Un joven
escribiente suyo contestó tranquilamente: --Señor G., no puedo trabajar los
domingos.--
Ya conoce usted el reglamento –le contestó el señor G.
--Sí Señor, lo
conozco, y aunque soy el sostén de mi anciana madre, no puedo trabajar los
domingos.
--Bueno, pues, suba usted al despacho y el cajero le entregará su cuenta—dijo
el señor G.por espacio de tres semanas anduvo el joven buscando trabajo.
Cierto
día se presentó un banquero al incrédulo señor G., preguntándole si podía
recomendarle persona honrada y fiel para cajero de un banco que iba a abrirse.
El incrédulo mencionó al joven que había despedido, recomendándolo como persona
a propósito.
--Pero –dijo el banquero--, usted lo despidió.
--Sí señor –respondió
el señor G--, lo despedí porque no quería trabajar los domingos. Pero un hombre
que puede perder su puesto por no violentar su conciencia, servirá bien de
cajero de confianza.
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