es algo sucio y mundano. Dios lo creó y es seguro que tenía
propósitos buenos
y saludables en hacerlo. Este estudio abarcará una investigación
de términos y
casos bíblicos, unos factores de confusión sobre el sexo con
perspectivas
antiguas y modernas, elementos esenciales de un criterio cristiano
sobre el sexo
dentro del matrimonio y la planificación familiar.
EL SEXO EN LA BIBLIA
En la creación Dios hizo al hombre y luego a la mujer, tomando del
hombre una
costilla y así formando algo del hombre para el hombre. Es
importante notar
que Dios, al terminar toda la creación culminando con el hombre,
dijo: “Es
bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Obviamente Dios se complació
con
todo lo que vio en éste, el hombre, la máxima expresión de su
creatividad; esto
incluyó la sexualidad del hombre y de la mujer. Además, Génesis
1:27 dice
que el hombre y la mujer fueron creados a la imagen de Dios. Lo
que hay en
ellos es un reflejo del mismo creador; eso es que ellos son
creados también. Así
la procreación es una extensión del plan de Dios.
No debemos concluir que Adán y Eva eran totalmente inocentes (o
ignorantes
del sexo) en el huerto de Edén antes de la caída en pecado.
Debemos tomar en
serio lo que Dios les mandó hacer en Génesis 2:24, 25: “El
hombre... se
unirá a su mujer, y serán una sola carne.” Aun en el enlace
matrimonial, que
seguramente involucraba el trato sexual, “no se avergonzaban”.
Recordemos
que la primera función y propósito del matrimonio es el
compañerismo. La
mujer le fue dada al hombre para que no estuviera solo y para ser
ayuda
idónea, o sea su compañera. (Génesis 2:18.)
Hay que entender bien lo que quiere decir “una sola carne”. La
idea de carne
ha sido tradicionalmente interpretada como algo que implica
pecado. En
<010224>010224>Génesis
2:24 encontramos la palabra basar que significa el cuerpo
humano. También puede ser la totalidad de la persona. (Véase <191609>191609>Salmo
16:9.) En el Nuevo Testamento la palabra usada para la carne en
esta frase,
“una sola carne”, es sarx. (Véanse Mateo 19:5, 6; Marcos
10:8;
<490531>490531>Efesios
5:31.) Aunque sarx es usado para expresar lujuria (deseos de la
carne, <451314>451314>Romanos 13:14) y la debilidad y pecaminosidad del
hombre (1
Corintios 3:1, 3), también puede señalar simplemente “el cuerpo”.
(2
Corintios 12:7; Filipenses 1:24; Gálatas 4:13, 14.) La “una sola
carne”
se debe entender como la unión de dos cuerpos y naturalezas de los
dos
integrantes del matrimonio. Sarx puede ser pervertido, pero no
automáticamente implica el pecado. Sin embargo, el sarx es designio de lo que
atañe al hombre mientras que está en el cuerpo físico.Concluimos,
entonces,
que el propósito de Dios es cumplido en esta unión de una sola
carne. A la vez
es preciso entender que esta unión incluye no solamente lo físico,
pero que
también abarca la totalidad de las dos personalidades. Por
consiguiente es una
unión tanto síquica y espiritual como física. Tiene tal magnitud
la unión de “una
carne” porque es la expresión física de la entrega de las dos
personas, no
solamente un acto físico. El hebreo entendía bien que el hombre es
uno solo; o
sea que no tiene varias partes que funcionan aparte como lo
espiritual y lo
físico, sino que cada faceta de su persona y personalidad afecta a
las demás.
De modo que el acto sexual no puede ser una simple función
biológica. Por eso
Pablo enseña en1 Corintios 6:16: “¿No sabéis que el que se une con
una
ramera, es un cuerpo (soma) con ella? Porque dice: Los
dos serán una carne”
(sarx). Lo más alto de su persona (soma; véase la nota No. 1) y lo más natural
y humano (terrenal, sarx) de su persona, se unen con la
otra persona en el acto
sexual. La “una sola carne” refleja la mezcla de la totalidad de
dos personas y
sus personalidades. Cuando alguien entra en una unión adúltera,
Pablo dice que
está pecando contra su propio cuerpo (soma) (1 Corintios 6:18), es decir,
está violando su destino verdadero, que es glorificar a Dios (1
Corintios
6:20: compare v. 13.)
El propósito de Dios ha sido siempre el matrimonio monógamo.
(Proverbios 5:1-6, 15.) Aunque la poligamia se encuentra con
frecuencia
en el Antiguo Testamento, nunca es sancionada por Dios. Más bien,
ha sido
una medida humana para traer hijos a una unión. (Por ejemplo,
Abram y Agar,
Génesis 16:1-4.) Muchas veces esto produjo resultados infelices,
como en
el caso de Ismael y el de los hijos de David.
Ahora bien, la unidad física que se goza en el matrimonio monógamo
es algo
exaltado en las Escrituras. Hay una felicidad sexual presentada en
Proverbios 5:15-19; Eclesiastés 9:7, 9 y en todo el Cantar de los
Cantares, especialmente 6:6-12. Aquí se nota cierto erotismo, pero
siempre en
el contexto matrimonial. Los consejos de Proverbios capítulo 5
contra la
fornicación no dejan duda de la confusión que esto trae a la vida
de sus
participantes. Por el otro lado, resaltan la hermosura y lo
deleitoso de la entrega
sexual entre la pareja en matrimonio. Este erotismo no es
indiscriminado ni una
sensualidad despersonalizada, sino es la expresión amante y
corpórea del afecto de uno hacia otro... Se trata de una relación entre dos
seres que se han descubierto, y se han abierto mutuamente el uno al otro y
ahora profundizan en su recíproco
conocimiento y comunicación. Alguien lo ha expresado así: Un Yo
que
trasciende a sí mismo para llegar a un Tú, con el que crea una
sola
carne.
José Grau acierta que eros no busca (como la sensualidad)
el “deleite
meramente personal o pasajero sino el establecimiento de un
vínculo gozoso
entre dos que se aman.” Agape, el amor desinteresado, es el que puede
salvar a eros de cualquier perversión por iluminarlo y
transformarlo para dar al
amor humano su verdadera dimensión querida por Dios. Cristo
es el ejemplo
máximo de agape, de entrega total para salvar la
iglesia, y como tal sirve de
perfecto modelo para el esposo en la entrega a su esposa. (Efesios
5:25-
33.) El eros nunca es suficiente para sostener el matrimonio como
el agape,
pero no ha de ser nunca dejado a un lado (1 Corintios 7:2-5; 1
Tesalonicenses 4:3-8), sino entendido y experimentado plenamente
con la
confianza de que es parte del plan de Dios en formar una sola
carne entre los
esposos.
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