El libro de Hechos tiene el mismo estilo que los
Evangelios, o sea que se trata
de un escrito que primordialmente narra sucesos,
aunque también se registran
enseñanzas. Por el otro lado, el tema es la vida y
crecimiento de la iglesia
primitiva, que lo relaciona más estrechamente con
las epístolas que con los
Evangelios. Su ubicación en las Biblias modernas
entre los Evangelios y las
epístolas es, por ello, apropiada.
HECHOS, LA NUEVA ETAPA
Los primeros versículos de Hechos hacen referencia
al “primer relato” del
autor, que es el Evangelio de Lucas Las obras
antiguas estaban divididas en
“libros”, así como en “capítulos”, y todo hace
pensar que ambas obras estaban
planeadas para ser una sola en dos partes. No
podemos mirar las cuestiones
generales sobre el libro de Hechos sin considerar
también el Evangelio de
Lucas y especialmente los primeros cuatro versículos
de ese libro, que
probablemente equivalían a un prefacio de la obra en
dos tomos.
En cuanto a la autoría del libro, ver la
Introducción al Evangelio de Lucas
Como se indica allí, Lucas, el compañero de viaje de
Pablo (Colosenses
4:14) parece ser el autor. En los últimos caps. de
Hechos, la historia
ocasionalmente se relata en primera persona plural:
“Nos quedamos siete días
allí, ya que hallamos a los discípulos” (Hechos
21:4; ver 16:10-17; 20:5—
21:18; 27:1—28:16). La explicación más natural para
ello es que el libro fue
escrito por alguien que tomó parte en algunos de los
hechos. Se han presentado
objeciones a esta teoría, pero la principal preocupación
se refiere a la exactitud
histórica del autor. Por ejemplo, si éste presenta
una falsa imagen de Pablo, es
menos probable que realmente haya sido un compañero
de viajes del Apóstol.
De hecho, estas objeciones no se podrían sostener
ante un buen examen.
La fecha de redacción es más difícil de fijar. Una
vez más, como se indica en la
Introducción de Lucas, hay dos teorías principales:
que fue escrito algo después
del año 60, mientras Pablo estaba en la prisión en
Roma o después del 80,
luego de su muerte. Varios hechos de los últimos
capítulos sugieren la fecha
más antigua. Por un lado, el libro termina con Pablo
(y los lectores) esperando
el resultado del juicio en Roma. Después de la larga
descripción de la apelación
a César y del viaje para ese juicio, parece extraño
que el autor se despidiera de
esa manera, a menos que de hecho estuviera poniendo
a sus lectores al día. En
los últimos capítulos hay una sensación de vivacidad
e inmediatez que sugiere
que el autor descansaba en memorias frescas. Si bien
estos detalles sugieren la
fecha más antigua, también pueden ser explicados de
otras maneras y nos
vemos forzados a concluir que cualquiera de las dos
fechas es posible.
La descripción del libro como “historia” y por ende
del autor como
“historiador” parecía ser patente durante siglos
hasta que los estudiosos
modernos de la Biblia reconocieron en muchos
sentidos que Hechos y los
cuatro Evangelios también pueden ser clasificados
correctamente como
“teología”. Más que estar primordialmente preocupados
con una afirmación
simple e imparcial de los hechos y sucesos, los
autores claramente tenían un
propósito que involucraba compartir las buenas
nuevas y convencer o enseñar
a sus lectores. Recientemente, se ha puesto más
atención a la capacidad
demostrada por estos autores para “contar la
historia” y los estudiosos del NT
han estado tratando de ver Hechos como una pieza
literaria bien elaborada más
que una “historia seca y objetiva” por un lado y
“teología” por el otro. Todos
estos enfoques deben ser señalados, pero de tal modo
que se apoyen entre sí
más que como una cancelación mutua. En Lucas—Hechos
y en otros libros
que constituyen la Biblia, la teología se basa en la
verdad histórica.
HECHOS COMO HISTORIA
Con frecuencia en los tiempos modernos ha sido
cuestionada la exactitud
histórica del libro de Hechos, especialmente sobre
la base de las malas
interpretaciones del mismo. En cierta época del
siglo XX entre los eruditos se
creía generalmente que Hechos fue escrito mucho más
tarde en la historia de la
iglesia y en cierto modo como una propaganda que
intentaba suavizar las
divisiones que existían entre la iglesia petrina
(judía) y la paulina (pro-gentil). Se
argüía que esto era un recuerdo desagradable que
había que “encubrir”.
Aunque había algunos problemas causados por la
inclusión de los gentiles en lo
que comenzó como un movimiento dentro del judaísmo,
ahora se reconoce que
Hechos trata con estos problemas de un modo directo
y que el autor no tenía
reparos para registrar divisiones y dificultades en la
iglesia (ver p. ej.Hechos 15:36-41).
Otro error se refiere al retrato de Pablo en Hechos
No podemos esperar que el
libro reproduzca todos los aspectos de Pablo como se
los encuentra en las
cartas, sino que sólo puede preverse un retrato
incompleto. Pero, ¿es diferente
el retrato que presenta Lucas del verdadero Pablo?
El discurso en Atenas (cap.
17) generalmente se usa como un intento de demostrar
cuán diferente es el
cuadro que Lucas presenta comparado con la realidad
de Pablo. Pablo, que en
1 Corintios escribió sobre su falta de elocuencia,
se dice que fue aclamado
como un espléndido orador y filósofo en Atenas, la
ciudad de la cultura y la
educación. Además se señala que el discurso excusa y
casi endosa el culto a
los ídolos, algo que nunca hubiera hecho el
verdadero Pablo. Ninguno de estos
puntos se mantiene ante un análisis serio. Lejos de
ser un orador ideal y
convincente, Pablo fue ridiculizado por los
atenienses que escucharon su
mensaje y Lucas registra que sólo un pequeño grupo
de personas fue
convencido, lo que difícilmente se puede ver como
una historia interesada en
impresionar a los lectores de Hechos En otro pasaje,
Pablo se retrata como
habiendo hablado tan largamente que hasta un oyente
que estaba de acuerdo
con él cayó dormido (Hechos 20:7-12). En cuanto a la
actitud “simpática”
hacia la adoración de ídolos en Atenas, en realidad
esta parte del discurso es
un velado ataque a toda adoración de ídolos, más que
un sincero acuerdo. Este
proceder está de acuerdo con la actitud de Pablo al
llegar a la ciudad
(ver Hechos
17:16 y el comentario sobre 17:16-34) así como su actitud
expresada en las cartas.
Lo que puede denominarse “grandes trazos” de la obra
de Lucas tiende a
confirmar más que a negar la idea de que Hechos
contiene una historia genuina.
Lo mismo ocurre con el detalle fino. Hay muchos
detalles históricos en el libro,
innecesarios para su línea principal, cuya inclusión
sugiere que es una fuente
confiable de información. Por ejemplo, los detalles
geográficos y el uso de
nombres personales y títulos apropiados en Hechos
han salido a la luz al tiempo
que los arqueólogos e historiadores descubren y
publican más de la antigua
evidencia. No faltan en Hechos interrogantes
históricos (ver el comentario luego
sobre Hechos 5:33-39 y las dificultades alrededor
del cap. 15 y Gálatas),
pero en su conjunto nos llega como una fuente
confiable de los tiempos y los
hechos que cubre.
HECHOS COMO TEOLOGIA
Sin embargo, Lucas puede no ser un historiador en el
sentido moderno del
término. Claramente tenía fuertes sentimientos
acerca de su tema, y aunque esto
no es inesperado en la idea antigua de lo que
significaba escribir historia, a
Lucas se le puede clasificar como teólogo tanto como
historiador. Su teología
se ve a lo largo del conjunto de los dos tomos. Los
temas teológicos que
parecen especialmente importantes en un estudio de
Hechos son la obra de la
iglesia y la expansión universal de la salvación que
se ofrece. El Espíritu Santo
juega un papel importante en Hechos y el autor tuvo
que esforzarse para
mostrar que la expansión de la iglesia a los
samaritanos y a los gentiles no
ocurrió por iniciativa de los mismos cristianos,
sino que fue iniciada y luego
dramáticamente autorizada y aprobada por el Espíritu
Santo.
Sin embargo, es importante reconocer que Lucas no
estaba escribiendo un
libro sobre el Espíritu Santo. Su tema era
la expansión del evangelio y describe
el papel central del Espíritu en esa labor. P. ej.,
podría habernos contado
mucho más sobre lo que realmente ocurrió a los
discípulos en Pentecostés. Nos
habría agradado mucho tener alguna afirmación sobre
cómo moraba en ellos el
Espíritu Santo, si era permanente, qué cambios hacía
en la vida de los
creyentes, etc. Pero no hace tales afirmaciones
porque ése no era el tipo de
libro que estaba escribiendo. Su foco no estaba
primordialmente en cómo la
venida del Espíritu Santo afectó a los creyentes,
sino en cómo los peregrinos
judíos en Jerusalén fueron alcanzados ese día.
Lucas conocía y expresaba verdades teológicas sobre
el Espíritu Santo, el
papel de Jesús, el cumplimiento de las profecías del
AT y la posibilidad de
aceptar a los gentiles fuera de la ley. Pero aunque
era teólogo, no debemos
suponer que este libro sea una teología sistemática,
y debemos disimular
nuestra frustración si deja insatisfechas las
curiosidades del siglo XX. La
presencia de ideas e intereses teológicos no
significa que no podemos confiar
en la historia que se presenta.
HECHOS COMO OBRA LITERARIA
La naturaleza literaria de Lucas—Hechos puede verse
a partir de su forma. Si
bien sería difícil encontrar dos comentarios que
concuerden completamente
sobre el bosquejo del libro de Hechos, todos están
de acuerdo en que está
estructurado en forma efectiva y aun artística. A lo
largo de ambos tomos, la
ciudad de Jerusalén funciona como una “piedra de
toque” a la cual la narración
vuelve una y otra vez. También hay un claro
movimiento de toda la narración
desde el “patio trasero” del Imperio Romano en
Galilea a Judea y a su capital
provincial de Cesarea y de allí por Samaria, paso a
paso por todo el resto del
mundo romano hasta que, al final del libro, la
palabra se ha esparcido en todo
el camino hasta Roma, la misma capital imperial. La
progresión es histórica,
pero Lucas ha escogido historias y aun cambia el
enfoque de un grupo de
personajes a otro, a fin de enfatizar ese
movimiento.
Lucas retrata a Pablo como alguien que predicó tanto
a judíos como a gentiles
así como habiendo alentado a muchas comunidades
cristianas. Sin embargo,
están registrados sólo un discurso principal en una
sinagoga (Hechos
13:14-43), otro delante de una asamblea gentil
(Hechos 17:16-35; el de
Hechos 14:14-17, aunque similar no se le compara en
escala) y otro
delante de una reunión de cristianos (Hechos
20:17-38). De ese modo, en
el libro hay un discurso representativo delante de
cada tipo de audiencia.
Esa selección y arreglo deliberados nos obliga a
hacernos la pregunta de cuál
fue el propósito del autor al escribir. Dado el
tamaño y complejidad del libro,
es improbable que se trate de algo tan sencillo como
de registrar las cosas que
han ocurrido. Lucas y Hechos no son meros relatos
cronológicos y ciertamente
no son completos. Queda fuera demasiado para pensar
que ése haya sido el
propósito de Lucas.
Al contrario, Hechos se puede considerar como la
respuesta a una compleja
pregunta sobre el cristianismo. ¿Qué es el
cristianismo? Si es una secta judía,
entonces ¿por qué todos los judíos están
aparentemente contra ella y tantos
gentiles dentro de ella? Si el cristianismo es una
religión más bien que un asunto
político, ¿por qué Jesús es llamado “rey” y su
movimiento un “reino”, y por qué
provoca tumultos y perturbaciones?
Quizá estas cuestiones surgieron como resultado
directo del juicio de Pablo en
Roma, que figura tan prominentemente en el último
tercio de Hechos
Probablemente el libro sea demasiado largo y haya
demasiado de él que está
sólo tangencialmente relacionado como para que se lo
considere una parte de
la defensa, pero puede haber sido escrito para
contestar preguntas que
surgieron a causa del juicio.
Este tipo de propósito para Lucas—Hechos tiene
sentido en relación con
muchos aspectos de Hechos: el cambio desde los
comienzos de la iglesia de
Jerusalén hasta la misión en Roma, el enfoque sobre
varios apóstoles y la
expansión en el mundo así como la oposición
enfrentada. También da sentido a
la afirmación de Lucas en el primer capítulo del
Evangelio: que estaba
escribiendo para clarificar y explicar las cosas que
Teófilo ya había oído sobre
Jesucristo y el movimiento que él había hecho
surgir.
HECHOS COMO MENSAJE ACTUAL
Lucas escribía con un propósito contemporáneo
particular y eso puede
hacernos pesimistas sobre la posibilidad de
encontrar algo en Hechos que sea
relevante para nuestra propia situación moderna.
Tener un moderado monto de
precaución es buena cosa. Hechos no es un patrón
sobre cómo hacer obra
misionera o cómo organizar una iglesia, así como
tampoco sobre cómo actuar
cuando nos amenaza un naufragio. Hechos es relevante
para quienes estén en
todas las situaciones y culturas en la medida en que
aporta buenos ejemplos y
la seguridad de que sea como fuere que se vean las
cosas, Dios está en acción
detrás del escenario, como ha estado siempre con su
pueblo en el pasado.
Podemos aprender mucho de Hechos sobre cómo conducir
nuestras propias
vidas de manera cristiana, pero debemos hacerlo
tomando seriamente el libro y
las intenciones de su autor... y aprendiendo a
valorar la historia que narra antes
que nada por su propio valor.
Hechos no pretende enseñar que cada cristiano debe
actuar tal como lo
hicieron los héroes del libro. Aun Pablo, cuyo poder
sanador en el ámbito de
Hechos parece tan grande e imposible de detener (ver
Hechos 9:11, 12),
tuvo que aprender que tal “poder” no era algo que él
“tenía” o podía dirigir o
controlar plenamente (2 Corintios 12:1-10). Pero
Hechos nos dice que no
despreciemos ese poder. Dios puede usar y ha usado a
los creyentes para
realizar cosas asombrosas.
Hechos también nos muestra que, debido a que somos
cristianos, podemos
escapar de tales limitaciones humanas como los
desacuerdos dentro de nuestro
compañerismo (ver p. ej. Hechos 15:2 y la
conferencia que siguió luego o
el desacuerdo entre Barrabás y Pablo por causa de
Juan Marcos en
Hechos 15:37-41). Tampoco estamos completamente
inmunes de pecado
sin reservas e hipocresía (ver Ananías y Safira,
Hechos 5:1-11) y de la
misma real amenaza de juicio.
Hechos nos enseña sobre nosotros mismos y sobre
nuestra situación por medio
de ejemplos de otros en otras circunstancias. No es
un libro que sólo enfoque
las vidas y comunidades ideales; en ese sentido es
muy realista. Pero el tipo de
realismo a que nos alienta es una realidad en que
los llamados hechos
sobrenaturales, aunque no sucesos cotidianos, son
igualmente probables,
especialmente donde esté el pueblo de Dios en las
fronteras de la obra a que ha
sido llamado.
COMENTARIO
1:1-11 INTRODUCCION
El libro que conocemos como “Los Hechos de los
Apóstoles” es realmente el
segundo tomo de una obra mayor que podemos denominar
Lucas—Hechos.
En su prólogo al segundo rollo, el autor vuelve a
contar los relatos de la
ascensión y los hechos que llevaron a ella tal como
se los encuentra en el libro
anterior, incluyendo nuevos detalles al volver a
relatarlo.
1:1-3 Prólogo
1 Con el primer relato sin duda el autor se refiere al Evangelio de Lucas
Para
detalles sobre Teófilo ver el comentario en Lucas
1:3. Si el primer tomo era
sobre todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y enseñar, se implica que
en este libro aprenderemos lo que él continuó
haciendo y enseñando, por
medio de la obra de su iglesia y del Espíritu Santo.
2 Casi siempre Lucas reserva el término apóstoles para los doce, y
probablemente ése sea el uso aquí reflejado en las
palabras de los ángeles a lo
que parece ser el mismo grupo de personas en Hechos
1:11. 3 Aunque el
versículo habla sólo de un período después de haber padecido, en la oración
luego es más claro que habla de pruebas de que se presentó vivo, lo que
implica que el autor se refiere al sufrimiento y la
muerte. Los cuarenta días no
se mencionan específicamente en el relato del
Evangelio, pero ciertamente es
coherente con los hechos que se describen allí.
Jesús habló acerca del reino
de Dios, aun cuando sus discípulos al parecer seguían
pensando en términos
del reino de Israel (v. 6, cf. Lucas 24:21).
1:4, 5 El don
del Espíritu Santo
4 Una de las pruebas convincentes mencionadas en el v. 3 puede haber
sido el
mismo hecho de que comió con ellos (ver Lucas 24:42,
43). Ya en tiempo
de Lucas parece haber habido quienes negaron que
Jesús se levantó
físicamente de los muertos (o sea que “siguió
viviendo”, pero “en alguna forma
espiritual”). Los testigos oculares podían
contestar: las alucinaciones, las
visiones y aun los espíritus separados del cuerpo no
comen (cf. Lucas
24:42, 43; Hechos 10:41). Sin embargo, el énfasis
del pasaje es lo
estrecho de la comunión, ya que se trata de algo más
que un proceso físico de
comer.
La promesa del Padre, como resulta claro en el versículo siguiente, es el
Espíritu Santo. Los discípulos habrían oído a Jesús
hablando del Espíritu a lo
largo de su ministerio, pero la enseñanza de Juan
15:26—16:16 era de
especial importancia al respecto. El mandamiento se
registra con diferentes
palabras en Lucas 25:49.
5 La comparación con el agua del bautismo de Juan no quiere indicar
dos
hechos separados en las vidas de los creyentes: el
bautismo en agua y luego el
bautismo espiritual. A los discípulos se les dijo
que esperasen (unos pocos días)
porque el Espíritu Santo sólo había de venir después
que Jesús se fuera. Esa
necesidad de esperar no obliga a los cristianos de
tiempos posteriores más que
el mandato de recibir al Espíritu en Jerusalén. Más
bien, la razón para este
contraste es la comparación de una “señal” con el
“poder”. El bautismo de Juan
con agua era sólo una señal (como Juan mismo
entendió; <420316>420316>Lucas 3:16) del
“poder”, el bautismo con el Espíritu Santo que habría
de venir. Cómo sería
usado exactamente ese “poder” es el tema del
malentendido de los discípulos
en el siguiente episodio que Lucas registra.
1:6-11 La
ascensión y la obra a ser hecha en la tierra
6 Los discípulos hicieron la pregunta ¿restituirás el reino a Israel? porque la
profecía lo anunciaba. Algunos creyentes hoy siguen
esperando un hecho así. 7
La respuesta de Jesús de que a vosotros no os toca saber ni los tiempos
ni
las ocasiones puede implicar que tal expectativa es correcta,
aunque no nos
corresponda saber el tiempo preciso. El discipulado
no es sobre el
conocimiento de tiempos y fechas, sino sobre estar
listo. En Hechos esto
significa recibir el poder del Espíritu Santo y ser testigos (8). En
algún sentido
la expresión en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de
la tierra bien puede representar los hechos narrados en el
resto del libro.
9 Así como la frase lo último de la tierra es un lenguaje figurado (ya que no
existe algo como “lo último de la tierra”), del
mismo modo la descripción de
Jesús yendo hacia arriba es meramente un intento de
poner en palabras
humanas un tipo de movimiento que está fuera de los
límites de la experiencia y
lenguaje humanos. Estaba dejando la tierra y no hay
otra forma que hacia
arriba. Después de todo, no imaginamos realmente que
el cielo esté “arriba”,
más allá de la atmósfera, como si se pudiera ir allá
en una nave espacial.
Tampoco debemos imaginar que la nube que le ocultó era una nube común del
cielo. Es el mismo tipo de nube que encontramos en
la transfiguración
(Lucas 9:34, 35; cf. Éxodo 16:10; Salmo 104:3), una
nube que es
la revelación de la gloria divina.
Sin embargo, Hechos nos dice que hubo un hecho
visible y mirar hacia arriba
era una reacción natural a ello, pues estaban fijando la vista en el cielo
mientras él se iba (10). Presumiblemente, si Jesús se hubiera
desvanecido, los
discípulos habrían mirado alrededor más bien que
hacia arriba. Los dos
hombres vestidos de blanco sin duda eran ángeles (ver una descripción similar
en Lucas 24:4, 23). 11 Su mensaje estaba de acuerdo con el de Jesús: el
discipulado no es un asunto de estar mirando al cielo. El retorno de Jesús, así
como la restauración del reino es seguro, como
posiblemente quiere demostrar
la palabra misma. No les correspondía estar
preocupados por el regreso.
Tenían otras cosas que hacer, como Jesús ya les
había indicado. John Stott
escribe: “Había algo fundamentalmente anómalo en esa
actitud de estar mirando
hacia arriba cuando habían sido comisionados para ir
hasta lo último de la
tierra... Su llamamiento era el de ser testigos y no
observadores de las
estrellas.”
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