Nos gustaría ahora señalar que estos poderes o capacidades del
hombre como
una persona espiritual son esenciales en su vida religiosa.
Nosotros creemos
que esto podría hacerse evidente con referencia a cualquier tipo
de religión
digna de considerarse, pero lo consideraremos desde el punto de
vista del
evangelio de Cristo. Siendo que es la Doctrina Cristiana lo que
estamos
considerando, y no la religión en general, veamos cómo estos
poderes son
esenciales a la comunión del hombre con Dios en Cristo. Esto es
muy evidente,
sin embargo, si guardamos en la mente las enseñanzas del Nuevo
Testamento,
no se hace necesaria una discusión extensa.
El evangelio del Nuevo Testamento fue un mensaje que cada hombre
debía oír
y aceptar por sí mismo. Este se dirigía al hombre como un ser
inteligente y
apeló a su mente y a su voluntad. No se disfrutaba de sus
beneficios por virtud
de ser un judío, ni en virtud de ser un miembro de una familia en
particular.
Jesús causó división. El dividió familias (<401021>401021>Mateo
10:21, 35, 36). Los
hombres se aliaron alrededor de él o en contra de él. El apeló a
la voluntad de
los hombres. Ellos debían escoger el seguirlo.
Además, él resumió los requisitos de Dios para el hombre en el
amor —amor a
Dios y al hombre (<411230>411230>Marcos
12:30, 31). Este amor del que Dios habla no es
afección natural; es buena voluntad racional. Y se espera de los
hijos de Dios
que tengan esta buena voluntad racional hacia todos los hombres
—enemigos
tanto como amigos. Y sólo de esta manera podemos ser verdaderos
hijos de
Dios (<400543>400543>Mateo 5:43 sigtes.).
Sólo entonces, como un ser inteligente y libre, con poder para
conocer y elegir,
puede el hombre responder al evangelio de Cristo y aceptarlo. Solo
como un
ser con naturaleza moral capacitado para distinguir lo bueno de lo
malo, con
capacidad para amar a Dios y al hombre, puede él vivir la vida
requerida por el
evangelio.
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