Aimée Cabrera.
El sábado 28 finalizaba
el segundo mes del año y, hacía pocos días había empezado el mes de Adar,
duodécimo del Calendario Judío, por lo que las integrantes del Ministerio,
“Mujer No Dejes Tu Lugar” se dieron cita, junto a sus familiares en el Cristo
de la Habana, ubicado en los altos del pueblo de Casablanca, cercano a la bahía
de La Habana.
Con este encuentro
familiar que dejó de celebrarse el último sábado de cada mes, por diversas
razones, ajenas al deseo de compartir el alimento implícito en La Palabra y lo
que cada una puede llevar de alimento, multiplicados ambos en el amor a Dios y
al prójimo, su coordinadora y facilitadora Nancy Alfaya expone la importancia
del mismo.
Este tiempo que incluye
además, a otros familiares da la posibilidad de meditar , orar, dar testimonio
y tratar temas que llegan muy de cerca al cubano medio, dados por las carencias
materiales existentes que se incrementan ante la falta de valores y de
comunicación que convierte en indolencia y agresividad, muchos de los
comportamientos entre las personas.
Nancy Alfaya quien es
también facilitadora de este Ministerio
y realiza junto a otras hermanas de fe, un trabajo comunitario especial en varias
barriadas pertenecientes al municipio Habana Vieja así como en otras
provincias, comenta cuán importante es poder hacer estas reuniones familiares
que tienen a su vez un cariz religioso.
“Teniendo en cuenta que
Dios tiene un propósito para nosotros y que, cada uno tenemos nuestros propios
propósitos, queremos entonces que se cumplan con éxito; pero a veces esos
propósitos en lo personal, familiar y social quedan solo como sueños, tenemos
muchos deseos de que se cumplan y no sucede así, qué hacer: desistir o luchar
hasta lograrlo”, destaca.
Para ello sugirió, en
el primer tiempo, la lectura del Salmo 138 que, en su versículo 8 dice: “El Señor
cumplirá su propósito en mí. Tu misericordia, Jehová, es para siempre; ¡no
desampares la obra de tus manos!” y a continuación plantea que “vemos que existe un deseo en
Dios de cumplir el sueño del hombre, aunque sea a veces difícil conseguirlo: la
decisión más fácil es rendirse”, apuntó.
En el caso de las mujeres,
razón de ser de su proyecto, Nancy manifiesta que “algunas mujeres no logran
sus sueños y propósitos por falta de identidad, carácter, valor, otras sufren
violencia doméstica, manipulación
control y dominio, por su pareja, limitando su desarrollo personal,
familiar, y social”.
Ella hace un llamado a la
mujer y la exhorta a “que no deje su lugar de reina por el cual ha sido creada
y que se vea como un regalo de Dios, haciendo valer su espacio de madre,
esposa, estudiante o trabajadora dentro de la sociedad donde vive”, señaló.
Mientras que para la
figura masculina de la familia, Nancy dijo que “el esposo y
padre de familia como cabeza, tiene la responsabilidad de ser un ejemplo,
proveedor y guardián de los regalos que Dios le entregó, cuidarlos más que a su propia vida”.
A modo de resumen en este
primer tiempo en el Cristo de la Habana, la coordinadora resume que “cada familia debe asumir el rol que le toca con
orden, amor y respeto, la comunicación es una base que ayuda a mantener la
familia unidad, la mujer debe ser virtuosa, sabia para ser una buena edificadora,
administradora de su hogar, también proveedora con igualdad de derechos y responsabilidades”.
En el segundo tiempo, después
de orar y alabar a Dios con acciones de gracia, se analiza la carta del apóstol
Pablo a los Efesios, en su capítulo 5 “Someteos los unos a los otros”, en cuyos
versículos del 21 al 33 se habla de la sumisión como base de respeto mutuo, no
como forma abusiva.
Para esta parte, Nancy
expresó que para lograr la estabilidad en la pareja, estas necesitan tener mente abierta en cuanto a fe y
a amor para que aspectos tales como la fidelidad, el respeto, la consideración,
entre otros se consoliden como bendiciones no solo para el matrimonio sino para
la familia también.
“El esposo y la esposa deben
ser recíprocos en todos estos valores que deben primar siempre en el testimonio
que dan como cristianos a la familia, a su comunidad y a la sociedad en
general. Para obtener estas bendiciones debe existir sabiduría de ambas partes,
saber escuchar, ser humildes y solidarios uno con los otros.
Las hermanas Mary e Isabel
guiaron las alabanzas que fueron cantadas por todos los asistentes. Entre las
mujeres, se destacaron con sus testimonios, las hermanas Julia y Roberta
quienes explicaron formas sabias de comprensión por parte de las mujeres para
con sus esposos, familiares y todos con quienes deben mantener relaciones
sociales.
Por la parte de los hombres, fueron
valiosas las palabras dichas por los hermanos Tomás, Jorge y Yoán; ellos
opinaron que “la mujer debe ser respetada y valorada, que es necesario hacer un
llamado al sexo masculino para respetar los derechos de las mujeres, teniendo
en cuenta que ellas son fuentes de vida y que sin su presencia la vida no sería
posible en esta tierra”.
Entre todos, compartieron
sus meriendas y al culminar la oración
final, todos regresaron a sus hogares con el beneplácito de haber estado
reunidos en el Espíritu y haber recibido enseñanzas que los unirán más a sus
familiares, hermanos en fe y conciudadanos.
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