nación.
Modeló la economía hasta hacerla de abundancia en vez de escasez en la
propiedad de la tierra. El espacio de tierra de Europa había sido agotado o
vaciado antes de tiempo por siglos, y la tierra significaba estabilidad y riqueza.
En un país virgen la presencia de un confín, en constante expansión daba a cada
hombre un sentimiento de independencia financiera y de dignidad. Proveía una
sociedad fluente, porque una persona podía moverse hasta el confín por
cualquier razón o sin razón. Estimulaba nueva emigración al atraer la fuerza
humana, particularmente de los obreros marginales o trabajadores no
especializados, con las oportunidades del país virgen. Alentaba el espíritu
democrático tanto como cada hombre podía soportar en su propio valer en las
ásperas y rigurosas áreas de la vida colonial. Alentaba a esas denominaciones
de cristianos que exaltaban la democracia en la vida eclesiástica: los bautistas,
metodistas, y otros cuerpos similares. La ruda, y muchas veces inmoral, vida
fronteriza”, desafiaba a las denominaciones de las antiguas comunidades del
este a enviar misioneros a las colonias a alentar a los cristianos a ganar a los
perdidos. El avivamiento del tipo que se reunía en campamentos se desarrolló
para la predicación del evangelio a grandes números.
Otro aspecto de la importancia de la colonización y del oeste concierne al
efecto político de los nuevos estados. La avalancha de emigración al oeste que
produjo una constante proyección de la línea fronteriza trajo como resultado el
establecimiento de nuevos estados. Uno de los problemas abrumadores de la
nueva nación tenía que ver con la esclavitud de los negros, introducida en 1619
a la colonia de Virginia, impuesta sobre ellos por Inglaterra pese a sus
protestas, extendida por el sur por la importación y financiamiento del norte, y
gradualmente abrazada por el sur por la asoladora elección de un sistema de
una sola cosecha. Un determinismo geográfico y climático limitó la esclavitud
negra casi totalmente al sur, en un sistema feudal y anacrónico. Sin duda la
institución se hubiera derrumbado por su propio peso, porque económicamente
era errónea tanto como moralmente mala. El asunto se volvió político puesto
que esos estados denominados como “estados esclavos” usualmente formaban
una coalición unida. Si los estados más antiguos hubieran quedado como
miembros absolutos de la unión nacional, la cuestión de los esclavos no se
hubiera vuelto políticamente explosiva, pero el asunto de los derechos estatales
y los celos seccionales, combinados con las diferencias en la interpretación del
significado de la constitución, se encendieron en un conflicto por la extensión de
la esclavitud.
Muchas de las denominaciones se dividieron por el asunto de la esclavitud. La
guerra sobrevino en 1861 y produjo dolor y pérdida a todas partes de la
nación. El norte ganó en 1865 y aseguró políticamente la unidad de la nación y
anunció la emancipación de la esclavitud americana de los negros. Las tropas
estuvieron estacionadas por todo el sur hasta 1878, contribuyendo a la
amargura engendrada por la guerra. Los cismas causados por este asunto en
algunas denominaciones no han sanado hasta el presente.
Nuevas Denominaciones.— No es posible, por supuesto, esbozar toda la
historia del cristianismo americano en un breve compendio de esta clase. La ola
de libertad de elección en el área de la religión y produjo una rica y libre
variación a las denominaciones de América. Varias de las más importantes se
mencionan aquí.
Tomás Campbell y su hijo Alejandro eran parte de un extenso movimiento que
deseaba restaurar el primitivo cristianismo eliminando todos los credos y
organizaciones denominacionales. Indudablemente los dos recibieron fuertes
impresiones en este sentido por sus contactos con el cristianismo escocés, y
especialmente con Greville Ewing, Juan Glas, y Roberto Sandeman.
Prácticamente cada doctrina distintiva del movimiento estaba modelada por las
prácticas escocesas. En América los dos Campbell dejaron las filas
presbiterianas y en 1812 se unieron al compañerismo bautista. Por 1830
Alejandro Campbell y su grupo dejaron a los bautistas, difiriendo de ellos en
varios particulares, y tomaron el nombre de “Discípulos de Cristo”. Campbell
enseñaba que el bautismo completa la salvación, observaba la Cena cada
semana, y miraba con disgusto cualquier distinción entre ministros y feligreses,
como se ve en títulos tales como “clero” y “laicos”. Walter Scott de Ohio y
Barton W. Stone de Kentucky se unieron con Campbell en su movimiento de
restauración” y contribuyeron grandemente a su crecimiento. En lugar de
eliminar los movimientos denominacionales, Campbell empezó uno nuevo, que
lentamente desarrolló las características de otras denominaciones. Su feligresía
total en 1956 era de 1,897,736 en 1951 iglesias. El movimiento conservador
de las Iglesias de Cristo tuvo su origen también en Campbell. En 1956 la
feligresía indicaba 1,600,000 en 16,500 iglesias.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días fue fundada en 1830
por José Smith, que informó haber visto visiones celestiales y recibido el Libro
de Mormón en planchas de oro. La emigración al oeste en 1847 y la fundación
de la ciudad de Salt Lake es un dramático episodio de la historia americana. La
parte del movimiento que se estableció en Independence, Missouri, tomó el
nombre de Iglesia Reorganizada de los Santos de los Ultimos Días y ahora
cuenta con 137,856 miembros en 808 iglesias. La sección de Utah, se ha
extendido y es muy activa en la propagación de sus creencias. Por causa de su
creencia en la continuación de los dones proféticos mediante su presidente y en
la naturaleza sagrada del Libro de Mormón, algunos han puesto en tela de
juicio que el mormonismo deba ser considerado como parte del movimiento
cristiano. Ahora ellos informan de 1,230,021 comulgantes en 2,624 iglesias.
Los alemanes que se establecieron en Pennsylvania y áreas adyacentes fueron
influidos por fuertes personalidades para formar nuevos grupos
denominacionales que combinaran las más antiguas tradiciones. Felipe
Guillermo Otterbein (1726-1813) y Martín Boehm (1725-1812), el uno
ministro reformado y el otro un menonita, se unieron para tener reuniones
evangelísticas entre los alemanes de Pennsylvania y estados vecinos durante los
días de la Guerra de Revolución. En 1800 formaron los Hermanos Unidos en
Cristo. Este grupo se unió en 1946 con la Iglesia Evangélica (organizada por
Jacobo Albright sobre principios metodistas en 1816), y el cuerpo combinado
se llamó Iglesia Evangélica de los hermanos Unidos. Ahora informa 737,489
miembros en 4,370 iglesias.
En 1831 Guillermo Miller (1782-1849), mediante una cuidadosa consideración
de los números simbólicos del libro de Daniel, concluyó que Cristo regresaría
dentro de los siguientes pocos años y reunió un grupo conocido como los
adventistas. Pese al fracaso de su profecía principal, la denominación todavía
persevera, y cuenta ahora con 277,162 constituyentes en 2,858 iglesias.
Un tipo de especulación apocalíptica deformada de Carlos Russell en el siglo
XIX resultó en la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia. Ahora
dice tener 187,120 miembros en 3,484 iglesias. María Baker Eddy puso en
marcha una especie de gnosticismo moderno y fundó la Iglesia de Cristo
Científica (Ciencia Cristiana) en 1879, en Boston, y sus seguidores ahora
operan 3,100 ramas de la iglesia madre.
Las iglesias nacionales de Oriente, que rompieron la comunión con Roma en
1054 fueron lentas en desarrollarse en los Estados Unidos, pero debido a la
inmigración y nacimientos el número ha crecido firmemente. Los varios grupos
nacionales formaron sus propias iglesias, tales como la Griega Ortodoxa, la
Romana Ortodoxa, la Servia Ortodoxa, y otras. Ellas tienen tal vez un millón de
constituyentes en América en el presente.
Hay en Estados Unidos otros grupos cristianos más pequeños, aunque
importantes, pero no pueden discutirse en una obra como esta.
Además, el cristianismo americano se ha caracterizado por muchos
movimientos benevolentes y semicristianos, tales como la Asociación Cristiana
de Jóvenes, organizada primeramente en 1844 en Londres, y la Asociación
Cristiana de Señoritas, también organizada en Londres en 1855. El Ejército de
Salvación inglés, fundado por el metodista Guillermo Booth en 1878, se ha
extendido ampliamente en los Estados Unidos, y ahora cuenta con 249,641
adherentes en 1,323 iglesias.
Resurgimiento del Racionalismo.— Los antiguos sistemas europeos de
racionalismo, ilustrados por la filosofía de hombres como Cristian Wolff en el
siglo XVII, fueron condenados por hombres como Emanuel Kant,
Schleiermacher, Ritschl, y otros, que mostraron que el hombre no es
simplemente una criatura pensante sino también una persona moral, con
sentimientos y con voluntad. La última mitad del siglo XIX, sin embargo, trajo
un racionalismo de una nueva clase. La ciencia física se sumó a la filosofía, la
sociología y la psicología para elevar dudas respecto a la existencia de Dios o
para oponerse firmemente a la idea de una revelación especial que incluye el
sobrenaturalismo. El mundo material se volvió muy real. Cada filosofía empezó
a clasificar los valores en términos de si podían obrar con éxito en un mundo
cotidiano. Los asuntos religiosos y espirituales fueron considerados en términos
humanitarios y canalizados hacia la superación social. En este medio ambiente
es posible señalar varias actitudes en relación al cristianismo tradicional.
Estas son:
(1) Un partido definitivamente no teísta o agnóstico. A pesar de los
fenomenales adelantos del cristianismo en América desde la Revolución, un
fuerte núcleo de escepticismo e incredulidad nunca fue alcanzado. Niega la
existencia de Dios y se mofa de cualquier idea de revelación.
(2) Un partido teísta, pero indistintivamente cristiano. Este grupo está en la
sucesión del deísmo inglés, que afirma que hay Dios pero que no tiene
revelación especial. De esta manera, el hinduismo es revelación tan válida como
el cristianismo; cada profeta en cualquier religión ha sido inspirado y añade algo
a la revelación total de Dios.
(3) El partido cristiano no sobrenaturalista. Este grupo pretende seguir la
tradición cristiana pero niega muchas de las creencias antiguas. La revelación se
hace significativa sólo cuando es razonable. Las Escrituras Cristianas
principalmente, son indignas de confianza y deben ser escudriñadas muy
cuidadosamente por la razón humana para encontrar la verdad y la
significación. Lo que no es razonable en el marco humano de referencia es
descartado. Una expiación vicaria es imposible porque Cristo era simplemente
un buen hombre. La inmediata confrontación de Dios puede ser sentida por el
espíritu humano y constituye la única autoridad religiosa válida. Para este grupo
el principal valor de la religión reside en ampliar los canales humanitarios. Tal
vez el principal exponente de este partido en América ha sido Harry Emerson
Fosdick (1878-1969).
(4) Un partido americano neo-ortodoxo. Este grupo, que difiere en algunos
aspectos del pensamiento de Karl Barth pero que está de acuerdo con él en el
enfoque básico, hace hincapié en la esencial pecaminosidad del hombre. Como
Barth, sus seguidores son muy liberales con respecto a muchas doctrinas de
sobrenaturalismo tradicional pero persisten en la antigua ortodoxia al punto del
pecado del hombre y la soberanía trascendente de Dios. Tal vez la figura
sobresaliente de esta escuela es Reinhold Niebuhr (1892-1971).
(5) El partido de sobrenaturalismo tradicional. Este grupo se esfuerza por hacer
pertinente el mensaje tradicional cristiano en una era científica y materialista,
sosteniendo las creencias básicas de la revelación del Nuevo Testamento y
aceptando el sobrenaturalismo “irrazonable” del cristianismo como se
ejemplifica en la regeneración espiritual del individuo por la obra del Espíritu
divino.
Tal vez debe ser incluido un sexto grupo, comúnmente conocido como
fundamentalismo, que en algunos casos va hasta el otro extremo del
racionalismo; es decir, elimina completamente el elemento racional de la
revelación cristiana y de la religión en general.
La Unión Eclesiástica y el Ecumenismo.— En su mayor parte, el cristianismo
americano ha ingresado de corazón en el movimiento hacia la unión eclesiástica
y el ecumenismo. Las razones son muchas, e incluyen: un deseo básico de
unidad; la influencia de los movimientos interdenorninacionales ingleses,
particularmente en misiones; la unidad de “denominaciones familiares”, los que
creen en las mismas cosas y en la misma tradición y necesitan la unión para
obtener fuerza y crecimiento en la obra; el desafío del campo misionero
foráneo, donde había necesidad de colocar un cristianismo unido ante un
mundo pagano; los vastos movimientos humanitarios, tal como el abolicionismo,
que cruzó las líneas denominacionales; el clamor por eficiencia; los movimientos
seculares hacia la unidad en el mundo, como se ve en las Naciones Unidas; la
necesidad de un frente unido no católico para competir con la unidad
organizacional de la Iglesia Católica Romana; y los efectos de la teología liberal,
que al amortiguar o negar las convicciones cristianas tradicionales hace que las
diferencias denominacionales menores parezcan relativamente académicas.
Los antecedentes específicos de los modernos movimientos ecuménicos en
América pueden verse en las sociedades interdenominacionales misioneras, de
tratados, y bíblicas, organizadas poco después del fin del siglo XIX. La rama
americana de la Alianza Evangélica Mundial, una organización
interdenominacional para la promoción de la unidad cristiana, se organizó en
1867, y por casi medio siglo promovió la causa de la unión eclesiástica y el
ecumenismo, aunque en el contexto del evangelismo conservador. Otras
organizaciones importantes que procuraban la reducción o la eliminación de las
líneas denominacionales fueron el Movimiento Voluntario Estudiantil (1886) y la
Federación Mundial de Estudiantes Cristianos (1895). Las conferencias
misioneras interdenominacíonales que empezaron en 1854 en Nueva York,
produjeron la Conferencia de Misiones Extranjeras de Norteamérica. El
Concilio Federal de Iglesias de Cristo en América (desde 1950 el Concilio
Nacional) fue organizado en 1908. La mayoría de las denominaciones más
importantes, con excepción de los bautistas del sur y los luteranos del sínodo
de Missouri, han participado libremente en las conferencias mundiales de
Edimburgo (1910), Estocolmo (1925), Lausana (1927), Jerusalén (1928),
Oxford (1937), Edimburgo (1937), Madrás (1938), Utrecht (1938),
Amsterdam (1948), y Evanston (1954).
Dos Guerras Mundiales.— Los dos conflictos mundiales del siglo XX en que
América ha participado han tenido efectos significativos. El resultado de la
primera fue el resurgimiento de la doctrina liberal y un humanitarismo optimista.
Muchos creyeron que la última guerra era la final y que pronto vendría el
milenio universal de paz y prosperidad total. Difícilmente se dudaba de la
capacidad del hombre para alcanzar esas cosas. La catastrófica depresión
financiera y la asombrosa ascensión al poder de los dictadores europeos
prepararon el escenario para un segundo conflicto mundial. Con él se extendió
la evidencia del interés en las cosas espirituales. Nadie puede saber si la historia
verá esto como el primer avivamiento religioso de la era atómica, pero las
adversidades del camino pueden considerarse bendiciones si profundizan la fe
en Dios y alientan la dependencia de él.
UN RESUMEN DE LAS DENOMINACIONES MÁS ANTIGUAS
Episcopalismo.— La revolución política americana representó también una
revolución religiosa también para los miembros de la Iglesia de Inglaterra en
América. No había obispo de esta iglesia en toda América, y el rompimiento
político con Inglaterra dejó su condición incierta. Después de un período de
indecisión, se tuvo una convención general en 1789 con representantes de
todas las colonias, y se formó la Iglesia Protestante Episcopal de los Estados
Unidos de América. Se basó en la doctrina, disciplina y culto antiguamente
observados en la Iglesia de Inglaterra. La ordenación episcopal para los
obispos americanos se recibió de Escocia e Inglaterra entre 1782 y 1790. La
Convención General, que consistía de una Cámara de Obispos y una Cámara
de Clérigos y Delegados Laicos, se constituyó en el cuerpo gobernante de la
iglesia.
Muchos factores se combinaron para hacer las primeras cuatro décadas las
más desalentadoras de la nueva iglesia. Sus lazos históricos y doctrinales con
Inglaterra (otra vez en guerra con los Estados Unidos en 1812) le produjeron
mala reputación. Su culto de tipo formal no era efectivo en la frontera de
América, de manera que finalmente se limitó a las áreas más pobladas. El golpe
de la separación del estado, junto con la falta de disciplina efectiva y de
caudillaje nacional, le produjeron muchos tipos de problemas. El escepticismo
general y la infidelidad que llenaron las colonias americanas inmediatamente
después de la revolución, también baldaron grandemente esta iglesia.
Esta laxitud fue superada, sin embargo. Como regla, los miembros de esta
iglesia eran de los grupos educados y económicamente superiores. Los
diversos movimientos de avivamiento que incluían emocionalismo y excitación
física no les interesaban a ellos. Organizaron seminarios y sociedades
misioneras en la segunda y tercera década del siglo XIX. Después de 1835
hubo un aumento de celo por los convertidos, y bajo la dirección de hombres
como Guillermo A. Mühlenberg se inició un buen crecimiento. La emigración de
Inglaterra trajo a muchos. De hecho, la Iglesia Episcopal Americana ha sido
influida grandemente por las tendencias de la Iglesia de Inglaterra. Los partidos
de Alta Iglesia, Baja Iglesia, Iglesia Liberal, de Inglaterra, fueron reproducidos
en América. El Movimiento Tractariano de Inglaterra también se sintió en
América cuando el obispo Ives de la Iglesia Episcopal de Carolina del Norte se
sometió a la Iglesia Católica Romana. No hubo cisma realmente en esta iglesia
durante la Guerra Civil. Los obispos del sur eran sencillamente considerados
ausentes de la reunión en la Convención General de 1862, y después de la
guerra se les concedió lugar otra vez.
El despierto racionalismo que surgió en la última mitad del siglo XIX afectó la
Iglesia Protestante Episcopal. La primera iglesia unitaria americana surgió de
sus filas. Hubo un rápido crecimiento en el partido de la Iglesia Liberal, que
daba considerable énfasis a las implicaciones sociales del evangelio y a la
interpretación teológica liberal.
Esta iglesia ha sido activa en el movimiento ecuménico. Ha hecho negociaciones
para unión eclesiástica con la iglesia rusa y otras iglesias ortodoxas del oriente,
y también con los antiguos católicos que dejaron Roma después de la
promulgación del decreto de infalibilidad, y otros. En 1886 la Convención
General sugirió un plan para una reunión cristiana, que posteriormente se
convirtió en el Cuadrilátero de Lambeth.
En la actualidad esta iglesia tiene 2,757,944 constituyentes en 7,271
congregaciones de América y lleva a cabo un fuerte programa de misiones, de
educación teológica, y de servicio social.
Congregacionalismo.— El congregacionalismo surgió de la Guerra de
Revolución con brillantes perspectivas. Sus dirigentes habían apoyado la
Guerra de Independencia con entusiasmo, y su historia americana era larga y
estable.
La manutención estatal de su clero en Massachusetts, Connecticut, y Nueva
Hampshire, constituía una llaga para los de otras iglesias; sin embargo,
particularmente por los esfuerzos de los bautistas (Isaac Backus y Juan
Leland), por 1833 Massachusetts eliminó la última unión de iglesia y estado.
El antiguo escepticismo probablemente afectó al congregacionalismo más que a
cualquiera otra denominación en América. El unitarismo (que negaba la esencial
deidad de Cristo) se llevó grandes cantidades de sus iglesias. En algunos casos
iglesias enteras se volvieron unitarias, incluyendo la primera Iglesia
Congregacional en América, la Iglesia de los Antiguos Peregrinos de Plymouth.
Mediante un tecnicismo legal, una minoría de unitarios podía conseguir la
propiedad de la iglesia, en muchos casos contra una mayoría congregacional.
La Universidad de Harvard se hizo universidad unitaria en 1805. En veinte años
el grupo unitario se organizó y se hizo oír. Al presente la Iglesia Unitaria informa
de 96,715 constituyentes en 378 iglesias.
El congregacionalisnio fue grandemente bendecido por el segundo Gran
Despertar a principios del siglo XIX. Se fundaron muchas iglesias nuevas; se
iniciaron escuelas y seminarios, y se formaron sociedades para misiones
domésticas y extranjeras, para publicación de tratados y para el adelanto de la
educación.
El movimiento hacia el oeste desafió a los congregacionalistas. Algunos
pensaron que toda Nueva Inglaterra se estaba yendo al oeste en la primera
mitad del siglo XIX. Sin embargo, el congregacionalismo perdió a muchos de
sus constituyentes que se mudaron al oeste. En 1801 se hizo un acuerdo de
cortesía con los presbiterianos, que planeaba esfuerzos cooperativos para
fundar nuevas iglesias. La mayoría debía decidir si la iglesia sería presbiteriana o
congregacional, pero en práctica casi todas las iglesias de la Unión se volvieron
presbiterianas. Muchos cientos de iglesias congregacionales se perdieron
probablemente ante los presbiterianos antes que el plan se abandonara.
Como grupo el congregacionalismo se opuso fuertemente a la esclavitud, y
contribuyó al movimiento abolicionista, particularmente en los primeros días del
movimiento. La Guerra Civil no afectó la comunión de las iglesias, porque este
grupo no tenía iglesias en el sur. El renovado racionalismo de post-guerra
afectó profundamente el caudillaje congregacional. Muchos se volvieron
teológicamente liberales y exaltaban el aspecto social del evangelio. El
ecumenismo y la unión eclesiástica han sido muy atractivos. El
congregacionalismo se unió con las Iglesias Evangélicas Protestantes de
Norteamérica en 1925, y con la Iglesia Cristiana en 1931, y ahora lleva el
nombre de iglesias Cristianas Congregacionales. Su feligresía actual asciende a
1,342,045 miembros en 5,561 iglesias.
Calvinismo.— El sistema religioso de Calvino, alterado en algunas maneras
por los diversos grupos nacionales de Europa que lo adoptaron, está
representado en América por los presbiterianos y las Iglesias Reformadas (y las
Evangélicas). En un sentido, los congregacionalistas pertenecen a esta familia,
pero su fondo independiente y su tipo de gobierno eclesiástico difiere de ellos
bastante para discutirlos bajo encabezado separado.
Los presbiterianos se desempeñaron noblemente en el lado patriótico durante la
Revolución Americana. El daño físico y el estallido general de la guerra fueron
más que compensados por el elevado prestigio después de la fundación de la
nueva nación. En 1790 había alrededor de dieciocho mil miembros, pero varios
factores contribuyeron a un rápido aumento en feligresía. Ellos se beneficiaron
considerablemente con los vastos avivamientos en Pennsylvania, Kentucky, y
Tennessee en los primeros años del siglo XIX. La inmigración contribuyó algo.
El cumplimiento de la estructura organizacional indudablemente le dio impulso
también al crecimiento. Al mismo fin del período anterior vino la organización
de la Asamblea General, que fue el coronamiento de las organizaciones locales
y territoriales. Desde entonces el crecimiento presbiteriano se aceleró. Otro
factor contribuyó sin intención al crecimiento de los presbiterianos. El Plan de
Unión de 1801, aparentemente justo para ambas partes, añadió muchas iglesias
presbiterianas en el oeste, a expensas de los congregacionalistas.
Varios cismas han dividido a los presbiterianos americanos. En 1810 un
pequeño grupo de Kentucky se retiró por el asunto de los prerrequisitos para la
ordenación ministerial, y organizó la Iglesia Presbiteriana de Cumberland. El
cisma duró cien años, aunque en la reunión de 1906 una minoría se negó a
regresar. La doctrina y las formas de organización produjeron separación en
1838 entre los antiguos y nuevos grupos escolares, mientras que la esclavitud
también causó un cisma que no ha sido remediado todavía.
El presbiterianismo americano se ha caracterizado por su amplia obra de
benevolencia. En la primera mitad del siglo XIX se organizaron sociedades
misioneras domésticas y foráneas. Se han fundado muchas escuelas y
seminarios. Hasta el presente hay alrededor de diez cuerpos de presbiterianos
americanos, el más grande de los cuales es la Iglesia Presbiteriana de los
Estados Unidos de América, con 2,645,745 miembros en 8,282 iglesias, y la
Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos (presbiterianos del sur) con
810,917 miembros en 3,852 iglesias.
Los primeros años del período moderno vieron el fin del cisma dentro de la
Iglesia Reformada y la adopción en 1792 de una constitución. Dos años
después se organizó el Sínodo General. Esta denominación es similar a la de los
presbiterianos en organización, porque tienen una fuente común en Zwinglio y
Calvino. La sesión que ellos llaman “consistorio” los presbiterianos la llaman
junta directiva; al sínodo lo llaman “sínodo particular”, y a la Asamblea General
la llaman “sínodo general”. En la actualidad tienen 804 iglesias con 205,323
miembros.
En 1934 la Iglesia Reformada de los Estados Unidos (Alemana Reformada) se
unió con el Sínodo Evangélico de Norteamérica como Iglesia Evangélica y
Reformada. Al presente el número de este cuerpo incluye 774,277
constituyentes en 2,732 iglesias.
Luteranismo.— Los luteranos fueron leales a las colonias y participaron
activamente en la Revolución Americana. Aunque había apenas dieciocho
ministros de esta denominación en América al fin de la Revolución, las
siguientes décadas trajeron un rápido crecimiento, principalmente por
inmigración. Tanto el crecimiento mismo como el tipo de crecimiento
produjeron problemas de lenguaje, de organización y de doctrina. La fuerza del
luteranismo continental estaba en Alemania y en las áreas escandinavas. El
sistema de organización semicongregacional hacía difícil conseguir uniformidad.
La inmigración del Continente trasplantó a América muchos de los problemas
divisivos que se encontraban en Europa. En el siglo XIX surgieron
controversias sobre puntos de vista confesionales y liberales, y también sobre
diferencias de lenguaje, de distinciones raciales, y de formas de organización.
En general, el luteranismo americano ha hecho hincapié en la autoridad de cada
congregación, aunque se ha cedido alguna autonomía a las organizaciones
generales en desarrollo. La iglesia local es gobernada por un pastor y por un
concilio eclesiástico. Las formas de organización más grandes son la
conferencia y el sínodo. Antes de 1820 el luteranismo americano no tenía un
cuerpo general. Ese año se organizó el Sínodo General, aunque no recibió
apoyo general por muchos años. Por la inmigración y el desarrollo de la
organización general, los luteranos americanos por 1833 podían contar más de
trescientos ministros que servían a 680 congregaciones, con casi seiscientos mil
comunicantes.
Las controversias del siglo XIX fueron seguidas en el presente siglo por un
espíritu de creciente unidad entre los luteranos. La Conferencia Sinodal fue
organizada en 1872 por luteranos conservadores o “estrictos” siendo su cuerpo
constituyente más grande el Sínodo de Missouri, que ahora cuenta con
2,006,110 miembros en 4,805 iglesias. La Iglesia Luterana Unida de América
fue organizada en 1918 y ahora cuenta con 2,175,726 miembros en 4,050
iglesias. La Iglesia Luterana Americana fue organizada en 1930 y ahora tiene
836,485 miembros en 1,919 iglesias. Una Conferencia Luterana Americana fue
vagamente organizada en 1930 para compañerismo y para asuntos de interés
común, pero se deshizo en 1954. Los luteranos americanos están envueltos en
toda clase de empresas de benevolencia, que incluyen más de tres docenas de
seminarios teológicos y todos los niveles de educación cristiana y un extenso
programa misionero. Las últimas estadísticas muestran que los luteranos
americanos ahora suman más de siete millones de constituyentes en cerca de
veinte cuerpos.
Catolicismo romano.— Al principio del período moderno la Iglesia Católica
Romana tenía alrededor de veinte mil constituyentes. Muchos de sus miembros
desempeñaron valientes papeles en la Revolución. El estado desorganizado de
la nueva nación ofreció gran oportunidad de crecimiento. El Gran Despertar de
1800 tuvo poca influencia sobre este cuerpo, pero la inmigración de países
católicos de Europa proporcionó increíble crecimiento. En 1820 los católicos
romanos de América se estimaban en casi 250,000; en 1830, más de 350,000;
en 1840, 1,000,000; en 1860, 3,000,000; en 1890, más de 10,000,000; y en
la actualidad, 33,396,647 en 21,086 iglesias. Prácticamente todo este
crecimiento ha venido de la inmigración y de los nacimientos.
La Iglesia Católica Romana fue rápida para completar su organización en
América, principalmente por la sagacidad de Juan Carroll, de Maryland, que se
convirtió en el primer obispo americano en 1790 y en el primer arzobispo en
1808. Por una breve temporada esta iglesia se vio plagada por un movimiento
llamado “sindiquismo”, que en efecto era la aplicación de autoridad
congregacional. El lenguaje y los asuntos raciales también trasplantaron la
tensión del Viejo Mundo. Durante el siglo XIX el catolicismo fue agobiado por
acusación de antiamericanismo. En el presente siglo ha estado
comparativamente libre de tales problemas.
Dos organizaciones distintivas se han desarrollado en suelo americano.
Elizabeth Ann Seton (1774-1821) inició el sistema de escuelas parroquiales en
Estados Unidos, que ha sido una institución sobresaliente para la Iglesia
Romana. La segunda organización influyente fundada por católicos americanos
fue la sociedad fraternal para hombres católicos conocida como los Caballeros
de Colón, iniciada en 1882. Esta se ha convertido en un propagador agresivo y
militante de la fe católica.
La organización de la Iglesia Católica Romana en América está directamente
subordinada a Roma por un delegado apostólico en Washington, D. C., y
también por los oficios de varios cardenales y la forma regular de organización
de parroquias, diócesis, y más de una docena de arzobispados.
Bautistas.— Los bautistas americanos fueron enérgicos patriotas durante la
Revolución Americana, y muchos de sus ministros sirvieron como capellanes en
el ejército. Esta denominación se puso a la cabeza en los movimientos de
Virginia y Nueva Inglaterra que rompieron los hierros de la unión entre la iglesia
y el estado, y desarrollaron un servicio similar para conseguir las garantías
constitucionales de libertad religiosa en la nueva nación.
La organización y la doctrina bautistas fueron peculiarmente adecuadas para la
extensa “frontera” americana (en la historia americana la frontera se refiere no a
los límites del país, sino a las regiones agrestes que estaban en proceso de ser
conquistadas a la naturaleza), y una gran parte de la historia bautista tiene que
ver con los intrépidos hombres que fueron colonos (“pioneros”) con sus
compatriotas durante ese tiempo, y que les predicaban en la noche y los fines
de semana. El gran avivamiento a lo largo de la “frontera” en los primeros años
del siglo XIX agregó a muchos a las filas bautistas. Simplemente la mención del
gran crecimiento numérico de los bautistas americanos en el periodo moderno
da evidencia de su gran vitalidad y actividad. En 1789 ascendían a menos de
100,000; en la actualidad suman más de 18,000,000.
Puede haber varias razones principales de este gran aumento.
(1) Los bautistas predicaban un evangelio sencillo, reducían las fórmulas
teológicas y hacían énfasis en la experiencia de una vida cambiada.
(2) Por lo general, los predicadores surgían de entre el pueblo común. Los
problemas de ordenación, organización y autoridad eclesiástica eran eclipsados
por la necesidad de pregonar la historia por mandato de Dios. Había fuego en
los huesos de los sencillos granjeros y “pioneros” que los transformaba en
predicadores. El fuego cundió.
(3) El aspecto económico del ministerio no ofrecía dificultad. La mayoría de los
antiguos predicadores trabajaban durante la semana al lado de sus
congregaciones y predicaban sin remuneración el fin de semana. Fuera
haciendo tiendas o labrando la tierra, el evangelio era predicado.
(4) Cada iglesia bautista era completamente independiente. Esta clase de
principio era atractivo a la democracia “fronteriza”. Daba oportunidad para la
libre expresión de la disensión tanto como del asentimiento, y hacía pedazos la
posibilidad de la inmunidad ministerial respecto a una vida y moralidad
consistentes.
(5) Desde el principio, los bautistas americanos han sido muy inclinados a las
misiones. Tanto obra misionera foránea (en Canadá) como doméstica, se
habían hecho antes de la organización en 1814 de la primera sociedad
misionera nacional para el extranjero, y de la primera sociedad misionera
nacional doméstica en 1832. En 1824 se organizó una sociedad de
publicaciones o de tratados, como auxiliar misionero.
Al recordar el principio bautista de que cada persona es sacerdote de Dios
mediante la fe y la regeneración, y que tiene el derecho de interpretar las
Escrituras por sí mismo, no debe sorprender el notar que la familia bautista
americana haya tenido algunas divisiones. Ha habido divisiones por
organización, por empresas misioneras, por la esclavitud y el abolicionismo, y
por el modernismo. El último asunto, en particular, ha causado mucha
controversia en el último medio siglo.
A pesar de estos problemas, los bautistas americanos se han comprometido en
un activo programa de misiones, de educación, y obras de beneficencia. Su
aumento en número y organización ha estado acompañado por una creciente
sensibilidad a todas las necesidades de sus miembros y del mundo. Los
cuerpos más grandes en la vida bautista americana son las dos organizaciones
de los Bautistas Negros, la Convención Bautista Americana (bautistas del
norte) y la Convención Bautista del Sur. La Alianza Mundial Bautista fue
organizada en 1905. Las cifras suministradas por la Alianza Mundial Bautista en
enero de 1973, dan 29,013,168 bautistas en Norte América. Muchos bautistas
del norte han estado activos en el movimiento ecumenista.
Metodismo.— La estrecha relación del metodismo con la vida inglesa,
particularmente durante la vida de Juan Wesley (que murió en 1791), y el
hecho de que muchos ministros metodistas de las colonias fueran leales a
Inglaterra durante la Revolución Americana, hizo que la tarea de los metodistas
americanos fuera muy difícil en los primeros años de este período. Varios
factores alteraron pronto este cuadro, sin embargo. La organización de la
Iglesia Metodista Episcopal en América en 1784 produjo una nueva unidad. El
gran caudillo de esos primeros años fue Francisco Asbury (1745-1816), que
introdujo el oficio de obispo al metodismo. Por su ejemplo como incansable
ministro itinerante y sus firmes demandas de que sus predicadores siguieran esta
norma, Asbury tuvo una gran intervención en el crecimiento fenomenal del
metodismo americano. El sencillo tipo de organización y el canto, y la
experiencia de salvación que se predicaba, estaban hechos para la extensa
frontera” americana. El vasto avivamiento en el oeste en los primeros años del
siglo XIX trajo al metodismo una gran cosecha.
Ha habido varios cismas. Porque era una iglesia del pueblo, el metodismo fue
de las primeras en sentir el impacto de la controversia esclavitud —
abolicionismo en la cuarta década del siglo XIX, y el cisma sobrevino en 1844-
45. Otras importantes escisiones en la unidad organizacional vinieron por el
desacuerdo en el gobierno de la iglesia y la doctrina de la santidad. El nuevo
racionalismo prevalente en la segunda mitad del siglo XIX afectó al metodismo
y produjo considerable controversia sobre el asunto del modernismo.
El cisma por la esclavitud terminó en 1939 con la reunión de las divisiones del
norte y del sur. El metodismo americano ahora con 9,292,046 constituyentes
en 39,854 iglesias, la mayoría de las cuales son miembros del nuevo cuerpo
unido. Esta denominación siempre ha sido activa en las misiones, en la
educación y en otras beneficencias, y ha tenido parte sobresaliente en el
movimiento ecumenista.
EL CRISTIANISMO CANADIENSE Y LATINOAMERICANO
Canadá.— En los primeros años de este período el cristianismo canadiense era
principalmente católico romano del tipo francés. Enseguida de la Guerra de los
Siete Años (1756-63) Canadá fue cedido a la Gran Bretaña por Francia,
acompañado de un inusitado establecimiento religioso. Por el Acta de Quebec
de 1774 se garantizaba a la religión católica romana el libre ejercicio, y el Acta
Constitucional de 1791 prácticamente daba al catolicismo el control de lo que
llegó a ser el Bajo Canadá. Como resultado, el catolicismo romano está en
posición dominante en la vida religiosa de Canadá.
La considerable inmigración protestante de los Estados Unidos e Inglaterra a
Canadá, durante y después de la Guerra de Revolución, dio a la Iglesia de
Inglaterra un punto de apoyo en Canadá. Después de un período de prueba y
error con respecto al mantenimiento estatal y a la organización eclesiástica, la
Iglesia de Inglaterra en Canadá fue organizada en 1861, aunque no estaba
mantenida ni gobernada por el gobierno. En 1893 se formó un sínodo general
para gobernar la Iglesia de Inglaterra en Canadá.
En el siglo XX esta denominación no ha mantenido numéricamente el paso con
otros grupos, y parte de la razón es la menguante inmigración de Inglaterra.
Aunque favorece la unión de una unión eclesiástica interdenominacional con el
estado en Canadá, la Iglesia de Inglaterra se negó a ingresar a la Iglesia Unida
de Canadá cuando ese cuerpo fue organizado en 1925 por metodistas,
presbiterianos, y congregacionalistas, porque los otros partidos se negaron a
continuar el episcopado histórico.
Aunque fue uno de los primeros grupos en empezar trabajo en Canadá, el
congregacionalismo nunca se convirtió realmente en una parte prominente del
cristianismo canadiense. Los bautistas y los presbiterianos se beneficiaron con
las escisiones de esta denominación. A pesar de la valiente obra de una
sociedad misionera doméstica unida organizada por congregacionalistas,
bautistas, y presbiterianos en 1827, y a la obra de la Sociedad Misionera
Colonial formada en Inglaterra en 1836, el congregacionalismo canadiense
contaba apenas con 12,586 miembros cuando la Iglesia Unida de Canadá los
absorbió en 1925.
La vida presbiteriana canadiense de antes de 1875 era increíblemente
compleja, pues representaba una amalgama de pensamiento calvinista de varios
grupos doctrinales y raciales. Peleas y problemas extranjeros fueron llevados
allí de todas partes del mundo. La formación de la Iglesia Presbiteriana de
Canadá en 1875, que representa una fusión de varios cuerpos, produjo
creciente vitalidad en toda clase de beneficencia y educación. En 1925 esta
denominación informó de más de 400,000 constituyentes al tiempo que la
mayoría ingresó a la Iglesia Unida de Canadá. Sin embargo, alrededor de
180,000 de ellos rehusaron participar en la unión, y continuaron como la Iglesia
Presbiteriana de Canadá.
También los metodistas tuvieron una casi infinita variedad de organización y
pensamiento antes de 1884. A pesar de reunir todas las tensiones doctrinales,
políticas y de organización del metodismo americano e inglés, y de contribuir
con algunos problemas distintivamente propios, los metodistas canadienses
lucieron sorprendentes progresos a pesar de la diversidad. Cuando en 1884 se
formó la Iglesia Metodista de Canadá, su feligresía ascendía a más de 157,000.
Esta denominación tomó la iniciativa de trabajar por la unión eclesiástica, y en
1925 cuando se convirtió en parte de la Iglesia Unida de Canadá, su feligresía
ascendía a más de 415,000.
No mucho después de la promulgación del Cuadrilátero Lambeth (1888) se
despertó el interés en Canadá por la posibilidad de la unión eclesiástica. Los
primeros esfuerzos no fueron alentadores, porque sólo la Iglesia de Inglaterra
deseaba perpetuar el episcopado histórico. Al fin del siglo, sin embargo, los
metodistas, congregacionalistas, y presbiterianos, pusieron los cimientos para la
unión. Los bautistas declinaron una invitación para ser parte del movimiento. La
organización final adoptó elementos de los tres tipos denominacionales, y en
1925 se completó la unión, sumando 609,729 constituyentes de las tres
denominaciones fundidas. El crecimiento desde 1925 ha sido lento.
La Iglesia Católica Romana ha hecho los avances más grandes de los grupos
canadienses del período moderno. Después de ser alrededor del 40 por ciento
de la población en 1911 y más o menos lo mismo en 1931, la Iglesia Romana
superó el índice de población la siguiente década y subió a cerca del 44 por
ciento de la población en 1941, y dado el alto índice de nacimiento entre los
predominantes miembros franceses y rurales, el promedio indudablemente se ha
elevado aún más en la última década.
Además de los principales grupos de Canadá, las denominaciones pequeñas
incluyen a los bautistas, luteranos, católicos griegos, menonitas, y otros.
Latinoamérica.— Al principio del período en 1789, el cristianismo de
Latinoamérica, que incluía principalmente a México, Centroamérica, y América
del Sur, era casi completamente católico romano, aunque el papado tenía
menos control que los poderes de Europa que reclamaban las diferentes áreas.
El cuadro se ha cambiado radicalmente en el último siglo. Ha sido un siglo de
revolución y cambio. El poder político francés, español, y portugués ha sido
eliminado, y prácticamente todos los estados latinoamericanos se han hecho
repúblicas independientes. Junto con la revolución política ha venido la
agitación religiosa. Dado que la Iglesia Católica Romana estaba tan íntimamente
relacionada con los poderes políticos, sufrió considerablemente con algunos
movimientos anticlericales y patrióticos.
En la segunda mitad del siglo XIX, los evangélicos (principalmente los de los
Estados Unidos) empezaron un activo programa misionero. Prácticamente
todas las denominaciones americanas han tomado parte en esta tarea misionera,
que ha hecho grandes logros en una población nominalmente católica romana.
Sin embargo, el catolicismo romano todavía hace de la libertad religiosa un
ideal, en vez de una realidad.
COMPENDIO FINAL
El cristianismo en los Estados Unidos fue separado de la autoridad secular por
la constitución. Después de 1833 fueron abolidas todas las uniones de iglesia
con estados. El avivamiento de los primeros años del siglo XIX, conocido
como el Segundo Gran Avivamiento, fortaleció grandemente el movimiento
cristiano de la joven nación. Estableció la dinámica para el amplio desarrollo de
la obra de beneficencia. Rápidamente surgieron sociedades para misiones, para
publicaciones, y para distribución de la Biblia.
Hasta un grado considerable, la gran inmigración del extranjero y la embestida
al oeste por la colonización dentro del mismo país, dieron forma a las
características del cristianismo en los Estados Unidos. Se activó el celo
misionero, se fundaron nuevas denominaciones, las denominaciones antiguas
crecieron y en algunos casos se dividieron, la creciente estabilidad financiera
proporcionó el sostén para las iglesias en cada comunidad, y en general tomó
forma un tipo distintivo de cristianismo. Las denominaciones “nativas” crecieron
muy rápidamente.
Durante este período nacional en los Estados Unidos, el cristianismo ha
enfrentado problemas de industrialización, crecimiento de ciudades, gran
inmigración, severas guerras mundiales, y tanto prosperidad como depresión
financiera. Tal vez ninguna de estas cosas ha sido tan seria como las incursiones
del racionalismo y el materialismo.

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