Jesucristo, maestro y predicador por excelencia, no
se amedrentó ante nadie para pronunciarse en contra del pecado y las
injusticias de su tiempo, también los profetas antes de Él y otros después,
dejaron oír sus voces dejando a un lado
los dictados del temor y de la falsamente llamada prudencia.
Las verdades que predicaron los profetas de Jhvh,
como Amos, no siempre fueron del agrado de los reyes. Los profetas eran vistos
como traidores debido a que hablaban en contra del rey y de sus consejeros,
cuestionando su autoridad y exponiendo sus pecados. Pero lo peor no era que
fuera desagrado del rey, porque este tenía sus motivos, sino que los sacerdotes
que representaban la religión oficial de Israel desechaban el mensaje de Jhvh y
se parcializaban con la inmoralidad y la mentira. Tal es el caso de Amasías,
sacerdote de Betel, que envió a decir a Jeroboam, rey de Israel:
"Amós ha
conspirado contra ti en medio de la casa de Israel. ¡La tierra no puede
soportar todas sus palabras!
La
expulsión de Amos
Amos sin ninguna preparación, educación ni crianza
especial, obedeció el llamado de Jhvh: "Ve y profetiza a mi pueblo
Israel". (Amos 7.15) La obediencia a Jhvh es la prueba de ser un siervo
fiel, que este no desampara.
Este hecho le costó
la expulsión al indefenso Amós por parte del sacerdote Amasías que le
dijo: — ¡Vidente, vete; huye a la tierra de Judá y come allá tu pan! Profetiza
allá y no profetices más en Betel, porque es el santuario del rey y la casa del
reino. (Amos 7:13)
El
juicio de Jhvh contra Amasías
El juicio de Jhvh no se hizo esperar y por las
palabras del mismo Amos le dijo: "Tu mujer se prostituirá en la ciudad;
tus hijos y tus hijas caerán a espada. Tu tierra será repartida a cordel, tú
morirás en tierra inmunda, e Israel definitivamente será llevado cautivo de su
tierra." (Amos 7:17)
Desafortunadamente el espíritu de Amasías hoy se
sigue manifestando en los sacerdotes que no predican el mensaje de Jhvh ni denuncian el
pecado de los gobernantes, sino que tan solo se preocupan por su propia
posición porque creen que mantener su cargo es más importante que anunciar la
Verdad.
No dejen que la ambición de prestigio, autoridad y
dinero les ate a una posición que no puedan dejar, seamos prudentes hasta donde
sea posible, pero sin dejar que nada interfiera en nuestra obediencia y
relación con el Espíritu Santo, cueste lo que cueste, para la honra y Gloria
Divinas.
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