Aunque narrado
generalmente en tercera persona, toda la segunda parte del libro (7:2–12:13),
con una serie de visiones dramáticas, se presenta en una manera autobiográfica.
Aunque en nuestras Biblias en castellano está incluido entre los profetas, en
la Biblia hebrea se encuenta entre los Escritos. En ese contexto ilustra la
naturaleza y las bendiciones de una vida vivida en fidelidad al pacto de Dios,
bajo condiciones inhospitalarias (caps. 1–6), y revela los conflictos en los
que el pueblo del Dios del pacto estará comprometido y guardado divinamente
(caps. 7–12).
El contexto en
el que la vida de Daniel se presenta se resume en la pregunta hecha por los
exiliados en Babilonia en el Sal. 137:4: “¿Cómo cantaremos las canciones de
Jehovah en tierra de extraños?” Todo el libro, biografía y visiones, nos enseña
que este mundo será siempre “tierra de extraños” para el pueblo de Dios (cf.cf.
Confer (lat.), compare Juan 17:6; Fil. 3:20a). Los del pueblo de Dios son
extranjeros en el mundo (1 Ped. 1:1, 17), rodeados de enemigos malignos y
destructores (1 Ped. 5:8, 9). Sin embargo, es posible vivir de una manera que
traiga alabanza y honra a Dios, así como Daniel lo hizo. El es la encarnación
de la enseñanza del Salmo 1.
Tal vida de fe
, compare Heb. 11:33, 34 se nutre del conocimiento de Dios (11:32b), de la
consagración a él (1:8; 3:17, 18; 6:6–10), y de la comunión con él en oración
(2:17, 18; 6:10; 9:3; 10:2, 3, 12). Obtiene su confianza del conocimiento de
que Dios es soberano sobre todos los asuntos humanos (2:19, 20; 3:17; 4:34,
35), y que él está edificando su propio reino (2:44, 45; 4:34; 6:26; 7:14).
Nuestros tiempos están en sus manos (1:2; 5:26), puesto que los asuntos de la
tierra no están desconectados de los del cielo (10:12–14, 20). El es un Dios
que se revela a sí mismo y da a conocer sus propósitos, de modo que su pueblo
pueda conocerlo y confiar en su palabra (1:7b; 2:19, 28–30, 47). Tal
conocimiento capacita al pueblo de Dios a resistir la presión sabiendo que participarán
de la realización de su reino (7:22, 26, 27; 12:2, 3).
1:1, 2 El
hombre propone, Dios dispone
La historia de
Daniel se introduce por medio de dos declaraciones que proveen contexto
histórico y también teológico para toda la narración. Nabucodonosor rey de
Babilonia fue a Jerusalén, y la sitió. Nabucodonosor invadió Palestina en
varias ocasiones. El sitio al que se refiere aquí tuvo lugar en 605 a. de
J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, en el tercer año del reinado de Joacim
(según el cómputo babilonio. Jer. 25:1, que se refiere al mismo incidente, usa
el cómputo judío, contando desde el nuevo año anterior al advenimiento de un
rey). Nótese que esta perspectiva horizontal de la historia se acopla con una
vertical o teológica: El Señor entregó en su mano a Joacim. Inmediatamente
somos introducidos a los temas subyacentes de todo el libro:
1. Babilonia
contra Jerusalén, la ciudad de este mundo contra la ciudad de Dios, un
conflicto trazado en las Escrituras hasta su clímax en Apoc. (ver Apoc. 14:8;
17:5; 18:2–24). Esencialmente este conflicto tiene su raíz en Gén. 3:15.
2. El reinado
soberano de Dios, a pesar de todas las apariencias contradictorias. En la caída
de Jerusalén se cumplieron las profecías . Por ejemplo Isa. 39:6, 7; Jer.
21:3–10; 25:1–11) y se inauguraron los juicios del pacto de Dios, de los cuales
los profetas habían advertido (es decir, Deut. 28:36, 37, 47–49, 52, 58). El
exilio fue un juicio sobre el reinado de Joacim (2 Crón. 36:5–7), pero la
descomposición había empezado mucho antes (2 Rey. 24:1–4). Según las
apariencias externas Nabucodonosor era triunfador, y el nombre de Dios había
sido avergonzado (el poner los utensilios en el tesoro de su dios marcaba el
triunfo de la deidad pagana Nabu sobre Jehovah). En realidad, sin embargo, nada
está fuera del gobierno divino (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 45:7; Ef.
1:11b) como Nabucodonosor mismo llegó a reconocerlo (4:35). En Daniel se
repitió la experiencia de José (Gén. 45:4–7; 50:20).
1:3-7
Reprogramación en Babilonia
En Babilonia,
israelitas escogidos recibieron educación especializada. Los escogidos eran los
que daban señales de ser líderes naturales (del linaje real y de los nobles),
(3) y que ya habían demostrado sus capacidades intelectuales. Ellos iban a ser
reeducados intelectualmente y recibirían un trato real. Había varios objetivos
a la vista: es decir, una reprogramación religiosa (idioma, literatura y dieta
llevaban un significado religioso y cultural) y un “lavado de cerebro” que
simultáneamente debilitaría la posibilidad de un futuro liderazgo capaz entre
los israelitas y potencialmente fortalecería la sociedad babilonia cuando se
terminara el proceso (5b).
La educación a
la vista indudablemente incluía astrología, adivinación y otras “artes”. Los
jóvenes necesitaron depender de la promesa de Isa. 3:1–3 mucho antes de los
eventos del cap. 3.
La
reprogramación se inició con nuevos nombres, cada uno de los cuales tenía un
significado religioso, como indican los sufijos de los nombres heb.: Dani-el
significa “Dios es mi juez”; Anan-ías, “agraciado por Dios”; Misa-el, “¿Quién
es como Dios?” y Azar-ías, “Jehovah ha ayudado”. Aunque las formas en que sus
nombres babilonios aparecen pueden ser corrupciones deliberadas (una señal al
lector de la falsedad envuelta en ellos), los nombres de dioses paganos (p.
ej.p. ej. Por ejemplo Bel, Nabu y posiblemente Aku) están encerrados en ellos.
Un cambio de identidad (ya no más hijos de Dios) y de destino (Babilonia, no
Jerusalén) estaba a la vista, y los dos serían reforzados por el uso constante.
1:18-21
Salvando la primera prueba
Habiendo
explicado cuidadosamente los obstáculos para la fidelidad, la narración ahora
cuenta cómo Dios realizó su plan soberano para sostener a sus fieles contra
todos sus adversarios. El que está en control de los asuntos de las naciones
(1, 2) también obra en las vidas de los individuos. Cf. “el Señor entregó” (2)
con Dios concedió que se ganara el afecto y la buena voluntad del jefe de los
funcionarios (9) y con Dios les dio (17).
Daniel creía
que tomando la comida del rey y el vino se contaminaría (8; cf.cf. Confer
(lat.), compare Eze. 4:9–14). La razón probablemente era más sutil que la
simple fidelidad a las leyes dietéticas levíticas contra comer comida “impura”
(puesto que ninguna prohibición se había puesto al vino) o a que la comida
había sido ofrecida a ídolos (a menos que los vegetales escaparan de tal
consagración). En vista de esto, su decisión puede simplemente haber sido su
resolución a no permitir ser asimilado por la cultura babilónica (y ser
acondicionado espiritualmente por ella), cuando le era posible resistirse
activamente. Respecto a su educación y a su nuevo nombre, había poco que él
podía esperar hacer. La narración subraya así la sabiduría de Daniel al saber
en qué punto debería enfocar su resistencia.
Daniel es
presentado aquí como un modelo de testigo fiel en lo atractivo de su vida, en
la afabilidad de su resistencia (Pidió, 8; Por favor, prueba, 12) y la manera
en que su comportamiento ganó el favor y la simpatía del oficial (9) y el
consentimiento del inspector (14).
Mediante su
dieta vegetariana Daniel y sus compañeros florecieron físicamente. Por
implicación esto también fue hecho por Dios. Los recursos humanos proveen
comidas, pero solamente Dios provee nutrición física. Los diez días de prueba
(14) se convirtieron en un menú permanente (15, 16).
Además, Daniel
y sus compañeros recibieron dones divinos especiales (17–19). El desarrollo
intelectual y el éxito verdadero pueden alcanzarse sin arreglo espiritual; el
piadoso puede dominar y emplear el aprendizaje del impío. Dios convierte en
locura la sabiduría del mundo y perfecciona su fuerza donde su pueblo es más
débil (1 Cor. 1:19–25; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 44:24–26). No
solamente la vida y el carácter de Daniel se describen en una manera que de
liberadamente recuerda a los de José; es también una reflexión del Mesías
venidero (Isa. 11:2, 3).
El comentario
concluyente (21), según piensan los críticos, se contradice por 10:1. Pero la
idea aquí no es la de proveer la fecha de la muerte de Daniel; es teológica, no
simplemente cronológica. El primer año de Ciro (538 a. de J.C.a. de J.C. Antes
de Jesucristo) marca el principio de la era de restauración (2 Crón. 36:22,
23). El propósito es que Daniel vivió para ver revocadas las acciones de
Nabucodonosor. Cuando el rey de Babilonia tenía mucho tiempo de haber muerto,
el siervo de Dios continuaba vivo y su pueblo había sido restaurado. De esta
manera estamos preparados para narraciones de conflictos que siguen y para el
libro de visiones del triunfo final del reino de Dios.
2:1-49 EL
REINADO DE DIOS AL SOMETER A LOS REINOS
2:1-13 Los
sueños perturbadores de Nabucodonosor
Los eventos
del cap. 2 se desarrollan durante el segundo año del reinado de Nabucodonosor
(604 a. de J.C; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:1, 2).
En el antiguo
Cercano Oriente se creía que particularmente los reyes recibían mensajes de los
dioses. Los sueños de Nabucodonosor eran, por tan to, especialmente
interesantes, establecidos, como lo estaban, en el contexto de su ambiciosa
política extranjera. (Su victoria sobre los egipcios en Carquemis y Hamón le
había asegurado el control de Siria; otras campañas siguieron en los años
siguientes.) El contenido de sus sueños lo dejaron inquieto y atribulado (1).
El entonces convocó a sus diversos consejeros, cuyos títulos son indicativos de
la naturaleza de la ciencia y la religión de Babilonia (p. ej.p. ej. Por
ejemplo para hechiceros véase Deut. 18:10–12; Mal. 3:5).
No hay certeza
respecto a cuánto de su sueño Nabucodonosor podía recordar. Algunas
declaraciones implican que él al menos había retenido un sentido general del
mismo (p. ej.p. ej. Por ejemplo v. 9c). El sueño le había dejado tal impresión
perturbadora que él demandó la seguridad de una interpretación exacta bajo la
amenaza de muerte (5). De esta manera, solamente si sus consejeros podían
decirle el contenido del sueño, que ellos naturalmente ignoraban, podía él
confiar en su capacidad para interpretarlo. La respuesta de los consejeros fue
razonable (4, 7) y crecientemente desesperada (10, 11), una indicación
intencional por parte del narrador de la perversidad del rey y de la bancarrota
de la sabiduría de su corte.
Las palabras
en arameo (4) señalan el cambio de idioma del heb. al arameo, que se mantuvo
hasta 7:28 (véase la Introducción).
La amenaza de
Nabucodonosor de un castigo (5) excesivo y caprichoso (pero de ninguna manera
sin paralelo) y su sospecha de conspiración entre sus consejeros (9) denuncia
un profundo sentido de inseguridad a pesar de sus logros. El decreto que él dio
(12) incluye a Daniel y a sus acompañantes, cuya ausencia (inexplicable)
intensifica el drama de la narración.
2:14-23 Daniel
recibe iluminación
La fuerza y la
gracia del carácter de Daniel se manifiestan una vez más , compare 1:8, 12) en
la prudencia y discreción con las que habló al comandante del escuadrón de la
muerte, así como en su cortés petición a Nabucodonosor (16). Hay un tiempo para
la cortesía paciente así como para la reprensión franca (cf.cf. Confer (lat.),
compare 5:17–28; Mar. 6:18).
Ninguna
característica de la vida de Daniel sobresale más claramente que su devoción
(18; cf.cf. Confer (lat.), compare 6:10; 9:3–23; 10:12). Aquí, él y sus
acompañantes suplican misericordia (18), puesto que el futuro del reino de Dios
y su testimonio en Babilonia parecen depender de su preservación. Daniel creía
que él tenía acceso a esferas que a los astrólogos babilonios les estaban
vedadas (11). El carácter de Dios, el Revelado y Revelador (22, 23a), formó la
base para su petición. El es el Señor de sabiduría y poder (20), Gobernante de
toda la historia (21a) que se comunica con su pueblo (22; cf.cf. Confer (lat.),
compare Hech. 4:24–30). En una manera no explicada totalmente el misterio le
fue revelado a Daniel en una visión (19).
2:24-49 La
explicación del sueño
Daniel regresó
a la presencia del rey, ahora en posición de hablar con amplitud y audacia
apropiadas, contrastando la impotencia de los consejeros del rey con el
conocimiento del consejero celestial de Daniel.
Nabucodonosor
había visto una gran estatua con la forma de un ser humano y hecha
significativamente de metales de valor decreciente (oro, plata, bronce, hierro
mezclado con barro). En este sueño apareció una piedra desprendida que golpeó y
destruyó la estatua (nótese el eco del Sal. 2:9 en los vv. 34b–35a). La roca
tenía dos rasgos dignos de notarse: se desprendió sin intervención de manos
(34), es decir, su origen yacía en la actividad de Dios, y se convirtió en una
gran montaña que llenó toda la tierra (35), es decir, su actividad fue
universal.
El sueño se
refería a lo que ha de acontecer en los postreros días (28). Puesto que la
cabeza de oro fue identificada específicamente como el reino de Nabucodonosor
(38), podemos asumir que las otras partes de la estatua también representaban
imperios o dinastías específicos. Su identidad todavía no había sido revelada a
Daniel y a sus contemporáneos (pero véase 8:19–21). Si han de ser identificados
en retrospectiva (y a la luz de 8:19–21), su pecho y sus brazos … de plata (32)
representan el Imperio Medo-Persa (que el libro de Dan. ve como una sola
entidad incorporada en el ascenso de Ciro en 539 a. de J.C.a. de J.C. Antes de
Jesucristo; cf.cf. Confer (lat.), compare 5:28; 8:20). El vientre y sus muslos
… de bronce (32) simbolizarían entonces al Imperio Griego el cual dominará en
toda la tierra (39), seguido a su vez por el Imperio Romano (aunque algunos
intérpretes conservadores han to mado las piernas y los pies como referencia a
los sucesores de Alejandro Magno).
Esta
interpretación a menudo ha llevado al entendimiento de la piedra como Cristo y
su crecimiento como una referencia al avance del reino de Dios. Puede haber
alusiones a esta interpretación en Luc. 1:33 y 20:18. Sin embargo, también debe
notarse que la piedra desmenuza todos los reinos simbolizados por la estatua.
En un sentido más general, por eso, el mensaje de la visión es que aun que los
reinos que los pueblos edifican dan lugar a otros en un proceso de
supervivencia de los más aptos, es la mano de Dios la que finalmente los
destruye al edificar su propio reino, uno que permanecerá.
Los eruditos
críticos, considerando la idea de un Imperio Medo-Persa como no histórico,
generalmente ven los reinos representados aquí como Babilonia, Media, Persia y
Grecia, y a la interpretación de Daniel como una “profecía después del evento”
(véase la Introducción).
El efecto de
esta revelación se describe en lo que sigue (46–49). Nabucodonosor honró a
Daniel y declaró que reconocía a su Dios. La designación de los acompañantes de
Daniel (49) explica su presencia en el evento que sigue en el cap. 3, que, a su
vez, revela que la profesión de Nabucodonosor era solamente superficial.
3:1-30 EL
REINADO DE DIOS EN LAS PRUEBAS DIFICILES
3:1-18
Idolatría o muerte
El autor de
Daniel claramente intenta que veamos una íntima conexión entre el sueño de
Nabucodonosor y la estatua que él levantó en la llanura de Dura (1). Puede
haber sido una representación del rey mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare
2:38: “Tú eres aquella cabeza de oro”). En este caso, el hecho de que por
contraste con la estatua del sueño (2:31–33) estuviera hecha enteramente de oro
(es decir, probablemente enchapa de oro) sugiere una reacción egocéntrica en
fermiza de Nabucodonosor a la interpretación de Daniel (2:44, 45). Nótese que
siete veces se hace hincapié en que “Nabucodonosor … levantó” la es tatua (1,
2, 3, 5, 7, 12, 14). Habiendo recibido de Dios “la realeza, el poder, la fuerza
y la majestad” (2:37) él la mal usó en sí mismo. La clave para interpretar la
superficialidad de su confesión en 2:47 está clara ahora.
Las inusitadas
proporciones de la estatua (altura.. de 60 codos y … anchura de 6 codos)
sugieren que la altura incluía una base substancial.
Dos rasgos en
la narración aumentan la tensión que rodea el mensaje. Primero, la repetición
de listas de vistas y sonidos (vv. 2, 3 para vistas; vv. 5, 7, 10 para sonidos.
Liras, arpas y flautas parecen ser de origen griego, y pueden indicar el
carácter extenso de la cultura griega.) El lector está “allí”. Nótese que el
evento estaba rodeado de un aura re ligiosa e indudablemente causaba un impacto
estético magnífico. En contraste, los tres hebreos reconocieron que la
adoración bíblica aceptable incluye la sumisión de la voluntad a la verdad
(cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 4:24; Rom. 12:1, 2). Segundo, la ruidosa
naturaleza del conflicto entre la ciudad de este mundo y la ciudad de Dios. La
opción era idolatría o muerte (4–6). Estaba en peligro no solamente la obedien
cia a Exo. 20:4–6, sino también si los creados a la imagen de Dios, y recreados
a esa imagen (Gén. 1:26, 27; Ef. 4:24; Col. 3:10; cf.cf. Confer (lat.), compare
Mat. 22:20, 21) debían inclinarse ante una imagen de hombre. En esas
circunstancias, la fe de Sadrac, Mesac y Abed-nego brilla más que las llamas
del horno (Heb. 11:34) cuando ellos poderosamente ilustran la fidelidad a la
palabra de Dios (2 Cor. 4:11, 13b, 18).
Nabucodonosor
evidentemente creía que toda persona tenía o tiene su precio; ninguno
desafiaría su mandato. Ciertamente esta era una prueba aun más severa para los
hebreos que las que ya habían experimentado en los caps. 1 y 2 (que ahora
pueden ser vistas como preparatorias para esta). Su fidelidad y valor
recibieron un testimonio verdadero, aunque maliciosamente exagerado (estos
hombres … no te han hecho caso) e intencionado de los astrólogos. Ellos, sin
embargo, sí comprendieron el asunto en cuestión: Ellos no rinden culto a tus
dioses ni dan homenaje a la estatua de oro …
(12; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 20:3, 4, 23).
El rey, que
previamente había tenido contacto con los tres hebreos (1:18–20; 2:49), ya
conocía la respuesta a su pregunta (14) y ahora desafió a su Dios así como
también su valor (15). El no contaba con sus dos principales características:
su conocimiento del poder de Dios (17) y su sumisión a la palabra revelada
(18). Su fe estaba revestida de expectación (17; cf.cf. Confer (lat.), compare
1:12, 13; 2:16), pero no mostraba presunción (18) y hacía eco del ejemplo de
Abraham (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 4:20) y del testimonio de Job (Job
13:15a).
3:19-30 “Las
llamas no te tocarán”
La hostilidad
del rey de Babilonia contra los ciudadanos de Jerusalén llegó a su clímax.
Antes con “ira y enojo” (13. cf.cf. Confer (lat.), compare 19) ahora se alteró
la expresión de su rostro (19) frente a la calma y decisión de ellos. Mandó que
el horno fuera calentado a su máxima fuerza (el significado probable de
calentado siete veces más de lo acostumbrado) y que hombres muy fornidos los
atasen (20) para asegurar que cayesen atados dentro del horno (23). Tan
caliente estaba el horno que una llamarada de fuego mató a los soldados (22).
Con estos detalles el narrador subraya la imposibilidad humana de la
sobrevivencia de los hebreos, pero la descripción de su vestimenta sirve como
señal del inesperado triunfo que estaba a punto de tener lugar. Mientras el rey
estaba colérico y los soldados morían quemados, los tres amigos aparecieron en
vestimenta de gala (nótese el colorido relato de sus mantos, sus túnicas, sus
turbantes y sus otras ropas; 21); en contraste con los reinos de este mundo, el
reino de Dios es “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom. 14:17). Esto
es subrayado por la actividad de los hebreos en el horno (sueltos que se
pasean; 25).
Aparentemente
el horno tenía accesos superior e inferior, de manera que la ejecución por
cremación podía ser contemplada como un espectáculo público. Nabucodonosor se
vio obligado a dar marcha atrás a su antiguo dogmatismo (26; cf.cf. Confer
(lat.), compare v. 15c) cuando vio a los tres confesores vivos, acompañados por
una cuarta figura con aspecto de dios (24, 25). El ahora reconocía que era por
intervención del Dios de ellos que los tres hebreos estaban salvos. El evento
es un cumplimiento literal de Isa. 43:1–4: “No temas … yo estaré contigo …
cuando andes por el fuego, no te quemarás; ni la llama te abrasará … ” Los
comentaristas cristianos primitivos consideraban la cuarta figura como la
aparición del Hijo de Dios o como el ángel del Señor (cf.cf. Confer (lat.),
compare v. 28) y frecuentemente otros han opinado lo mismo. El énfasis, sin
embargo, está en lo absoluto de la protección de Dios, mostrada en el hecho de
que ellos salieron sin siquiera el olor del fuego en ellos (v. 27). El Sal.
34:19, 20, que había de encontrar su cumplimiento en Cristo (cf.cf. Confer
(lat.), compare Juan 19:36), encuentra aquí un cumplimiento anticipado.
El cap. 3
empieza con un decreto de Nabucodonosor que amenazaba con destruir el reino de
Dios; termina con un decreto posterior en el que todos los otros reinos (todo
pueblo, nación o lengua; 29) eran amenazados con la destrucción si ofendían el
reino de Dios. Aunque esto registra un triunfo para el reino de Dios, y (por
contraste con 2:47) expresa la humillación del rey (28b), el narrador nos da
indicaciones de que Nabucodonosor no era de nin guna manera un hombre de fe
genuina. El se impresionaba exclusivamente con los milagros (cf.cf. Confer
(lat.), compare Hech. 8:9–23); su respuesta fue hacer prosperar a los hebreos
(30), no compartir su confianza (28). Aunque en algunos aspectos su humillación
había cambiado sus percepciones, no había ablandado su corazón (cf.cf. Confer
(lat.), compare v. 29, y contrástese la confesión de Jonás después de su
humillación; Jon. 2:8).
4:1-37 EL
REINADO DE DIOS HUMILLA A NABUCODONOSOR
4:1-18 El
sueño del árbol cósmico
La narración
del capítulo cuarto se desarrolla dentro del contexto de una carta algo poética
(1–18, 34–37, posiblemente compuesta con la dirección de Daniel). La pieza
central de la narración es la caída de Nabucodonosor, narrada en tercera
persona, reiterando que, durante los eventos registrados, el rey no estaba en
condición de evaluar su propia experiencia. La adscripción de alabanza (3) nos
prepara para la obra de Dios que va a ser descrita.
Nabucodonosor
es descrito en la cumbre de sus poderes: tranquilo en mi casa y próspero en mi
palacio (4). Aquí, en contraste con los vv. 2, 3, no hay indicio de la bondad o
grandeza de Dios, elevando así la expectación del lector al gran cambio que
está a punto de ocurrir (cf.cf. Confer (lat.), compare Luc. 12:16–19).
Nabucodonosor
tuvo un sueño aterrorizador. A pesar de las lecciones de los caps. 1–3, y las
confesiones de 2:47 y 3:28, 29, fue a sus magos a los que acudió de nuevo
(Prov. 26:11; 2 Ped. 2:22), solamente para encontrarlos en bancarrota (7). La
en trada de Daniel (8) trae luz a un lugar obscuro (cf.cf. Confer (lat.),
compare Mat. 5:14; Fil. 2:14–16).
El tema
central en el sueño era un árbol cósmico, que claramente representaba un
imperio mundial que alcanzaba a todos y proveía para todos (10–12; cf.cf.
Confer (lat.), compare 2:37, 38). Sobre él se pronunció un decreto celestial;
iba a ser reducido a un tronco (15a). Pero el imperio estaba personalizado
(dejad el … que él … que tenga … ; 15b, 16); un individuo sería humillado,
viviendo como animal, que él sea mojado con el rocío del cielo (15b). Este
elemento en el sueño fue, presumiblemente, el que llenó a Nabucodonosor de
presentimientos (5) y a la sociedad real de magos la dejó perpleja (7). De
nuevo fue Daniel, el “forastero” de Dios, el único que pudo ayudar.
Nótese que
Nabucodonosor instintivamente interpretó la realidad de la vida espiritual de
Daniel en términos de su propia formación religiosa (espíritu de los dioses
santos; 18b). Su confesión anterior no lo había librado de su politeísmo. Se lo
describe como habiendo tenido convicciones religiosas, pero no lo que podríamos
llamar una conversión bíblica (cf.cf. Confer (lat.), compare v 8).
4:19-27 Una
advertencia de juicio
La perplejidad
y el terror de Daniel (19) estaban relacionados con la interpretación del sueño
y no con su incapacidad de entenderlo. Su sensibilidad es digna de notarse (p.
ej.p. ej. Por ejemplo su uso de un prólogo cortesano propio del Cercano Oriente
para la interpretación; 19b). La revelación de la humillación del rey no le
daba placer a él, y en esto él refleja el corazón divino y el espíritu
mesiánico (Eze. 18:23; Mat. 23:37). No cabe duda de que Nabucodonosor era un
nombre frecuentemente repetido en la vida regular de oración de Daniel (cf.cf.
Confer (lat.), compare 6:10).
La
interpretación fue dada entonces (24–26). El decreto celestial fue de juicio.
Era contra Nabucodonosor (24), ubicado en el contexto de la soberanía absoluta
de Dios (25, 27). Pero era tanto justo como matizado con misericordia; el
terrible juicio que transformaría a Nabucodonosor en un animal no era
inapropiado para alguien que se había comportado como una bestia salvaje con el
pueblo de Dios (además de su actitud hacia los oprimidos, 27; un indicador
siempre significativo del corazón en el ATAT Antiguo Testamento, Isa. 1:17;
58:6). Además, su función era hu millar al rey hacia el arrepentimiento,
alentado por la esperanza de que el Dios que destituye es también el que
levanta.
Los juicios de
Dios nunca son arbitrarios; son siempre moralmente justos. Esto es subrayado
por el consejo de Daniel (de nuevo cortésmente) al rey. Puesto que el juicio es
la respuesta de Dios a la violación flagrante de su ley moral, el
arrepentimiento, demostrado al obedecer la ley, puede traer misericordia
(cf.cf. Confer (lat.), compare Prov. 28:13; Isa. 58:9b, 10; Jon. 4:2). Hasta
los que no son misericordiosos pueden encontrar misericordia; pero la evidencia
de que ellos la desean de Dios es que la muestren hacia otros (cf.cf. Confer
(lat.), compare Mat. 6:12; 18:21–35).
4:28-37
Humillado y sanado
El decreto de
Dios estaba cumplido. Después de un año de oportunidad para arrepentirse (29),
Nabucodonosor fue encontrado de nuevo autoexaltándose (30): … yo edifiqué … con la fuerza de mi poder … para
la gloria de mi majestad (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 13:19). Su logros
eran notables realmente, incluyendo un programa importante de renovación y
reconstrucción. Construyó los jardines colgantes, una de las siete maravillas
del mundo antiguo, para que su esposa Amytis, de Media, recordara su patria.
Pero él había seguido conscientemente una política de expansión alegando que
había sido de signado por Marduk para un reinado universal; él no había contado
con el Sal. 127:1.
El juicio
divino (anunciado en los vv. 31, 32) incluía una completa humillación del rey;
su autoridad (31) y su razón (34) le fueron quitados (33) en la misma hora. Su
confesión en el v. 36 de que su razón le fue restaurada concede crédito a la
opinión de que la reacción del rey al juicio de Dios evoca una condición
psicótica (ahora conocida como licantropía). Tal fue el sorprendente impacto de
la palabra de Dios en su mente (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 25:15, 16).
Habiéndose considerado un ser sobrehumano (3:1–6; 4:30), se convirtió en
subhumano; habiendo eri gido su propia estatua para ser adorada como la imagen
de un dios, perdió el derecho a la vida hecha a la imagen de Dios (Gén. 1:26,
27) y los últimos remanentes de la verdadera gloria (cf.cf. Confer (lat.),
compare Rom. 3:23). Habiéndose comportado en una manera bestial, ahora
cosechaba el fruto de las semillas que había sembrado (Gál. 6:7, 8).
Si
Nabucodonosor se hubiera arrepentido antes podría haber alcanzado misericordia
(27). Aun entonces la obra humilladora de Dios no duró más de lo necesario; el
divino hasta que (32) retenía la posibilidad de restauración. Pero su remisión
no fue espontánea. Se dio en el contexto de una oración humilde (yo,
Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo; 34) que llevó a la adoración y a la
confesión de que sólo Dios tiene poder ilimitado (35). Las palabras del rey por
primera vez tienen el reconocimiento de una actividad de pacto de Dios (de
generación en generación, 34; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 20:5, 6; Sal.
103:17, 18), y como también de su verdad y su justicia (37). El se opone al
soberbio y da gracia al humilde (37; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Ped. 5:5).
En Nabucodonosor las palabras del Sal. 18:25–27 encuentran una ilustración
rica.
Los
comentaristas cristianos a menudo han dudado de la realidad de la “conversión”
de Nabucodonosor. Si fue de corta duración, no es de sorprender que no existan
los anales seculares de ella.
Un documento
intitulado La Oración de Nabonido, recientemente descubierto en las cuevas de
Qumrán, ha dado fuerza a la opinión crítica de que este cap. se originó en una
historia de la enfermedad del rey Nabonido (que reinó de 556 a 539 a. de J.C.a.
de J.C. Antes de Jesucristo). La oración registra una enfermedad que duró siete
años y que fue traída por juicio divino. En ella Nabonido relata cómo Dios le
dio un exiliado hebreo para que le explicara su experiencia, el que también
escribió un decreto en relación con la adoración del Altísimo. Aunque hay
diferencias significativas entre Daniel 4 y este documento, es posible (como
sostuvo E. J. Young) que su autor haya confundido la tradición acerca de
Nabucodo nosor con Nabonido. Es extraño que tantos críticos tiendan
automáticamente a asumir que otros documentos sean más probablemente históricos
que los del ATAT Antiguo Testamento.
5:1-30 EL
REINADO DE DIOS AL QUITAR A BELSASAR
5:1-9 La
escritura en la pared
No debemos
considerar el libro de Dan., ni siquiera las partes que podemos ver como
históricas, como meramente un relato equilibrado y ordenado de asuntos en
Babilonia. Más bien, retrata momentos escogidos de alta tensión en el conflicto
en proceso entre el reino de la luz y el de las tinieblas. Por el registro de
la intervención divina en tales eventos dramáticos, se pretende que el lector
obtenga aliento para todas las luchas espirituales contemporáneas.
Estrictamente
hablando, el último rey de la dinastía neobabilónica fue Nabonido (556–539 a.
de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), pero por una década él estableció su
residencia real en Teiman, dejando a su hijo Bel-sarusur (Belsasar, “Bel
proteja al rey”) como regente. Nótese que la oferta de Belsasar de hacerlo
gobernar como tercero en el reino en los vv. 7, 16 y 29 asume esto. (Cf. Gén.
41:40 donde José recibió el segundo lugar.) Belsasar era posiblemente el nieto
de Nabucodonosor (“padre” en los vv. 2, 11 y 18 e “hijo” en el v. 22 habrían
sido fácilmente entendidos como términos elásticos por los lectores
originales).
Nuevamente el
autor nos prepara para anticipar actividad del juicio divino en los vv. 1–4. En
el banquete el vino corrió abundantemente de las copas sostenidas por la
congregación mixta (3), y tuvo el efecto de amortiguar la conciencia del rey y
de cualquier sentido de temor interno a Dios; mandó que trajesen los utensilios
de oro y de plata que su padre Nabucodonosor había tomado del templo de
Jerusalén (2). La blasfemia pronto corrió con igual abundancia (4), pero las
señales del juicio de Dios interrumpieron la rápida asunción de que todo estaba
bien (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 47:10, 11). Todos los ojos estaban
sobre Belsasar (bebiendo vino en presencia de los mil en el v. 1 puede
comunicar la idea de una exhibición pública), preparando al lector para una
ilustración del proverbio “Antes del quebrantamiento se enaltece el corazón del
hombre” (Prov. 18:12).
Para Belsasar
la intervención divina fue tan dramática como aterrorizadora. Presumiblemente,
ya en un estupor cercano a la borrachera, la sorprendente aparición de una mano
escribiendo en una pared tuvo en él el efecto de sobriedad que lo transformó,
de un juerguista soberbio en una figura petrificada y patética (6). En la
manera que nos hemos acostumbrado a él, se volvió a la sabiduría de este mundo,
pero la encontró impotente (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:2; 4:6). No se da
ninguna explicación de la incapacidad de los sabios para leer la escritura.
Varias son posibles: forma desigual de las letras, el uso de un código o falta
de certeza sobre el verdadero significado. En su sabiduría el mundo ni conoce a
Dios ni entiende su revelación (1 Cor. 1:21; 2:14).
5:10-17 Daniel
es recordado
En una manera
que nos recuerda Gén. 41:1–16, el nombre de Daniel surgió una vez más en la
familia real. La reina (probablemente aquí debe entenderse que es la reina
madre), en un tono que raya en reproche franco en el contraste que ella usó
entre Belsasar y Nabucodonosor (en ese tiempo ya como veinte años de
fallecido), dirigió a Belsasar a la sabiduría probada de Daniel. Su aparente
respeto por él estaba subrayado por el uso de su nombre heb. como de su nombre
babilónico y en la referencia a sus dones sobresalientes (12; cf.cf. Confer
(lat.), compare Isa. 11:2, 3). Aparentemente Daniel ya no tenía su anterior
papel prominente en la sociedad babilónica. Belsasar parece haber sido culpable
del pecado de Roboam (1 Rey. 12:7, 8).
Las palabras
de Belsasar (13–16) son más efectivamente leídas como las de un hombre todavía
bajo la influencia del alcohol. Las alusiones al origen y a la edad de David
(él debe haber tenido entonces como 80 años de edad) como uno de los cautivos
de Judá que el rey mi padre [Nabucodonosor] trajo de Judá (13) es la manera de
hablar autosegura y degradante de un borracho.
5:18-31 Un rey
pesado en la balanza de Dios
La aguda
respuesta de Daniel (17–24) contrasta con el estilo de su reacción a
Nabucodonosor (2:16; 4:19; véanse también comentarios sobre 8:1–4 para una
explicación adicional) y nos recuerda las palabras de Pedro en Hech. 8:18–20.
Su discurso nos recuerda otros ejemplos de alegatos legales del ATAT Antiguo
Testamento (cf.cf. Confer (lat.), compare Ose. 12:2–6; Miq. 6:1–8). Antes que
otra cosa se bosquejó el trasfondo histórico del pecado de Belsasar (18–21).
Esos detalles sirvieron como indicación de la revelación del carácter de Dios y
las maneras en que Belsasar debía haberlo conocido y actuado en consecuencia.
Sobre esta base siguió la acusación (el pronombre “tú” se repite nueve veces en
diversas formas en los vv. 22, 23). El conocía a Dios, pero no lo glorificó ni
le dio gracias (Rom. 1:21).
Las tres
palabras en el mensaje (25) se refieren a pesos y por tanto a precios y valores
(MENE = mina; TEKEL = ciclo; PARSIN = partes). La interpretación de Daniel
combinaba la idea básica de ser pesado y valuado con un sugestivo juego de
palabras. Mene se deriva del verbo “enumerar” o “designar”; tekel en su forma
verbal significa “pesar” o “evaluar” y parsin (peres es el singular) es
“partes” o “porciones”. El reino de Belsasar había sido pesado y evaluado;
sería dividido entre los medos y los persas (un juego de palabras con parsin).
Belsasar pudo
permitirse guardar su promesa. Si las palabras de Daniel se cumplieran, su
papel como tercer señor en el reino (29) sería de corta duración. Si no,
entonces su vida probablemente sí lo sería. De cualquier modo, aquella misma
noche vio el fin de Belsasar (30; cf.cf. Confer (lat.), compare Prov. 29:1).
Daniel no
ofreció mayor explicación (el hecho del juicio divino, no de los detalles, era
su interés aquí). Herodoto y Xenofonte registran el hecho de que Babilonia fue
tomada durante una fiesta nocturna por medio de una desviación temporal del río
Eufrates, permitiendo que los invasores entraran a la ciudad por el ahora seco
lecho del río. Xenofonte (que describe la expedición de Ciro) también registra
que los persas mataron al joven e irreligioso rey babilónico.
Aquí surge una
dificultad importante. Daniel registra que Darío el medo tomó el reino (31).
Sin embargo, en otras partes de las Escrituras, Ciro el persa es responsable de
la liberación del pueblo de Dios de Babilonia (2 Crón. 36:22, 23; Esd. 1:1–8).
Los críticos eruditos, por tanto, consideran el nombre de Darío el medo o como
ficción deliberada o como un error histórico, en el que Darío I (rey de Persia
522–486 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) ha sido confundido con Ciro,
que en efecto tenía como 62 años (31) en ese tiempo. Las propuestas de los
comentaristas conservadores incluyen la atractiva sugerencia de que Darío el
medo era el nombre real babilónico de Ciro el persa (para una discusión amplia
véase J. Baldwin, Daniel, TOTC [IVP, 1978], pp. 23–28).
6:1-28 EL
REINADO DE DIOS SOBRE LAS BESTIAS SALVAJES
6:1-9 Darío
engañado
El reinado de
Darío trajo extensos cambios al gobierno de Babilonia con un sistema de 120
gobernadores locales (sátrapas; 1), sujetos a una pequeña administración
central directamente responsable al rey. (La existencia de un estrato más se
sugiere en el v. 8.)
La motivación
para este arreglo (para que el rey no fuese perjudicado, 2) habla mucho de las
tentaciones de la vida política y del hecho de que un alto oficio no es
garantía de alta moral. Daniel (ahora en sus 80 años) mostró de nuevo la
naturaleza sobresaliente de su sabiduría concedida por Dios, pero su ascenso
despertó envidias entre sus colegas y subordinados (4).
La maquinación
que siguió no es la primera ni la última vez que el sacrificio de hostilidades
tradicionales, en este caso entre los niveles más altos y más bajos de
gobierno, ha sido considerado un precio digno de pagar para concertar oposición
contra el ungido de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 2:1, 2; Mat. 16:1;
Luc. 23:12; Hech. 4:25–27).
Los colegas de
Daniel fueron incapaces de encontrar base para quejarse en contra de él y por
eso no tuvieron palanca para quitarlo como administrador (4; cf.cf. Confer
(lat.), compare Juan 14:30). Aunque sus colegas llegaron a odiarlo no podían
menos que reconocer su integridad. Sabían que su única esperanza estaba en usar
la bien conocida fuerza espiritual de Daniel como una debilidad política,
sabiendo que él obedecería a Dios antes que a los hombres (5; nótese el
contacto adicional con Hech. 4:19). Hicieron esto convirtiendo la debilidad
espiritual del rey en su propia fuerza política (6, 7). La irrevocabilidad de
la ley de medos y persas (8; cf.cf. Confer (lat.), compare Est. 1:19) no era
rara en el antiguo Cercano Oriente, de la misma manera que la tentación al
totalitarismo no estaba limitada a Darío (7). El significado en la ley persa
del decreto que era puesto por escrito se explica en Est. 8:8.
6:10-17
Obedecer a Dios en vez de a los hombres
La intriga en
sí misma era directa, pero contenía una prueba sutil para Daniel: todo lo que
se requería era un breve período sin oración audible (7). Además él ya estaba
en sus 80 años, mucho tiempo después del que podría esperarse heroísmo.
Sin embargo,
en manera característica, Daniel reconocía que cualquier ganancia hecha al
precio de la fidelidad a la Palabra de Dios finalmente resultaría en pérdida
(cf.cf. Confer (lat.), compare Fil. 3:7, 8).
Mientras que
el asunto crítico en la narración es el hecho escueto de que Daniel orara en un
marcado espíritu de reverencia, también provee varios detalles de su oración,
usándolo así como un ejemplar de la vida de oración (cf.cf. Confer (lat.),
compare 2:17, 18; 9:3–19; 10:2, 3, 12). Su costumbre era adorar en un aposento
alto (un cuarto superior; 10) con las ventanas de su cámara abiertas hacia
Jerusalén. Aunque sabía que Dios está en todas partes y por tanto escuchaba su
oración en Babilonia, él oraba al Señor que había dado a conocer su presencia en
Jerusalén a donde el arca de su pacto había sido traída (nótese la orientación
de pacto de su oración en el cap. 9). La regularidad de las oraciones de Daniel
también ocasiona un comentario (10b), así como también la nota de acción de
gracias que las llenaba, hasta en el contexto de grave peligro personal, y la
postura que adoptaba (se hincaba de rodillas, 10), indicando la sinceridad de
sus súplicas (11).
Los
intrigantes atraparon a Daniel y a Darío en su sutileza (11, 12). La
característica que hizo a Daniel el único miembro de la administración del rey
completamente digno de confianza, es decir, su confianza en el Dios del pacto,
recibió una reinterpretación radical a manos de sus enemigos. Su fidelidad
ahora fue categorizada como rebelión (13). Ahora Darío vio claramente su error,
pero estaba incapacitado para revocarlo (14), como aparentemente también Daniel
lo estaba (17). Nótese, sin embargo, el contraste brillantemente trazado que
subyace en toda la narración: tanto los intrigantes como el rey estaban
febrilmente activos confabulándose y haciendo planes (3–9, 14). En contraste,
la vida de Daniel rezumaba regularidad e integridad espiritual. Antes del v. 21
él se presenta como hablándole solamente a Dios.
6:18-28
Amparado por el poder de Dios por la fe
Daniel fue
amparado por el poder de Dios por la fe (Heb. 11:33b; 1 Ped. 1:5), no del
peligro, sino en el peligro. Para asombro y alivio del rey, la intervención
angélica guardó a Daniel, el testigo de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare v.
22; Sal. 91:9–16). Por la fe (23) él había experimentado los poderes del mundo
venidero (Heb. 6:5) en el cual los leones serán mansos (Isa. 11:7). Como todos
los milagros del ATAT Antiguo Testamento, este es una muestra anticipada del
gran milagro de la resurrección de Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 17
con Mat. 27:60–66), que señala a la resurrección final y a la restauración (1
Cor. 15:20–28; cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 2:4–8). En un universo
aparentemente cerrado (17) Dios había demostrado que él no puede ser excluido;
si los creyentes hacen su lecho en las profundidades, él está allí (Sal.
139:8). Como resultado, la protección y liberación de Daniel y de sus tres
amigos fue completa (23b; cf.cf. Confer (lat.), compare 3:27 y, después, Juan
19:31–36).
Al contrario
del pensamiento común, hay muy pocos milagros dramáticos en el ATAT Antiguo
Testamento. Aquí, como en los únicos otros períodos concentrados de milagros en
el ATAT Antiguo Testamento (los días del éxodo y la entrada a Canaán y el
tiempo de Elías y de Eliseo y el establecimiento de su ministerio profético),
lo mi lagroso ocurre en momentos de crisis en el reino de Dios. Los milagros en
Daniel, como en cualquier otra parte, no son meramente “contrarios a la
naturaleza” o “por encima de la naturaleza”. Son principalmente “contrarios al
mal” y a los poderes de las tinieblas. Son expresiones de “los poderes del
siglo venidero” cuando todo el mal será vencido.
Un epílogo
obscuro se registra en el v. 24. Probablemente no es necesario suponer (ni
aquí, ni en el v. 4) que todos los administradores estuvieron involucrados.
Según Herodoto, el castigo de toda una familia de esta manera era para guardar
la ley persa. La narración misma no ofrece una moraleja (cf.cf. Confer (lat.),
compare Est. 8:1–10), pero el mensaje subyacente es bastante claro: el obstruir
el progreso del reino de Dios es arriesgarlo todo en el intento. Los que se
oponen a Dios finalmente serán despedazados. Aquí de nuevo la narración hace
contacto con los principios del Sal. 2 (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal.
2:9–12).
La liberación
de Daniel fue celebrada en el decreto del rey (tal vez bajo la propia dirección
de Daniel), en el contexto de la doxología a Dios como viviente (26, es decir,
ocupado activamente en los asuntos del mundo), soberano y salvador. Daniel
mismo es una ilustración vívida de los principios más básicos de una vida
piadosa (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 1, especialmente vv. 2, 3). Si
Darío ciertamente debe ser identificado con Ciro, “y” (28) debe ser traducido
(lo cual sería muy apropiado) como “es decir”.
7:1-28 EL
REINADO DE DIOS SOBRE LOS REINOS BESTIALES
7:1-14 Cuatro
bestias, un hombre
El cap. 7
introduce la segunda mitad del libro y liga sus dos secciones. Aunque introduce
una nueva sección que contiene las visiones apocalípticas de Daniel, también
nos hace retroceder al reino de Belsasar (cf.cf. Confer (lat.), compare cap. 5)
y concluye la sección aramea del libro. De este modo se le advierte al lector
que vea las conexiones importantes entre la historia y el apocalipsis. Por su
contenido la visión de este cap. nos recuerda del sueño de Nabucodonosor en el
cap. 2. Allí, sin embargo, el enfoque estaba en los reinos poderosos sucesivos
que se levantaban contra el reino de Dios, pero que finalmente fueron vencidos
por él; aquí el enfoque está en la depravación y el breve carácter de esos
reinos (representados por figuras bestiales) en comparación con el reino eterno
de Dios.
Como en otras
partes de la literatura apocalíptica, lo visual domina (nótese el énfasis en
mirar en los vv. 2, 4, 6, 7, 9, 11, 13). Así como es importante tratar de
interpretar el significado histórico de la visión, el hecho de que la
revelación se da en forma visual subraya la importancia de su apelación a los
sentidos tanto como a la razón; su intento es crear impresiones, no meramente
comunicar proposiciones.
La visión tuvo
lugar durante el primer año del reinado de Belsasar (cf.cf. Confer (lat.),
compare el comentario sobre 5:1). Indudablemente que el conocimiento íntimo que
Daniel tenía de la familia real lo hubiera llenado de presentimientos por el
futuro inmediato (que él tenía poco tiempo para Belsasar es claro según 5:17).
Ahora Dios
llenó su mente con una visión más cósmica del gran mar (posiblemente el
Mediterráneo, pero más probablemente un cuadro general del mundo en su impiedad
e inestabilidad aterradoras). Sin embargo, es agitado no por las bestias que
surgen de él, sino por los cuatro vientos del cielo (2), una indicación de que
detrás aun del más temible de los eventos está la actividad de Dios. Esto,
además, se subraya por el uso del pasivo en las descripciones de las bestias,
que evidentemente representan imperios: la criatura como león, cuyas alas
fueron arrancadas, y fue levantada del suelo … y le fue dado un corazón de
hombre (4; posiblemente un retrato de Nabucodonosor); a la criatura como oso le
fue dicho: ¡Levántate; devora mucha carne!, y a la criatura como leopardo le
fue dado dominio (6). Puede haber totalitarismo, pero nunca hay autonomía final
en el gobierno humano. Los creyentes siempre podrán ver más allá de lo que los
reyes hacen a cómo Dios gobierna. La estrecha conexión entre estas criaturas y
el sueño de Nabucodonosor sugiere que ellas representan los mismos imperios
(babilónico, medopersa y griego, de acuerdo con la interpretación dada). De
manera in teresante, Nabucodonosor es comparado en otras partes con el león
(Jer. 4:7; cf.cf. Confer (lat.), compare 49:19; 50:44) y con el águila (Eze.
17:3, 11, 12). Cf. v. 4 con 4:33, 34. No podría encontrarse mejor descripción
de la conquista de Alejandro Magno que un leopardo con alas que había
desarrollado cuatro cabezas. (De hecho, a su muerte el imperio se dividió en
cuatro partes.)
El temible
carácter de esas criaturas palidece hasta la insignificancia ante la descripción
de la cuarta bestia y su brutalidad. Las primeras criaturas se parecen a un
león, a un águila, a un oso y a un leopardo, pero ésta no tiene semejanza con
ninguna del mundo animal. En tanto Daniel estaba todavía perplejo por sus diez
cuernos (7, 8), su atención fue atraída por un nuevo cuerno, que aparentemente
representaba a un individuo, pero uno cuya hu manidad estaba absorta en sí
mismo.
Mientras
Daniel miraba, tres escenas le fueron puestas ante sus ojos rápidamente. Puede
ser más sabio pensar en ellas como parte de un tapiz que en conjunto comunica
una gran impresión.
La primera
escena (9, 10) es una visión del trono de Dios. En contraste con las escenas
anteriores, está marcada por el orden, la tranquilidad y la soberanía final.
Aunque no se especifica que hay una conexión entre esta escena y la segunda
(11, 12) claramente se implica que el juicio de Dios está detrás de la
destrucción de la bestia y del rompimiento del poder de las otras bestias (10;
El tribunal se sentó, y los libros fueron abiertos sugiere que un veredicto
judicial está a punto de ser emitido). Ante el Anciano de Días, los reinos de
este mundo son de corta vida. Su presencia como un juez santo y justo se
comunica por medio de la impresión de su presencia como llama de fuego y su blancura
perfecta (9; cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 50:3, 4). La tercera escena
vuelve al salón del trono de Dios, donde alguien como un Hijo del Hombre es
presentado al Anciano de Días (13) y recibe autoridad universal de él. Esta
figura es Hombre Verdadero en contraste con las bestias. Es capaz de soportar
la santidad de Dios y permanecer en su presencia. En esta figura la roca del
sueño de Nabucodonosor (2:35, 44, 45) se convierte en un hombre en el que la
verdadera imagen de Dios brilla (Gén. 1:26–28), el Hombre Mesiánico que será el
verdadero regente de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 2:8; 8:4–8;
72:1–11, 17; Heb. 2:5–9; 12:28).
7:15-28 El
cuerno que hizo la guerra
Daniel recibió
una serie de indicios para explicar estas escenas. La interpretación de las
bestias como imperios está de acuerdo con ellas. La visión tenía el propósito
de asegurarle que los santos del Altísimo tomarán el reino (18). Esto no debe
tomarse como para sugerir que el “Hijo del Hombre” y los santos del Altísimo
son idénticos, pero finalmente en la venida de Cristo (p. ej.p. ej. Por ejemplo
Apoc. 1:7) se aclarará que están relacionados en alguna manera. Su coronación
es la garantía de que sus santos participarán de su triunfo (Apoc. 20:6).
Aunque Daniel
recibió la seguridad del triunfo del reino de Dios, estaba especialmente
atribulado por la identidad de la aterrorizadora cuarta bestia, por sus cuernos
y particularmente por el “pequeño” (19; cf.cf. Confer (lat.), compare v. 8). La
interpretación que él recibió ilumina la visión, pero de ninguna manera la hace
sencilla. No es de sorprender que los comentaristas hayan diferido en su
interpretación del pasaje. Su dificultad debiera advertirnos de no ser
dogmáticos al explicarlo.
El cuerno
pequeño aparece en el contexto del último imperio. La identificación depende de
nuestro esquema general para interpretar toda la visión (y el sueño de
Nabucodonosor en el cap. 2). Debe no tarse en especial el triple carácter del
cuerno pequeño en el v. 25. Es culpable de blasfemia, persecución del pueblo de
Dios y alguna forma de autodeificación (puesto que cambiar las festividades, v.
25, es prerrogativa solamente de Dios, 2:21).
Los que sitúan
la lectura de Daniel en el siglo II a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo
usualmente identifican el cuarto reino como Grecia, y consideran al cuerno
pequeño como Antíoco Epífanes. No es posible, sin embargo, leer este pasaje
desde una perspectiva del NTNT Nuevo Testamento sin reconocer que la figura del
“Hijo del Hombre” (13) se cumple en Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare Mar.
13:26; Hech. 7:56; Apo. 1:13; 14:14).
Esta interpretación (retrospectiva) sugiere
que la figura de la cuarta bestia se realiza en Roma. Probablemente es mejor
considerar los “cuernos” (7, 8, 24) como una continuación del “espíritu” del do
minio romano, en el contexto del que surge el cuerno pequeño, el hombre de
iniquidad, el anticristo final (20, 21, 25; cf.cf. Confer (lat.), compare 2
Tes. 2:4–12; 1 Jn. 4:3b) que fieramente oprime a los santos (25) durante un
tiempo. Su poder entonces será consolidado e intensificado (un tiempo), pero
repentinamente será quebrantado ( y la mitad de un tiempo). El Hijo del Hombre,
habiendo recibido el dominio universal para sí mismo y para su pueblo, reinará
entonces para siempre (14, 26, 27).
Daniel fue
afectado por la visión, tanto física como mentalmente. Hay una lección
importante para todos los que tienen experiencias espirituales poco comunes en
el hecho de que él guardó el asunto para sí mismo (28).
8:1-27 EL
REINADO DE DIOS DURA PARA SIEMPRE
En sus
experiencias visionarias Daniel recibió una comprensión más completa del
conflicto en el que él personalmente estaba envuelto. No estaba limitado a su
propia experiencia; más bien, su experiencia no era sino un aspecto de una
lucha cósmica entre los reinos de este mundo y el reino que Dios está
estableciendo.
La segunda
visión de Daniel le recordó la primera (1) pero esta vez él se veía a las
orillas del río Ulai en Susa, la capital de Persia. Su visión consistía en dos
imágenes visuales centrales (1–4; 5–12) seguidas por dos revelaciones orales
(vv. 13, 14 dadas por un santo; vv. 15–26, dadas por Gabriel; cf.cf. Confer
(lat.), compare 9:21 y Luc. 1:19, 26). Puesto que las partes visuales y las
audibles están correlacio nadas, el cap. se examina mejor en estos segmentos.
8:1-4, 15-20
El carnero de dos cuernos
El carnero de
dos cuernos en la primera visión (3) son los reyes de Media y de Persia (20), y
el cuerno más largo indudablemente representa a Persia. Daniel lo vio
abriéndose camino, extendiendo su territorio en todas direcciones. De hecho el
Imperio Persa se extendió al oeste a Babilonia, Siria y Asia Menor, al norte a
Armenia y al mar Caspio, y al sur a Africa. El conocimiento de Daniel de esto
(en el tercer año del reinado de Belsasar) es consistente con el discurso
posterior al rey en el año de su caída (cf.cf. Confer (lat.), compare 5:18–31),
El ya había visto “la escritura en la pared” para el Imperio Babilónico. Co mo
hombre de fe estaba aprendiendo progresivamente que ésta era simplemente una
señal de una realidad mayor, que la escritura está ya en la pared para todos
los imperios, excepto para el del Altísimo (cf.cf. Confer (lat.), compare
2:44).
8:5-8, 21, 22
El macho cabrío de un cuerno
Mientras
Daniel reflexionaba en el significado de esta primera imagen, antes de recibir
la interpretación de ella, vio un macho cabrío con un cuerno muy visible (5).
Tres cosas lo caracterizaban: su velocidad extraordinaria, su ferocidad
aparentemente omnipotente al vencer al carnero (6, 7); y el dramático
rompimiento de su largo cuerno y del crecimiento de cuatro cuernos en su lugar
(8), de uno de los cuales salió otro cuerno (9).
El macho
cabrío representa el Imperio Griego (21). Las imágenes del gran cuerno se
cumplieron perfectamente en Alejandro Magno que se convirtió en un conquistador
mundial entre los 21 y 26 años, venciendo a las fuerzas persas en una serie de
batallas decisivas entre 334 y 331 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Sin
embargo, él iba a morir trágicamente a la edad de 33 años (cf.cf. Confer
(lat.), compare v. 8) y su imperio fue fragmentado en cuatro regiones
representadas por los cuatro cuernos (22). De uno de esos salió un cuerno
pequeño (9) que debía formar el clímax de toda la visión.
8:9-14, 23-27
El pequeño cuerno que creció
El
descendiente de uno de los cuernos ahora se describe involucrándose en una
política vigorosa de expansión que alcanza a Palestina (la tierra gloriosa, 9;
cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 8:7–9; Jer. 3:19). En autoengrandecimiento
(cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 8:12–15) esta figura se deificará a sí
misma y blasfemará prohibiendo el culto bíblico (11, 12). Daniel vio esto
prolongarse por 2.300 tardes y mañanas (14), lo que probablemente debe
entenderse como días (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 1:5, 8, 13 etc.). El
hecho de que esta información le fuera transmitida a Daniel por los santos (13)
es una indicación de que, a pesar del horror de los eventos, son conocidos por
Dios y misteriosamente están dentro de sus propósitos (cf.cf. Confer (lat.),
compare 1:2). Entonces, también, lo es el cuerno pequeño que crece no por su
propio poder (24) y cuya caída no es por mano humana (25).
Siria, una de
las cuatro divisiones en las que se fragmentó el imperio de Alejandro Magno,
fue gobernada por Seleuco Nicator, cabeza de la dinastía seléucida de la que
Antíoco IV surgió en 175 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Tomó el
título de Theos Antíoco Epífanes (Antíoco, el Dios ilustre). Otros se refieren
a él como Epímanes (“el loco”). En su política expansionista invadió Palestina
(la tierra gloriosa; 9) y saqueó Jerusalén en medio de terrible derramamiento
de sangre. Abolió las ofrendas diarias matutinas y vespertinas (11; cf.cf.
Confer (lat.), compare Exo. 29:38–43) y cometió la blasfemia de sacrificar un
cerdo en el altar de las ofrendas quemadas, después de colocar una estatua de
Zeus en el templo y de hacer sacrificios humanos en el altar. Prohibió la
circuncisión y profanó el sábado (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 11, 12).
Es digno de notarse
el empeño de Daniel por entender esta visión (5a, 15, 16). Esta iluminación no
es solamente un asunto de conocimiento previo de los eventos de la historia,
sino también una consideración de la naturaleza y obra del mal en su
destrucción de la vida, su oposición a la piedad (24; con un enfoque en
destruir la adoración del pueblo de Dios, 11; cf.cf. Confer (lat.), compare
Hech. 20:29–31), su false dad y su orgullo (25). A la luz de esto Daniel
aprende lecciones vitales: que nadie debe permitir que lo sugestionen con un
falso sentido de seguridad (25, se engrandecerá; cf.cf. Confer (lat.), compare
1 Cor. 10:12; Gál. 6:1), y que Dios finalmente destruirá toda oposición a él
(25; cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 2:8–12; 46:8–10; Apoc. 11:15–18).
El enfoque en
el cuerno pequeño, al cual los papeles de los grandes imperios del carnero y
del macho cabrío son secundarios, es un recordatorio de la característica
perspectiva bíblica, que ve, no los grandes imperios, sino al pueblo del pacto
de Dios como la clave para la historia. El significado final de los imperios y
de sus gobernantes se determina por su trato al pueblo de Dios (9–12; cf.cf.
Confer (lat.), compare Mat. 25:31–46).
Dos frases
señalan hacia el cumplimiento de la visión de Daniel: esos eventos tendrán
lugar al final de la indignación … en el tiempo señalado (19) y después de
muchos días (26). El “fin” en vista aquí es mejor tomado como la última parte
del período de la historia bajo revisión (es decir, no el fin de las edades).
Como en 7:28,
la reacción de Daniel es instructiva. La seriedad del conflicto en el que el
pueblo de Dios iba a estar envuelto lo abrumó y lo horrorizó, pero no lo
paralizó. Aun en un ambiente impío él cumplió sus responsabilidades diarias
(27; cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Ped. 3:11).
9:1-27 EL
REINADO DE DIOS FORTALECIENDO LA PROFECIA Y LA ORACION
9:1-3 Daniel
escudriña las Escrituras
Gabriel
entonces le trajo mayor información (21; cf.cf. Confer (lat.), compare 8:16)
que recibió identificación cronológica y significativa en el primer año de
Darío (1). Daniel estaba ocupado en ejercicios espirituales. Había estado
meditando en la profecía de Jeremías acerca de que la desolación de Jerusalén
(2) duraría setenta años (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 25:11, 12; 29:10).
La oración que siguió estuvo profundamente influida por el espíritu de Jer. 25.
Como en la Escritura, la motivación para la intercesión sincera de Daniel es do
ble: la necesidad de la hora y la palabra de promesa del pacto de Dios. Aunque
la lógica abstracta podría llevarnos a preguntar por qué él necesitaba orar
cuando Dios ya había dado su promesa, Daniel mismo entendió que Dios emplea la
oración como el medio por el cual se complace en cumplir su palabra. El
arrepentimiento y la intercesión genuinas afectaron a Daniel externa y también
internamente (3). Esto era presumiblemente una parte de las de vociones
privadas de Daniel, pero sus acciones no estaban opuestas al espíritu de Mat.
6:16–18, concerniente a nuestra apariencia en público y en cualquier evento que
tiene en vista la recompensa de las alabanzas de otros en vez de la apro bación
de Dios.
9:4-19 La
oración: un convenio de trabajo
La oración de
Daniel estaba dominada por un sentido del carácter de Dios, especialmente como
es revelado en su justicia. La justicia de Dios es su absoluta integridad, su
conformidad a su propia gloria perfecta. En sus relaciones con su pueblo ésta
toma la forma de su fidelidad a sus pactos con ellos. En esa relación de pacto
él ha prometido ser su Dios y tomarlos como su pueblo; él ha prometido que
disfrutarán bendiciones mientras siempre y cuando respondan con fidelidad a su
pacto de amor, pero habrá juicio si le responden en incredulidad, ingratitud y
desobediencia (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 27:28).
Estos principios
subyacen en todos los tratos de Dios con su pueblo en el ATAT Antiguo
Testamento y salen a la superficie en la oración de Daniel. En su paciencia con
su pueblo desobediente Dios había enviado profetas a llamarlos a volver a la
fidelidad al pacto (5, 6). Su exilio era el resultado de su indiferencia a su
advertencia y un cumplimiento de la maldición del pacto (7; cf.cf. Confer
(lat.), compare Deut. 28:58, 63, 64; Jer. 18:15–17). En un ver dadero espíritu
de arrepentimiento, Daniel, el más fiel del pueblo de Dios, se echó sobre sí
mismo la culpa como si fuera propia (hemos se repite 9 veces en los versículo
5–10). En este respecto, su corazón refleja el corazón de Dios (cf.cf. Confer
(lat.), compare Isa. 63:8a, 9a); ellos son su pueblo (cf.cf. Confer (lat.),
compare v. 20). La solución definitiva vendría cuando el Hijo de Dios llevara
la culpa de su pueblo como si fuera suya (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa.
53:4–6, 10–12; 2 Cor. 5:21). Sin em bargo, la esperanza de perdón no disminuye
la seriedad de su condición. Verdaderamente Daniel escudriñó el vocabulario del
ATAT Antiguo Testamento al describir y confesar el fracaso de Judá (pecado,
iniquidad, impiedad, rebeldía, trasgresión, desobediencia; 5–11) y sus
consecuencias (vergüenza y dispersión; v. 7). Tal juicio es la expresión de la
justicia del pacto de Dios en respuesta al pecado de su pueblo. El ha guardado
su promesa (7, 11–14).
Al orar por el
conflicto de su pueblo, Daniel no pidió a Dios que abandonara su justicia.
Paradójicamente, es la única esperanza del pueblo. Como en el primer éxodo, por
su propia gloria Dios reveló la justicia de su pacto en misericordia al
oprimido y también como juicio sobre el malvado (cf.cf. Confer (lat.), compare
Exo. 3:7–10, 20; 6:6). Alentado por las promesas divinas a través de Jeremías,
Daniel apeló a Dios para defender su glorioso nombre que había ligado al pueblo
y a la ciudad de Jerusalén (16). La meta de su intercesión es la gloria del
nombre de Dios; su fundamento es la palabra de promesa del pacto de Dios respecto
a la restauración; su motivación es el conocimiento de la misericordia justa
revelada en los hechos salvadores de Dios en el pasado (15–19).
9:20-27 Otros
“setenta”
El tiempo de
la revelación fue como a la hora del sacrificio del atardecer (21; es decir, a
media tarde), una notable indicación del enfoque de la vida de Daniel centrada
en la ciudad de Dios, puesto que él había estado ausente de Jerusalén por cerca
de setenta años (cf.cf. Confer (lat.), compare 6:10). Gabriel apareció con
dramática rapidez en respuesta a su oración, trayendo una comunicación divina
más amplia que extendió el horizonte de Daniel más allá de los setenta años de
la profecía de Jeremías a un período de setenta semanas (24). Hay una cumbre
más le jana en las cordilleras de montañas de propósitos de Dios en la que él
debe concentrarse ahora.
La revelación
enigmática que sigue primero delinea el programa divino, incluyendo seis cosas
que deben cumplirse dentro del período de setenta semanas ordenado por Dios
(24). Las primeras sesenta y nueve semanas llevan a la llegada del Mesías
Príncipe (25) y están divididas en dos períodos desiguales (siete semanas y
sesenta y dos semanas = sesenta y nueve semanas). Esta división es uno de los
rasgos más enigmáticos de todo el libro. Posiblemente las primeras semanas
miran hacia la terminación del templo. Los vv. 26 y 27 pueden contener un
“paralelismo progresivo” en miniatura: el v. 26 describe la semana final en
términos panorámicos mientras el v. 27 la describe en detalle específico.
Las interpretaciones
de este mensaje varían enormemente, y dependen de la amplitud de criterio que
el intérprete tenga del cumplimiento de la profecía. La erudición crítica,
situando la escritura de Daniel en el contexto del siglo II a. de J.C.a. de
J.C. Antes de Jesucristo, ve el período como destinado a extenderse desde el
siglo VI hasta el tiempo de Antíoco Epífanes (entendiéndose los 490 ya sea en
términos redondos o lit.lit. Literalmente, y, tal vez, equivocadamente). Pero
desde la perspectiva del NTNT Nuevo Testamento, es difícil evitar la conclusión
de que el Mesías Príncipe (25) se cumple en Jesucristo, cuya venida trae
expiación y fin de la culpa (24). Algunos intérpretes conservadores, además,
han empleado varias cronologías para mostrar que la cifra de 490 es una
predicción cronológicamente exacta de la muerte de Cristo. No se ha llegado a
ningún consenso acerca de esto o de la interpretación detallada de la última
semana.
Si el análisis
cristológico es en general correcto, las sesenta y nueve semanas pueden
representar el período entre la restauración hasta la venida de Cristo y el
reino que él inaugura. Aunque difícil (v. 26), el Mesías será quitado (el verbo
es uno que también se usa para confirmar un pacto) y no tendrá nada nos
recuerda Isa. 53:8 y es una indicación de absoluta desolación (cf.cf. Confer
(lat.), compare Mat. 26:31; 27:46). El v. 27 puede entonces ser considerado
como referencia al gobernante que ha de venir (26), y que encuentra su
cumplimiento en Tito Vespasiano, la profanación del templo y la destrucción de
Jerusalén en el año 70 d. de J.C.d. de J.C. Después de Jesucristo (cf.cf.
Confer (lat.), compare Mat. 24:3–25). Alternativamente, el v. 27a podría
referirse a Cristo confirmando el pacto de Dios por una semana, es decir, por
todas las edades futuras (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 11:25, 26); y
los vv. 27b y 27c a la profanación de Jerusalén.
Por setenta
años Daniel ha añorado la restauración de la ciudad y del templo de Dios
(16–19). Ahora que está por ocurrir, su atención se dirige a una cumbre más
distante y elevada en la historia de la redención. Aun un templo nuevo en una
ciudad reconstruida hecha por manos humanas puede ser destruido; los ojos de
Daniel, por tanto, debían fijarse en un templo final (cf.cf. Confer (lat.), compare
Juan 2:19), en uno que estaría más allá de toda profanación (Apoc. 21:22–27).
10:1-12:4
EL REINADO DE
DIOS SOBRE TODA LA HISTORIA
En duelo
espiritual (10:1-3)
La narración
de la visión final de Daniel se extiende desde el principio del cap. 10 hasta
el fin del libro. Está fechada con precisión en el tercer año de Ciro (1)
durante el período de la Pascua y de la fiesta de los panes sin levadura, y
tuvo lugar en las riberas del Tigris (4). En el aniversario del éxodo de Egipto
un nuevo éxodo empezó en el primer año de Ciro (Esd. 1), pero se enfrentó con
un desaliento prematuro (Esd. 3:12–4:5). Finalmente la obra de reconstruir el
templo llegó a detenerse (Esd. 4:24). Las insinuaciones de esos desalientos
prematuros parecen ser la razón más probable para el prolongado período de
disciplina espiritual de Daniel (2). El versículo inicial resume el carácter de
la visión que sigue.
10:4-9 Una
visión gloriosa
La visión de
Daniel (7) tuvo un efecto abrumador en él (8). Aunque sólo él vio la figura,
parece que sus acompañantes escucharon la voz que era como el estruendo de una
multitud (6) y huyeron (7). Mientras que la figura estaba vestida de lino como
un sacerdote (5; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 28:42; Lev. 6:10; 16:4),
todo su ser irradiaba tal luz y belleza que Daniel usó el vocabulario de los
metales preciosos, de las piedras y hasta de los elementos para encontrar
símiles para describirlo (5–7). No se hace ningún intento para identificar al
hombre. La descripción de él sobrepasa la de los otros visitantes celestiales
en Daniel (8:15, 16; 9:20, 21), pero claramente se compara a otras apariciones
de Dios y de Cristo en las Escrituras (p. ej.p. ej. Por ejemplo Eze. 1:26–28;
Apoc. 1:12–15). Esta visión se dio para hacer hincapié en el pacto de gracia de
Dios (vestidura sacerdotal) y en el poder y gloria santos (el brillo
abrumador). En un sentido especial Dios mismo es la fuente del mensaje y el
garantizador de su verdad (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 1).
10:10-11:1
“Espíritus de maldad en los lugares celestiales”
La primera
parte de la visión de Daniel desapareció de la vista dejándolo abrumado y
adormecido. Luego, aparentemente, una segunda figura se dirigió a él (11),
explicándole que, inmediatamente que él había empezado a orar (12), se le había
enviado una respuesta a sus oraciones para darle visión (no declarado así, pero
implicado en el v. 2). El mensajero había encontrado oposición, sin embargo, de
el príncipe del reino de Persia (evidentemente también una figura sobrenatural;
13), hasta que Miguel vino en su ayuda.
El arcángel Miguel , (compare Judas 9) es el
defensor principal del pueblo de Dios (vuestro príncipe, 21, compare 12:1)
contra los poderes de las tinieblas, compare (Apo. 12:7–9).
Es claro que
detrás de las escenas de los conflictos de la historia hay un conflicto “en los
lugares celestiales” (Ef. 6:12), en el que Daniel se había visto envuelto en su
intercesión.
Los poderes espirituales trataban de impedir
que él recibiera revelación del futuro (y, por tanto, un entendimiento de los
propósitos seguros de Dios). Implicado en esto está el reconocimiento de que la
revelación próxima fortalecerá a Daniel y, ciertamente, a todo el pueblo de
Dios (14).
No es claro si
el semejante a un hijo del hombre (16) es una tercera figura o debe ser
identificado con las figuras en los vv. 5 ó 10 (vv. 20, 21 parecen indicar lo
último). La incertidumbre se explica por la naturaleza del carácter visionario
de la revelación y por la condición mental de Daniel (15–17). En cualquier
caso, Daniel, alentado y fortalecido por este toque, pudo recibir la revelación
(18, 19). El mensajero celestial pronto regresaría a su si guiente tarea (11:1)
en la guerra espiritual (20). En ese momento era Persia; pronto sería Grecia
(20) la que, humanamente hablando, dominaría las experiencias del pueblo de
Dios.
Parte de la
respuesta a la pregunta que se había hecho a Daniel en el v. 20 es que él
necesita saber que hay poderes celestiales defendiendo al pueblo de Dios
(cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 6:15–23). Pero primero él se da cuenta de
lo que está registrado en el libro de la verdad (21), es decir, cómo se
desarrollarán los propósitos de Dios.
11:2-45 Los
reyes del norte y del sur
Mientras que
la revelación que sigue parece a los lectores modernos una predicción de
eventos futuros, está tan detallada que la mayoría de los eruditos asumen que
los lectores originales la hubieran reconocido instantáneamente como un ardid
literario usado por un autor del siglo II a. de J.C.a. de J.C. Antes de
Jesucristo Según este criterio, el detalle completo en el relato de los eventos
en los vv. 21–35 indica que el autor tenía conocimiento personal de ellos. Los
vv. 40–45, por otra parte, describen eventos que todavía estaban en el futuro
para el autor, y su profecía acerca de ellos resultó estar equivocada. Los
eruditos que sostienen este criterio, por tanto, datan la escritura final de
Daniel en 165 o 164 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (Para las
implicaciones de esta opinión vea la Introducción.)
A través del
capítulo es evidente que de lo que Daniel había aprendido anteriormente en
manera pictórica ahora se presenta delante de él en la ma nera lineal de la
historia. El punto de vista desde el cual esos eventos se ven es, sin embargo,
la tierra gloriosa (16) que Dios ha pactado con su pueblo, y con relación al
cual los gobernantes en el sur o en el norte se levantan (p. ej.p. ej. Por
ejemplo vv. 11, 12). Al contrario de otras interpretaciones de la historia que
marginan al pueblo de Dios (Palestina siendo considerada apenas como un puente
de paso entre el norte y el sur), la revelación bíblica contempla el reino al
que ellos pertenecen como el punto central y clave de la historia.
11:2–4 El
futuro inmediato. El mensajero bosqueja el desenvolvimiento inmediato de la historia.
El poder del imperio persa se ve como creciente hasta la aparición de una
figura de inmenso poder, que no tendría dinastía, y con su imperio fragmentado
después de su muerte (4).
El cuarto rey
persa (2) después de Ciro (cf.cf. Confer (lat.), compare 10:1) fue Jerjes (que
reinó de 486 a 465 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo). El es conocido
por haber reunido enormes recursos mediante impuestos y haberlos agotado en sus
hosti lidades contra Grecia (2), la cual lo derrotó en la batalla de Salamina
en 480 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo El retrato de un rey valiente
cuyo imperio sería fragmentado (3, 4), en vez de ser pasado a sus herederos,
fue cum plido en Alejandro Magno (Daniel ya sabía que el poder pasaría a
Grecia; 10:20), cuyos dos hijos fueron asesinados. El llegó a ser un cuerno
quebrado (8:22).
11:5-45 Norte
contra sur. Hay un amplio acuerdo sobre la interpretación de esta sección entre
los comentaristas de muy diferentes escuelas de pensamiento, por la manera tan
íntima en que esta visión se junta con el siguiente bosquejo de la historia.
Cuando el
imperio de Alejandro se dividió en cuatro (4), Ptolomeo I se convirtió en
gobernante de Egipto (el rey del sur; 5) y estableció la dinastía macedonia
desde 304 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (cuando tomó el tí tulo de
rey) hasta 30 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Mientras, Seleuco I (el
rey del norte) controlaba Siria, estableciendo la dinastía seléucida por aprox.
el mismo período. Lo que sigue es la historia del desarrollo dinástico y de
luchas de poder dentro de esos dos reinos y la rivalidad entre ellos.
El intento
inicial de alianza entre los dos poderes es representado por el matrimonio (6)
entre Antíoco II (nieto de Seleuco I) y Berenice (hija de Ptolomeo II). La paz
fue solamente temporal y fue seguida por la invasión del norte por Ptolomeo III
(7, 8) y el contraataque de Seleuco II (9) y de sus hijos Seleuco III y Antíoco
III, que avanzaron hasta Rafia en el sur de Palestina (10).
La lucha por
el dominio continuó bajo Ptolomeo IV, un hombre de manera de vivir libertina.
La referencia a que su corazón se enaltecerá (12; cf.cf. Confer (lat.), compare
v. 18) prepara al lector bíblico sensible para su caída (2:21a). Aunque él no
infligió una derrota masiva a Siria en Rafia, su ascendencia no continuó y al
final, cuando Ptolomeo V subió al trono a la edad de cuatro años, Antíoco III
la conquistó (13–16). El también exhibió la exaltación de sí mismo que merece
el juicio divino (16; cf.cf. Confer (lat.), compare v. 19). El v. 14 puede
referirse a la fallida actividad de los judíos zelotes que apoyaron las fuerzas
sirias contra Egipto, bajo cuya dominación vivían.
Con miras a
una futura expansión, se planeó un matrimonio político entre Cleopatra, la hija
de Antíoco III y el joven Ptolomeo V (17); pero esto también falló. Cuando
Antíoco procuró otras conquistas en el Occidente (Grecia) fue derrotado por los
romanos y obligado a regresar a su patria. Con su retirada iba a desaparecer de
la escena de la historia, pues murió dos años después (19).
Seleuco IV,
que siguió como rey de Siria, heredó un gran imperio, pero en bancarrota por
largos años de acciones militares. El procuró volver a lle nar las arcas del
tesoro elevando los impuestos (20), pero pronto fue sucedido por la figura que
ahora domina el resto del capítulo, un hombre vil (21), su hermano Antíoco IV
(Epífanes).
El llegó al
trono en 175 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo por medio de dos golpes
de Estado. Por varios medios, incluyendo intriga y engaño (21, 23), promovió
una política de helenización que lo puso en conflicto directo con los judíos
que practicaban la devoción ortodoxa. De nuevo se subraya el peligro de
sentirse seguro (v. 24; cf.cf. Confer (lat.), compare 8:25), como es el tiempo
límite que Dios pone sobre las actividades humanas hostiles (aunque sólo por un
tiempo; 24).
Antíoco
impidió la invasión egipcia de Palestina invadiendo él mismo Egipto, ahora
gobernada por Ptolomeo VI, triunfando parcialmente por intriga (según los vv.
24, 25). Pero el éxito completo lo eludió (27), y cuando el desorden surgió en
Palestina, él regresó a Siria. De nuevo se enfatizan los límites divinos en la
historia (27) y la naturaleza siniestra de la oposición al pueblo de Dios (28).
Antíoco
invadió Egipto de nuevo en 168 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, cuando
los ptolomeos consintieron en un reino unido. Esta vez se encontró frente a un
humillante ultimátum romano de irse (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 30),
después del cual desahogó su furia contra Dios y su pueblo (30), enlistando la
ayuda de judíos simpatizantes con el proceso de helenización (30–32). Esto
culminó en la masacre de los habitantes de Jerusalén y en el saqueo de la
ciudad. El santuario fue profanado, las ofrendas diarias abolidas, se levantó un
altar a Zeus y se celebraron ritos paganos sobre el altar de las ofrendas
quemadas (la abominación desoladora, 31; cf.cf. Confer (lat.), compare Mat.
24:15).
En medio de la
apostasía judía (descrita en los vv. 30, 32), otros fueron fieles hasta la
muerte (33). Fue en este contexto que tuvo lugar la famosa resistencia de los
macabeos. Como en todos los mo vimientos de resistencia, espirituales y también
pol íticos, los fieles recibieron apoyo que no les hacía falta (34).
La sección que
sigue en el libro, los vv. 36–45, es posiblemente la más difícil. La
descripción parece exceder todo lo que se conoce aun del blasfemo Antíoco (de
aquí la conclusión de muchos comentaristas de que esta sección es ciertamente
profecía que predice el futuro por parte del autor, la cual, por ser errónea,
nos capacita para fijar la fecha de la edición final de todo el libro). El cap.
13:1–3 sin embargo, sugiere que el fin de toda la historia puede aho ra estar a
la vista. En este caso, el v. 35 puede estar señalando hacia la experiencia del
pueblo de Dios, no solamente durante el tiempo de Antíoco, sino más allá. No
obstante, la identificación de el rey (36) varía (p. ej.p. ej. Por ejemplo el
Imperio Romano [Calvino], el papado y el anticristo).
La
identificación precisa del significado de la profecía depende de su
cumplimiento histórico. En cualquier caso, aquí al menos tenemos una
descripción del espíritu del anticristo (1 Jn. 2:18) en la autonomía radical
del rey (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:15; 4:30; 8:25; 11:3, 12, 16), que se
exalta a sí mismo como divino (36, 37; cf.cf. Confer (lat.), compare 3:5) y en
la unión de la impiedad y la injusticia. La referencia al más apreciado por las
mujeres (37) es difícil. Algunas veces conside rada como una referencia a
Tamuz, la deidad pagana llorada por la diosa Istar (cf.cf. Confer (lat.),
compare la alarma de Ezequiel por esta abominación en Eze. 8:13, 14), las
palabras también pueden significar “el amor de las mujeres” y denotar el
completo desdén del rey por el afecto humano (cf.cf. Confer (lat.), compare 2
Tim. 3:2–4) o de veras por la ordenanza de la creación de relaciones
varón-hembra.
Los vv. 40–45
narran un conflicto final. Algunos intérpretes sugieren que esto se cumplirá en
los términos geográficos precisos en los cuales se describe, pero las
declaraciones son tomadas mejor como la descripción de un conflicto futuro en
términos de un mapa político contemporáneo en ese entonces. Edom, Moab y Amón
(41) representan a los an tiguos enemigos del pueblo de Dios. Los enemigos
tradicionales del rey del norte con sus aliados serán dominados por él (43).
Sin embargo, su fin vendrá abruptamente (44, 45).
Si tenemos
aquí una referencia a las escenas finales de la historia, debe recordarse que
ellas son descritas en términos del orden del mundo antiguo. La profecía sí
predice el futuro, pero también habla a su mundo contemporáneo en términos
tomados de su propio tiempo.
Aun si el
clímax de la impiedad se describe aquí, sería un error anticipar que el
desenlace de la historia incluirá carros y gente de a caballo (40). Tampoco
debemos olvidar que la función de toda esta sección es subrayar que no importa
cuán radicalmente impío pueda ser un gobernante de las naciones, llegará a su
fin y no tendrá quien le ayude (45).
12:1-4 Las
últimas cosas
El mensajero
angelical le promete a Daniel que el pueblo de Dios será protegido contra las
embestidas de los poderes de las tinieblas, como siempre, por Miguel (cf.cf.
Confer (lat.), compare 10:13, 21). Pero como la prueba de él mismo y de sus
compañeros esto no significará que serán librados del tiempo de angustia (1;
cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Tim. 3:1–9), sino que triunfarán en él. Los
propósitos de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare el libro, v. 1) no fallarán;
él guarda a su pueblo “para la salvación preparada para ser revelada en el
tiempo final” (1 Ped. 1:5). El v. 2 señala a esta resurrección como la
revocación de la maldición de la muerte (vida eterna, en el v. 2, contrasta con
los que duermen en el polvo de la tierra, cf.cf. Confer (lat.), compare Gén.
2:7, 17; 3:19), o su confirmación (eterno horror). Los entendidos (cf.cf.
Confer (lat.), compare 11:25) que han sido fieles a la palabra de Dios, a pesar
de la vergüenza y el sufrimiento, serán glorificados (3). Este es el mensaje de
esperanza y consuelo que fortalecerá a los creyentes futuros. Por esta razón Da
niel ha de cerrar las palabras y sellar el libro (4), no en el sentido de
guardarlas secretas, sino para preservarlas hasta que se necesiten,
guardándolas para los que buscan una palabra de Dios, en contraste con muchos
que correrán de un lado para otro, y se incrementará el conocimiento (4; cf.cf.
Confer (lat.), compare Amós 8:12).
12:5-13 EL
REINADO DE DIOS Y EL REPOSO DE SUS SIERVOS
La exquisita
conclusión se enfoca de nuevo en Daniel mismo , compare 10:2–18). El ve a otros
dos, que posiblemente deben considerarse como testigos confirmatorios (Deut.
19:15), parados cada uno en cada orilla del río. Daniel o uno de ellos (ver
nota de la RVA Reina-Valera Actualizada) hace la pregunta que ciertamente
estaba ya en la mente de Daniel, y que es frecuentemente hecha por el pueblo de
Dios cuando está en angustia: ¿Cuándo será el final de estas cosas … ? ,
compare 8:13; Apoc. 6:10).
La figura
divina (cf.cf. Confer (lat.), compare 10:5, 6) levanta ambas manos indicando la
solemnidad y confiabilidad de lo que va a decir. Como antes, un tiempo, tiempos
y medio tiempo , compare 7:25) expresa un período general y extenso y también
un sentido de que esos períodos son conocidos y limitados por Dios. Justo
cuando al pueblo de Dios no le quedan defensas, Dios mismo interviene (7).
Es
comprensible que Daniel estuviera perplejo y buscara mayor iluminación sobre el
final de esos eventos (8). En forma significativa (para todos los intérpretes
posteriores y también para Daniel) le informaron que la revelación del
significado de la visión esperaría su cumplimiento histórico; entonces la
división entre los sabios y los malvados será aclarada (10). Los primeros, con
el libro de Daniel en la mano, entenderán el verdadero significado de los
eventos por los cuales están pasando. Los impíos sólo conocerán confusión y
perplejidad.
La figura
provee una explicación final (que se funda en 11:31). Desde el tiempo de la
abominación desoladora (11) el tiempo de angustia (1) durará aprox. tres años y
medio, y se extenderá un mes y medio más (11, 12). Esto puede tener el
propósito de un microcosmos del tiempo, tiempos y medio tiempo finales (7) y
relacionarse con el sufrimiento bajo Antíoco Epífanes. Parece probable, sin
embargo, que también ve más allá a los días finales, esos tres años y medio que
completan las setenta semanas, de las cuales solamente sesenta y nueve y media
se habían cumplido en 9:24–27.
Apropiadamente
las palabras finales son de promesa para el mismo anciano Daniel. El también
debe perseverar hasta el fin. Entonces entrará en su reposo. Sus obras
continúan siguiéndole hasta su resurrección (v. 13 , compare Apoc. 14:13).
Sinclair B.
Ferguson
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