martes, 15 de agosto de 2017

LA ESPERANZA CRISTIANA




El nombre elpis en griego significa esperanza, y, el verbo elpizein, esperar.

Estas palabras no son de un interés lingüístico particular. Su gran valor radica en el hecho de que, si examinamos y analizamos su uso en el Nuevo Testamento (NT), podemos descubrir el contenido y las bases de la esperanza cristiana.

Elpis, esperanza, es uno de los tres grandes pilares de la fe cristiana. Todo el mensaje cristiano se fundamenta en la esperanza, juntamente con la fe y el amor (1 Co. 13:13). Esperanza es característicamente la virtud cristiana y, a la vez, algo imposible para el no cristiano (Ef. 2:12).
Sólo el cristiano puede ser un optimista con relación al mundo. Sólo el cristiano puede esperar hacer frente a la vida. Sólo el cristiano puede considerar la muerte con serenidad y ecuanimidad.

Veamos, pues, en qué consiste la esperanza cristiana.
Es la esperanza de la resurrección de los muertos. Este pensamiento discurre consistentemente a través de todo el NT. (Hch. 23:6; 26:6; 1 Ts. 4:13; 1 P. 1:3; 1 Jn. 3:3; 1 Co. 15:19). El cristiano es un hombre que no va rumbo a la muerte, sino a la vida. Para él, la muerte no es el abismo de la nada y la aniquilación. Es "una puerta abierta en el horizonte".

Es la esperanza de la gloria de Dios (Ro. 5:2). Es la esperanza de que ya no veremos más la gloria de Dios en la nube ni por espejo, oscuramente. Es la certeza de que vendrá el día que veremos a Dios y seremos revestidos de su misma gloria.

Es la esperanza de la nueva dispensación (2 Co. 3:12). Mientras los hombres se reconocían gobernados por la ley, no había lugar para otra cosa que no fuera la desesperación, pues no hay ni uno que pueda obedecer y satisfacer la perfecta ley de Dios. Pero cuando vemos que la nota clave de la religión no es la ley, sino el amor, renace una nueva esperanza.

Es la esperanza de justicia (Gá. 5:5). En Pablo, justicia o justificación significan genuina relación con Dios. Cuando un hombre considera la religión como ley debe estar siempre sintiéndose culpable delante de Dios, y, por tanto, continuamente aterrorizado. Pero el mensaje de Jesucristo capacita al hombre para entrar en una nueva relación con Dios, donde el terror ha desaparecido y una confianza de niño ocupa su lugar.

Es la esperanza de salvación. Esto tiene dos aspectos:
1º- Es la confianza de saber que Dios nos libra en este mundo (2 Co. 1:10), no en el sentido de ser resguardados contra sinsabores y peligros, sino en el de ser confortados para superarlos.
Como Rupert Brooke escribió:
Seguro será mi caminar,secretamente armado contra todo empeño de la muerte;
Seguro donde no hay seguridad; seguro donde los hombres caen;
Y cuando estos pobres miembros mueran, el más seguro de todos.

2º- Es la confianza de salvación en el mundo venidero. Es la esperanza de salvación en medio de los peligros de la tierra, y de ser rescatados del juicio de Dios.

Es la esperanza de vida eterna (Tit. 1:2; 3:7). En el NT, la palabra eterna siempre enfatiza cualidad de vida, no duración. Eterna es la palabra que describe cualquier realidad propia de Dios. Vida eterna es la clase de vida de Dios. La esperanza del cristiano es que, algún día, él participará de la misma vida de Dios.

Es la esperanza de la segunda venida de Cristo (Tit. 2:13; 1 P. 1:13; 1 Jn. 3:3). La segunda venida no es hoy una doctrina que esté en boga, pero todavía permanece esta gran verdad: la historia va a alguna parte, la historia no es una colección de eventos sin sentido, inconexos y fruto de la casualidad. Hay una consumación. El cristiano es el hombre que se concibe a sí mismo y entiende la vida como yendo rumbo a una meta.

Es la esperanza que descansa en los cielos (Col. 1:5). Es decir, el cristiano espera ansioso recibir algo que ya está reservado para él, algo que no depende de los azares y cambios del tiempo, sino de Dios, y que, por tanto, tendrá que ver con la consumación del designio de Dios y con el cumplimiento y la realización de todas las esperanzas y sueños del alma humana.
Veamos ahora lo que podríamos llamar fuentes de la esperanza.

La esperanza es producto de la experiencia (Ro. 5:4). Puede ser que las experiencias y pruebas de la vida conduzcan al no cristiano a la desesperación. El cristiano tiene una esperanza que ve todas las cosas, que se vuelve cada vez más radiante y no más sombría.

La esperanza es producto de las Escrituras (Ro. 15:4). Si un hombre quiere estudiar la historia del proceder de Dios con la humanidad y de su intención para con ella, se sentirá lleno de esperanza. Oliver Cromwell, planeando la educación de su hijo Richard, dijo: "Yo le haría aprender una pequeña lección de historia". Para el cristiano la lección de historia es la esperanza.

La esperanza tiene su sentido en el hecho de ser llamados por Dios (Ef. 1:18). El cristiano no tiene conciencia de haber entrado en la salvación (aparejada por Dios) como resultado de su lucha por hacer méritos, pues, tal lucha, sería desesperanzadora. El cristiano tiene conciencia de haber sido invitado a iniciar una nueva relación con Dios por la pura misericordia de Dios, no por sus méritos personales.

La esperanza es producto del evangelio (Col. 1:23). Evangelio quiere decir buenas nuevas. Un mensaje amenazador, como el de Juan el Bautista (Lc. 3:7, 17), conduciría al hombre a la desesperación. El mensaje de Jesús es una invitación, una oferta, una promesa, una asombrosa buena nueva para levantar el ánimo a cualquier hombre que esté obsesionado por su pecado.

La esperanza depende de Jesús y de su obra (Col. 1:27; 1 Ti. 1:1). La esperanza cristiana no se funda en cualquier cosa que un hombre haya hecho o pueda hacer, sino en lo que Cristo ha realizado.

Ahora, agrupemos ciertas grandes cosas que suceden por medio de la esperanza.

La esperanza viene a través de la gracia (2 Ts. 2:16). El mismo fundamento de la esperanza cristiana es el libre e inmerecido perdón y compañerismo que Dios ofrece al hombre. La esperanza nace cuando descubrimos que no ganamos la salvación, sino que la recibimos.

La esperanza nos hace sentir gozo (Ro. 12:12). Un cristiano melancólico implica contradicción en los términos. El hombre que conoce el poder de Cristo nunca puede desesperar de sí mismo o del mundo. Ha descubierto lo que Cavour llamaba "el sentido de lo posible", pues se ha dado cuenta de que, con Dios, todo es posible.

Somos salvos en esperanza (Ro. 8:24). La base de la salvación es la esperanza de que Dios sea como Jesús dijo. Hasta que no empezamos a ver a Dios como el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, no podemos ni siquiera contemplar la salvación como posible para el hombre pecador.

La esperanza guarda al cristiano tenaz. Esta es una de las grandes notas clave de la Carta a los Hebreos (3:6; 6:11, 18). El cristiano es el hombre que puede batallar y luchar, que puede pelear contra sí mismo y contra sus tentaciones, que puede soportar la disciplina de ser cristiano, porque tiene algo infinitamente precioso que esperar con ilusión.
Finalmente, veamos, lo que podríamos llamar, los fundamentos de la esperanza.

La esperanza es en Cristo (1 Ts. 1:3). No esperamos por obra y gracia de algún poder innato, sino porque ahora tenemos experiencia de la ayuda que Cristo puede prestar.

La esperanza está fundada en Dios (1 Ti. 4:10) porque él es Dios de esperanza (Ro. 15:13) y Dios que da esperanza. El carácter de Dios es, como Jesús nos dijo, el fundamento esencial de nuestra esperanza.

La esperanza mira hacia Dios. Vuelve la cara a Dios (Hch. 24:15; 1 P. 1:21; 3:5;1 Ti. 5:5). El cristiano es un hombre de esperanza porque tiene sus ojos puestos en Dios. Agustín dijo a un hombre desgraciado que sólo pensaba en sus pecados: "Deja de mirarte a ti mismo y mira a Dios'".

El secreto de la esperanza cristiana es la mirada dirigida hacia Dios.
La esperanza cristiana no teme ni se plantea el problema de que tal vez las promesas de Dios sean verdaderas. Es la confiada expectación de que no pueden ser nada más que la verdad.



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