Por: Adelaine Soto
Alvarez Periodista Escritora
(Eisleben, Turingia,
1483 - 1546) Teólogo alemán. Las aceradas críticas que Martín Lutero dirigió a
la disipación moral de la Iglesia romana, centradas al principio en el comercio
de bulas, le valieron una rápida excomunión en 1520, pero también lo
convirtieron en la cabeza visible de la Reforma, movimiento religioso que
rechazaba la autoridad del Papado y aspiraba a un retorno a la espiritualidad
primitiva.
Martín Lutero
A lo largo del siglo
XVI, por la acción de Lutero y de otros reformadores, y con el apoyo de
príncipes y monarcas deseosos de incrementar su poder e independencia, la
Reforma conduciría al establecimiento de diversas Iglesias protestantes en el
norte de Europa y a las llamadas «guerras de religión» entre católicos y
protestantes. Con este último de los grandes cismas del cristianismo, el cisma
protestante, finalizaba la hegemonía de la Iglesia católica en el viejo
continente y quedaba configurado el mapa religioso que en líneas generales ha
perdurado hasta nuestros días: Iglesias nacionales desligadas de Roma en los
países del norte y pervivencia de la Iglesia católica en los países del sur.
Biografía
Contrariando la
voluntad de sus padres, Martín Lutero se hizo monje agustino en 1505 y comenzó
a estudiar teología en la Universidad de Wittenberg, en donde se doctoró en
1512. Siendo ya profesor comenzó a criticar la situación en la que se
encontraba la Iglesia católica: Lutero protestaba por la frivolidad en la que
vivía gran parte del clero (especialmente las altas jerarquías, como había
podido contemplar durante una visita a Roma en 1510) y censuró también que las
bulas eclesiásticas (documentos que teóricamente concedían indulgencias a los
creyentes por los pecados cometidos) fueran objeto de un tráfico puramente
mercantil.
Las críticas de Lutero
reflejaban un clima bastante extendido de descontento por la degradación de la
Iglesia, expresado desde la Baja Edad Media por otros reformadores que se
pueden considerar predecesores del luteranismo, como el inglés John Wyclif
(siglo XIV) o el bohemio Jan Hus (siglo XV). Las protestas de Lutero fueron
subiendo de tono hasta que, a raíz de una campaña de venta de bulas
eclesiásticas para reparar la basílica de San Pedro, decidió hacer pública su
protesta redactando sus célebres noventa y cinco tesis, que clavó a la puerta
de la iglesia de Todos los Santos de Wittenberg (1517) y que pronto serían
impresas bajo el título Cuestionamiento al poder y eficacia de las
indulgencias.
Lutero expone las 95
tesis (1517)
La Iglesia hizo
comparecer varias veces a Lutero para que se retractase de aquellas ideas (en 1518
y 1519); pero en cada controversia Lutero fue más allá y rechazó la autoridad
del papa, de los concilios y de los «Padres de la Iglesia», remitiéndose en su
lugar a la Biblia y al uso de la razón. En 1520, Lutero completó el ciclo de su
ruptura con Roma al desarrollar sus ideas en tres grandes «escritos
reformistas»: Llamamiento a la nobleza cristiana de la nación alemana, La
cautividad babilónica de la Iglesia y Sobre la libertad cristiana. Finalmente,
el papa León X le condenó y excomulgó como hereje en una bula que Lutero quemó
públicamente (1520); y el nuevo emperador, Carlos V, le declaró proscrito tras
escuchar sus razones en la Dieta de Worms (1521).
Lutero permaneció un
año escondido bajo la protección del elector Federico de Sajonia; pero sus ideas
habían hallado eco entre el pueblo alemán, y también entre algunos príncipes
deseosos de afirmar su independencia frente al papa y frente al emperador, por
lo que Lutero no tardó en recibir apoyos que le convirtieron en dirigente del
movimiento religioso conocido como la Reforma protestante.
La teología luterana
Desligado de la
obediencia romana, Martín Lutero emprendió la reforma de los sectores
eclesiásticos que le siguieron y que conformaron la primera Iglesia
protestante, a la cual dotó de una base teológica. El luteranismo se basa en la
doctrina (inspirada en escritos de San Pablo y de San Agustín de Hipona) de que
el hombre puede salvarse sólo por su fe y por la gracia de Dios, sin que las
buenas obras sean necesarias ni mucho menos suficientes para alcanzar la
salvación del alma; en consecuencia, expedientes como las bulas que vendía la
Iglesia católica no sólo eran inmorales, sino también inútiles.
Lutero defendió la
doctrina del «sacerdocio universal», que implicaba una relación personal
directa del individuo con Dios en la cual desaparecía el papel mediador de la
Iglesia, privando a ésta de su justificación tradicional; la interpretación de
las Sagradas Escrituras no tenía por qué ser un monopolio exclusivo del clero,
sino que cualquier creyente podía leer y examinar libremente la Biblia, la cual
debía ser traducida, por consiguiente, a idiomas que todos los creyentes
pudieran entender. El propio Lutero la tradujo al alemán, creando un monumento
literario de gran repercusión sobre la lengua escrita en Alemania en los siglos
posteriores.
También negó otras ideas
asumidas por la Iglesia a lo largo de la Edad Media, como la existencia del
Purgatorio o la necesidad de que los clérigos permanecieran célibes; para dar
ejemplo, él mismo contrajo matrimonio con una antigua monja convertida al
luteranismo. De los sacramentos católicos, Lutero sólo consideró válidos los
dos que halló reflejados en los Evangelios, es decir, el bautismo y la
eucaristía, rechazando los demás.
Al rechazar la
autoridad centralizadora de Roma, Lutero proclamó la independencia de las
Iglesias nacionales, cuya cabeza debía ser el príncipe legítimo de cada Estado;
la posibilidad de hacerse con el dominio de las Iglesias locales (tanto en su
vertiente patrimonial como en la de aparato propagandístico para el control de
las conciencias) atrajo a muchos príncipes alemanes y facilitó la extensión de
la Reforma. Tanto más cuanto que Lutero insistió en la obediencia al poder
civil, contribuyendo a reforzar el absolutismo monárquico y desautorizando
movimientos populares inspirados en su doctrina, como el que desencadenó la
«guerra de los campesinos» (1524-25).
La extensión del
luteranismo dio lugar a las «guerras de religión» que enfrentaron a católicos y
protestantes en Europa a lo largo de los siglos XVI y XVII, si bien las
diferencias religiosas fueron poco más que el pretexto para canalizar luchas de
poder en las que se mezclaban intereses políticos, económicos y estratégicos.
El protestantismo acabó por consolidarse como una religión cristiana separada
del catolicismo romano; pero, a su vez, también se dividió en múltiples
corrientes, al aparecer disidentes radicales en la propia Alemania (como Thomas
Münzer) y al extenderse el protestantismo a otros países europeos, en donde
aparecieron reformadores locales que crearon sus propias Iglesias con doctrinas
teológicas diferenciadas (como en la Inglaterra de Enrique VIII o la Suiza de
Ulrico Zuinglio y Juan Calvino).
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