Por: Aimée Cabrera.
Siento tanta
impotencia. Cómo es posible que personas que respeten a Dios en la solemnidad
de una misa salgan a caminar por una calle, con una flor en la mano las
mujeres, y sean esperados por una plebe que les grita obscenidades y frases
humillantes, que no respeten y se
ensañen además, con los hombres que son sus esposos o sus colegas y que pretenden
protegerlas.
Cómo pueden ser
golpeados, arrastrados, maniatados, y la opinión pública mundial permanezca en
silencio. Es un silencio temible porque apoya toda la maldad que ocurre cada
domingo cerca de la Iglesia de Santa Rita de Cassia, situada en una barriada
que ha dejado de ser tranquila para sus moradores.
Qué hacen los principales funcionarios de las
Naciones Unidas, qué hace el Vaticano, qué hace Ginebra: ¡Nada! , solo callar y
aplaudir la iniquidad. Supuestos líderes llegan a Cuba, se confabulan y después
se van, con la perenne sonrisa que
atestigua que son de la misma calaña.
Otros se jactan en la
mediocridad de la neutralidad, con el deseo de llenar manos con el peso de la codicia que emana de la riqueza mal habida.
Echan suertes sobre una Isla sin identidad, atentos a ser los mejores negociantes.
Y los
hay, que en Cuba, permanecen en silencio aunque estén en desacuerdo o
prefieren el silencio desde lejos, para que no les nieguen la entrada en su patria , qué puede decirse de todos ellos:
¡Nada!
Dónde está el valor y
el respeto que nos enseñaron aquellos que, de cualquier sexo, edad, raza o
status social enfrentaron con hidalguía y valentía lo mal hecho a través de
nuestra historia. Dónde está el honor.
Aún los hay que, en su oportunismo,
son capaces de recitar de memoria
versículos de la Palabra Sagrada, una desfachatez que resalta la falta de temor
y amor a Dios. Por último, el grupo de los que alaban al hombre y niegan al
Creador, los que no se sacian de tratar de compensar su vacío espiritual con
frases manidas.
Qué ejemplo pueden imitar
niños y jóvenes, esos que Jesús espera lleguen a Él porque de ellos son el
Reino y todas sus bendiciones. Pequeños y adolescentes se expresan como si
fueran juguetes parlantes.
Los mismos que actúan
con la violencia y la maldad de los anti valores que reciben a diario como
enseñanza alejada de la moral, de la cívica, de la semilla que germina
para dar testimonio del bien.
Los cubanos y quienes
no lo son y dicen amar a este pueblo tienen que unirse para que cesen
comportamientos como los de cada domingo en Santa Rita y tantos otros que
suceden por todo el país, hechos que denigran a los que se obstinan en mantener
controlada las mentes ajenas, en imponer la intolerancia hasta sus
consecuencias más letales y que no deben tener el apoyo de los que son parte
del pueblo también.
Los que creen en
el Dios de amor y misericordia tienen
que orar más, tienen que imitar las enseñanzas de los Evangelios, saber
interpretar las cartas de Pablo, lo dicho por los Profetas, Palabras que permanecerán
siempre vivas.
Los que dicen no creer,
o hacerlo a su manera, deben aprender a amar, a saltar toda barrera porque es difícil amar. Sí, es difícil amar porque
impone sacrificio y honra. Tenemos que
aprender a amar a nuestros propios hermanos y compatriotas para que en vez de
una saeta llegue el soplo del Espíritu a cada persona y termine el odio entre
los cubanos.
Seis cosas aborrece Jehová,
Y aún siete abomina su alma:
Los ojos altivos, la lengua mentirosa,
Las manos derramadoras de sangre inocente,
El corazón que maquina pensamientos inicuos,
Los pies presurosos para correr al mal,
El testigo falso que habla mentiras,
Y el que siembra discordia entre hermanos.
Proverbios 6:16-19
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