miércoles, 13 de julio de 2011

"A LOS MARTIRES DEL REMOLCADOR 13 DE MARZO"


Hubo una raza de padres que pudo haber levantado una raza de misioneros. Citaré el ejemplo de una anciana morava. Una amiga la visitó con la tristeza reflejándose en sus miradas: “Su hijo –le dijo la amiga--, se ha ido. --¿Se ha ido Tomás al cielo? ¿ Cayó ocupando su puesto en las actividades misioneras? ¡Cuánto quisiera que Dios llamara ahora a mi hijo Juan a la obra! Poco después Juan era también misionero y también cayó. En esta ocasión, la comisión que vino a participarle la noticia a la madre, se manifestaba muy triste; pero antes de que alguna de las personas que la formaban hubiese abierto sus labios, la anciana exclamó: ¡Ojalá que él llamara ahora a la obra a mi último hijo, a Guillermo!” Y Guillermo también fue y cayó, y esta vez la noble mujer dijo:

“¡Cuánto quisiera tener mil hijos que darle a Dios”.

(Hechos 6:11-14)

“La verdad no lo descubre todo, conviene también mostrar la causa de la falsedad”.

Por: Delfín Leyva

Un grupo de familiares y vecinos, personas pacíficas, que sólo tenían un propósito: alcanzar la libertad, lograron aunar esfuerzos y el día 13 de julio de 1994, cerca de las tres de la madrugada salieron del puerto de La Habana, a bordo del remolcador 13 de marzo. Todo había sido minuciosamente planificado. Entre los organizadores de la travesía se encontraba Raúl Muñoz, ex-capitán del remolcador 13 de marzo, Fidencio Ramel Prieto, jefe de operaciones del Puerto de La Habana y dirigente del Partido Comunista. Ambos, así como otros, eran personas experimentadas en los menesteres y peligros del mar. Setenta y dos personas, entre ellos mujeres y niños, con mucha fe y ajenos a lo que el destino le deparaba, partieron en busca de la tan ansiada libertad.

Los hechos

A sólo 7 millas de las costas cubanas, fueron interceptados por tres remolcadores bomberos, conocidos como Polargos 2, 3, 4. Los tres, desde distintos puntos, comenzaron a tirarle al remolcador 13 de marzo fuertes chorros de agua a presión y a embestirlo para tratar de hundirlo. Raúl Muñiz y otros les gritaba a los tripulantes de los Polargos: “No nos hundan que aquí tenemos niños y mujeres”, en un acto de desesperación alzaron a los niños para que los esbirros los vieran, pero de nada valió la súplica. Continuaron los chorros cada vez más fuertes y seguían embistiéndolos para lograr su propósito. Algunos de los niños y mujeres se refugiaron en el cuarto de máquinas, pero no pudieron salvarse al hundirse el trasbordador 13 de marzo. Murieron 41 personas, entre ellas 23 niños. Solamente pudieron salvarse treinta y uno, casi todos al agarrarse de una nevera que se mantuvo flotando en el agua.

Sergio Perodin, uno de los sobrevivientes, quien perdió a su esposa Pilar y su hijo Yasser de 11 años contó así lo ocurrido:

“De sólo poner proa rumbo al estrecho de la Florida, aún dentro de la Bahía de La Habana, sospechamos que la dirección de Seguridad del Estado conocía nuestros planes. Los tres barcos hacen un cerco al 13 de marzo, y dos de ellos nos lanzan potentes chorros de agua. Comienzan entonces a alejarnos de la costa. Nos embestían y golpeaban, una y otra vez, tratando de volcarnos. La maniobra no surtió efecto porque el 13 de marzo era potente. Entonces se colocó un Polargo delante de nosotros y otro detrás, éste último era el que nos golpeaba. Así lograron quebrar la estructura del 13 de marzo, el cual comenzó a hundirse por la popa. En este momento el Polargo de atrás nos “escoreo”, es decir, se montó encima de nuestra embarcación, la cual se hundió hasta la mitad. Unas 30 personas quedaron atrapadas en la bodega del 13 de marzo. Los que logramos salir a la superficie, vimos que las tres naves Polargo giraban a nuestro alrededor a alta velocidad, tratando de hundirnos. Se mantuvieron haciendo remolinos durante 40 minutos. Era evidente que tenían el propósito de no dejar sobrevivientes alguno que luego se convirtiera en un peligroso testigo.”

Y continúa Perodin con su relato: “Para nuestra sorpresa, vimos que los tres Polargos quedaron quietos, y una lancha torpedera guardafronteras entró hasta donde flotábamos. Nos recogieron; al subir a la lancha nos percatamos que un barco de bandera griega, que se encontraba a unos 800 ó 1,000 metros de distancia, trataba de entrar a la bahía. Comprendimos entonces porque habían detenido la masacre y nos habían recogido. Esa noche a todos los hombres nos encerraron en calabozos hasta las 6:00 de la tarde. Luego nos trasladaron a Villa Marista, la sede de la dirección de Seguridad del Estado. Allí permanecimos por espacio de 20 días, tras los cuales nos impusieron prisión “domiciliaria”. Hasta aquí el trágico y conmovedor relato de este sobreviviente, que meses más tarde logró, en una balsa, llegar a tierras de libertad.

Sergio Perodin narró la tragedia del 13 de marzo ante un comité del congreso de Estados Unidos y ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Ha denunciado este crimen en distintos foros, buscando justicia para sus familiares y amigos víctimas de este asesinato en masa del régimen castrista. Ni siquiera los familiares tuvieron el consuelo de ver los cadáveres de las víctimas, ya que el gobierno se negó a rescatarlos. Hasta hoy, ningún organismo, ni gobierno se ha interesado en ayudarnos a castigar los culpables. El mundo libre sigue de espalda a la tragedia cubana y cada día recordamos más a José Martí cuando dijo:

“Ver un crimen en silencio es cometerlo”.

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