viernes, 6 de mayo de 2016

DEL ESTIÉRCOL A LA VIDA



Un modernista muy sabio estaba tratando de ridiculizar el relato bíblico de la creación del hombre. Habló con desprecio y en forma blasfema del Dios que “tomó un trozo de barro en su mano, sopló sobre él e hizo un hombre”.
En el auditorio había un hombre, que conocía la gracia salvadora de Dios, el cual se levantó y dijo:
 “Señor, yo no voy  a discutir la creación con usted, pero le diré esto: en nuestro pueblo Dios se inclinó y levantó el pedazo de barro más sucio de todo el poblado. Sopló sobre él su Espíritu y fue creado de nuevo, fue cambiado de un hombre malvado  a un hombre que odia sus pecados pasados y ama al Dios que lo salvó. Y yo, señor, era ese trozo de barro”.
En la primera carta pastoral del apóstol Pablo a su hijo espiritual Timoteo le dice:

 “Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los
 pecadores, entre los cuales yo soy el primero.
 Sin embargo, por esto hallé misericordia, para que en mí, como el primero, Jesucristo
        demostrara toda su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en El
        pasaran a la vida eterna.” (1ª de Timoteo 1:15-16)

El apóstol Pablo se llama así mismo el peor de los pecadores, sin embargo todos consideramos a
Pablo como un héroe de la fe. Pero el nunca se vio de esa manera porque se acordaba de su vida
 antes de conocer a Cristo. Mientras más comprendía la gracia de Dios, más consciente era de su
 pecaminocidad.

La vida de cada cristiano debería estar marcada por humildad y gratitud, para dar testimonio a
quiénes se pierden en las sendas torcidas de la vida y puedan ser salvos.




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