viernes, 6 de mayo de 2016

26 GUARDIAS BIEN ARMADOS






Por Pr Manuel A Morejón Soler El Vedado, La Habana, mayo de 2016

Alguna vez has sentido la imperiosa necesidad de orar por alguien pero has decidido ponerlo en tu lista de "cosas por hacer" y te has dicho: "Oraré más tarde". O te ha llamado alguien alguna vez y te ha dicho "Deseo que ores por mí, tengo esta necesidad". Lee la siguiente historia que me fue enviada hace poco, la cual podría cambiar tu forma de pensar con respecto a las oraciones y la forma de orar.

Un misionero en vacaciones contó la siguiente historia cuando visitaba su Iglesia local en Michigan, EU:
 "Mientras servía como misionero en un pequeño hospital en el área rural de África, cada dos semanas viajaba a la ciudad en bicicleta para comprar provisiones y medicamentos. El viaje era de dos días y debería de atravesar la selva. Por lo largo del viaje, debía de detenerme para pasar la noche y reanudar mi viaje temprano al siguiente día.

 En uno de estos viajes, llegué a la ciudad donde planeaba retirar dinero del banco, comprar las medicinas y los víveres y reanudar mi viaje de dos días de regreso al hospital. Cuando llegué a la ciudad, observé a dos hombres peleando, uno de los cuales estaba bastante herido. Le curé sus heridas y al mismo tiempo le hablé de Nuestro Señor Jesucristo. Después de esto, reanudé mi viaje de regreso al hospital. Esa noche acampé en el punto medio y a la mañana siguiente reanudé mi viaje y llegué al hospital sin ningún incidente.

Dos semanas más tarde repetí mi viaje. Cuando llegué a la ciudad, se me acercó el hombre al cual yo había atendido en mi viaje anterior y me dijo que la vez pasada, cuando lo curaba, el se dio cuenta que yo traía dinero y medicinas y agregó: " Unos amigos y yo te seguimos en tu viaje mientras te adentrabas en la selva, pues sabíamos que habrías de acampar.  Planeábamos matarte y tomar tu dinero y medicinas. Pero en el momento que nos acercamos a ti, pudimos ver que estabas protegido por 26 guardias bien armados”.

Ante esto no pude más que reír a carcajadas y le aseguré que yo siempre viajaba solo. El hombre insistió y agrego: "No señor, yo no fui la única persona que vio a los guardias armados, todos mis amigos también los vieron, y no solo eso, sino que entre todos los contamos".

En ese momento, uno de los hombres en la Iglesia se puso de pie, interrumpió al misionero y le pidió que por favor le dijera la fecha exacta cuando sucedió ese hecho. El misionero les dijo la fecha y el mismo hombre contó la siguiente historia:

 "En la noche de tu incidente en África, era de mañana en esta parte del Mundo y yo me encontraba con unos amigos preparándome para jugar el golf. Estábamos a punto de comenzar, cuando sentí una imperiosa necesidad de orar por ti, de hecho, el llamado que el Señor hacía era tan fuerte, que llamé a algunas personas de nuestra congregación que se reunieran conmigo lo más pronto posible.

Entonces, dirigiéndose a la congregación el misionero les dijo: "todos los hombres que vinieron en esa ocasión a orar, ¿podrían por favor ponerse de pie?" Todos los hombres que habían acudido a orar por él se pusieron de pie, el misionero no estaba tan preocupado por saber quiénes eran ellos, más bien se dedicó a contarlos. . . .en total  eran 26 hombres”.

La oración es tanto un privilegio como un deber cristiano, a través de la cual, mediante la intercesión del Espíritu Santo (Romanos. 8:26) nos comunicamos con Dios. Es la forma en que presentamos nuestra confesión (1 Juan 1:9), pedidos (1 Timoteo. 2:1-3), intercesiones (Santiago. 5:15), acciones de gracias (Filipenses. 4:6) a nuestro  Dios. También es una orden (1 Tesalonicenses 5:17).

Podemos orar de pie (Nehemías. 9:5), de rodillas (Esdras 9:5), sentados (1 Crónicas 17:16-27), inclinados (Éxodo 34:8), y con las manos (1 Timoteo 2:8).

Pero los requisitos personales indispensables son un corazón puro (Salmo 66:18), fe en Cristo (Juan 14:13), y orar conforme a la voluntad de Dios (1 Juan 5:14).


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