viernes, 24 de agosto de 2018

EL PROFETA DANIEL






 El libro de Daniel relata la historia de un joven israelita llevado cautivo de Jerusalén en los días de Nabucodonosor, rey de Babilonia (605–562 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo). A pesar de un exilio de toda una vida y de mucha oposición, él permaneció fiel a su Dios. A semejanza de José que vivió antes que él (Gén. 37–50), estaba dotado de la capacidad de entender sueños y visiones (1:17). Se elevó a la prominencia en una corte extranjera y tuvo el privilegio de recibir visión de los propósitos futuros de Dios en la historia.

Aunque narrado generalmente en tercera persona, toda la segunda parte del libro (7:2–12:13), con una serie de visiones dramáticas, se presenta en una manera autobiográfica. Aunque en nuestras Biblias en castellano está incluido entre los profetas, en la Biblia hebrea se encuenta entre los Escritos. En ese contexto ilustra la naturaleza y las bendiciones de una vida vivida en fidelidad al pacto de Dios, bajo condiciones inhospitalarias (caps. 1–6), y revela los conflictos en los que el pueblo del Dios del pacto estará comprometido y guardado divinamente (caps. 7–12).

El contexto en el que la vida de Daniel se presenta se resume en la pregunta hecha por los exiliados en Babilonia en el Sal. 137:4: “¿Cómo cantaremos las canciones de Jehovah en tierra de extraños?” Todo el libro, biografía y visiones, nos enseña que este mundo será siempre “tierra de extraños” para el pueblo de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 17:6; Fil. 3:20a). Los del pueblo de Dios son extranjeros en el mundo (1 Ped. 1:1, 17), rodeados de enemigos malignos y destructores (1 Ped. 5:8, 9). Sin embargo, es posible vivir de una manera que traiga alabanza y honra a Dios, así como Daniel lo hizo. El es la encarnación de la enseñanza del Salmo 1.
Tal vida de fe , compare Heb. 11:33, 34 se nutre del conocimiento de Dios (11:32b), de la consagración a él (1:8; 3:17, 18; 6:6–10), y de la comunión con él en oración (2:17, 18; 6:10; 9:3; 10:2, 3, 12). Obtiene su confianza del conocimiento de que Dios es soberano sobre todos los asuntos humanos (2:19, 20; 3:17; 4:34, 35), y que él está edificando su propio reino (2:44, 45; 4:34; 6:26; 7:14). Nuestros tiempos están en sus manos (1:2; 5:26), puesto que los asuntos de la tierra no están desconectados de los del cielo (10:12–14, 20). El es un Dios que se revela a sí mismo y da a conocer sus propósitos, de modo que su pueblo pueda conocerlo y confiar en su palabra (1:7b; 2:19, 28–30, 47). Tal conocimiento capacita al pueblo de Dios a resistir la presión sabiendo que participarán de la realización de su reino (7:22, 26, 27; 12:2, 3).

1:1, 2 El hombre propone, Dios dispone

La historia de Daniel se introduce por medio de dos declaraciones que proveen contexto histórico y también teológico para toda la narración. Nabucodonosor rey de Babilonia fue a Jerusalén, y la sitió. Nabucodonosor invadió Palestina en varias ocasiones. El sitio al que se refiere aquí tuvo lugar en 605 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, en el tercer año del reinado de Joacim (según el cómputo babilonio. Jer. 25:1, que se refiere al mismo incidente, usa el cómputo judío, contando desde el nuevo año anterior al advenimiento de un rey). Nótese que esta perspectiva horizontal de la historia se acopla con una vertical o teológica: El Señor entregó en su mano a Joacim. Inmediatamente somos introducidos a los temas subyacentes de todo el libro:
1. Babilonia contra Jerusalén, la ciudad de este mundo contra la ciudad de Dios, un conflicto trazado en las Escrituras hasta su clímax en Apoc. (ver Apoc. 14:8; 17:5; 18:2–24). Esencialmente este conflicto tiene su raíz en Gén. 3:15.
2. El reinado soberano de Dios, a pesar de todas las apariencias contradictorias. En la caída de Jerusalén se cumplieron las profecías . Por ejemplo Isa. 39:6, 7; Jer. 21:3–10; 25:1–11) y se inauguraron los juicios del pacto de Dios, de los cuales los profetas habían advertido (es decir, Deut. 28:36, 37, 47–49, 52, 58). El exilio fue un juicio sobre el reinado de Joacim (2 Crón. 36:5–7), pero la descomposición había empezado mucho antes (2 Rey. 24:1–4). Según las apariencias externas Nabucodonosor era triunfador, y el nombre de Dios había sido avergonzado (el poner los utensilios en el tesoro de su dios marcaba el triunfo de la deidad pagana Nabu sobre Jehovah). En realidad, sin embargo, nada está fuera del gobierno divino (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 45:7; Ef. 1:11b) como Nabucodonosor mismo llegó a reconocerlo (4:35). En Daniel se repitió la experiencia de José (Gén. 45:4–7; 50:20).

1:3-7 Reprogramación en Babilonia

En Babilonia, israelitas escogidos recibieron educación especializada. Los escogidos eran los que daban señales de ser líderes naturales (del linaje real y de los nobles), (3) y que ya habían demostrado sus capacidades intelectuales. Ellos iban a ser reeducados intelectualmente y recibirían un trato real. Había varios objetivos a la vista: es decir, una reprogramación religiosa (idioma, literatura y dieta llevaban un significado religioso y cultural) y un “lavado de cerebro” que simultáneamente debilitaría la posibilidad de un futuro liderazgo capaz entre los israelitas y potencialmente fortalecería la sociedad babilonia cuando se terminara el proceso (5b).
La educación a la vista indudablemente incluía astrología, adivinación y otras “artes”. Los jóvenes necesitaron depender de la promesa de Isa. 3:1–3 mucho antes de los eventos del cap. 3.
La reprogramación se inició con nuevos nombres, cada uno de los cuales tenía un significado religioso, como indican los sufijos de los nombres heb.: Dani-el significa “Dios es mi juez”; Anan-ías, “agraciado por Dios”; Misa-el, “¿Quién es como Dios?” y Azar-ías, “Jehovah ha ayudado”. Aunque las formas en que sus nombres babilonios aparecen pueden ser corrupciones deliberadas (una señal al lector de la falsedad envuelta en ellos), los nombres de dioses paganos (p. ej.p. ej. Por ejemplo Bel, Nabu y posiblemente Aku) están encerrados en ellos. Un cambio de identidad (ya no más hijos de Dios) y de destino (Babilonia, no Jerusalén) estaba a la vista, y los dos serían reforzados por el uso constante.

1:18-21 Salvando la primera prueba

Habiendo explicado cuidadosamente los obstáculos para la fidelidad, la narración ahora cuenta cómo Dios realizó su plan soberano para sostener a sus fieles contra todos sus adversarios. El que está en control de los asuntos de las naciones (1, 2) también obra en las vidas de los individuos. Cf. “el Señor entregó” (2) con Dios concedió que se ganara el afecto y la buena voluntad del jefe de los funcionarios (9) y con Dios les dio (17).
Daniel creía que tomando la comida del rey y el vino se contaminaría (8; cf.cf. Confer (lat.), compare Eze. 4:9–14). La razón probablemente era más sutil que la simple fidelidad a las leyes dietéticas levíticas contra comer comida “impura” (puesto que ninguna prohibición se había puesto al vino) o a que la comida había sido ofrecida a ídolos (a menos que los vegetales escaparan de tal consagración). En vista de esto, su decisión puede simplemente haber sido su resolución a no permitir ser asimilado por la cultura babilónica (y ser acondicionado espiritualmente por ella), cuando le era posible resistirse activamente. Respecto a su educación y a su nuevo nombre, había poco que él podía esperar hacer. La narración subraya así la sabiduría de Daniel al saber en qué punto debería enfocar su resistencia.
Daniel es presentado aquí como un modelo de testigo fiel en lo atractivo de su vida, en la afabilidad de su resistencia (Pidió, 8; Por favor, prueba, 12) y la manera en que su comportamiento ganó el favor y la simpatía del oficial (9) y el consentimiento del inspector (14).
Mediante su dieta vegetariana Daniel y sus compañeros florecieron físicamente. Por implicación esto también fue hecho por Dios. Los recursos humanos proveen comidas, pero solamente Dios provee nutrición física. Los diez días de prueba (14) se convirtieron en un menú permanente (15, 16).
Además, Daniel y sus compañeros recibieron dones divinos especiales (17–19). El desarrollo intelectual y el éxito verdadero pueden alcanzarse sin arreglo espiritual; el piadoso puede dominar y emplear el aprendizaje del impío. Dios convierte en locura la sabiduría del mundo y perfecciona su fuerza donde su pueblo es más débil (1 Cor. 1:19–25; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 44:24–26). No solamente la vida y el carácter de Daniel se describen en una manera que de liberadamente recuerda a los de José; es también una reflexión del Mesías venidero (Isa. 11:2, 3).
El comentario concluyente (21), según piensan los críticos, se contradice por 10:1. Pero la idea aquí no es la de proveer la fecha de la muerte de Daniel; es teológica, no simplemente cronológica. El primer año de Ciro (538 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) marca el principio de la era de restauración (2 Crón. 36:22, 23). El propósito es que Daniel vivió para ver revocadas las acciones de Nabucodonosor. Cuando el rey de Babilonia tenía mucho tiempo de haber muerto, el siervo de Dios continuaba vivo y su pueblo había sido restaurado. De esta manera estamos preparados para narraciones de conflictos que siguen y para el libro de visiones del triunfo final del reino de Dios.
2:1-49 EL REINADO DE DIOS AL SOMETER A LOS REINOS

2:1-13 Los sueños perturbadores de Nabucodonosor

Los eventos del cap. 2 se desarrollan durante el segundo año del reinado de Nabucodonosor (604 a. de J.C; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:1, 2).
En el antiguo Cercano Oriente se creía que particularmente los reyes recibían mensajes de los dioses. Los sueños de Nabucodonosor eran, por tan to, especialmente interesantes, establecidos, como lo estaban, en el contexto de su ambiciosa política extranjera. (Su victoria sobre los egipcios en Carquemis y Hamón le había asegurado el control de Siria; otras campañas siguieron en los años siguientes.) El contenido de sus sueños lo dejaron inquieto y atribulado (1). El entonces convocó a sus diversos consejeros, cuyos títulos son indicativos de la naturaleza de la ciencia y la religión de Babilonia (p. ej.p. ej. Por ejemplo para hechiceros véase Deut. 18:10–12; Mal. 3:5).
No hay certeza respecto a cuánto de su sueño Nabucodonosor podía recordar. Algunas declaraciones implican que él al menos había retenido un sentido general del mismo (p. ej.p. ej. Por ejemplo v. 9c). El sueño le había dejado tal impresión perturbadora que él demandó la seguridad de una interpretación exacta bajo la amenaza de muerte (5). De esta manera, solamente si sus consejeros podían decirle el contenido del sueño, que ellos naturalmente ignoraban, podía él confiar en su capacidad para interpretarlo. La respuesta de los consejeros fue razonable (4, 7) y crecientemente desesperada (10, 11), una indicación intencional por parte del narrador de la perversidad del rey y de la bancarrota de la sabiduría de su corte.
Las palabras en arameo (4) señalan el cambio de idioma del heb. al arameo, que se mantuvo hasta 7:28 (véase la Introducción).
La amenaza de Nabucodonosor de un castigo (5) excesivo y caprichoso (pero de ninguna manera sin paralelo) y su sospecha de conspiración entre sus consejeros (9) denuncia un profundo sentido de inseguridad a pesar de sus logros. El decreto que él dio (12) incluye a Daniel y a sus acompañantes, cuya ausencia (inexplicable) intensifica el drama de la narración.

2:14-23 Daniel recibe iluminación

La fuerza y la gracia del carácter de Daniel se manifiestan una vez más , compare 1:8, 12) en la prudencia y discreción con las que habló al comandante del escuadrón de la muerte, así como en su cortés petición a Nabucodonosor (16). Hay un tiempo para la cortesía paciente así como para la reprensión franca (cf.cf. Confer (lat.), compare 5:17–28; Mar. 6:18).
Ninguna característica de la vida de Daniel sobresale más claramente que su devoción (18; cf.cf. Confer (lat.), compare 6:10; 9:3–23; 10:12). Aquí, él y sus acompañantes suplican misericordia (18), puesto que el futuro del reino de Dios y su testimonio en Babilonia parecen depender de su preservación. Daniel creía que él tenía acceso a esferas que a los astrólogos babilonios les estaban vedadas (11). El carácter de Dios, el Revelado y Revelador (22, 23a), formó la base para su petición. El es el Señor de sabiduría y poder (20), Gobernante de toda la historia (21a) que se comunica con su pueblo (22; cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 4:24–30). En una manera no explicada totalmente el misterio le fue revelado a Daniel en una visión (19).

2:24-49 La explicación del sueño

Daniel regresó a la presencia del rey, ahora en posición de hablar con amplitud y audacia apropiadas, contrastando la impotencia de los consejeros del rey con el conocimiento del consejero celestial de Daniel.
Nabucodonosor había visto una gran estatua con la forma de un ser humano y hecha significativamente de metales de valor decreciente (oro, plata, bronce, hierro mezclado con barro). En este sueño apareció una piedra desprendida que golpeó y destruyó la estatua (nótese el eco del Sal. 2:9 en los vv. 34b–35a). La roca tenía dos rasgos dignos de notarse: se desprendió sin intervención de manos (34), es decir, su origen yacía en la actividad de Dios, y se convirtió en una gran montaña que llenó toda la tierra (35), es decir, su actividad fue universal.
El sueño se refería a lo que ha de acontecer en los postreros días (28). Puesto que la cabeza de oro fue identificada específicamente como el reino de Nabucodonosor (38), podemos asumir que las otras partes de la estatua también representaban imperios o dinastías específicos. Su identidad todavía no había sido revelada a Daniel y a sus contemporáneos (pero véase 8:19–21). Si han de ser identificados en retrospectiva (y a la luz de 8:19–21), su pecho y sus brazos … de plata (32) representan el Imperio Medo-Persa (que el libro de Dan. ve como una sola entidad incorporada en el ascenso de Ciro en 539 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo; cf.cf. Confer (lat.), compare 5:28; 8:20). El vientre y sus muslos … de bronce (32) simbolizarían entonces al Imperio Griego el cual dominará en toda la tierra (39), seguido a su vez por el Imperio Romano (aunque algunos intérpretes conservadores han to mado las piernas y los pies como referencia a los sucesores de Alejandro Magno).
Esta interpretación a menudo ha llevado al entendimiento de la piedra como Cristo y su crecimiento como una referencia al avance del reino de Dios. Puede haber alusiones a esta interpretación en Luc. 1:33 y 20:18. Sin embargo, también debe notarse que la piedra desmenuza todos los reinos simbolizados por la estatua. En un sentido más general, por eso, el mensaje de la visión es que aun que los reinos que los pueblos edifican dan lugar a otros en un proceso de supervivencia de los más aptos, es la mano de Dios la que finalmente los destruye al edificar su propio reino, uno que permanecerá.
Los eruditos críticos, considerando la idea de un Imperio Medo-Persa como no histórico, generalmente ven los reinos representados aquí como Babilonia, Media, Persia y Grecia, y a la interpretación de Daniel como una “profecía después del evento” (véase la Introducción).
El efecto de esta revelación se describe en lo que sigue (46–49). Nabucodonosor honró a Daniel y declaró que reconocía a su Dios. La designación de los acompañantes de Daniel (49) explica su presencia en el evento que sigue en el cap. 3, que, a su vez, revela que la profesión de Nabucodonosor era solamente superficial.
3:1-30 EL REINADO DE DIOS EN LAS PRUEBAS DIFICILES

3:1-18 Idolatría o muerte

El autor de Daniel claramente intenta que veamos una íntima conexión entre el sueño de Nabucodonosor y la estatua que él levantó en la llanura de Dura (1). Puede haber sido una representación del rey mismo (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:38: “Tú eres aquella cabeza de oro”). En este caso, el hecho de que por contraste con la estatua del sueño (2:31–33) estuviera hecha enteramente de oro (es decir, probablemente enchapa de oro) sugiere una reacción egocéntrica en fermiza de Nabucodonosor a la interpretación de Daniel (2:44, 45). Nótese que siete veces se hace hincapié en que “Nabucodonosor … levantó” la es tatua (1, 2, 3, 5, 7, 12, 14). Habiendo recibido de Dios “la realeza, el poder, la fuerza y la majestad” (2:37) él la mal usó en sí mismo. La clave para interpretar la superficialidad de su confesión en 2:47 está clara ahora.
Las inusitadas proporciones de la estatua (altura.. de 60 codos y … anchura de 6 codos) sugieren que la altura incluía una base substancial.
Dos rasgos en la narración aumentan la tensión que rodea el mensaje. Primero, la repetición de listas de vistas y sonidos (vv. 2, 3 para vistas; vv. 5, 7, 10 para sonidos. Liras, arpas y flautas parecen ser de origen griego, y pueden indicar el carácter extenso de la cultura griega.) El lector está “allí”. Nótese que el evento estaba rodeado de un aura re ligiosa e indudablemente causaba un impacto estético magnífico. En contraste, los tres hebreos reconocieron que la adoración bíblica aceptable incluye la sumisión de la voluntad a la verdad (cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 4:24; Rom. 12:1, 2). Segundo, la ruidosa naturaleza del conflicto entre la ciudad de este mundo y la ciudad de Dios. La opción era idolatría o muerte (4–6). Estaba en peligro no solamente la obedien cia a Exo. 20:4–6, sino también si los creados a la imagen de Dios, y recreados a esa imagen (Gén. 1:26, 27; Ef. 4:24; Col. 3:10; cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 22:20, 21) debían inclinarse ante una imagen de hombre. En esas circunstancias, la fe de Sadrac, Mesac y Abed-nego brilla más que las llamas del horno (Heb. 11:34) cuando ellos poderosamente ilustran la fidelidad a la palabra de Dios (2 Cor. 4:11, 13b, 18).
Nabucodonosor evidentemente creía que toda persona tenía o tiene su precio; ninguno desafiaría su mandato. Ciertamente esta era una prueba aun más severa para los hebreos que las que ya habían experimentado en los caps. 1 y 2 (que ahora pueden ser vistas como preparatorias para esta). Su fidelidad y valor recibieron un testimonio verdadero, aunque maliciosamente exagerado (estos hombres … no te han hecho caso) e intencionado de los astrólogos. Ellos, sin embargo, sí comprendieron el asunto en cuestión: Ellos no rinden culto a tus dioses ni dan homenaje a la estatua de oro …  (12; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 20:3, 4, 23).
El rey, que previamente había tenido contacto con los tres hebreos (1:18–20; 2:49), ya conocía la respuesta a su pregunta (14) y ahora desafió a su Dios así como también su valor (15). El no contaba con sus dos principales características: su conocimiento del poder de Dios (17) y su sumisión a la palabra revelada (18). Su fe estaba revestida de expectación (17; cf.cf. Confer (lat.), compare 1:12, 13; 2:16), pero no mostraba presunción (18) y hacía eco del ejemplo de Abraham (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 4:20) y del testimonio de Job (Job 13:15a).

3:19-30 “Las llamas no te tocarán”

La hostilidad del rey de Babilonia contra los ciudadanos de Jerusalén llegó a su clímax. Antes con “ira y enojo” (13. cf.cf. Confer (lat.), compare 19) ahora se alteró la expresión de su rostro (19) frente a la calma y decisión de ellos. Mandó que el horno fuera calentado a su máxima fuerza (el significado probable de calentado siete veces más de lo acostumbrado) y que hombres muy fornidos los atasen (20) para asegurar que cayesen atados dentro del horno (23). Tan caliente estaba el horno que una llamarada de fuego mató a los soldados (22). Con estos detalles el narrador subraya la imposibilidad humana de la sobrevivencia de los hebreos, pero la descripción de su vestimenta sirve como señal del inesperado triunfo que estaba a punto de tener lugar. Mientras el rey estaba colérico y los soldados morían quemados, los tres amigos aparecieron en vestimenta de gala (nótese el colorido relato de sus mantos, sus túnicas, sus turbantes y sus otras ropas; 21); en contraste con los reinos de este mundo, el reino de Dios es “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom. 14:17). Esto es subrayado por la actividad de los hebreos en el horno (sueltos que se pasean; 25).
Aparentemente el horno tenía accesos superior e inferior, de manera que la ejecución por cremación podía ser contemplada como un espectáculo público. Nabucodonosor se vio obligado a dar marcha atrás a su antiguo dogmatismo (26; cf.cf. Confer (lat.), compare v. 15c) cuando vio a los tres confesores vivos, acompañados por una cuarta figura con aspecto de dios (24, 25). El ahora reconocía que era por intervención del Dios de ellos que los tres hebreos estaban salvos. El evento es un cumplimiento literal de Isa. 43:1–4: “No temas … yo estaré contigo … cuando andes por el fuego, no te quemarás; ni la llama te abrasará … ” Los comentaristas cristianos primitivos consideraban la cuarta figura como la aparición del Hijo de Dios o como el ángel del Señor (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 28) y frecuentemente otros han opinado lo mismo. El énfasis, sin embargo, está en lo absoluto de la protección de Dios, mostrada en el hecho de que ellos salieron sin siquiera el olor del fuego en ellos (v. 27). El Sal. 34:19, 20, que había de encontrar su cumplimiento en Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 19:36), encuentra aquí un cumplimiento anticipado.
El cap. 3 empieza con un decreto de Nabucodonosor que amenazaba con destruir el reino de Dios; termina con un decreto posterior en el que todos los otros reinos (todo pueblo, nación o lengua; 29) eran amenazados con la destrucción si ofendían el reino de Dios. Aunque esto registra un triunfo para el reino de Dios, y (por contraste con 2:47) expresa la humillación del rey (28b), el narrador nos da indicaciones de que Nabucodonosor no era de nin guna manera un hombre de fe genuina. El se impresionaba exclusivamente con los milagros (cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 8:9–23); su respuesta fue hacer prosperar a los hebreos (30), no compartir su confianza (28). Aunque en algunos aspectos su humillación había cambiado sus percepciones, no había ablandado su corazón (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 29, y contrástese la confesión de Jonás después de su humillación; Jon. 2:8).
4:1-37 EL REINADO DE DIOS HUMILLA A NABUCODONOSOR

4:1-18 El sueño del árbol cósmico

La narración del capítulo cuarto se desarrolla dentro del contexto de una carta algo poética (1–18, 34–37, posiblemente compuesta con la dirección de Daniel). La pieza central de la narración es la caída de Nabucodonosor, narrada en tercera persona, reiterando que, durante los eventos registrados, el rey no estaba en condición de evaluar su propia experiencia. La adscripción de alabanza (3) nos prepara para la obra de Dios que va a ser descrita.
Nabucodonosor es descrito en la cumbre de sus poderes: tranquilo en mi casa y próspero en mi palacio (4). Aquí, en contraste con los vv. 2, 3, no hay indicio de la bondad o grandeza de Dios, elevando así la expectación del lector al gran cambio que está a punto de ocurrir (cf.cf. Confer (lat.), compare Luc. 12:16–19).
Nabucodonosor tuvo un sueño aterrorizador. A pesar de las lecciones de los caps. 1–3, y las confesiones de 2:47 y 3:28, 29, fue a sus magos a los que acudió de nuevo (Prov. 26:11; 2 Ped. 2:22), solamente para encontrarlos en bancarrota (7). La en trada de Daniel (8) trae luz a un lugar obscuro (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 5:14; Fil. 2:14–16).
El tema central en el sueño era un árbol cósmico, que claramente representaba un imperio mundial que alcanzaba a todos y proveía para todos (10–12; cf.cf. Confer (lat.), compare 2:37, 38). Sobre él se pronunció un decreto celestial; iba a ser reducido a un tronco (15a). Pero el imperio estaba personalizado (dejad el … que él … que tenga … ; 15b, 16); un individuo sería humillado, viviendo como animal, que él sea mojado con el rocío del cielo (15b). Este elemento en el sueño fue, presumiblemente, el que llenó a Nabucodonosor de presentimientos (5) y a la sociedad real de magos la dejó perpleja (7). De nuevo fue Daniel, el “forastero” de Dios, el único que pudo ayudar.
Nótese que Nabucodonosor instintivamente interpretó la realidad de la vida espiritual de Daniel en términos de su propia formación religiosa (espíritu de los dioses santos; 18b). Su confesión anterior no lo había librado de su politeísmo. Se lo describe como habiendo tenido convicciones religiosas, pero no lo que podríamos llamar una conversión bíblica (cf.cf. Confer (lat.), compare v 8).

4:19-27 Una advertencia de juicio

La perplejidad y el terror de Daniel (19) estaban relacionados con la interpretación del sueño y no con su incapacidad de entenderlo. Su sensibilidad es digna de notarse (p. ej.p. ej. Por ejemplo su uso de un prólogo cortesano propio del Cercano Oriente para la interpretación; 19b). La revelación de la humillación del rey no le daba placer a él, y en esto él refleja el corazón divino y el espíritu mesiánico (Eze. 18:23; Mat. 23:37). No cabe duda de que Nabucodonosor era un nombre frecuentemente repetido en la vida regular de oración de Daniel (cf.cf. Confer (lat.), compare 6:10).
La interpretación fue dada entonces (24–26). El decreto celestial fue de juicio. Era contra Nabucodonosor (24), ubicado en el contexto de la soberanía absoluta de Dios (25, 27). Pero era tanto justo como matizado con misericordia; el terrible juicio que transformaría a Nabucodonosor en un animal no era inapropiado para alguien que se había comportado como una bestia salvaje con el pueblo de Dios (además de su actitud hacia los oprimidos, 27; un indicador siempre significativo del corazón en el ATAT Antiguo Testamento, Isa. 1:17; 58:6). Además, su función era hu millar al rey hacia el arrepentimiento, alentado por la esperanza de que el Dios que destituye es también el que levanta.
Los juicios de Dios nunca son arbitrarios; son siempre moralmente justos. Esto es subrayado por el consejo de Daniel (de nuevo cortésmente) al rey. Puesto que el juicio es la respuesta de Dios a la violación flagrante de su ley moral, el arrepentimiento, demostrado al obedecer la ley, puede traer misericordia (cf.cf. Confer (lat.), compare Prov. 28:13; Isa. 58:9b, 10; Jon. 4:2). Hasta los que no son misericordiosos pueden encontrar misericordia; pero la evidencia de que ellos la desean de Dios es que la muestren hacia otros (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 6:12; 18:21–35).

4:28-37 Humillado y sanado

El decreto de Dios estaba cumplido. Después de un año de oportunidad para arrepentirse (29), Nabucodonosor fue encontrado de nuevo autoexaltándose (30):  … yo edifiqué … con la fuerza de mi poder … para la gloria de mi majestad (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 13:19). Su logros eran notables realmente, incluyendo un programa importante de renovación y reconstrucción. Construyó los jardines colgantes, una de las siete maravillas del mundo antiguo, para que su esposa Amytis, de Media, recordara su patria. Pero él había seguido conscientemente una política de expansión alegando que había sido de signado por Marduk para un reinado universal; él no había contado con el Sal. 127:1.
El juicio divino (anunciado en los vv. 31, 32) incluía una completa humillación del rey; su autoridad (31) y su razón (34) le fueron quitados (33) en la misma hora. Su confesión en el v. 36 de que su razón le fue restaurada concede crédito a la opinión de que la reacción del rey al juicio de Dios evoca una condición psicótica (ahora conocida como licantropía). Tal fue el sorprendente impacto de la palabra de Dios en su mente (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 25:15, 16). Habiéndose considerado un ser sobrehumano (3:1–6; 4:30), se convirtió en subhumano; habiendo eri gido su propia estatua para ser adorada como la imagen de un dios, perdió el derecho a la vida hecha a la imagen de Dios (Gén. 1:26, 27) y los últimos remanentes de la verdadera gloria (cf.cf. Confer (lat.), compare Rom. 3:23). Habiéndose comportado en una manera bestial, ahora cosechaba el fruto de las semillas que había sembrado (Gál. 6:7, 8).
Si Nabucodonosor se hubiera arrepentido antes podría haber alcanzado misericordia (27). Aun entonces la obra humilladora de Dios no duró más de lo necesario; el divino hasta que (32) retenía la posibilidad de restauración. Pero su remisión no fue espontánea. Se dio en el contexto de una oración humilde (yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo; 34) que llevó a la adoración y a la confesión de que sólo Dios tiene poder ilimitado (35). Las palabras del rey por primera vez tienen el reconocimiento de una actividad de pacto de Dios (de generación en generación, 34; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 20:5, 6; Sal. 103:17, 18), y como también de su verdad y su justicia (37). El se opone al soberbio y da gracia al humilde (37; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Ped. 5:5). En Nabucodonosor las palabras del Sal. 18:25–27 encuentran una ilustración rica.
Los comentaristas cristianos a menudo han dudado de la realidad de la “conversión” de Nabucodonosor. Si fue de corta duración, no es de sorprender que no existan los anales seculares de ella.
Un documento intitulado La Oración de Nabonido, recientemente descubierto en las cuevas de Qumrán, ha dado fuerza a la opinión crítica de que este cap. se originó en una historia de la enfermedad del rey Nabonido (que reinó de 556 a 539 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo). La oración registra una enfermedad que duró siete años y que fue traída por juicio divino. En ella Nabonido relata cómo Dios le dio un exiliado hebreo para que le explicara su experiencia, el que también escribió un decreto en relación con la adoración del Altísimo. Aunque hay diferencias significativas entre Daniel 4 y este documento, es posible (como sostuvo E. J. Young) que su autor haya confundido la tradición acerca de Nabucodo nosor con Nabonido. Es extraño que tantos críticos tiendan automáticamente a asumir que otros documentos sean más probablemente históricos que los del ATAT Antiguo Testamento.
5:1-30 EL REINADO DE DIOS AL QUITAR A BELSASAR

5:1-9 La escritura en la pared

No debemos considerar el libro de Dan., ni siquiera las partes que podemos ver como históricas, como meramente un relato equilibrado y ordenado de asuntos en Babilonia. Más bien, retrata momentos escogidos de alta tensión en el conflicto en proceso entre el reino de la luz y el de las tinieblas. Por el registro de la intervención divina en tales eventos dramáticos, se pretende que el lector obtenga aliento para todas las luchas espirituales contemporáneas.
Estrictamente hablando, el último rey de la dinastía neobabilónica fue Nabonido (556–539 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo), pero por una década él estableció su residencia real en Teiman, dejando a su hijo Bel-sarusur (Belsasar, “Bel proteja al rey”) como regente. Nótese que la oferta de Belsasar de hacerlo gobernar como tercero en el reino en los vv. 7, 16 y 29 asume esto. (Cf. Gén. 41:40 donde José recibió el segundo lugar.) Belsasar era posiblemente el nieto de Nabucodonosor (“padre” en los vv. 2, 11 y 18 e “hijo” en el v. 22 habrían sido fácilmente entendidos como términos elásticos por los lectores originales).
Nuevamente el autor nos prepara para anticipar actividad del juicio divino en los vv. 1–4. En el banquete el vino corrió abundantemente de las copas sostenidas por la congregación mixta (3), y tuvo el efecto de amortiguar la conciencia del rey y de cualquier sentido de temor interno a Dios; mandó que trajesen los utensilios de oro y de plata que su padre Nabucodonosor había tomado del templo de Jerusalén (2). La blasfemia pronto corrió con igual abundancia (4), pero las señales del juicio de Dios interrumpieron la rápida asunción de que todo estaba bien (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 47:10, 11). Todos los ojos estaban sobre Belsasar (bebiendo vino en presencia de los mil en el v. 1 puede comunicar la idea de una exhibición pública), preparando al lector para una ilustración del proverbio “Antes del quebrantamiento se enaltece el corazón del hombre” (Prov. 18:12).
Para Belsasar la intervención divina fue tan dramática como aterrorizadora. Presumiblemente, ya en un estupor cercano a la borrachera, la sorprendente aparición de una mano escribiendo en una pared tuvo en él el efecto de sobriedad que lo transformó, de un juerguista soberbio en una figura petrificada y patética (6). En la manera que nos hemos acostumbrado a él, se volvió a la sabiduría de este mundo, pero la encontró impotente (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:2; 4:6). No se da ninguna explicación de la incapacidad de los sabios para leer la escritura. Varias son posibles: forma desigual de las letras, el uso de un código o falta de certeza sobre el verdadero significado. En su sabiduría el mundo ni conoce a Dios ni entiende su revelación (1 Cor. 1:21; 2:14).

5:10-17 Daniel es recordado

En una manera que nos recuerda Gén. 41:1–16, el nombre de Daniel surgió una vez más en la familia real. La reina (probablemente aquí debe entenderse que es la reina madre), en un tono que raya en reproche franco en el contraste que ella usó entre Belsasar y Nabucodonosor (en ese tiempo ya como veinte años de fallecido), dirigió a Belsasar a la sabiduría probada de Daniel. Su aparente respeto por él estaba subrayado por el uso de su nombre heb. como de su nombre babilónico y en la referencia a sus dones sobresalientes (12; cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 11:2, 3). Aparentemente Daniel ya no tenía su anterior papel prominente en la sociedad babilónica. Belsasar parece haber sido culpable del pecado de Roboam (1 Rey. 12:7, 8).
Las palabras de Belsasar (13–16) son más efectivamente leídas como las de un hombre todavía bajo la influencia del alcohol. Las alusiones al origen y a la edad de David (él debe haber tenido entonces como 80 años de edad) como uno de los cautivos de Judá que el rey mi padre [Nabucodonosor] trajo de Judá (13) es la manera de hablar autosegura y degradante de un borracho.

5:18-31 Un rey pesado en la balanza de Dios

La aguda respuesta de Daniel (17–24) contrasta con el estilo de su reacción a Nabucodonosor (2:16; 4:19; véanse también comentarios sobre 8:1–4 para una explicación adicional) y nos recuerda las palabras de Pedro en Hech. 8:18–20. Su discurso nos recuerda otros ejemplos de alegatos legales del ATAT Antiguo Testamento (cf.cf. Confer (lat.), compare Ose. 12:2–6; Miq. 6:1–8). Antes que otra cosa se bosquejó el trasfondo histórico del pecado de Belsasar (18–21). Esos detalles sirvieron como indicación de la revelación del carácter de Dios y las maneras en que Belsasar debía haberlo conocido y actuado en consecuencia. Sobre esta base siguió la acusación (el pronombre “tú” se repite nueve veces en diversas formas en los vv. 22, 23). El conocía a Dios, pero no lo glorificó ni le dio gracias (Rom. 1:21).
Las tres palabras en el mensaje (25) se refieren a pesos y por tanto a precios y valores (MENE = mina; TEKEL = ciclo; PARSIN = partes). La interpretación de Daniel combinaba la idea básica de ser pesado y valuado con un sugestivo juego de palabras. Mene se deriva del verbo “enumerar” o “designar”; tekel en su forma verbal significa “pesar” o “evaluar” y parsin (peres es el singular) es “partes” o “porciones”. El reino de Belsasar había sido pesado y evaluado; sería dividido entre los medos y los persas (un juego de palabras con parsin).
Belsasar pudo permitirse guardar su promesa. Si las palabras de Daniel se cumplieran, su papel como tercer señor en el reino (29) sería de corta duración. Si no, entonces su vida probablemente sí lo sería. De cualquier modo, aquella misma noche vio el fin de Belsasar (30; cf.cf. Confer (lat.), compare Prov. 29:1).
Daniel no ofreció mayor explicación (el hecho del juicio divino, no de los detalles, era su interés aquí). Herodoto y Xenofonte registran el hecho de que Babilonia fue tomada durante una fiesta nocturna por medio de una desviación temporal del río Eufrates, permitiendo que los invasores entraran a la ciudad por el ahora seco lecho del río. Xenofonte (que describe la expedición de Ciro) también registra que los persas mataron al joven e irreligioso rey babilónico.
Aquí surge una dificultad importante. Daniel registra que Darío el medo tomó el reino (31). Sin embargo, en otras partes de las Escrituras, Ciro el persa es responsable de la liberación del pueblo de Dios de Babilonia (2 Crón. 36:22, 23; Esd. 1:1–8). Los críticos eruditos, por tanto, consideran el nombre de Darío el medo o como ficción deliberada o como un error histórico, en el que Darío I (rey de Persia 522–486 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo) ha sido confundido con Ciro, que en efecto tenía como 62 años (31) en ese tiempo. Las propuestas de los comentaristas conservadores incluyen la atractiva sugerencia de que Darío el medo era el nombre real babilónico de Ciro el persa (para una discusión amplia véase J. Baldwin, Daniel, TOTC [IVP, 1978], pp. 23–28).
6:1-28 EL REINADO DE DIOS SOBRE LAS BESTIAS SALVAJES

6:1-9 Darío engañado

El reinado de Darío trajo extensos cambios al gobierno de Babilonia con un sistema de 120 gobernadores locales (sátrapas; 1), sujetos a una pequeña administración central directamente responsable al rey. (La existencia de un estrato más se sugiere en el v. 8.)
La motivación para este arreglo (para que el rey no fuese perjudicado, 2) habla mucho de las tentaciones de la vida política y del hecho de que un alto oficio no es garantía de alta moral. Daniel (ahora en sus 80 años) mostró de nuevo la naturaleza sobresaliente de su sabiduría concedida por Dios, pero su ascenso despertó envidias entre sus colegas y subordinados (4).
La maquinación que siguió no es la primera ni la última vez que el sacrificio de hostilidades tradicionales, en este caso entre los niveles más altos y más bajos de gobierno, ha sido considerado un precio digno de pagar para concertar oposición contra el ungido de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 2:1, 2; Mat. 16:1; Luc. 23:12; Hech. 4:25–27).
Los colegas de Daniel fueron incapaces de encontrar base para quejarse en contra de él y por eso no tuvieron palanca para quitarlo como administrador (4; cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 14:30). Aunque sus colegas llegaron a odiarlo no podían menos que reconocer su integridad. Sabían que su única esperanza estaba en usar la bien conocida fuerza espiritual de Daniel como una debilidad política, sabiendo que él obedecería a Dios antes que a los hombres (5; nótese el contacto adicional con Hech. 4:19). Hicieron esto convirtiendo la debilidad espiritual del rey en su propia fuerza política (6, 7). La irrevocabilidad de la ley de medos y persas (8; cf.cf. Confer (lat.), compare Est. 1:19) no era rara en el antiguo Cercano Oriente, de la misma manera que la tentación al totalitarismo no estaba limitada a Darío (7). El significado en la ley persa del decreto que era puesto por escrito se explica en Est. 8:8.

6:10-17 Obedecer a Dios en vez de a los hombres

La intriga en sí misma era directa, pero contenía una prueba sutil para Daniel: todo lo que se requería era un breve período sin oración audible (7). Además él ya estaba en sus 80 años, mucho tiempo después del que podría esperarse heroísmo.
Sin embargo, en manera característica, Daniel reconocía que cualquier ganancia hecha al precio de la fidelidad a la Palabra de Dios finalmente resultaría en pérdida (cf.cf. Confer (lat.), compare Fil. 3:7, 8).
Mientras que el asunto crítico en la narración es el hecho escueto de que Daniel orara en un marcado espíritu de reverencia, también provee varios detalles de su oración, usándolo así como un ejemplar de la vida de oración (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:17, 18; 9:3–19; 10:2, 3, 12). Su costumbre era adorar en un aposento alto (un cuarto superior; 10) con las ventanas de su cámara abiertas hacia Jerusalén. Aunque sabía que Dios está en todas partes y por tanto escuchaba su oración en Babilonia, él oraba al Señor que había dado a conocer su presencia en Jerusalén a donde el arca de su pacto había sido traída (nótese la orientación de pacto de su oración en el cap. 9). La regularidad de las oraciones de Daniel también ocasiona un comentario (10b), así como también la nota de acción de gracias que las llenaba, hasta en el contexto de grave peligro personal, y la postura que adoptaba (se hincaba de rodillas, 10), indicando la sinceridad de sus súplicas (11).
Los intrigantes atraparon a Daniel y a Darío en su sutileza (11, 12). La característica que hizo a Daniel el único miembro de la administración del rey completamente digno de confianza, es decir, su confianza en el Dios del pacto, recibió una reinterpretación radical a manos de sus enemigos. Su fidelidad ahora fue categorizada como rebelión (13). Ahora Darío vio claramente su error, pero estaba incapacitado para revocarlo (14), como aparentemente también Daniel lo estaba (17). Nótese, sin embargo, el contraste brillantemente trazado que subyace en toda la narración: tanto los intrigantes como el rey estaban febrilmente activos confabulándose y haciendo planes (3–9, 14). En contraste, la vida de Daniel rezumaba regularidad e integridad espiritual. Antes del v. 21 él se presenta como hablándole solamente a Dios.

6:18-28 Amparado por el poder de Dios por la fe

Daniel fue amparado por el poder de Dios por la fe (Heb. 11:33b; 1 Ped. 1:5), no del peligro, sino en el peligro. Para asombro y alivio del rey, la intervención angélica guardó a Daniel, el testigo de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 22; Sal. 91:9–16). Por la fe (23) él había experimentado los poderes del mundo venidero (Heb. 6:5) en el cual los leones serán mansos (Isa. 11:7). Como todos los milagros del ATAT Antiguo Testamento, este es una muestra anticipada del gran milagro de la resurrección de Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 17 con Mat. 27:60–66), que señala a la resurrección final y a la restauración (1 Cor. 15:20–28; cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 2:4–8). En un universo aparentemente cerrado (17) Dios había demostrado que él no puede ser excluido; si los creyentes hacen su lecho en las profundidades, él está allí (Sal. 139:8). Como resultado, la protección y liberación de Daniel y de sus tres amigos fue completa (23b; cf.cf. Confer (lat.), compare 3:27 y, después, Juan 19:31–36).
Al contrario del pensamiento común, hay muy pocos milagros dramáticos en el ATAT Antiguo Testamento. Aquí, como en los únicos otros períodos concentrados de milagros en el ATAT Antiguo Testamento (los días del éxodo y la entrada a Canaán y el tiempo de Elías y de Eliseo y el establecimiento de su ministerio profético), lo mi lagroso ocurre en momentos de crisis en el reino de Dios. Los milagros en Daniel, como en cualquier otra parte, no son meramente “contrarios a la naturaleza” o “por encima de la naturaleza”. Son principalmente “contrarios al mal” y a los poderes de las tinieblas. Son expresiones de “los poderes del siglo venidero” cuando todo el mal será vencido.
Un epílogo obscuro se registra en el v. 24. Probablemente no es necesario suponer (ni aquí, ni en el v. 4) que todos los administradores estuvieron involucrados. Según Herodoto, el castigo de toda una familia de esta manera era para guardar la ley persa. La narración misma no ofrece una moraleja (cf.cf. Confer (lat.), compare Est. 8:1–10), pero el mensaje subyacente es bastante claro: el obstruir el progreso del reino de Dios es arriesgarlo todo en el intento. Los que se oponen a Dios finalmente serán despedazados. Aquí de nuevo la narración hace contacto con los principios del Sal. 2 (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 2:9–12).
La liberación de Daniel fue celebrada en el decreto del rey (tal vez bajo la propia dirección de Daniel), en el contexto de la doxología a Dios como viviente (26, es decir, ocupado activamente en los asuntos del mundo), soberano y salvador. Daniel mismo es una ilustración vívida de los principios más básicos de una vida piadosa (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 1, especialmente vv. 2, 3). Si Darío ciertamente debe ser identificado con Ciro, “y” (28) debe ser traducido (lo cual sería muy apropiado) como “es decir”.
7:1-28 EL REINADO DE DIOS SOBRE LOS REINOS BESTIALES

7:1-14 Cuatro bestias, un hombre

El cap. 7 introduce la segunda mitad del libro y liga sus dos secciones. Aunque introduce una nueva sección que contiene las visiones apocalípticas de Daniel, también nos hace retroceder al reino de Belsasar (cf.cf. Confer (lat.), compare cap. 5) y concluye la sección aramea del libro. De este modo se le advierte al lector que vea las conexiones importantes entre la historia y el apocalipsis. Por su contenido la visión de este cap. nos recuerda del sueño de Nabucodonosor en el cap. 2. Allí, sin embargo, el enfoque estaba en los reinos poderosos sucesivos que se levantaban contra el reino de Dios, pero que finalmente fueron vencidos por él; aquí el enfoque está en la depravación y el breve carácter de esos reinos (representados por figuras bestiales) en comparación con el reino eterno de Dios.
Como en otras partes de la literatura apocalíptica, lo visual domina (nótese el énfasis en mirar en los vv. 2, 4, 6, 7, 9, 11, 13). Así como es importante tratar de interpretar el significado histórico de la visión, el hecho de que la revelación se da en forma visual subraya la importancia de su apelación a los sentidos tanto como a la razón; su intento es crear impresiones, no meramente comunicar proposiciones.
La visión tuvo lugar durante el primer año del reinado de Belsasar (cf.cf. Confer (lat.), compare el comentario sobre 5:1). Indudablemente que el conocimiento íntimo que Daniel tenía de la familia real lo hubiera llenado de presentimientos por el futuro inmediato (que él tenía poco tiempo para Belsasar es claro según 5:17).
Ahora Dios llenó su mente con una visión más cósmica del gran mar (posiblemente el Mediterráneo, pero más probablemente un cuadro general del mundo en su impiedad e inestabilidad aterradoras). Sin embargo, es agitado no por las bestias que surgen de él, sino por los cuatro vientos del cielo (2), una indicación de que detrás aun del más temible de los eventos está la actividad de Dios. Esto, además, se subraya por el uso del pasivo en las descripciones de las bestias, que evidentemente representan imperios: la criatura como león, cuyas alas fueron arrancadas, y fue levantada del suelo … y le fue dado un corazón de hombre (4; posiblemente un retrato de Nabucodonosor); a la criatura como oso le fue dicho: ¡Levántate; devora mucha carne!, y a la criatura como leopardo le fue dado dominio (6). Puede haber totalitarismo, pero nunca hay autonomía final en el gobierno humano. Los creyentes siempre podrán ver más allá de lo que los reyes hacen a cómo Dios gobierna. La estrecha conexión entre estas criaturas y el sueño de Nabucodonosor sugiere que ellas representan los mismos imperios (babilónico, medopersa y griego, de acuerdo con la interpretación dada). De manera in teresante, Nabucodonosor es comparado en otras partes con el león (Jer. 4:7; cf.cf. Confer (lat.), compare 49:19; 50:44) y con el águila (Eze. 17:3, 11, 12). Cf. v. 4 con 4:33, 34. No podría encontrarse mejor descripción de la conquista de Alejandro Magno que un leopardo con alas que había desarrollado cuatro cabezas. (De hecho, a su muerte el imperio se dividió en cuatro partes.)
El temible carácter de esas criaturas palidece hasta la insignificancia ante la descripción de la cuarta bestia y su brutalidad. Las primeras criaturas se parecen a un león, a un águila, a un oso y a un leopardo, pero ésta no tiene semejanza con ninguna del mundo animal. En tanto Daniel estaba todavía perplejo por sus diez cuernos (7, 8), su atención fue atraída por un nuevo cuerno, que aparentemente representaba a un individuo, pero uno cuya hu manidad estaba absorta en sí mismo.
Mientras Daniel miraba, tres escenas le fueron puestas ante sus ojos rápidamente. Puede ser más sabio pensar en ellas como parte de un tapiz que en conjunto comunica una gran impresión.
La primera escena (9, 10) es una visión del trono de Dios. En contraste con las escenas anteriores, está marcada por el orden, la tranquilidad y la soberanía final. Aunque no se especifica que hay una conexión entre esta escena y la segunda (11, 12) claramente se implica que el juicio de Dios está detrás de la destrucción de la bestia y del rompimiento del poder de las otras bestias (10; El tribunal se sentó, y los libros fueron abiertos sugiere que un veredicto judicial está a punto de ser emitido). Ante el Anciano de Días, los reinos de este mundo son de corta vida. Su presencia como un juez santo y justo se comunica por medio de la impresión de su presencia como llama de fuego y su blancura perfecta (9; cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 50:3, 4). La tercera escena vuelve al salón del trono de Dios, donde alguien como un Hijo del Hombre es presentado al Anciano de Días (13) y recibe autoridad universal de él. Esta figura es Hombre Verdadero en contraste con las bestias. Es capaz de soportar la santidad de Dios y permanecer en su presencia. En esta figura la roca del sueño de Nabucodonosor (2:35, 44, 45) se convierte en un hombre en el que la verdadera imagen de Dios brilla (Gén. 1:26–28), el Hombre Mesiánico que será el verdadero regente de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 2:8; 8:4–8; 72:1–11, 17; Heb. 2:5–9; 12:28).

7:15-28 El cuerno que hizo la guerra

Daniel recibió una serie de indicios para explicar estas escenas. La interpretación de las bestias como imperios está de acuerdo con ellas. La visión tenía el propósito de asegurarle que los santos del Altísimo tomarán el reino (18). Esto no debe tomarse como para sugerir que el “Hijo del Hombre” y los santos del Altísimo son idénticos, pero finalmente en la venida de Cristo (p. ej.p. ej. Por ejemplo Apoc. 1:7) se aclarará que están relacionados en alguna manera. Su coronación es la garantía de que sus santos participarán de su triunfo (Apoc. 20:6).
Aunque Daniel recibió la seguridad del triunfo del reino de Dios, estaba especialmente atribulado por la identidad de la aterrorizadora cuarta bestia, por sus cuernos y particularmente por el “pequeño” (19; cf.cf. Confer (lat.), compare v. 8). La interpretación que él recibió ilumina la visión, pero de ninguna manera la hace sencilla. No es de sorprender que los comentaristas hayan diferido en su interpretación del pasaje. Su dificultad debiera advertirnos de no ser dogmáticos al explicarlo.
El cuerno pequeño aparece en el contexto del último imperio. La identificación depende de nuestro esquema general para interpretar toda la visión (y el sueño de Nabucodonosor en el cap. 2). Debe no tarse en especial el triple carácter del cuerno pequeño en el v. 25. Es culpable de blasfemia, persecución del pueblo de Dios y alguna forma de autodeificación (puesto que cambiar las festividades, v. 25, es prerrogativa solamente de Dios, 2:21).
Los que sitúan la lectura de Daniel en el siglo II a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo usualmente identifican el cuarto reino como Grecia, y consideran al cuerno pequeño como Antíoco Epífanes. No es posible, sin embargo, leer este pasaje desde una perspectiva del NTNT Nuevo Testamento sin reconocer que la figura del “Hijo del Hombre” (13) se cumple en Cristo (cf.cf. Confer (lat.), compare Mar. 13:26; Hech. 7:56; Apo. 1:13; 14:14).
 Esta interpretación (retrospectiva) sugiere que la figura de la cuarta bestia se realiza en Roma. Probablemente es mejor considerar los “cuernos” (7, 8, 24) como una continuación del “espíritu” del do minio romano, en el contexto del que surge el cuerno pequeño, el hombre de iniquidad, el anticristo final (20, 21, 25; cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Tes. 2:4–12; 1 Jn. 4:3b) que fieramente oprime a los santos (25) durante un tiempo. Su poder entonces será consolidado e intensificado (un tiempo), pero repentinamente será quebrantado ( y la mitad de un tiempo). El Hijo del Hombre, habiendo recibido el dominio universal para sí mismo y para su pueblo, reinará entonces para siempre (14, 26, 27).
Daniel fue afectado por la visión, tanto física como mentalmente. Hay una lección importante para todos los que tienen experiencias espirituales poco comunes en el hecho de que él guardó el asunto para sí mismo (28).

8:1-27 EL REINADO DE DIOS DURA PARA SIEMPRE

En sus experiencias visionarias Daniel recibió una comprensión más completa del conflicto en el que él personalmente estaba envuelto. No estaba limitado a su propia experiencia; más bien, su experiencia no era sino un aspecto de una lucha cósmica entre los reinos de este mundo y el reino que Dios está estableciendo.
La segunda visión de Daniel le recordó la primera (1) pero esta vez él se veía a las orillas del río Ulai en Susa, la capital de Persia. Su visión consistía en dos imágenes visuales centrales (1–4; 5–12) seguidas por dos revelaciones orales (vv. 13, 14 dadas por un santo; vv. 15–26, dadas por Gabriel; cf.cf. Confer (lat.), compare 9:21 y Luc. 1:19, 26). Puesto que las partes visuales y las audibles están correlacio nadas, el cap. se examina mejor en estos segmentos.

8:1-4, 15-20 El carnero de dos cuernos
El carnero de dos cuernos en la primera visión (3) son los reyes de Media y de Persia (20), y el cuerno más largo indudablemente representa a Persia. Daniel lo vio abriéndose camino, extendiendo su territorio en todas direcciones. De hecho el Imperio Persa se extendió al oeste a Babilonia, Siria y Asia Menor, al norte a Armenia y al mar Caspio, y al sur a Africa. El conocimiento de Daniel de esto (en el tercer año del reinado de Belsasar) es consistente con el discurso posterior al rey en el año de su caída (cf.cf. Confer (lat.), compare 5:18–31), El ya había visto “la escritura en la pared” para el Imperio Babilónico. Co mo hombre de fe estaba aprendiendo progresivamente que ésta era simplemente una señal de una realidad mayor, que la escritura está ya en la pared para todos los imperios, excepto para el del Altísimo (cf.cf. Confer (lat.), compare 2:44).

8:5-8, 21, 22 El macho cabrío de un cuerno

Mientras Daniel reflexionaba en el significado de esta primera imagen, antes de recibir la interpretación de ella, vio un macho cabrío con un cuerno muy visible (5). Tres cosas lo caracterizaban: su velocidad extraordinaria, su ferocidad aparentemente omnipotente al vencer al carnero (6, 7); y el dramático rompimiento de su largo cuerno y del crecimiento de cuatro cuernos en su lugar (8), de uno de los cuales salió otro cuerno (9).
El macho cabrío representa el Imperio Griego (21). Las imágenes del gran cuerno se cumplieron perfectamente en Alejandro Magno que se convirtió en un conquistador mundial entre los 21 y 26 años, venciendo a las fuerzas persas en una serie de batallas decisivas entre 334 y 331 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Sin embargo, él iba a morir trágicamente a la edad de 33 años (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 8) y su imperio fue fragmentado en cuatro regiones representadas por los cuatro cuernos (22). De uno de esos salió un cuerno pequeño (9) que debía formar el clímax de toda la visión.

8:9-14, 23-27 El pequeño cuerno que creció

El descendiente de uno de los cuernos ahora se describe involucrándose en una política vigorosa de expansión que alcanza a Palestina (la tierra gloriosa, 9; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 8:7–9; Jer. 3:19). En autoengrandecimiento (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 8:12–15) esta figura se deificará a sí misma y blasfemará prohibiendo el culto bíblico (11, 12). Daniel vio esto prolongarse por 2.300 tardes y mañanas (14), lo que probablemente debe entenderse como días (cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 1:5, 8, 13 etc.). El hecho de que esta información le fuera transmitida a Daniel por los santos (13) es una indicación de que, a pesar del horror de los eventos, son conocidos por Dios y misteriosamente están dentro de sus propósitos (cf.cf. Confer (lat.), compare 1:2). Entonces, también, lo es el cuerno pequeño que crece no por su propio poder (24) y cuya caída no es por mano humana (25).
Siria, una de las cuatro divisiones en las que se fragmentó el imperio de Alejandro Magno, fue gobernada por Seleuco Nicator, cabeza de la dinastía seléucida de la que Antíoco IV surgió en 175 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Tomó el título de Theos Antíoco Epífanes (Antíoco, el Dios ilustre). Otros se refieren a él como Epímanes (“el loco”). En su política expansionista invadió Palestina (la tierra gloriosa; 9) y saqueó Jerusalén en medio de terrible derramamiento de sangre. Abolió las ofrendas diarias matutinas y vespertinas (11; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 29:38–43) y cometió la blasfemia de sacrificar un cerdo en el altar de las ofrendas quemadas, después de colocar una estatua de Zeus en el templo y de hacer sacrificios humanos en el altar. Prohibió la circuncisión y profanó el sábado (cf.cf. Confer (lat.), compare vv. 11, 12).
Es digno de notarse el empeño de Daniel por entender esta visión (5a, 15, 16). Esta iluminación no es solamente un asunto de conocimiento previo de los eventos de la historia, sino también una consideración de la naturaleza y obra del mal en su destrucción de la vida, su oposición a la piedad (24; con un enfoque en destruir la adoración del pueblo de Dios, 11; cf.cf. Confer (lat.), compare Hech. 20:29–31), su false dad y su orgullo (25). A la luz de esto Daniel aprende lecciones vitales: que nadie debe permitir que lo sugestionen con un falso sentido de seguridad (25, se engrandecerá; cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 10:12; Gál. 6:1), y que Dios finalmente destruirá toda oposición a él (25; cf.cf. Confer (lat.), compare Sal. 2:8–12; 46:8–10; Apoc. 11:15–18).
El enfoque en el cuerno pequeño, al cual los papeles de los grandes imperios del carnero y del macho cabrío son secundarios, es un recordatorio de la característica perspectiva bíblica, que ve, no los grandes imperios, sino al pueblo del pacto de Dios como la clave para la historia. El significado final de los imperios y de sus gobernantes se determina por su trato al pueblo de Dios (9–12; cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 25:31–46).
Dos frases señalan hacia el cumplimiento de la visión de Daniel: esos eventos tendrán lugar al final de la indignación … en el tiempo señalado (19) y después de muchos días (26). El “fin” en vista aquí es mejor tomado como la última parte del período de la historia bajo revisión (es decir, no el fin de las edades).
Como en 7:28, la reacción de Daniel es instructiva. La seriedad del conflicto en el que el pueblo de Dios iba a estar envuelto lo abrumó y lo horrorizó, pero no lo paralizó. Aun en un ambiente impío él cumplió sus responsabilidades diarias (27; cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Ped. 3:11).
9:1-27 EL REINADO DE DIOS FORTALECIENDO LA PROFECIA Y LA ORACION

9:1-3 Daniel escudriña las Escrituras
Gabriel entonces le trajo mayor información (21; cf.cf. Confer (lat.), compare 8:16) que recibió identificación cronológica y significativa en el primer año de Darío (1). Daniel estaba ocupado en ejercicios espirituales. Había estado meditando en la profecía de Jeremías acerca de que la desolación de Jerusalén (2) duraría setenta años (cf.cf. Confer (lat.), compare Jer. 25:11, 12; 29:10). La oración que siguió estuvo profundamente influida por el espíritu de Jer. 25. Como en la Escritura, la motivación para la intercesión sincera de Daniel es do ble: la necesidad de la hora y la palabra de promesa del pacto de Dios. Aunque la lógica abstracta podría llevarnos a preguntar por qué él necesitaba orar cuando Dios ya había dado su promesa, Daniel mismo entendió que Dios emplea la oración como el medio por el cual se complace en cumplir su palabra. El arrepentimiento y la intercesión genuinas afectaron a Daniel externa y también internamente (3). Esto era presumiblemente una parte de las de vociones privadas de Daniel, pero sus acciones no estaban opuestas al espíritu de Mat. 6:16–18, concerniente a nuestra apariencia en público y en cualquier evento que tiene en vista la recompensa de las alabanzas de otros en vez de la apro bación de Dios.

9:4-19 La oración: un convenio de trabajo

La oración de Daniel estaba dominada por un sentido del carácter de Dios, especialmente como es revelado en su justicia. La justicia de Dios es su absoluta integridad, su conformidad a su propia gloria perfecta. En sus relaciones con su pueblo ésta toma la forma de su fidelidad a sus pactos con ellos. En esa relación de pacto él ha prometido ser su Dios y tomarlos como su pueblo; él ha prometido que disfrutarán bendiciones mientras siempre y cuando respondan con fidelidad a su pacto de amor, pero habrá juicio si le responden en incredulidad, ingratitud y desobediencia (cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 27:28).
Estos principios subyacen en todos los tratos de Dios con su pueblo en el ATAT Antiguo Testamento y salen a la superficie en la oración de Daniel. En su paciencia con su pueblo desobediente Dios había enviado profetas a llamarlos a volver a la fidelidad al pacto (5, 6). Su exilio era el resultado de su indiferencia a su advertencia y un cumplimiento de la maldición del pacto (7; cf.cf. Confer (lat.), compare Deut. 28:58, 63, 64; Jer. 18:15–17). En un ver dadero espíritu de arrepentimiento, Daniel, el más fiel del pueblo de Dios, se echó sobre sí mismo la culpa como si fuera propia (hemos se repite 9 veces en los versículo 5–10). En este respecto, su corazón refleja el corazón de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 63:8a, 9a); ellos son su pueblo (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 20). La solución definitiva vendría cuando el Hijo de Dios llevara la culpa de su pueblo como si fuera suya (cf.cf. Confer (lat.), compare Isa. 53:4–6, 10–12; 2 Cor. 5:21). Sin em bargo, la esperanza de perdón no disminuye la seriedad de su condición. Verdaderamente Daniel escudriñó el vocabulario del ATAT Antiguo Testamento al describir y confesar el fracaso de Judá (pecado, iniquidad, impiedad, rebeldía, trasgresión, desobediencia; 5–11) y sus consecuencias (vergüenza y dispersión; v. 7). Tal juicio es la expresión de la justicia del pacto de Dios en respuesta al pecado de su pueblo. El ha guardado su promesa (7, 11–14).
Al orar por el conflicto de su pueblo, Daniel no pidió a Dios que abandonara su justicia. Paradójicamente, es la única esperanza del pueblo. Como en el primer éxodo, por su propia gloria Dios reveló la justicia de su pacto en misericordia al oprimido y también como juicio sobre el malvado (cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 3:7–10, 20; 6:6). Alentado por las promesas divinas a través de Jeremías, Daniel apeló a Dios para defender su glorioso nombre que había ligado al pueblo y a la ciudad de Jerusalén (16). La meta de su intercesión es la gloria del nombre de Dios; su fundamento es la palabra de promesa del pacto de Dios respecto a la restauración; su motivación es el conocimiento de la misericordia justa revelada en los hechos salvadores de Dios en el pasado (15–19).

9:20-27 Otros “setenta”

El tiempo de la revelación fue como a la hora del sacrificio del atardecer (21; es decir, a media tarde), una notable indicación del enfoque de la vida de Daniel centrada en la ciudad de Dios, puesto que él había estado ausente de Jerusalén por cerca de setenta años (cf.cf. Confer (lat.), compare 6:10). Gabriel apareció con dramática rapidez en respuesta a su oración, trayendo una comunicación divina más amplia que extendió el horizonte de Daniel más allá de los setenta años de la profecía de Jeremías a un período de setenta semanas (24). Hay una cumbre más le jana en las cordilleras de montañas de propósitos de Dios en la que él debe concentrarse ahora.
La revelación enigmática que sigue primero delinea el programa divino, incluyendo seis cosas que deben cumplirse dentro del período de setenta semanas ordenado por Dios (24). Las primeras sesenta y nueve semanas llevan a la llegada del Mesías Príncipe (25) y están divididas en dos períodos desiguales (siete semanas y sesenta y dos semanas = sesenta y nueve semanas). Esta división es uno de los rasgos más enigmáticos de todo el libro. Posiblemente las primeras semanas miran hacia la terminación del templo. Los vv. 26 y 27 pueden contener un “paralelismo progresivo” en miniatura: el v. 26 describe la semana final en términos panorámicos mientras el v. 27 la describe en detalle específico.
Las interpretaciones de este mensaje varían enormemente, y dependen de la amplitud de criterio que el intérprete tenga del cumplimiento de la profecía. La erudición crítica, situando la escritura de Daniel en el contexto del siglo II a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, ve el período como destinado a extenderse desde el siglo VI hasta el tiempo de Antíoco Epífanes (entendiéndose los 490 ya sea en términos redondos o lit.lit. Literalmente, y, tal vez, equivocadamente). Pero desde la perspectiva del NTNT Nuevo Testamento, es difícil evitar la conclusión de que el Mesías Príncipe (25) se cumple en Jesucristo, cuya venida trae expiación y fin de la culpa (24). Algunos intérpretes conservadores, además, han empleado varias cronologías para mostrar que la cifra de 490 es una predicción cronológicamente exacta de la muerte de Cristo. No se ha llegado a ningún consenso acerca de esto o de la interpretación detallada de la última semana.
Si el análisis cristológico es en general correcto, las sesenta y nueve semanas pueden representar el período entre la restauración hasta la venida de Cristo y el reino que él inaugura. Aunque difícil (v. 26), el Mesías será quitado (el verbo es uno que también se usa para confirmar un pacto) y no tendrá nada nos recuerda Isa. 53:8 y es una indicación de absoluta desolación (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 26:31; 27:46). El v. 27 puede entonces ser considerado como referencia al gobernante que ha de venir (26), y que encuentra su cumplimiento en Tito Vespasiano, la profanación del templo y la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. de J.C.d. de J.C. Después de Jesucristo (cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 24:3–25). Alternativamente, el v. 27a podría referirse a Cristo confirmando el pacto de Dios por una semana, es decir, por todas las edades futuras (cf.cf. Confer (lat.), compare 1 Cor. 11:25, 26); y los vv. 27b y 27c a la profanación de Jerusalén.
Por setenta años Daniel ha añorado la restauración de la ciudad y del templo de Dios (16–19). Ahora que está por ocurrir, su atención se dirige a una cumbre más distante y elevada en la historia de la redención. Aun un templo nuevo en una ciudad reconstruida hecha por manos humanas puede ser destruido; los ojos de Daniel, por tanto, debían fijarse en un templo final (cf.cf. Confer (lat.), compare Juan 2:19), en uno que estaría más allá de toda profanación (Apoc. 21:22–27).
10:1-12:4

EL REINADO DE DIOS SOBRE TODA LA HISTORIA

En duelo espiritual (10:1-3)
La narración de la visión final de Daniel se extiende desde el principio del cap. 10 hasta el fin del libro. Está fechada con precisión en el tercer año de Ciro (1) durante el período de la Pascua y de la fiesta de los panes sin levadura, y tuvo lugar en las riberas del Tigris (4). En el aniversario del éxodo de Egipto un nuevo éxodo empezó en el primer año de Ciro (Esd. 1), pero se enfrentó con un desaliento prematuro (Esd. 3:12–4:5). Finalmente la obra de reconstruir el templo llegó a detenerse (Esd. 4:24). Las insinuaciones de esos desalientos prematuros parecen ser la razón más probable para el prolongado período de disciplina espiritual de Daniel (2). El versículo inicial resume el carácter de la visión que sigue.

10:4-9 Una visión gloriosa
La visión de Daniel (7) tuvo un efecto abrumador en él (8). Aunque sólo él vio la figura, parece que sus acompañantes escucharon la voz que era como el estruendo de una multitud (6) y huyeron (7). Mientras que la figura estaba vestida de lino como un sacerdote (5; cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 28:42; Lev. 6:10; 16:4), todo su ser irradiaba tal luz y belleza que Daniel usó el vocabulario de los metales preciosos, de las piedras y hasta de los elementos para encontrar símiles para describirlo (5–7). No se hace ningún intento para identificar al hombre. La descripción de él sobrepasa la de los otros visitantes celestiales en Daniel (8:15, 16; 9:20, 21), pero claramente se compara a otras apariciones de Dios y de Cristo en las Escrituras (p. ej.p. ej. Por ejemplo Eze. 1:26–28; Apoc. 1:12–15). Esta visión se dio para hacer hincapié en el pacto de gracia de Dios (vestidura sacerdotal) y en el poder y gloria santos (el brillo abrumador). En un sentido especial Dios mismo es la fuente del mensaje y el garantizador de su verdad (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 1).

10:10-11:1 “Espíritus de maldad en los lugares celestiales”

La primera parte de la visión de Daniel desapareció de la vista dejándolo abrumado y adormecido. Luego, aparentemente, una segunda figura se dirigió a él (11), explicándole que, inmediatamente que él había empezado a orar (12), se le había enviado una respuesta a sus oraciones para darle visión (no declarado así, pero implicado en el v. 2). El mensajero había encontrado oposición, sin embargo, de el príncipe del reino de Persia (evidentemente también una figura sobrenatural; 13), hasta que Miguel vino en su ayuda.

 El arcángel Miguel , (compare Judas 9) es el defensor principal del pueblo de Dios (vuestro príncipe, 21, compare 12:1) contra los poderes de las tinieblas, compare (Apo. 12:7–9).

Es claro que detrás de las escenas de los conflictos de la historia hay un conflicto “en los lugares celestiales” (Ef. 6:12), en el que Daniel se había visto envuelto en su intercesión.

 Los poderes espirituales trataban de impedir que él recibiera revelación del futuro (y, por tanto, un entendimiento de los propósitos seguros de Dios). Implicado en esto está el reconocimiento de que la revelación próxima fortalecerá a Daniel y, ciertamente, a todo el pueblo de Dios (14).

No es claro si el semejante a un hijo del hombre (16) es una tercera figura o debe ser identificado con las figuras en los vv. 5 ó 10 (vv. 20, 21 parecen indicar lo último). La incertidumbre se explica por la naturaleza del carácter visionario de la revelación y por la condición mental de Daniel (15–17). En cualquier caso, Daniel, alentado y fortalecido por este toque, pudo recibir la revelación (18, 19). El mensajero celestial pronto regresaría a su si guiente tarea (11:1) en la guerra espiritual (20). En ese momento era Persia; pronto sería Grecia (20) la que, humanamente hablando, dominaría las experiencias del pueblo de Dios.
Parte de la respuesta a la pregunta que se había hecho a Daniel en el v. 20 es que él necesita saber que hay poderes celestiales defendiendo al pueblo de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Rey. 6:15–23). Pero primero él se da cuenta de lo que está registrado en el libro de la verdad (21), es decir, cómo se desarrollarán los propósitos de Dios.

11:2-45 Los reyes del norte y del sur

Mientras que la revelación que sigue parece a los lectores modernos una predicción de eventos futuros, está tan detallada que la mayoría de los eruditos asumen que los lectores originales la hubieran reconocido instantáneamente como un ardid literario usado por un autor del siglo II a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Según este criterio, el detalle completo en el relato de los eventos en los vv. 21–35 indica que el autor tenía conocimiento personal de ellos. Los vv. 40–45, por otra parte, describen eventos que todavía estaban en el futuro para el autor, y su profecía acerca de ellos resultó estar equivocada. Los eruditos que sostienen este criterio, por tanto, datan la escritura final de Daniel en 165 o 164 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (Para las implicaciones de esta opinión vea la Introducción.)
A través del capítulo es evidente que de lo que Daniel había aprendido anteriormente en manera pictórica ahora se presenta delante de él en la ma nera lineal de la historia. El punto de vista desde el cual esos eventos se ven es, sin embargo, la tierra gloriosa (16) que Dios ha pactado con su pueblo, y con relación al cual los gobernantes en el sur o en el norte se levantan (p. ej.p. ej. Por ejemplo vv. 11, 12). Al contrario de otras interpretaciones de la historia que marginan al pueblo de Dios (Palestina siendo considerada apenas como un puente de paso entre el norte y el sur), la revelación bíblica contempla el reino al que ellos pertenecen como el punto central y clave de la historia.
11:2–4 El futuro inmediato. El mensajero bosqueja el desenvolvimiento inmediato de la historia. El poder del imperio persa se ve como creciente hasta la aparición de una figura de inmenso poder, que no tendría dinastía, y con su imperio fragmentado después de su muerte (4).
El cuarto rey persa (2) después de Ciro (cf.cf. Confer (lat.), compare 10:1) fue Jerjes (que reinó de 486 a 465 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo). El es conocido por haber reunido enormes recursos mediante impuestos y haberlos agotado en sus hosti lidades contra Grecia (2), la cual lo derrotó en la batalla de Salamina en 480 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo El retrato de un rey valiente cuyo imperio sería fragmentado (3, 4), en vez de ser pasado a sus herederos, fue cum plido en Alejandro Magno (Daniel ya sabía que el poder pasaría a Grecia; 10:20), cuyos dos hijos fueron asesinados. El llegó a ser un cuerno quebrado (8:22).
11:5-45 Norte contra sur. Hay un amplio acuerdo sobre la interpretación de esta sección entre los comentaristas de muy diferentes escuelas de pensamiento, por la manera tan íntima en que esta visión se junta con el siguiente bosquejo de la historia.
Cuando el imperio de Alejandro se dividió en cuatro (4), Ptolomeo I se convirtió en gobernante de Egipto (el rey del sur; 5) y estableció la dinastía macedonia desde 304 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo (cuando tomó el tí tulo de rey) hasta 30 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo Mientras, Seleuco I (el rey del norte) controlaba Siria, estableciendo la dinastía seléucida por aprox. el mismo período. Lo que sigue es la historia del desarrollo dinástico y de luchas de poder dentro de esos dos reinos y la rivalidad entre ellos.
El intento inicial de alianza entre los dos poderes es representado por el matrimonio (6) entre Antíoco II (nieto de Seleuco I) y Berenice (hija de Ptolomeo II). La paz fue solamente temporal y fue seguida por la invasión del norte por Ptolomeo III (7, 8) y el contraataque de Seleuco II (9) y de sus hijos Seleuco III y Antíoco III, que avanzaron hasta Rafia en el sur de Palestina (10).
La lucha por el dominio continuó bajo Ptolomeo IV, un hombre de manera de vivir libertina. La referencia a que su corazón se enaltecerá (12; cf.cf. Confer (lat.), compare v. 18) prepara al lector bíblico sensible para su caída (2:21a). Aunque él no infligió una derrota masiva a Siria en Rafia, su ascendencia no continuó y al final, cuando Ptolomeo V subió al trono a la edad de cuatro años, Antíoco III la conquistó (13–16). El también exhibió la exaltación de sí mismo que merece el juicio divino (16; cf.cf. Confer (lat.), compare v. 19). El v. 14 puede referirse a la fallida actividad de los judíos zelotes que apoyaron las fuerzas sirias contra Egipto, bajo cuya dominación vivían.
Con miras a una futura expansión, se planeó un matrimonio político entre Cleopatra, la hija de Antíoco III y el joven Ptolomeo V (17); pero esto también falló. Cuando Antíoco procuró otras conquistas en el Occidente (Grecia) fue derrotado por los romanos y obligado a regresar a su patria. Con su retirada iba a desaparecer de la escena de la historia, pues murió dos años después (19).
Seleuco IV, que siguió como rey de Siria, heredó un gran imperio, pero en bancarrota por largos años de acciones militares. El procuró volver a lle nar las arcas del tesoro elevando los impuestos (20), pero pronto fue sucedido por la figura que ahora domina el resto del capítulo, un hombre vil (21), su hermano Antíoco IV (Epífanes).
El llegó al trono en 175 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo por medio de dos golpes de Estado. Por varios medios, incluyendo intriga y engaño (21, 23), promovió una política de helenización que lo puso en conflicto directo con los judíos que practicaban la devoción ortodoxa. De nuevo se subraya el peligro de sentirse seguro (v. 24; cf.cf. Confer (lat.), compare 8:25), como es el tiempo límite que Dios pone sobre las actividades humanas hostiles (aunque sólo por un tiempo; 24).
Antíoco impidió la invasión egipcia de Palestina invadiendo él mismo Egipto, ahora gobernada por Ptolomeo VI, triunfando parcialmente por intriga (según los vv. 24, 25). Pero el éxito completo lo eludió (27), y cuando el desorden surgió en Palestina, él regresó a Siria. De nuevo se enfatizan los límites divinos en la historia (27) y la naturaleza siniestra de la oposición al pueblo de Dios (28).
Antíoco invadió Egipto de nuevo en 168 a. de J.C.a. de J.C. Antes de Jesucristo, cuando los ptolomeos consintieron en un reino unido. Esta vez se encontró frente a un humillante ultimátum romano de irse (cf.cf. Confer (lat.), compare v. 30), después del cual desahogó su furia contra Dios y su pueblo (30), enlistando la ayuda de judíos simpatizantes con el proceso de helenización (30–32). Esto culminó en la masacre de los habitantes de Jerusalén y en el saqueo de la ciudad. El santuario fue profanado, las ofrendas diarias abolidas, se levantó un altar a Zeus y se celebraron ritos paganos sobre el altar de las ofrendas quemadas (la abominación desoladora, 31; cf.cf. Confer (lat.), compare Mat. 24:15).
En medio de la apostasía judía (descrita en los vv. 30, 32), otros fueron fieles hasta la muerte (33). Fue en este contexto que tuvo lugar la famosa resistencia de los macabeos. Como en todos los mo vimientos de resistencia, espirituales y también pol íticos, los fieles recibieron apoyo que no les hacía falta (34).
La sección que sigue en el libro, los vv. 36–45, es posiblemente la más difícil. La descripción parece exceder todo lo que se conoce aun del blasfemo Antíoco (de aquí la conclusión de muchos comentaristas de que esta sección es ciertamente profecía que predice el futuro por parte del autor, la cual, por ser errónea, nos capacita para fijar la fecha de la edición final de todo el libro). El cap. 13:1–3 sin embargo, sugiere que el fin de toda la historia puede aho ra estar a la vista. En este caso, el v. 35 puede estar señalando hacia la experiencia del pueblo de Dios, no solamente durante el tiempo de Antíoco, sino más allá. No obstante, la identificación de el rey (36) varía (p. ej.p. ej. Por ejemplo el Imperio Romano [Calvino], el papado y el anticristo).
La identificación precisa del significado de la profecía depende de su cumplimiento histórico. En cualquier caso, aquí al menos tenemos una descripción del espíritu del anticristo (1 Jn. 2:18) en la autonomía radical del rey (cf.cf. Confer (lat.), compare 3:15; 4:30; 8:25; 11:3, 12, 16), que se exalta a sí mismo como divino (36, 37; cf.cf. Confer (lat.), compare 3:5) y en la unión de la impiedad y la injusticia. La referencia al más apreciado por las mujeres (37) es difícil. Algunas veces conside rada como una referencia a Tamuz, la deidad pagana llorada por la diosa Istar (cf.cf. Confer (lat.), compare la alarma de Ezequiel por esta abominación en Eze. 8:13, 14), las palabras también pueden significar “el amor de las mujeres” y denotar el completo desdén del rey por el afecto humano (cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Tim. 3:2–4) o de veras por la ordenanza de la creación de relaciones varón-hembra.
Los vv. 40–45 narran un conflicto final. Algunos intérpretes sugieren que esto se cumplirá en los términos geográficos precisos en los cuales se describe, pero las declaraciones son tomadas mejor como la descripción de un conflicto futuro en términos de un mapa político contemporáneo en ese entonces. Edom, Moab y Amón (41) representan a los an tiguos enemigos del pueblo de Dios. Los enemigos tradicionales del rey del norte con sus aliados serán dominados por él (43). Sin embargo, su fin vendrá abruptamente (44, 45).
Si tenemos aquí una referencia a las escenas finales de la historia, debe recordarse que ellas son descritas en términos del orden del mundo antiguo. La profecía sí predice el futuro, pero también habla a su mundo contemporáneo en términos tomados de su propio tiempo.
Aun si el clímax de la impiedad se describe aquí, sería un error anticipar que el desenlace de la historia incluirá carros y gente de a caballo (40). Tampoco debemos olvidar que la función de toda esta sección es subrayar que no importa cuán radicalmente impío pueda ser un gobernante de las naciones, llegará a su fin y no tendrá quien le ayude (45).

12:1-4 Las últimas cosas
El mensajero angelical le promete a Daniel que el pueblo de Dios será protegido contra las embestidas de los poderes de las tinieblas, como siempre, por Miguel (cf.cf. Confer (lat.), compare 10:13, 21). Pero como la prueba de él mismo y de sus compañeros esto no significará que serán librados del tiempo de angustia (1; cf.cf. Confer (lat.), compare 2 Tim. 3:1–9), sino que triunfarán en él. Los propósitos de Dios (cf.cf. Confer (lat.), compare el libro, v. 1) no fallarán; él guarda a su pueblo “para la salvación preparada para ser revelada en el tiempo final” (1 Ped. 1:5). El v. 2 señala a esta resurrección como la revocación de la maldición de la muerte (vida eterna, en el v. 2, contrasta con los que duermen en el polvo de la tierra, cf.cf. Confer (lat.), compare Gén. 2:7, 17; 3:19), o su confirmación (eterno horror). Los entendidos (cf.cf. Confer (lat.), compare 11:25) que han sido fieles a la palabra de Dios, a pesar de la vergüenza y el sufrimiento, serán glorificados (3). Este es el mensaje de esperanza y consuelo que fortalecerá a los creyentes futuros. Por esta razón Da niel ha de cerrar las palabras y sellar el libro (4), no en el sentido de guardarlas secretas, sino para preservarlas hasta que se necesiten, guardándolas para los que buscan una palabra de Dios, en contraste con muchos que correrán de un lado para otro, y se incrementará el conocimiento (4; cf.cf. Confer (lat.), compare Amós 8:12).

12:5-13 EL REINADO DE DIOS Y EL REPOSO DE SUS SIERVOS

La exquisita conclusión se enfoca de nuevo en Daniel mismo , compare 10:2–18). El ve a otros dos, que posiblemente deben considerarse como testigos confirmatorios (Deut. 19:15), parados cada uno en cada orilla del río. Daniel o uno de ellos (ver nota de la RVA Reina-Valera Actualizada) hace la pregunta que ciertamente estaba ya en la mente de Daniel, y que es frecuentemente hecha por el pueblo de Dios cuando está en angustia: ¿Cuándo será el final de estas cosas … ? , compare 8:13; Apoc. 6:10).

La figura divina (cf.cf. Confer (lat.), compare 10:5, 6) levanta ambas manos indicando la solemnidad y confiabilidad de lo que va a decir. Como antes, un tiempo, tiempos y medio tiempo , compare 7:25) expresa un período general y extenso y también un sentido de que esos períodos son conocidos y limitados por Dios. Justo cuando al pueblo de Dios no le quedan defensas, Dios mismo interviene (7).

Es comprensible que Daniel estuviera perplejo y buscara mayor iluminación sobre el final de esos eventos (8). En forma significativa (para todos los intérpretes posteriores y también para Daniel) le informaron que la revelación del significado de la visión esperaría su cumplimiento histórico; entonces la división entre los sabios y los malvados será aclarada (10). Los primeros, con el libro de Daniel en la mano, entenderán el verdadero significado de los eventos por los cuales están pasando. Los impíos sólo conocerán confusión y perplejidad.

La figura provee una explicación final (que se funda en 11:31). Desde el tiempo de la abominación desoladora (11) el tiempo de angustia (1) durará aprox. tres años y medio, y se extenderá un mes y medio más (11, 12). Esto puede tener el propósito de un microcosmos del tiempo, tiempos y medio tiempo finales (7) y relacionarse con el sufrimiento bajo Antíoco Epífanes. Parece probable, sin embargo, que también ve más allá a los días finales, esos tres años y medio que completan las setenta semanas, de las cuales solamente sesenta y nueve y media se habían cumplido en 9:24–27.

Apropiadamente las palabras finales son de promesa para el mismo anciano Daniel. El también debe perseverar hasta el fin. Entonces entrará en su reposo. Sus obras continúan siguiéndole hasta su resurrección (v. 13 , compare Apoc. 14:13).

Sinclair B. Ferguson




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