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12 de
enero de 2016 - Principio Nº 202 |
El temperamento se traduce en
nuestro comportamiento y, de
acuerdo a como nos comportamos,
esto nos facilita o dificulta la
vida.
El ejemplo de David:
“Y David se conducía
prudentemente en todos sus
asuntos, y Jehová estaba con
él” (1 Samuel
18.14).
David se conducía prudentemente,
uno en la vida se conduce, es
decir, es responsable de cómo
transita por esta tierra y cómo
desarrolla las cosas.
Muchos se justifican diciendo que
fueron arrastrados, cuando en
realidad se dejaron conducir de
forma negativa.
Vos te encontrás en el lugar que
estás, no por haber sido
transportado allí, sino por
haberte conducido de una
determinada manera en la vida.
Cuando te conducís prudentemente,
serás alguien respetado aun por
tus enemigos, y la prudencia será
como un escudo que te protege.
El ejemplo de Rubén: “Rubén,
tú eres mi primogénito, mi
fortaleza, y el principio de
mi vigor (…) Impetuoso
como las aguas, no serás el
principal” (Génesis
49.3-4).
Vemos en el ejemplo de Rubén que
le fue quitado su lugar, no por
una injusticia, sino por su
temperamento.
El impetuoso no se puede contener.
No sabe gobernarse a sí mismo, es
emocionalmente inmaduro y esto
hace que sea precipitado e
inestable.
El impulsivo muchas veces actúa
sobre la base de una conjetura sin
haberse informado correctamente
quedando expuesto ante los demás.
Este comportamiento les trae
consecuencias negativas en su
familia, su ministerio, en la
administración de sus bienes y en
el desarrollo de su profesión.
No te olvides de conducirte de
forma prudente en todos tus
asuntos y aprendé a gobernar tus
impulsos, para no perder lo que
Dios ya te ha dado.
Esto también será clave para que
en el futuro puedas estar donde el
Señor te quiere colocar y
desarrollarte en ese lugar.
Yo bendigo tu vida con
prudencia y con la capacidad de
reflexionar frente a tus
impulsos para que la bendición
de Dios no sufra estorbo en vos.
© 2016 –
Todos los Derechos Reservados
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Principios para el
éxito Pastor Daniel González
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