Raudel García Bringas
Batabanó,
27 de octubre del 2015
A: Todos quien en cuestión pueda ser de
su interés.
“Creo en Dios Padre todopoderoso,
Creador
del cielo y de la tierra,
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro
Señor;
Que
fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
Nació
de María Virgen;
Padeció
bajo el poder de Poncio Pilato,
Fue
crucificado, muerto y sepultado;
Descendió
a los infiernos,
Al
tercer día resucitó de entre los muertos;
Subió
a los cielos y está sentado a la Diestra de Dios Padre;
Desde
allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Creo en el Espíritu Santo;
La
Santa Iglesia Católica,
La
comunión de los Santos;
El
perdón de los pecados;
La
resurrección de los muertos; y la vida eterna. Amén”
SIMBOLO APOSTOLICO
En estos últimos meses los cubanos hemos
sido testigos de acontecimientos que durante muchos años se han esperado con
ansias por gran parte del pueblo cubano dentro y fuera de su patria.
Primero, el descongelamiento entre las
relaciones de los Estados Unidos con Cuba que tuvo como principio, el
intercambio de prisioneros que se mantenían cautivos por cada uno de los
gobiernos en cuestión; las comisiones de diálogos donde se pudo llegar a varios
acuerdos de flexibilización en aspectos políticos – comerciales aunque; de
acuerdo a las noticias más recientes, se ha podido apreciar una amplia repercusión
sobre los llamados disidentes que permanecen en Cuba; dándose valores sumamente
altos de arrestos comparados con otros años lo que debe ser motivo de
preocupación. Hemos visto la reapertura de dos embajadas que nunca debieron de
estar cerradas cuando en el marco de la “Guerra Fría”, la política de
aislamiento, marginación y de tensiones mutuas de NO DIALOGO, contribuyó a
profundizar el anterior y ya mencionado aislamiento.
Fueron justamente estos los métodos
que prevalecieron ante lo que se entiende, hubiese sido lo mejor, aun cuando se
trata de países vecinos; con intereses similares y donde para ese entonces ya
habitaban en los Estados Unidos un número de cubanos importantes; inferior por
supuesto, a los números que las estadísticas pudieran hoy arrojar a nivel
mundial.
Hemos sido testigos de actitudes
decididas a fin de apostar por un nuevo comienzo como de otras actitudes tibias
con el objetivo de mantener un conflicto que no tiene razón de ser. Hemos
escuchado y leído frases similares, entre estas en relación a “una disidencia
ordinaria” y a “ser dueños del destino de nuestro país”.
Hay cuestiones que son inevitables
reflexionar. La negación desde muchos
aspectos es una forma de reconocimiento. Hace varios años atrás, aun con el
conocimiento extraoficial; nunca se hubiera hablado de una “disidencia
elocuente o ignorante”, nunca se hubiese mencionado tales grupos aun en contra
de la voluntad de muchos. El inevitable hecho de que hoy se mencione a este
grupo independientemente del adjetivo con el que se le identifique, es de
facto, un reconocimiento.
Es innegable además del reconocimiento
de los mismos; el hecho de que sus postulados, aceptables o no, a la vista del
gobierno; hayan tenido espacio y repercusión en la voz internacional quien, en
respuesta a estos preceptos mantenidos por estos grupos, siempre marginados por
las autoridades cubanas; han encontrado apoyo en gran parte de naciones que
siguen en sus esfuerzos de proporcionar los presupuestos constitucionales
democráticos que entienden, es lo mejor para sus pueblos.
Alguien dijo con muy acertada
veracidad: “Un pueblo que no progresa, regresa, y, al no avanzar, retrocede; si
la infancia no da paso a la madurez, se cambia en infantilismo, lo que es una
forma de senilidad”.
De aquí cabría entonces cuestionarnos,
¿Hasta dónde son de negativos lo que este grupo disidente proclama? ¿Cuán lejos
de la verdad estarán los principios proclamados de estos grupos que quieren
hacerlos valer aún desde los rincones donde se encuentran? No merecerían ellos;
al contarse como un grupo social más de los que existen, reconocidos o no por
las autoridades; un espacio, una tribuna, o quizás; la oportunidad en un
espíritu de UNICIDAD y no se
entienda toda vez, UNIFORMIDA; ¿de
exponer con respeto sus ideas y después darle o darnos, la oportunidad de
reflexionar al respecto?
Como cubano que soy; un cubano que ha
vivido las partes buenas y malas de mi Cuba de hoy; es para mí totalmente
imposible sentirme ajeno a la situación, el curso o el destino; ya sea este,
acercándonos a pasos gigantescos a un precipicio o, en el sentido contrario;
dando pasos sólidos en lo que se espera, es el bien de nuestro pueblo.
No es posible sentirse ajeno a esta
realidad.
¿Qué sentido o fuerza puede
trasmitirle a un cristiano como lo soy de confesión y práctica, el término
“disidente”? Cuando reflexiono al respecto es innegable que cualquier cristiano
comprometido con su fe y con su historia; no puede dar la espalada a la
identificación en cuestión. Hay una realidad; La iglesia cristiana ha sido
históricamente una iglesia disidente. La iglesia Cristiana Católica (esto es,
Universal) de la que me siento parte; ha sido y siempre será disidente.
Ahora ya no se trata de un sistema o
de presupuestos democráticos constitucionales. Más bien es el compromiso con
Jesús de Nazareth, con sus enseñanzas éticas; con los conceptos de justicia y
derecho que entendemos a la luz de las Sagradas Escrituras; con la preocupación
de la salvación o perdición del mismo hombre, lo que nos identifica en toda
época y sociedad como disidentes.
La iglesia Cristiana Católica lo fue
en los tiempos del imperio Romano; lo fue en el surgimiento de los movimientos
monásticos que buscaban apartarse de un mundo corrupto; lo fue desde muchos
aspectos en lo que conocemos como la edad oscura de la historia medieval y la
historia moderna, identificada por la Ilustración y el Racionalismo. Los
Bautistas lo fuimos cuando surgimos de los sectores Puritanos y Separatistas de
la Iglesia de Inglaterra donde fuimos perseguidos en muchas ocasiones ante los
conceptos de Libertad que nos identificaban y proclamábamos entre otros. Lo fue
la Iglesia Confesional cuando decidió separarse de la iglesia que defendía el
antisemitismo y la crueldad de los Nazis haciéndose llamar “Cristianos Alemanes”;
Lo fue Martin Luther King cuando llevó a cabo su campaña por el fin de la
segregación racial en los Estados Unidos; lo es todo cristiano que hoy disiente
de las injusticias sociales independientemente del medio donde se encuentre, y
decide firmemente no formar parte ni tener que ver con tales decisiones.
A la luz de estos hechos entonces la
palabra disidente cobra un nuevo sentido y a la vez, arroja al ethos contemporáneo (tradición ética),
un nuevo mensaje de reflexión y comprensión. ¿Qué es o qué representa la
Iglesia Cristiana?, ¿Qué puede aportar la Iglesia Cristiana a nuestra sociedad
en medio de las incomprensiones e intolerancias de sectores intransigentes o
radicales? ¿Hasta dónde tiene que ver lo que sucede en nuestro medio
directamente con mi fe cristiana? Aunque la cultura laica rigurosamente
racional ocupa un papel preponderante y se concibe a sí mismo como el elemento
unificador, lo cierto es que la comprensión cristiana de la realidad sigue
siendo una fuerza activa. A veces estos dos polos opuestos están más cerca o
más lejos entre si y más o menos dispuestos a aprender el uno del otro o a
rechazarse recíprocamente. La Iglesia Cristiana en todo tiempo ha de concebirse
a sí misma como una fuerza de curación,
reconciliación y salvación. Este propósito entonces es
quien nos acerca al ministerio, mensaje y sentido que las Sagradas Escrituras
nos impelan a creer y enseñar hasta los lugares más distantes e inhóspitos de
nuestro mundo.
En medio de la Aceptación y el
Rechazo; la iglesia debe ser un puente que lleve a la reconsideración y
autoevaluación de cada parte en conflicto. Hoy con alegría vemos como se ha
corregido y aun se hacen marcados esfuerzos por sustituir el arcaico concepto
de UNIFORMIDAD por el de IGUALDAD DE CONDICIONES. Hemos sido testigos de los resultados
que la Iglesia Católica Romana ha tenido en su diálogo con las autoridades.
Estamos observando, a pesar de acciones radicales e inaceptables; la voluntad en
algunos sectores de perseverar en una dirección donde un día puedan palparse
resultados mucho más sólidos que serán consecuentemente en bien para nuestro
pueblo, sin embargo; que bueno sería si llegado el momento, el gobierno pudiera
sentarse en una mesa de diálogo con los hoy maltratados, marginados y
rechazados disidentes. Qué bueno sería si la iglesia fuese el medio, el puente,
el intercesor para que estas partes puedan encontrarse; puedan dialogar; se
puedan presentar postulados con respeto; y proposiciones en lo que se entiende,
la búsqueda del bien de nuestro pueblo cubano que es, al fin y al cabo, lo que
todos en una manera u otra, buscan. Es algo entonces que se tiene en común. Qué
bueno que en un momento crucial pudieran desaparecer los calificativos ya de
ambas partes y se puedan considerar a todos como cubanos, sin necesidad de
adjetivos o categorizaciones sobrantes. ¿Pudiera ser una utopía lo que hoy
escribo?, quizás pudiera ser para algunos; sin embargo, recuerdo la frase de un
cristiano que desde su púlpito expresó, “los
materiales para construir puentes y muros suelen ser a menudo los mismos; es
nuestra elección que es lo que construimos con ellos”.
Quisiera terminar con algo que leí
hace algún tiempo y me pareció no solamente extraordinario sino, de ejemplo y
lección para todos aquellos que aun cuando difieren en sus ideas, se proponen
buscar un bien superior al de ellos mismos.
“Hemos dado, efectivamente, una excesiva
importancia al pensamiento y la inteligencia, que no son ni lo único ni lo
decisivo en el hombre. Por fortuna, el ser humano es más ancho que su cabeza.
Y, sobre todo, más ancho que sus dogmatismos. Porque con frecuencia no sólo
exigimos que los demás coincidan con nuestras ideas, sino incluso que lo hagan
con nuestras propias formas y maneras de pensar.
Cuando alguien intenta amar a sus
enemigos, empieza por descubrir que no son enemigos, sino adversarios; pasa a
entender que también ellos tienen parte de razón; sigue comprendiendo que sus
ideas no son en el fondo tan diferentes de las de su competidor y termina
enterándose de que puede colaborar con él por encima y por debajo de sus
diferencias.
Muchos que creen combatir los
dogmatismos y posiciones extremistas terminan ellos mismos por ser extremistas,
solo que de distinto color. A mí me encanta la gente que ama, aunque yo no
comparta sus ideas. Porque sé que el amor es la única carta que llega siempre a
su destino, aunque tenga la dirección equivocada. En cambio, la verdad sin
amor, por muy verdad que sea, pronto se convertirá en una espada, en un
trágala, en un aceite de ricino, en una caricatura de la verdad.”
Yo apuesto y apostaré siempre por este
diálogo y tipo de relación. Pienso que es inviable y a la vez necesario, si se
busca la armonía, prosperidad y reconciliación que sería lo mejor e ideal para
nuestra Cuba. Entonces el día en que todos puedan
sentarse a reflexionar en conjunto; a presentar con respeto las proposiciones
que se entienden, son necesarias en la búsqueda de lo mejor para nuestro país;
aún entre la aceptación y el rechazo de los sectores extremistas; estaré
convencido que vamos avanzando en lo que un día será, una nueva Cuba.
Raudel García Bringas
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