El
cristianismo en los Estados Unidos durante el período moderno ha
tenido un
crecimiento
fenomenal. La gran expansión del país en extensión y población en
parte
explica esto. En 1789 el territorio de los Estados Unidos se reducía
al
área
de lo que ahora es el este de Mississippi y el norte de Florida (que
incluía
una
franja de tierra a lo largo de la costa del Golfo hasta el
Mississippi). El
resto
fue adquirido por medio de compra, o tratados de anexión: en 1803 la
vasta
área del oeste del Mississippi conocida como Luisiana; Florida en
1819;
Texas
en 1847; el área de Oregon-Washington en 1848; California, Arizona y
Nuevo
México por la cesión mexicana de 1848; Alaska en 1867; y
en
1898
las
áreas territoriales de las Islas Filipinas, Guam, Puerto Rico, Islas
Hawaii,
Islas
Samoa, y
las
Islas Wake. La población americana en 1790 era de
alrededor
de cuatro millones, en 1880 cerca de cincuenta millones, por 1915 se
acercaba
a los cien millones, y por 1957 alcanzó casi ciento setenta
millones.
Durante
este tiempo la agricultura y el comercio constituían la principal
ocupación
de la nación, tomando luego el primer puesto la industria. Grandes
ciudades
y una sociedad altamente industrializada han alterado el carácter de
la
vida
diaria. El increíble avance en la tecnología y en la producción
masiva ha
traído
riqueza con sus consiguientes problemas sociales y económicos. La
organización
del trabajo y la amplia vigilancia gubernamental han contribuido a
equilibrar
las fuerzas entre el gigante industrial y la masa obrera. Las
impresionantes
contribuciones de los Estados Unidos a las dos Guerras
Mundiales
han llevado a la nación a un lugar de prominencia mundial.
Durante
estos años el ambiente en América ha sido peculiarmente a propósito
para
el desarrollo religioso de la gente. Un número de factores
importantes
caracterizan
la historia de este país desde 1789 hasta el presente: Están
enumerados
aproximadamente en el orden cronológico en que ocurrieron.
FACTORES
EN LA HISTORIA RELIGIOSA DE AMÉRICA
Relación
de la Iglesia y el Estado en los Estados Unidos.— Algunos
han
opinado
que la contribución más grande de los Estados Unidos emanada del
poder
gubernamental, ha sido la completa separación de la iglesia y
el
estado.
Debe
recordarse que a través de los siglos la Iglesia Católica Romana
mantuvo
el
poder y modeló su sistema con la ayuda de las potencias seculares.
Fue
anícamente
por la ayuda del estado que Roma pudo dar vigor a su uniformidad,
reprimir
la herejía, y extender su sistema. El luteranismo, el calvinismo, el
zwinglionismo,
y el anglicanismo no se oponían a recibir ayuda del estado. En
América
parecía que tal vez el gobierno se encontraría en el mismo dilema
de
unión
religiosa. Nueva Hampshire, Massachusetts, y Connecticut habían
establecido
el congregacionalismo por ley en el tiempo de la Revolución
Americana,
mientras que Maryland y
Virginia
habían establecido la Iglesia de
Inglaterra.
La
norma nacional en cuanto a la religión, sin embargo, no siguió a
ninguno de
estos
estados, sino el sistema de Rhode Island, separación de la iglesia y
el
estado,
muy menospreciado cuando se estableció, pero con un continuo
aumento
de adherentes. Entre otras cosas, la Revolución Americana socavó el
establecimiento
de la Iglesia Anglicana sobre bases patrióticas, porque en ese
entonces
no se sabía que los seguidores americanos del sistema instituirían
un
cuerpo
episcopal nacional e independiente. Además, en la misma área donde
este
establecimíento estaba entrañando, la fuerza de la disensión era
considerable,
especialmente entre los bautistas, los presbiterianos y los
metodistas.
La naturaleza democrática del Gran Avivamiento había
impresionado
profundamente a la población, y estos avivamientos todavía
estaban
sucediendo en Virginia y en los estados vecinos. El Nuevo Mundo
había
sido buscado como un refugio de la persecución religiosa, y
el
espíritu
democrático
de la colonización y los avivamientos religiosos resistieron un
establecimiento
nacional.
Además,
al mismo tiempo las clases educadas estaban bebiendo
profundamente
de las copas de la filosofía y el liberalismo político de Francia.
La
democracia y la libertad eran grandes palabras. La dignidad del
hombre
común
demandaba respeto y reconocimientos. La indudable corrupción y
malignidad
de la religión católica romana en Francia, que se había ligado al
estado
y estaba minando lentamente su vida, les dio razones adicionales para
no
tener unión religiosa entre iglesia y estado a los intelectuales
americanos
escépticos
que estaban en lugares políticos claves. La misma Revolución de
1776
estaba a la vanguardia de la libertad religiosa. El derrocamiento de
la
monarquía
y el surgimiento de la democracia fue el triunfo de la teología de
los
disidentes,
que en los avivamientos de la pasada generación habían visto el
Espíritu
de Dios moverse libremente entre toda la gente.
La
victoria de la libertad religiosa empezó en Virginia. Aquí, en
medio de
estrictas
prohibiciones impuestas por la establecida Iglesia de Inglaterra, los
bautistas,
fuertemente ayudados por los presbiterianos y los metodistas,
empezaron
un activo programa para quitar la unión de la iglesia y el estado.
Esto
se cumplió en 1787 por la ayuda política de Jaime Madison. Además,
la
nueva
constitución fue aprobada por virginianos, con el entendimiento de
que se
añadiría
inmediatamente un acta de derechos garantizando la libertad
religiosa.
Esta
promesa se cumplió, y
el
primero de los derechos protegió a la recién
nacida
nación de los males de una iglesia establecida. Era de cajón que
los
estados
reflejaran este mismo espíritu al eliminar la unión de iglesia y
estado.
Los
últimos de estos, Nueva Hampshire, Connecticut, y Massachusetts,
eliminaron
el apoyo al congregacionalismo en 1817, 1818, y 1833,
respectivamente,
principalmente por los esfuerzos de Juan Leland, un bautista.
Hasta
el presente día todavía hay problemas entrañados en la separación
de la
iglesia
y
el
estado, pero la misma estabilidad continua de la nación está
envuelta
en
la preservación de este principio.
Escepticismo
e Infidelidad Primitivos.— Durante
la Revolución Americana e
inmediatamente
después, la mayoría de las colonias experimentaron una oleada
de
infidelidad. Una parte de la razón fue la amargura y el cinismo que
siempre
trae
la guerra. La Guerra Francesa e India (1756-63) y la Guerra de
Revolución
(1775-83) habían traído sufrimiento general y declinación moral.
El
íntimo
contacto con las corrientes intelectuales antes de la Guerra de
Revolución
y con Francia durante la guerra trajo considerables cantidades de
su
escepticismo e infidelidad a las playas americanas. Los escritos
anticristianos
de
Voltaire (1694-1778) en Francia y de Tomás Paine (1737-1809) en
América,
fueron ampliamente leídos y aceptados.
Al
fin de la revolución se había estimado que menos del diez por
ciento de la
población
americana era cristiano decidido. Las diversas escuelas “cristianas”
estaban
llenas de incrédulos y ateos. Sólo dos del cuerpo estudiantil de
Princeton
profesaban ser cristianos en 1782, y las otras escuelas eran igual de
malas.
Cundieron las sociedades racionalistas y ateas. Esto no era tan
completamente
cierto en el bajo sur, donde los avivamientos de la religión
habían
continuado desde los días del Gran Despertar (1739). El segundo Gran
Despertar
en los primeros días del siglo XIX volvieron a América otra vez a
la
fe.
Los cristianos empezaron a multiplicarse mucho más rápidamente que
la
población.
Mientras que sólo alrededor de 275,000 de 3,929,214 eran
cristianos
en 1790, más de 83,000,000 profesaron ser cristianos de una
población
de más de 165,000,000 en 1956.
El
Segundo Gran Despertar.— En
Nueva Inglaterra, probablemente el área
de
mayor necesidad espiritual, ocurrió un segundo Gran Despertar en los
primeros
años del siglo XIX. Fue muy diferente del primer Despertar de medio
siglo
antes. Hubo menos excitación emocional y menos controversia
inmediata
sobre
los métodos de avivamiento. Los dirigentes sobresalientes
particulares
fueron
pocos, y el poder del avivamiento fue canalizado hacia propósitos de
benevolencia.
Por causa de ello, prácticamente todas las denominaciones
fueron
despertadas a la importancia de extender el evangelio, tanto en la
patria
como
más allá. Se hicieron esfuerzos crecientes por cristianizar a los
indios, y
se
hicieron planes por enviar el evangelio a las lejanas fronteras del
oeste. Los
congregacionalistas
organizaron la Junta Americana de Comisionados en 1810
para
hacer obra misionera foránea. Los bautistas establecieron la
Convención
Misionera
General de la denominación Bautista de los Estados Unidos de
América
para Misiones Foráneas en 1814.
La
Sociedad Bíblica Americana se formó en 1816 sobre una base
interdenominacional,
como también lo fueron la Unión Americana de Escuelas
Dominicales
en 1824 y la Sociedad Americana de Misiones Domésticas en
1826.
Los bautistas formaron su Sociedad de Tratados en 1824, un año antes
de
la Sociedad Americana de Tratados interdenominacional. Los bautistas
también
formaron su Sociedad de Misiones Domésticas en 1832. La
inspiración
para la fundación de estas diversas sociedades de benevolencia
indudablemente
se extendió principalmente por el avivamiento espiritual a fines
del
siglo. También es cierto que el creciente sentimiento, tanto en el
norte como
en
el sur, en favor de la abolición de la esclavitud fue acelerado por
estos
avivamientos,
especialmente los de Carlos C. Finney.
Mientras
tanto, un avivamiento de diferente clase se estaba experimentando al
oeste
de los montes Alleghanys por el mismo tiempo. Todas las
denominaciones
parecen haberse incluido en él, aunque el movimiento inicial se
desarrolló
bajo la dirección del presbiteriano Jaime McGready de Kentucky.
En
este avivamiento las reuniones en campamentos se hicieron populares.
Los
pobladores
viajaban por millas a la redonda para hacer un campamento en una
área
central. Los ministros de diferentes denominaciones predicaban al
mismo
tiempo
en varias partes de los terrenos del campamento a multitudes tan
grandes
como sus voces podían alcanzar. En estas reuniones era evidente la
gran
excitación emocional y física. Los gritos y el llanto alternaban
con los
ladridos,
los temblores, las carreras, el andar a gatas, y en algunos casos, la
apariencia
de completa pérdida de la conciencia. Como resultado directo de
este
avivamiento, los presbiterianos se rehusaron a apoyar la acción de
uno de
sus
presbíteros al ordenar nuevos hombres para la obra evangelística
sin los
prerequisitos
apropiados, y ocurrió un cisma, del que surgió la Iglesia
Presbiteriana
de Cumberland. En general, el avivamiento añadió grandes
cantidades
a las iglesias de Kentucky y
Tennessee,
y prácticamente todas las
fronteras
de las denominaciones se beneficiaron con la renovación del interés
espiritual.
Corriente
de Emigrantes.— Uno
de los factores importantes en la historia
religiosa
de los Estados Unidos fue la gigantesca marea de inmigración que
fluyó
al país. Produjo repercuciones en muchas direcciones. Las
características
religiosas
de los inmigrantes dieron colorido al cristianismo americano; la
posesión
de estos inmigrantes constituyó un gran desafío para las
denominaciones
religiosas a las que pertenecían; grandes comunidades de una
sola
nación influyeron grandemente a otras en el área inmediata; el gran
aumento
de las denominaciones en América a las que los inmigrantes
pertenecían
les trajo no sólo problemas inmediatos sino también un rápido
aumento
de poder y prestigio; y cuando las grandes cantidades de inmigrantes
llegaron
y se asentaron cerca de la costa, los colonos de las comunidades a lo
largo
de la costa se persuadieron a mudarse al oeste, donde había más
espacio.
El
número de inmigrantes se aceleró por muchos factores. La migración
al oeste
después
de la compra de Luisiana en 1803 y el retorno de la paz en 1815,
produjeron
una demanda inmediata de trabajadores a lo largo de la costa,
especialmente
para el amplio programa de construir vías férreas, canales, y
caminos.
La inquietud, el hambre, y la crisis económica en varios países,
sirvieron
para llevar a muchos a las playas americanas. La Revolución
Americana
y la guerra de 1812 desanimaron la inmigración en las primeras
décadas
del siglo XIX. Por 1820, sin embargo, los inmigrantes empezaron a
llegar
a razón de más de 9,000 por año; entre 1825 y 1835 el promedio
llegó a
35,000
al año; en los siguientes diez años el promedio fue de 70,000 al
año;
mientras
que entre 1845 y 1885 casi 12,000,000 inmigrantes llegaron al país,
aproximadamente
25,000 al mes por cuarenta años.
En
la primera mitad del siglo el número más grande de inmigrantes vino
de
Irlanda,
donde el fracaso de la cosecha de patatas en los años de 1840
produjo
hambre virtual a millones. Se ha estimado que cerca de dos millones
de
los
irlandeses emigraron a América, prácticamente todos ellos ávidos
católicos
romanos.
No tantos alemanes hicieron el viaje, mientras que un número más
pequeño
vino de prácticamente todos los países del sur de Europa, también
fuertemente
católico. Esta avalancha de inmigrantes influyó grandemente en la
historia
de las diversas denominaciones de América.
La
Expansión al Oeste y la Guerra.— La
“frontera” americana (la frontera
americana
debe interpretarse en el contexto histórico de la nación como los
confines
que estaban en proceso de ser ganados por el hombre a la naturaleza),
resultado
de un gran nuevo continente de tierra virgen colonizado lentamente,
tuvo
un lugar increíblemente significativo en la vida religiosa de la
nación.
Modeló
la economía hasta hacerla de abundancia en vez de escasez en la
propiedad
de la tierra. El espacio de tierra de Europa había sido agotado o
vaciado
antes de tiempo por siglos, y la tierra significaba estabilidad y
riqueza.
En
un país virgen la presencia de un confín, en constante expansión
daba a cada
hombre
un sentimiento de independencia financiera y de dignidad. Proveía
una
sociedad
fluente, porque una persona podía moverse hasta el confín por
cualquier
razón o sin razón. Estimulaba nueva emigración al atraer la fuerza
humana,
particularmente de los obreros marginales o trabajadores no
especializados,
con las oportunidades del país virgen. Alentaba el espíritu
democrático
tanto como cada hombre podía soportar en su propio valer en las
ásperas
y rigurosas áreas de la vida colonial. Alentaba a esas
denominaciones
de
cristianos que exaltaban la democracia en la vida eclesiástica: los
bautistas,
metodistas,
y otros cuerpos similares. La ruda, y muchas veces inmoral, vida
“fronteriza”,
desafiaba a las denominaciones de las antiguas comunidades del
este
a enviar misioneros a las colonias a alentar a los cristianos a ganar
a los
perdidos.
El avivamiento del tipo que se reunía en campamentos se desarrolló
para
la predicación del evangelio a grandes números.
Otro
aspecto de la importancia de la colonización y del oeste concierne
al
efecto
político de los nuevos estados. La avalancha de emigración al oeste
que
produjo
una constante proyección de la línea fronteriza trajo como
resultado el
establecimiento
de nuevos estados. Uno de los problemas abrumadores de la
nueva
nación tenía que ver con la esclavitud de los negros, introducida
en 1619
a
la colonia de Virginia, impuesta sobre ellos por Inglaterra pese a
sus
protestas,
extendida por el sur por la importación y financiamiento del norte,
y
gradualmente
abrazada por el sur por la asoladora elección de un sistema de
una
sola cosecha. Un determinismo geográfico y climático limitó la
esclavitud
negra
casi totalmente al sur, en un sistema feudal y anacrónico. Sin duda
la
institución
se hubiera derrumbado por su propio peso, porque económicamente
era
errónea tanto como moralmente mala. El asunto se volvió político
puesto
que
esos estados denominados como “estados esclavos” usualmente
formaban
una
coalición unida. Si los estados más antiguos hubieran quedado como
miembros
absolutos de la unión nacional, la cuestión de los esclavos no se
hubiera
vuelto políticamente explosiva, pero el asunto de los derechos
estatales
y
los celos seccionales, combinados con las diferencias en la
interpretación del
significado
de la constitución, se encendieron en un conflicto por la extensión
de
la
esclavitud.
Muchas
de las denominaciones se dividieron por el asunto de la esclavitud.
La
guerra
sobrevino en 1861 y produjo dolor y pérdida a todas partes de la
nación.
El norte ganó en 1865 y aseguró políticamente la unidad de la
nación y
anunció
la emancipación de la esclavitud americana de los negros. Las tropas
estuvieron
estacionadas por todo el sur hasta 1878, contribuyendo a la
amargura
engendrada por la guerra. Los cismas causados por este asunto en
algunas
denominaciones no han sanado hasta el presente.
Nuevas
Denominaciones.— No
es posible, por supuesto, esbozar toda la
historia
del cristianismo americano en un breve compendio de esta clase. La
ola
de
libertad de elección en el área de la religión y produjo una rica
y libre
variación
a las denominaciones de América. Varias de las más importantes se
mencionan
aquí.
Tomás
Campbell y
su
hijo Alejandro eran parte de un extenso movimiento que
deseaba
restaurar el primitivo cristianismo eliminando todos los credos y
organizaciones
denominacionales. Indudablemente los dos recibieron fuertes
impresiones
en este sentido por sus contactos con el cristianismo escocés, y
especialmente
con Greville Ewing, Juan Glas, y Roberto Sandeman.
Prácticamente
cada doctrina distintiva del movimiento estaba modelada por las
prácticas
escocesas. En América los dos Campbell dejaron las filas
presbiterianas
y en 1812 se unieron al compañerismo bautista. Por 1830
Alejandro
Campbell y su grupo dejaron a los bautistas, difiriendo de ellos en
varios
particulares, y tomaron el nombre de “Discípulos de Cristo”.
Campbell
enseñaba
que el bautismo completa la salvación, observaba la Cena cada
semana,
y miraba con disgusto cualquier distinción entre ministros y
feligreses,
como
se ve en títulos tales como “clero” y “laicos”. Walter Scott
de Ohio y
Barton
W. Stone de Kentucky se unieron con Campbell en su movimiento de
“restauración”
y contribuyeron grandemente a su crecimiento. En lugar de
eliminar
los movimientos denominacionales, Campbell empezó uno nuevo, que
lentamente
desarrolló las características de otras denominaciones. Su
feligresía
total
en 1956 era de 1,897,736 en 1951 iglesias. El movimiento conservador
de
las Iglesias de Cristo tuvo su origen también en Campbell. En 1956
la
feligresía
indicaba 1,600,000 en 16,500 iglesias.
La
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días fue fundada
en 1830
por
José Smith, que informó haber visto visiones celestiales y recibido
el Libro
de
Mormón en
planchas de oro. La emigración al oeste en 1847 y la fundación
de
la ciudad de Salt Lake es un dramático episodio de la historia
americana. La
parte
del movimiento que se estableció en Independence, Missouri, tomó el
nombre
de Iglesia Reorganizada de los Santos de los Ultimos Días y ahora
cuenta
con 137,856 miembros en 808 iglesias. La sección de Utah, se ha
extendido
y es muy activa en la propagación de sus creencias. Por causa de su
creencia
en la continuación de los dones proféticos mediante su presidente y
en
la
naturaleza sagrada del Libro
de Mormón, algunos
han puesto en tela de
juicio
que el mormonismo deba ser considerado como parte del movimiento
cristiano.
Ahora ellos informan de 1,230,021 comulgantes en 2,624 iglesias.
Los
alemanes que se establecieron en Pennsylvania y áreas adyacentes
fueron
influidos
por fuertes personalidades para formar nuevos grupos
denominacionales
que combinaran las más antiguas tradiciones. Felipe
Guillermo
Otterbein (1726-1813) y Martín Boehm (1725-1812), el uno
ministro
reformado y el otro un menonita, se unieron para tener reuniones
evangelísticas
entre los alemanes de Pennsylvania y estados vecinos durante los
días
de la Guerra de Revolución. En 1800 formaron los Hermanos Unidos en
Cristo.
Este grupo se unió en 1946 con la Iglesia Evangélica (organizada
por
Jacobo
Albright sobre principios metodistas en 1816), y el cuerpo combinado
se
llamó Iglesia Evangélica de los hermanos Unidos. Ahora informa
737,489
miembros
en 4,370 iglesias.
En
1831 Guillermo Miller (1782-1849), mediante una cuidadosa
consideración
de
los números simbólicos del libro de Daniel, concluyó que Cristo
regresaría
dentro
de los siguientes pocos años y reunió un grupo conocido como los
adventistas.
Pese al fracaso de su profecía principal, la denominación todavía
persevera,
y
cuenta
ahora con 277,162 constituyentes en 2,858 iglesias.
Un
tipo de especulación apocalíptica deformada de Carlos Russell en el
siglo
XIX
resultó en la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia.
Ahora
dice
tener 187,120 miembros en 3,484 iglesias. María Baker Eddy puso en
marcha
una especie de gnosticismo moderno y fundó la Iglesia de Cristo
Científica
(Ciencia Cristiana) en 1879, en Boston, y sus seguidores ahora
operan
3,100 ramas de la iglesia madre.
Las
iglesias nacionales de Oriente, que rompieron la comunión con Roma
en
1054
fueron lentas en desarrollarse en los Estados Unidos, pero debido a
la
inmigración
y
nacimientos
el número ha crecido firmemente. Los varios grupos
nacionales
formaron sus propias iglesias, tales como la Griega Ortodoxa, la
Romana
Ortodoxa, la Servia Ortodoxa, y otras. Ellas tienen tal vez un millón
de
constituyentes
en América en el presente.
Hay
en Estados Unidos otros grupos cristianos más pequeños, aunque
importantes,
pero no pueden discutirse en una obra como esta.
Además,
el cristianismo americano se ha caracterizado por muchos
movimientos
benevolentes y semicristianos, tales como la Asociación Cristiana
de
Jóvenes, organizada primeramente en 1844 en Londres, y la Asociación
Cristiana
de Señoritas, también organizada en Londres en 1855. El Ejército
de
Salvación
inglés, fundado por el metodista Guillermo Booth en 1878, se ha
extendido
ampliamente en los Estados Unidos, y ahora cuenta con 249,641
adherentes
en 1,323 iglesias.
Resurgimiento
del Racionalismo.— Los
antiguos sistemas europeos de
racionalismo,
ilustrados por la filosofía de hombres como Cristian Wolff en el
siglo
XVII, fueron condenados por hombres como Emanuel Kant,
Schleiermacher,
Ritschl, y otros, que mostraron que el hombre no es
simplemente
una criatura pensante sino también una persona moral, con
sentimientos
y con voluntad. La última mitad del siglo XIX, sin embargo, trajo
un
racionalismo de una nueva clase. La ciencia física se sumó a la
filosofía, la
sociología
y la psicología para elevar dudas respecto a la existencia de Dios o
para
oponerse firmemente a la idea de una revelación especial que incluye
el
sobrenaturalismo.
El mundo material se volvió muy real. Cada filosofía empezó
a
clasificar los valores en términos de si podían obrar con éxito en
un mundo
cotidiano.
Los asuntos religiosos y espirituales fueron considerados en términos
humanitarios
y canalizados hacia la superación social. En este medio ambiente
es
posible señalar varias actitudes en relación al cristianismo
tradicional.
Estas
son:
(1)
Un
partido definitivamente no teísta o agnóstico. A pesar de los
fenomenales
adelantos del cristianismo en América desde la Revolución, un
fuerte
núcleo de escepticismo e incredulidad nunca fue alcanzado. Niega la
existencia
de Dios y se mofa de cualquier idea de revelación.
(2)
Un
partido teísta, pero indistintivamente cristiano. Este grupo está
en la
sucesión
del deísmo inglés, que afirma que hay Dios pero que no tiene
revelación
especial. De esta manera, el hinduismo es revelación tan válida
como
el
cristianismo; cada profeta en cualquier religión ha sido inspirado y
añade
algo
a
la revelación total de Dios.
(3)
El
partido cristiano no sobrenaturalista. Este grupo pretende seguir la
tradición
cristiana pero niega muchas de las creencias antiguas. La revelación
se
hace
significativa sólo cuando es razonable. Las Escrituras Cristianas
principalmente,
son indignas de confianza y deben ser escudriñadas muy
cuidadosamente
por la razón humana para encontrar la verdad y la
significación.
Lo que no es razonable en el marco humano de referencia es
descartado.
Una expiación vicaria es imposible porque Cristo era simplemente
un
buen hombre. La inmediata confrontación de Dios puede ser sentida
por el
espíritu
humano y constituye la única autoridad religiosa válida. Para este
grupo
el
principal valor de la religión reside en ampliar los canales
humanitarios. Tal
vez
el principal exponente de este partido en América ha sido Harry
Emerson
Fosdick
(1878-1969).
(4)
Un
partido americano neo-ortodoxo. Este grupo, que difiere en algunos
aspectos
del pensamiento de Karl Barth pero que está de acuerdo con él en el
enfoque
básico, hace hincapié en la esencial pecaminosidad del hombre. Como
Barth,
sus seguidores son muy liberales con respecto a muchas doctrinas de
sobrenaturalismo
tradicional pero persisten en la antigua ortodoxia al punto del
pecado
del hombre y la soberanía trascendente de Dios. Tal vez la figura
sobresaliente
de esta escuela es Reinhold Niebuhr (1892-1971).
(5)
El
partido de sobrenaturalismo tradicional. Este grupo se esfuerza por
hacer
pertinente
el mensaje tradicional cristiano en una era científica y
materialista,
sosteniendo
las creencias básicas de la revelación del Nuevo Testamento y
aceptando
el sobrenaturalismo “irrazonable” del cristianismo como se
ejemplifica
en la regeneración espiritual del individuo por la obra del Espíritu
divino.
Tal
vez debe ser incluido un sexto grupo, comúnmente conocido como
fundamentalismo,
que en algunos casos va hasta el otro extremo del
racionalismo;
es decir, elimina completamente el elemento racional de la
revelación
cristiana y de la religión en general.
La
Unión Eclesiástica y
el
Ecumenismo.— En
su mayor parte, el cristianismo
americano
ha ingresado de corazón en el movimiento hacia la unión
eclesiástica
y
el ecumenismo. Las razones son muchas, e incluyen: un deseo básico
de
unidad;
la influencia de los movimientos interdenorninacionales ingleses,
particularmente
en misiones; la unidad de “denominaciones familiares”, los que
creen
en las mismas cosas y
en
la misma tradición y necesitan la unión para
obtener
fuerza y crecimiento en la obra; el desafío del campo misionero
foráneo,
donde había necesidad de colocar un cristianismo unido ante un
mundo
pagano; los vastos movimientos humanitarios, tal como el
abolicionismo,
que
cruzó las líneas denominacionales; el clamor por eficiencia; los
movimientos
seculares
hacia la unidad en el mundo, como se ve en las Naciones Unidas; la
necesidad
de un frente unido no católico para competir con la unidad
organizacional
de la Iglesia Católica Romana; y los efectos de la teología
liberal,
que
al amortiguar o negar las convicciones cristianas tradicionales hace
que las
diferencias
denominacionales menores parezcan relativamente académicas.
Los
antecedentes específicos de los modernos movimientos ecuménicos en
América
pueden verse en las sociedades interdenominacionales misioneras, de
tratados,
y bíblicas, organizadas poco después del fin del siglo XIX. La rama
americana
de la Alianza Evangélica Mundial, una organización
interdenominacional
para la promoción de la unidad cristiana, se organizó en
1867,
y
por
casi medio siglo promovió la causa de la unión eclesiástica y
el
ecumenismo,
aunque en el contexto del evangelismo conservador. Otras
organizaciones
importantes que procuraban la reducción o la eliminación de las
líneas
denominacionales fueron el Movimiento Voluntario Estudiantil (1886) y
la
Federación
Mundial de Estudiantes Cristianos (1895). Las conferencias
misioneras
interdenominacíonales que empezaron en 1854 en Nueva York,
produjeron
la Conferencia de Misiones Extranjeras de Norteamérica. El
Concilio
Federal de Iglesias de Cristo en América (desde 1950 el Concilio
Nacional)
fue organizado en 1908. La mayoría de las denominaciones más
importantes,
con excepción de los bautistas del sur y los luteranos del sínodo
de
Missouri, han participado libremente en las conferencias mundiales de
Edimburgo
(1910), Estocolmo (1925), Lausana (1927), Jerusalén (1928),
Oxford
(1937), Edimburgo (1937), Madrás (1938), Utrecht (1938),
Amsterdam
(1948), y
Evanston
(1954).
Dos
Guerras Mundiales.— Los
dos conflictos mundiales del siglo XX en que
América
ha participado han tenido efectos significativos. El resultado de la
primera
fue el resurgimiento de la doctrina liberal y un humanitarismo
optimista.
Muchos
creyeron que la última guerra era la final y que pronto vendría el
milenio
universal de paz y prosperidad total. Difícilmente se dudaba de la
capacidad
del hombre para alcanzar esas cosas. La catastrófica depresión
financiera
y la asombrosa ascensión al poder de los dictadores europeos
prepararon
el escenario para un segundo conflicto mundial. Con él se extendió
la
evidencia del interés en las cosas espirituales. Nadie puede saber
si la historia
verá
esto como el primer avivamiento religioso de la era atómica, pero
las
adversidades
del camino pueden considerarse bendiciones si profundizan la fe
en
Dios y alientan la dependencia de él.
UN
RESUMEN DE LAS DENOMINACIONES MÁS ANTIGUAS
Episcopalismo.—
La
revolución política americana representó también una
revolución
religiosa también para los miembros de la Iglesia de Inglaterra en
América.
No había obispo de esta iglesia en toda América, y el rompimiento
político
con Inglaterra dejó su condición incierta. Después de un período
de
indecisión,
se tuvo una convención general en 1789 con representantes de
todas
las colonias, y se formó la Iglesia Protestante Episcopal de los
Estados
Unidos
de América. Se basó en la doctrina, disciplina y culto antiguamente
observados
en la Iglesia de Inglaterra. La ordenación episcopal para los
obispos
americanos se recibió de Escocia e Inglaterra entre 1782 y 1790. La
Convención
General, que consistía de una Cámara de Obispos y una Cámara
de
Clérigos y Delegados Laicos, se constituyó en el cuerpo gobernante
de la
iglesia.
Muchos
factores se combinaron para hacer las primeras cuatro décadas las
más
desalentadoras de la nueva iglesia. Sus lazos históricos y
doctrinales con
Inglaterra
(otra vez en guerra con los Estados Unidos en 1812) le produjeron
mala
reputación. Su culto de tipo formal no era efectivo en la frontera
de
América,
de manera que finalmente se limitó a las áreas más pobladas. El
golpe
de
la separación del estado, junto con la falta de disciplina efectiva
y de
caudillaje
nacional, le produjeron muchos tipos de problemas. El escepticismo
general
y la infidelidad que llenaron las colonias americanas inmediatamente
después
de la revolución, también baldaron grandemente esta iglesia.
Esta
laxitud fue superada, sin embargo. Como regla, los miembros de esta
iglesia
eran de los grupos educados y económicamente superiores. Los
diversos
movimientos de avivamiento que incluían emocionalismo y excitación
física
no les interesaban a ellos. Organizaron seminarios y sociedades
misioneras
en la segunda y
tercera
década del siglo XIX. Después de 1835
hubo
un aumento de celo por los convertidos, y bajo la dirección de
hombres
como
Guillermo A. Mühlenberg se inició un buen crecimiento. La
emigración de
Inglaterra
trajo a muchos. De hecho, la Iglesia Episcopal Americana ha sido
influida
grandemente por las tendencias de la Iglesia de Inglaterra. Los
partidos
de
Alta Iglesia, Baja Iglesia, Iglesia Liberal, de Inglaterra, fueron
reproducidos
en
América. El Movimiento Tractariano de Inglaterra también se sintió
en
América
cuando el obispo Ives de la Iglesia Episcopal de Carolina del Norte
se
sometió
a la Iglesia Católica Romana. No hubo cisma realmente en esta
iglesia
durante
la Guerra Civil. Los obispos del sur eran sencillamente considerados
ausentes
de la reunión en la Convención General de 1862, y después de la
guerra
se les concedió lugar otra vez.
El
despierto racionalismo que surgió en la última mitad del siglo XIX
afectó la
Iglesia
Protestante Episcopal. La primera iglesia unitaria americana surgió
de
sus
filas. Hubo un rápido crecimiento en el partido de la Iglesia
Liberal, que
daba
considerable énfasis a las implicaciones sociales del evangelio y a
la
interpretación
teológica liberal.
Esta
iglesia ha sido activa en el movimiento ecuménico. Ha hecho
negociaciones
para
unión eclesiástica con la iglesia rusa y otras iglesias ortodoxas
del oriente,
y
también
con los antiguos católicos que dejaron Roma después de la
promulgación
del decreto de infalibilidad, y
otros.
En 1886 la Convención
General
sugirió un plan para una reunión cristiana, que posteriormente se
convirtió
en el Cuadrilátero de Lambeth.
En
la actualidad esta iglesia tiene 2,757,944 constituyentes en 7,271
congregaciones
de América y lleva a cabo un fuerte programa de misiones, de
educación
teológica, y de servicio social.
Congregacionalismo.—
El
congregacionalismo surgió de la Guerra de
Revolución
con brillantes perspectivas. Sus dirigentes habían apoyado la
Guerra
de Independencia con entusiasmo, y su historia americana era larga y
estable.
La
manutención estatal de su clero en Massachusetts, Connecticut, y
Nueva
Hampshire,
constituía una llaga para los de otras iglesias; sin embargo,
particularmente
por los esfuerzos de los bautistas (Isaac Backus y Juan
Leland),
por 1833 Massachusetts eliminó la última unión de iglesia y
estado.
El
antiguo escepticismo probablemente afectó al congregacionalismo más
que a
cualquiera
otra denominación en América. El unitarismo (que negaba la esencial
deidad
de Cristo) se llevó grandes cantidades de sus iglesias. En algunos
casos
iglesias
enteras se volvieron unitarias, incluyendo la primera Iglesia
Congregacional
en América, la Iglesia de los Antiguos Peregrinos de Plymouth.
Mediante
un tecnicismo legal, una minoría de unitarios podía conseguir la
propiedad
de la iglesia, en muchos casos contra una mayoría congregacional.
La
Universidad de Harvard se hizo universidad unitaria en 1805. En
veinte años
el
grupo unitario se organizó y se hizo oír. Al presente la Iglesia
Unitaria informa
de
96,715 constituyentes en 378 iglesias.
El
congregacionalisnio fue grandemente bendecido por el segundo Gran
Despertar
a principios del siglo XIX. Se fundaron muchas iglesias nuevas; se
iniciaron
escuelas y seminarios, y se formaron sociedades para misiones
domésticas
y extranjeras, para publicación de tratados y para el adelanto de la
educación.
El
movimiento hacia el oeste desafió a los congregacionalistas. Algunos
pensaron
que toda Nueva Inglaterra se estaba yendo al oeste en la primera
mitad
del siglo XIX. Sin embargo, el congregacionalismo perdió a muchos de
sus
constituyentes que se mudaron al oeste. En 1801 se hizo un acuerdo de
cortesía
con los presbiterianos, que planeaba esfuerzos cooperativos para
fundar
nuevas iglesias. La mayoría debía decidir si la iglesia sería
presbiteriana o
congregacional,
pero en práctica casi todas las iglesias de la Unión se volvieron
presbiterianas.
Muchos cientos de iglesias congregacionales se perdieron
probablemente
ante los presbiterianos antes que el plan se abandonara.
Como
grupo el congregacionalismo se opuso fuertemente a la esclavitud, y
contribuyó
al movimiento abolicionista, particularmente en los primeros días
del
movimiento.
La Guerra Civil no afectó la comunión de las iglesias, porque este
grupo
no tenía iglesias en el sur. El renovado racionalismo de post-guerra
afectó
profundamente el caudillaje congregacional. Muchos se volvieron
teológicamente
liberales y exaltaban el aspecto social del evangelio. El
ecumenismo
y la unión eclesiástica han sido muy atractivos. El
congregacionalismo
se unió con las Iglesias Evangélicas Protestantes de
Norteamérica
en 1925, y con la Iglesia Cristiana en 1931, y ahora lleva el
nombre
de iglesias Cristianas Congregacionales. Su feligresía actual
asciende a
1,342,045
miembros en 5,561 iglesias.
Calvinismo.—
El
sistema religioso de Calvino, alterado en algunas maneras
por
los diversos grupos nacionales de Europa que lo adoptaron, está
representado
en América por los presbiterianos y las Iglesias Reformadas (y las
Evangélicas).
En un sentido, los congregacionalistas pertenecen a esta familia,
pero
su fondo independiente y su tipo de gobierno eclesiástico difiere de
ellos
bastante
para discutirlos bajo encabezado separado.
Los
presbiterianos se desempeñaron noblemente en el lado patriótico
durante la
Revolución
Americana. El daño físico y el estallido general de la guerra
fueron
más
que compensados por el elevado prestigio después de la fundación de
la
nueva
nación. En 1790 había alrededor de dieciocho mil miembros, pero
varios
factores
contribuyeron a un rápido aumento en feligresía. Ellos se
beneficiaron
considerablemente
con los vastos avivamientos en Pennsylvania, Kentucky, y
Tennessee
en los primeros años del siglo XIX. La inmigración contribuyó
algo.
El
cumplimiento de la estructura organizacional indudablemente le dio
impulso
también
al crecimiento. Al mismo fin del período anterior vino la
organización
de
la Asamblea General, que fue el coronamiento de las organizaciones
locales
y
territoriales. Desde entonces el crecimiento presbiteriano se
aceleró. Otro
factor
contribuyó sin intención al crecimiento de los presbiterianos. El
Plan de
Unión
de 1801, aparentemente justo para ambas partes, añadió muchas
iglesias
presbiterianas
en el oeste, a expensas de los congregacionalistas.
Varios
cismas han dividido a los presbiterianos americanos. En 1810 un
pequeño
grupo de Kentucky se retiró por el asunto de los prerrequisitos para
la
ordenación
ministerial, y organizó la Iglesia Presbiteriana de Cumberland. El
cisma
duró cien años, aunque en la reunión de 1906 una minoría se negó
a
regresar.
La doctrina y las formas de organización produjeron separación en
1838
entre los antiguos y nuevos grupos escolares, mientras que la
esclavitud
también
causó un cisma que no ha sido remediado todavía.
El
presbiterianismo americano se ha caracterizado por su amplia obra de
benevolencia.
En la primera mitad del siglo XIX se organizaron sociedades
misioneras
domésticas y foráneas. Se han fundado muchas escuelas y
seminarios.
Hasta el presente hay alrededor de diez cuerpos de presbiterianos
americanos,
el más grande de los cuales es la Iglesia Presbiteriana de los
Estados
Unidos de América, con 2,645,745 miembros en 8,282 iglesias, y
la
Iglesia
Presbiteriana en los Estados Unidos (presbiterianos del sur) con
810,917
miembros en 3,852 iglesias.
Los
primeros años del período moderno vieron el fin del cisma dentro de
la
Iglesia
Reformada y la adopción en 1792 de una constitución. Dos años
después
se organizó el Sínodo General. Esta denominación es similar a la
de los
presbiterianos
en organización, porque tienen una fuente común en Zwinglio y
Calvino.
La sesión que ellos llaman “consistorio” los presbiterianos la
llaman
junta
directiva; al sínodo lo llaman “sínodo particular”, y a la
Asamblea General
la
llaman “sínodo general”. En la actualidad tienen 804 iglesias
con 205,323
miembros.
En
1934 la Iglesia Reformada de los Estados Unidos (Alemana Reformada)
se
unió
con el Sínodo Evangélico de Norteamérica como Iglesia Evangélica
y
Reformada.
Al presente el número de este cuerpo incluye 774,277
constituyentes
en 2,732 iglesias.
Luteranismo.—
Los
luteranos fueron leales a las colonias y participaron
activamente
en la Revolución Americana. Aunque había apenas dieciocho
ministros
de esta denominación en América al fin de la Revolución, las
siguientes
décadas trajeron un rápido crecimiento, principalmente por
inmigración.
Tanto el crecimiento mismo como el tipo de crecimiento
produjeron
problemas de lenguaje, de organización y de doctrina. La fuerza del
luteranismo
continental estaba en Alemania y en las áreas escandinavas. El
sistema
de organización semicongregacional hacía difícil conseguir
uniformidad.
La
inmigración del Continente trasplantó a América muchos de los
problemas
divisivos
que se encontraban en Europa. En el siglo XIX surgieron
controversias
sobre puntos de vista confesionales y liberales, y también sobre
diferencias
de lenguaje, de distinciones raciales, y
de
formas de organización.
En
general, el luteranismo americano ha hecho hincapié en la autoridad
de cada
congregación,
aunque se ha cedido alguna autonomía a las organizaciones
generales
en desarrollo. La iglesia local es gobernada por un pastor y por un
concilio
eclesiástico. Las formas de organización más grandes son la
conferencia
y el sínodo. Antes de 1820 el luteranismo americano no tenía un
cuerpo
general. Ese año se organizó el Sínodo General, aunque no recibió
apoyo
general por muchos años. Por la inmigración y el desarrollo de la
organización
general, los luteranos americanos por 1833 podían contar más de
trescientos
ministros que servían a 680 congregaciones, con casi seiscientos mil
comunicantes.
Las
controversias del siglo XIX fueron seguidas en el presente siglo por
un
espíritu
de creciente unidad entre los luteranos. La Conferencia Sinodal fue
organizada
en 1872 por luteranos conservadores o “estrictos” siendo su
cuerpo
constituyente
más grande el Sínodo de Missouri, que ahora cuenta con
2,006,110
miembros en 4,805 iglesias. La Iglesia Luterana Unida de América
fue
organizada en 1918 y ahora cuenta con 2,175,726 miembros en 4,050
iglesias.
La Iglesia Luterana Americana fue organizada en 1930 y ahora tiene
836,485
miembros en 1,919 iglesias. Una Conferencia Luterana Americana fue
vagamente
organizada en 1930 para compañerismo y para asuntos de interés
común,
pero se deshizo en 1954. Los luteranos americanos están envueltos en
toda
clase de empresas de benevolencia, que incluyen más de tres docenas
de
seminarios
teológicos y todos los niveles de educación cristiana y un extenso
programa
misionero. Las últimas estadísticas muestran que los luteranos
americanos
ahora suman más de siete millones de constituyentes en cerca de
veinte
cuerpos.
Catolicismo
romano.— Al
principio del período moderno la Iglesia Católica
Romana
tenía alrededor de veinte mil constituyentes. Muchos de sus miembros
desempeñaron
valientes papeles en la Revolución. El estado desorganizado de
la
nueva nación ofreció gran oportunidad de crecimiento. El Gran
Despertar de
1800
tuvo poca influencia sobre este cuerpo, pero la inmigración de
países
católicos
de Europa proporcionó increíble crecimiento. En 1820 los católicos
romanos
de América se estimaban en casi 250,000; en 1830, más de 350,000;
en
1840, 1,000,000; en 1860, 3,000,000; en 1890, más de 10,000,000; y
en
la
actualidad, 33,396,647 en 21,086 iglesias. Prácticamente todo este
crecimiento
ha venido de la inmigración y de los nacimientos.
La
Iglesia Católica Romana fue rápida para completar su organización
en
América,
principalmente por la sagacidad de Juan Carroll, de Maryland, que se
convirtió
en el primer obispo americano en 1790 y en el primer arzobispo en
1808.
Por una breve temporada esta iglesia se vio plagada por un movimiento
llamado
“sindiquismo”, que en efecto era la aplicación de autoridad
congregacional.
El lenguaje y los asuntos raciales también trasplantaron la
tensión
del Viejo Mundo. Durante el siglo XIX el catolicismo fue agobiado por
acusación
de antiamericanismo. En el presente siglo ha estado
comparativamente
libre de tales problemas.
Dos
organizaciones distintivas se han desarrollado en suelo americano.
Elizabeth
Ann Seton (1774-1821) inició el sistema de escuelas parroquiales en
Estados
Unidos, que ha sido una institución sobresaliente para la Iglesia
Romana.
La segunda organización influyente fundada por católicos americanos
fue
la sociedad fraternal para hombres católicos conocida como los
Caballeros
de
Colón, iniciada en 1882. Esta se ha convertido en un propagador
agresivo y
militante
de la fe católica.
La
organización de la Iglesia Católica Romana en América está
directamente
subordinada
a Roma por un delegado apostólico en Washington, D. C., y
también
por los oficios de varios cardenales y la forma regular de
organización
de
parroquias, diócesis, y más de una docena de arzobispados.
Bautistas.—
Los
bautistas americanos fueron enérgicos patriotas durante la
Revolución
Americana, y muchos de sus ministros sirvieron como capellanes en
el
ejército. Esta denominación se puso a la cabeza en los movimientos
de
Virginia
y Nueva Inglaterra que rompieron los hierros de la unión entre la
iglesia
y
el estado, y desarrollaron un servicio similar para conseguir las
garantías
constitucionales
de libertad religiosa en la nueva nación.
La
organización y la doctrina bautistas fueron peculiarmente adecuadas
para la
extensa
“frontera” americana (en la historia americana la frontera se
refiere no a
los
límites del país, sino a las regiones agrestes que estaban en
proceso de ser
conquistadas
a la naturaleza), y una gran parte de la historia bautista tiene que
ver
con los intrépidos hombres que fueron colonos (“pioneros”) con
sus
compatriotas
durante ese tiempo, y que les predicaban en la noche y los fines
de
semana. El gran avivamiento a lo largo de la “frontera” en los
primeros años
del
siglo XIX agregó a muchos a las filas bautistas. Simplemente la
mención del
gran
crecimiento numérico de los bautistas americanos en el periodo
moderno
da
evidencia de su gran vitalidad y actividad. En 1789 ascendían a
menos de
100,000;
en la actualidad suman más de 18,000,000.
Puede
haber varias razones principales de este gran aumento.
(1)
Los
bautistas predicaban un evangelio sencillo, reducían las fórmulas
teológicas
y hacían énfasis en la experiencia de una vida cambiada.
(2)
Por
lo general, los predicadores surgían de entre el pueblo común. Los
problemas
de ordenación, organización y autoridad eclesiástica eran
eclipsados
por
la necesidad de pregonar la historia por mandato de Dios. Había
fuego en
los
huesos de los sencillos granjeros y “pioneros” que los
transformaba en
predicadores.
El fuego cundió.
(3)
El
aspecto económico del ministerio no ofrecía dificultad. La mayoría
de los
antiguos
predicadores trabajaban durante la semana al lado de sus
congregaciones
y predicaban sin remuneración el fin de semana. Fuera
haciendo
tiendas o labrando la tierra, el evangelio era predicado.
(4)
Cada
iglesia bautista era completamente independiente. Esta clase de
principio
era atractivo a la democracia “fronteriza”. Daba oportunidad para
la
libre
expresión de la disensión tanto como del asentimiento, y hacía
pedazos la
posibilidad
de la inmunidad ministerial respecto a una vida y moralidad
consistentes.
(5)
Desde
el principio, los bautistas americanos han sido muy inclinados a las
misiones.
Tanto obra misionera foránea (en Canadá) como doméstica, se
habían
hecho antes de la organización en 1814 de la primera sociedad
misionera
nacional para el extranjero, y
de
la primera sociedad misionera
nacional
doméstica en 1832. En 1824 se organizó una sociedad de
publicaciones
o de tratados, como auxiliar misionero.
Al
recordar el principio bautista de que cada persona es sacerdote de
Dios
mediante
la fe y la regeneración, y que tiene el derecho de interpretar las
Escrituras
por sí mismo, no debe sorprender el notar que la familia bautista
americana
haya tenido algunas divisiones. Ha habido divisiones por
organización,
por empresas misioneras, por la esclavitud y el abolicionismo, y
por
el modernismo. El último asunto, en particular, ha causado mucha
controversia
en el último medio siglo.
A
pesar de estos problemas, los bautistas americanos se han
comprometido en
un
activo programa de misiones, de educación, y obras de beneficencia.
Su
aumento
en número y organización ha estado acompañado por una creciente
sensibilidad
a todas las necesidades de sus miembros y del mundo. Los
cuerpos
más grandes en la vida bautista americana son las dos organizaciones
de
los Bautistas Negros, la Convención Bautista Americana (bautistas
del
norte)
y la Convención Bautista del Sur. La Alianza Mundial Bautista fue
organizada
en 1905. Las cifras suministradas por la Alianza Mundial Bautista en
enero
de 1973, dan 29,013,168 bautistas en Norte América. Muchos bautistas
del
norte han estado activos en el movimiento ecumenista.
Metodismo.—
La
estrecha relación del metodismo con la vida inglesa,
particularmente
durante la vida de Juan Wesley (que murió en 1791), y el
hecho
de que muchos ministros metodistas de las colonias fueran leales a
Inglaterra
durante la Revolución Americana, hizo que la tarea de los metodistas
americanos
fuera muy difícil en los primeros años de este período. Varios
factores
alteraron pronto este cuadro, sin embargo. La organización de la
Iglesia
Metodista Episcopal en América en 1784 produjo una nueva unidad. El
gran
caudillo de esos primeros años fue Francisco Asbury (1745-1816), que
introdujo
el oficio de obispo al metodismo. Por su ejemplo como incansable
ministro
itinerante y sus firmes demandas de que sus predicadores siguieran
esta
norma,
Asbury tuvo una gran intervención en el crecimiento fenomenal del
metodismo
americano. El sencillo tipo de organización y el canto, y la
experiencia
de salvación que se predicaba, estaban hechos para la extensa
“frontera”
americana. El vasto avivamiento en el oeste en los primeros años del
siglo
XIX trajo al metodismo una gran cosecha.
Ha
habido varios cismas. Porque era una iglesia del pueblo, el metodismo
fue
de
las primeras en sentir el impacto de la controversia esclavitud —
abolicionismo
en la cuarta década del siglo XIX, y el cisma sobrevino en 1844-
45.
Otras importantes escisiones en la unidad organizacional vinieron por
el
desacuerdo
en el gobierno de la iglesia y la doctrina de la santidad. El nuevo
racionalismo
prevalente en la segunda mitad del siglo XIX afectó al metodismo
y
produjo considerable controversia sobre el asunto del modernismo.
El
cisma por la esclavitud terminó en 1939 con la reunión de las
divisiones del
norte
y del sur. El metodismo americano ahora con 9,292,046 constituyentes
en
39,854 iglesias, la mayoría de las cuales son miembros del nuevo
cuerpo
unido.
Esta denominación siempre ha sido activa en las misiones, en la
educación
y en otras beneficencias, y ha tenido parte sobresaliente en el
movimiento
ecumenista.
EL
CRISTIANISMO CANADIENSE Y
LATINOAMERICANO
Canadá.—
En
los primeros años de este período el cristianismo canadiense era
principalmente
católico romano del tipo francés. Enseguida de la Guerra de los
Siete
Años (1756-63) Canadá fue cedido a la Gran Bretaña por Francia,
acompañado
de un inusitado establecimiento religioso. Por el Acta de Quebec
de
1774 se garantizaba a la religión católica romana el libre
ejercicio, y el Acta
Constitucional
de 1791 prácticamente daba al catolicismo el control de lo que
llegó
a ser el Bajo Canadá. Como resultado, el catolicismo romano está en
posición
dominante en la vida religiosa de Canadá.
La
considerable inmigración protestante de los Estados Unidos e
Inglaterra a
Canadá,
durante y después de la Guerra de Revolución, dio a la Iglesia de
Inglaterra
un punto de apoyo en Canadá. Después de un período de prueba y
error
con respecto al mantenimiento estatal y a la organización
eclesiástica, la
Iglesia
de Inglaterra en Canadá fue organizada en 1861, aunque no estaba
mantenida
ni gobernada por el gobierno. En 1893 se formó un sínodo general
para
gobernar la Iglesia de Inglaterra en Canadá.
En
el siglo XX esta denominación no ha mantenido numéricamente el paso
con
otros
grupos, y parte de la razón es la menguante inmigración de
Inglaterra.
Aunque
favorece la unión de una unión eclesiástica interdenominacional
con el
estado
en Canadá, la Iglesia de Inglaterra se negó a ingresar a la Iglesia
Unida
de
Canadá cuando ese cuerpo fue organizado en 1925 por metodistas,
presbiterianos,
y congregacionalistas, porque los otros partidos se negaron a
continuar
el episcopado histórico.
Aunque
fue uno de los primeros grupos en empezar trabajo en Canadá, el
congregacionalismo
nunca se convirtió realmente en una parte prominente del
cristianismo
canadiense. Los bautistas y los presbiterianos se beneficiaron con
las
escisiones de esta denominación. A pesar de la valiente obra de una
sociedad
misionera doméstica unida organizada por congregacionalistas,
bautistas,
y presbiterianos en 1827, y a la obra de la Sociedad Misionera
Colonial
formada en Inglaterra en 1836, el congregacionalismo canadiense
contaba
apenas con 12,586 miembros cuando la Iglesia Unida de Canadá los
absorbió
en 1925.
La
vida presbiteriana canadiense de antes de 1875 era increíblemente
compleja,
pues representaba una amalgama de pensamiento calvinista de varios
grupos
doctrinales y raciales. Peleas y problemas extranjeros fueron
llevados
allí
de todas partes del mundo. La formación de la Iglesia Presbiteriana
de
Canadá
en 1875, que representa una fusión de varios cuerpos, produjo
creciente
vitalidad en toda clase de beneficencia y
educación.
En 1925 esta
denominación
informó de más de 400,000 constituyentes al tiempo que la
mayoría
ingresó a la Iglesia Unida de Canadá. Sin embargo, alrededor de
180,000
de ellos rehusaron participar en la unión, y
continuaron
como la Iglesia
Presbiteriana
de Canadá.
También
los metodistas tuvieron una casi infinita variedad de organización y
pensamiento
antes de 1884. A pesar de reunir todas las tensiones doctrinales,
políticas
y de organización del metodismo americano e inglés, y de contribuir
con
algunos problemas distintivamente propios, los metodistas canadienses
lucieron
sorprendentes progresos a pesar de la diversidad. Cuando en 1884 se
formó
la Iglesia Metodista de Canadá, su feligresía ascendía a más de
157,000.
Esta
denominación tomó la iniciativa de trabajar por la unión
eclesiástica, y en
1925
cuando se convirtió en parte de la Iglesia Unida de Canadá, su
feligresía
ascendía
a más de 415,000.
No
mucho después de la promulgación del Cuadrilátero Lambeth (1888)
se
despertó
el interés en Canadá por la posibilidad de la unión eclesiástica.
Los
primeros
esfuerzos no fueron alentadores, porque sólo la Iglesia de
Inglaterra
deseaba
perpetuar el episcopado histórico. Al fin del siglo, sin embargo,
los
metodistas,
congregacionalistas, y presbiterianos, pusieron los cimientos para la
unión.
Los bautistas declinaron una invitación para ser parte del
movimiento. La
organización
final adoptó elementos de los tres tipos denominacionales, y en
1925
se completó la unión, sumando 609,729 constituyentes de las tres
denominaciones
fundidas. El crecimiento desde 1925 ha sido lento.
La
Iglesia Católica Romana ha hecho los avances más grandes de los
grupos
canadienses
del período moderno. Después de ser alrededor del 40 por ciento
de
la población en 1911 y más o menos lo mismo en 1931, la Iglesia
Romana
superó
el índice de población la siguiente década y subió a cerca del 44
por
ciento
de la población en 1941, y dado el alto índice de nacimiento entre
los
predominantes
miembros franceses y rurales, el promedio indudablemente se ha
elevado
aún más en la última década.
Además
de los principales grupos de Canadá, las denominaciones pequeñas
incluyen
a los bautistas, luteranos, católicos griegos, menonitas, y otros.
Latinoamérica.—
Al
principio del período en 1789, el cristianismo de
Latinoamérica,
que incluía principalmente a México, Centroamérica, y
América
del
Sur, era casi completamente católico romano, aunque el papado tenía
menos
control que los poderes de Europa que reclamaban las diferentes
áreas.
El
cuadro se ha cambiado radicalmente en el último siglo. Ha sido un
siglo de
revolución
y cambio. El poder político francés, español, y portugués ha sido
eliminado,
y prácticamente todos los estados latinoamericanos se han hecho
repúblicas
independientes. Junto con la revolución política ha venido la
agitación
religiosa. Dado que la Iglesia Católica Romana estaba tan
íntimamente
relacionada
con los poderes políticos, sufrió considerablemente con algunos
movimientos
anticlericales y patrióticos.
En
la segunda mitad del siglo XIX, los evangélicos (principalmente los
de los
Estados
Unidos) empezaron un activo programa misionero. Prácticamente
todas
las denominaciones americanas han tomado parte en esta tarea
misionera,
que
ha hecho grandes logros en una población nominalmente católica
romana.
Sin
embargo, el catolicismo romano todavía hace de la libertad religiosa
un
ideal,
en vez de una realidad.
COMPENDIO
FINAL
El
cristianismo en los Estados Unidos fue separado de la autoridad
secular por
la
constitución. Después de 1833 fueron abolidas todas las uniones de
iglesia
con
estados. El avivamiento de los primeros años del siglo XIX, conocido
como
el Segundo Gran Avivamiento, fortaleció grandemente el movimiento
cristiano
de la joven nación. Estableció la dinámica para el amplio
desarrollo de
la
obra de beneficencia. Rápidamente surgieron sociedades para
misiones, para
publicaciones,
y para distribución de la Biblia.
Hasta
un grado considerable, la gran inmigración del extranjero y
la
embestida
al
oeste por la colonización dentro del mismo país, dieron forma a las
características
del cristianismo en los Estados Unidos. Se activó el celo
misionero,
se fundaron nuevas denominaciones, las denominaciones antiguas
crecieron
y en algunos casos se dividieron, la creciente estabilidad financiera
proporcionó
el sostén para las iglesias en cada comunidad, y en general tomó
forma
un tipo distintivo de cristianismo. Las denominaciones “nativas”
crecieron
muy
rápidamente.
Durante
este período nacional en los Estados Unidos, el cristianismo ha
enfrentado
problemas de industrialización, crecimiento de ciudades, gran
inmigración,
severas guerras mundiales, y tanto prosperidad como depresión
financiera.
Tal vez ninguna de estas cosas ha sido tan seria como las incursiones
del
racionalismo y el materialismo.
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