viernes, 12 de octubre de 2018

Sin libertad, la evocación del 10 de octubre es imposible León Padrón Azcuy, La Habana, jueves 10 octubre 2018 Hoy 10 de octubre del 2018 se cumplen ciento cincuenta años de la importante gesta de La Damaja¬gua. Proeza inolvidable en la historia de Cuba, por cuanto ese día Carlos Manuel de Céspedes –Padre de la Patria –dio la libertad a sus esclavos, iniciando así la guerra por la independen¬cia y libertad de los cuba¬nos del yugo colonial extranjero. Un empeño que tras un largo periodo insurreccional se consolidó en 1902 con la instauración de la República de Cuba. Tristemente, en enero de 1959, la Isla sucumbi-ría ante el sueño revolucionario de Fidel Castro, quien devino en dictador, tra¬yendo a la Isla caribeña una ideología, jamás conce¬bida ni por Céspedes, ni por ninguno de los padres fundadores de la Independencia de Cuba. El Manifiesto redactado por Céspedes, fechado en Manzanillo el 10 de octubre de 1868, increíblemente denota un escenario político, económico y social, si¬milar al que vive –ahora mismo– nuestra amada Cuba. La hipocresía del Gobierno cubano y todos sus acólitos se pone en evi¬dencia con la más miope lectura de este documento. "Nadie ignora que España gobierna la Isla de Cuba con un brazo manchado… teniéndola privada de toda libertad política, civil y religiosa…nadie puede pedir re¬medio a sus males sin que se le trate como rebelde, y no se le concede otro recurso que callar y obedecer… los cubanos no pueden hablar, no pueden escribir, no pueden ni siquiera pensar… Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede negarle que eche manos a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio. La Isla de Cuba no puede estar pri¬vada de los derechos que gozan otros pueblos, y no pueden consentir que se diga que no sabe más que sufrir. A los demás pueblos inocente, ilustrado, sensi¬ble y ge-neroso. No nos extravía rencores, no nos ha¬lagan ambiciones, solo que¬remos ser libres e iguales como hizo el creador a todos los hombres". Luego de casi siglo y medio de aquel esfuerzo, el go¬bierno militar de Cuba, pisotea los derechos consigna¬dos en la Declaración Universal de los Derechos Hu¬manos. Y lo hacen con un absoluto descaro y sin el más mínimo arrepentimiento. La Declaración, un anhelo de la humanidad desde 1948, otorga –entre otras libertades- la de "opinión y expresión" y se aclara que ese derecho "incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de in¬vestigar y recibir información sin limitación de fronte¬ras". Pero en Cuba, según consta en la Constitución, los medios de difusión pertenecen al Estado, ¿quién entonces puede dar a conocer sus opiniones sin per¬miso del Go¬bierno? ¿Y quién se atreverá a disentir si el código penal prevé indistin¬tamente "desacato" con pena de cárcel, o en el mejor de los casos, el que se atreve hacerlo, la propaganda oficialista lo tacha de mercenario, pagado por una potencia extranjera? La imposición a la ciudadanía de una "concepción marxista leninista" que tenía como fin "formar a los nuevas generaciones en los principios ideo¬lógicos y morales del comunismo", ha estado más cerca del es¬clavo o del maniquí, que del pleno desarrollo de la personalidad. En silencio, la mayoría de los cubanos mandan sus hijos a las escuelas a recibir la "programada" educa¬ción, que diseñaron esos mismos que nos quitaron la libertad. Quienes no desaprovechan la oportunidad para adoctrinar desde la niñez bajo la óptica "socia¬lista" a nuestra juventud. Tarea recurrente, puesto que los maestros actuantes también fueron educados, enseñados y adoctrinados bajo el mismo precepto. Imposible será enseñar a nuestros hijos el recuerdo agradecido del 10 de octubre de 1968 mientras Cuba no sea verdaderamente libre. El fallecido disidente Osvaldo Payá dijo ante el Parlamento Euro¬peo: "Las tiranías no tienen color polí¬tico, vengan de donde vengan son una sola”. Si bien el tiempo de las armas y la violencia quedaron atrás, tal vez usted que me está leyendo dirá: ¿con qué lo vamos a derrotar? Ah! Esa pregunta se la hicieron al Mayor Ignacio Agramonte en un momento bien difícil de la guerra frente al poderío militar de España y la complici¬dad de todos los países de América. Un escenario muy parecido al de hoy. "¡Con la vergüenza de los cu¬banos"! Contestó. Vergüenza que es desasimiento de intereses persona¬les, vergüenza que es la repulsión de caminos tortuosos, vergüenza que es el débito irreducti¬ble a favor de la Patria. Y no más compromiso con el Castrismo, res¬pon¬sable de todos nuestros males leonpadron16@gmail.com @leonlibredecuba



Por: León Padrón Azcuy

Hoy 10 de octubre del 2018 se cumplen ciento cincuenta años de la importante gesta de La Damaja­gua. Proeza inolvidable en la historia de Cuba, por cuanto ese día Carlos Manuel de Céspedes –Padre de la Patria –dio la libertad a sus esclavos, iniciando así la guerra por la independen­cia y libertad de los cuba­nos del yugo colonial extranjero.
Un empeño que tras un largo periodo insurreccional se consolidó en 1902 con la instauración de la República de Cuba. Tristemente, en enero de 1959, la Isla sucumbi­ría ante el sueño revolucionario de Fidel Castro, quien devino en dictador, tra­yendo a la Isla caribeña una ideología, jamás conce­bida ni por Céspedes, ni por ninguno de los padres fundadores de la Independencia de Cuba.
El Manifiesto redactado por Céspedes, fechado en Manzanillo el 10 de octubre de 1868, increíblemente denota un escenario político, económico y social, si­milar al que vive –ahora mismo– nuestra amada Cuba.
La hipocresía del Gobierno cubano y todos sus acólitos se pone en evi­dencia con la más miope lectura de este documento. "Nadie ignora que España gobierna la Isla de Cuba con un brazo manchado… teniéndola privada de toda libertad política, civil y religiosa…nadie puede pedir re­medio a sus males sin que se le trate como rebelde, y no se le concede otro recurso que callar y obedecer… los cubanos no pueden hablar, no pueden escribir, no pueden ni siquiera pensar… Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede negarle que eche manos a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio. La Isla de Cuba no puede estar pri­vada de los derechos que gozan otros pueblos, y no pueden consentir que se diga que no sabe más que sufrir. A los demás pueblos inocente, ilustrado, sensi­ble y ge­neroso. No nos extravía rencores, no nos ha­lagan ambiciones, solo que­remos ser libres e iguales como hizo el creador a todos los hombres".
Luego de casi siglo y medio de aquel esfuerzo, el go­bierno militar de Cuba, pisotea los derechos consigna­dos en la Declaración Universal de los Derechos Hu­manos. Y lo hacen con un absoluto descaro y sin el más mínimo arrepentimiento.
La Declaración, un anhelo de la humanidad desde 1948, otorga –entre otras libertades- la de "opinión y expresión" y se aclara que ese derecho "incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de in­vestigar y recibir información sin limitación de fronte­ras". Pero en Cuba, según consta en la Constitución, los medios de difusión pertenecen al Estado, ¿quién entonces puede dar a conocer sus opiniones sin per­miso del Go­bierno? ¿Y quién se atreverá a disentir si el código penal prevé indistin­tamente "desacato" con pena de cárcel, o en el mejor de los casos, el que se atreve hacerlo, la propaganda oficialista lo tacha de mercenario, pagado por una potencia extranjera?
La imposición a la ciudadanía de una "concepción marxista leninista" que tenía como fin "formar a los nuevas generaciones en los principios ideo­lógicos y morales del comunismo", ha estado más cerca del es­clavo o del maniquí, que del pleno desarrollo de la personalidad.
En silencio, la mayoría de los cubanos mandan sus hijos a las escuelas a recibir la "programada" educa­ción, que diseñaron esos mismos que nos quitaron la libertad. Quienes no desaprovechan la oportunidad para adoctrinar desde la niñez bajo la óptica "socia­lista" a nuestra juventud. Tarea recurrente, puesto que los maestros actuantes también fueron educados, enseñados y adoctrinados bajo el mismo precepto. Imposible será enseñar a nuestros hijos el recuerdo agradecido del 10 de octubre de 1968 mientras Cuba no sea verdaderamente libre.
El fallecido disidente Osvaldo Payá dijo ante el Parlamento Euro­peo: "Las tiranías no tienen color polí­tico, vengan de donde vengan son una sola”.
Si bien el tiempo de las armas y la violencia quedaron atrás, tal vez usted que me está leyendo dirá: ¿con qué lo vamos a derrotar? Ah! Esa pregunta se la hicieron al Mayor Ignacio Agramonte en un momento bien difícil de la guerra frente al poderío militar de España y la complici­dad de todos los países de América. Un escenario muy parecido al de hoy. "¡Con la vergüenza de los cu­banos"! Contestó.
Vergüenza que es desasimiento de intereses persona­les, vergüenza que es la repulsión de caminos tortuosos, vergüenza que es el débito irreducti­ble a favor de la Patria. Y no más compromiso con el Castrismo, res­pon­sable de todos nuestros males  
@leonlibredecuba






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