martes, 2 de junio de 2015

CARTA A LOS GÁLATAS


INTRODUCCIÓN
LA IMPORTANCIA DE LA CARTA
La epístola a los Gálatas trata directamente la pregunta teológica más básica
que enfrentaba la primera generación cristiana: ¿Cómo afecta el evangelio de
Jesucristo a la división entre judíos y gentiles? Los primeros cristianos eran
judíos, y al comienzo se presumía que el carácter especial de su nación, y por
consiguiente las ceremonias religiosas relacionadas con ella, continuarían.
Cuando gran número de gentiles comenzaron a recibir el evangelio, estas
suposiciones se vieron cuestionadas, y fue necesario un prolongado período de
reflexión, ajustes y luchas para comprender los propósitos de Dios para gentiles
y judíos.
Ningún documento resulta más importante para comprender estas luchas que la
carta de Pablo a las iglesias de Galacia. Los cristianos de esa área se
convirtieron en objeto de un intenso celo misionero por parte de ciertos
“judaizantes” que estaban convencidos de que el evangelio no dejaba de lado
las ceremonias judías, y que, por lo tanto, los cristianos gentiles debían
convertirse en judíos para poder recibir la promesa de Dios dada a Abraham.
(Originalmente, la palabra gr. para “judaizar” se utilizó para describir la
adopción de las formas judías por parte de los gentiles que se convertían al
judaísmo.) Movidos por los argumentos de los judaizantes, estos gálatas, que
originalmente habían sido evangelizados por Pablo, comenzaron a observar las
ceremonias judías. El Apóstol comprendió que este cambio en las cosas
socavaba la misma esencia del evangelio de la gracia. La carta a los Gálatas
revela las más profundas convicciones de Pablo.
A medida que desarrolla sus argumentos en respuesta a las enseñanzas de los
judaizantes, el apóstol toca varios temas fundamentales, como la naturaleza de
la autoridad apostólica, la justificación por la fe, la promesa a Abraham, la
calidad de hijos, el papel de la ley de Moisés, la libertad, la obra del Espíritu
Santo y la santificación. No es de extrañarse que esta carta haya desempeñado
un papel importantísimo a través de toda la historia de la iglesia, más
notablemente en el tiempo de la Reforma en el siglo XVI, cuando Martín
Lutero se apoyó en ella para atacar la doctrina católica romana de la salvación.
Aunque el punto exacto de la controversia entre Pablo y sus opositores
(¿deben circuncidarse los gentiles?) puede parecer una preocupación lejana
para la mayoría de los cristianos después del siglo I, el tema central es nada
menos que la base de nuestra relación con Dios. La respuesta dada por los
judaizantes, a primera vista, llamaba la atención hacia las ceremonias judías,
pero su compromiso más profundo (la dependencia de la “carne” en vez del
Espíritu) se puede expresar en muchas otras maneras.
Algunos eruditos modernos sostienen que este así llamado enfoque
“protestante” de Gálatas no es válido. Sin embargo, aunque Martín Lutero y
otros reformadores posiblemente hayan perdido algunos matices, no se
equivocaron al ver en esta carta la respuesta de Dios a las preocupaciones de
esa época. Aparte de toda otra enseñanza que contenga Gálatas, no hay duda
de que nos dice en un lenguaje claro y vigoroso que nuestra posición correcta
ante Dios sólo puede ser un acto de gracia recibido por medio de la fe en
Cristo. Ningún ritual de la iglesia y ningún esfuerzo humano puede determinar
nuestra justificación. Por el contrario, “el justo vivirá por la fe” (<480311>Gálatas
3:11).
MARCO HISTORICO
Con respecto a ciertos temas históricos relativos a Gálatas, hay pocas dudas.
Muy pocos eruditos cuestionan seriamente, p. ej. que Pablo sea su autor.
Nuevamente, el texto deja bien en claro que algunas personas estaban creando
una sedición espiritual en la comunidad gálata, predicando un falso evangelio
que presionaba a los creyentes gentiles a observar ceremonias judías,
particularmente la circuncisión (<480107>Gálatas 1:7-9; 5:2, 3, 7-12; 6:12, 13). Por
otra parte, sí existe un considerable debate sobre la fecha, los destinatarios y la
ocasión precisa de la redacción de esta carta importante.
En la actualidad muchos eruditos creen que las destinatarias de esta carta
fueron las iglesias fundadas por Pablo y Bernabé en Iconio, Listra y Derbe
(<441401>Hechos 14:1-23). Estaban ubicadas en la parte sur de la provincia romana
de Galacia, dentro de Asia Menor (lo que hoy es Turquía). El nombre de esta
provincia proviene de una región ubicada al norte, donde se había establecido
la raza de los gálatas (originalmente provenientes de Galia), y una opinión
minoritaria sostiene que las iglesias en cuestión estaban ubicadas en esa área
(opinión que afecta a la asignación de fecha a la carta). Se apela a <441606>Hechos
16:6 para apoyar el punto de vista de que Pablo fundó algunas iglesias allí, pero
este texto es, cuando menos, ambiguo, y las otras evidencias no son firmes.
Un asunto más complicado, aunque relacionado con éste, es el de la fecha en
que fue escrita la carta. El centro del debate es si Pablo escribió Gálatas antes
o después del llamado “concilio apostólico” en Jerusalén. Este acontecimiento,
registrado en Hechos 15, es fechado por la mayoría de los eruditos en el año
49 d. de J.C. (de seguro, no antes del año 48). Pablo aparentemente se refiere
a este concilio en <480201>Gálatas 2:1-10, pero muchos han argumentado que su
descripción se contradice con la narración de Hechos, especialmente en cuanto
no menciona el decreto del que habla <441522>Hechos 15:22-29.
Algunos estudiosos evitan este problema argumentando que Gálatas fue escrita
antes del concilio. (Este argumento presume que la carta fue escrita a las
iglesias ubicadas en el sur de la provincia. El punto de vista de que las iglesias
en cuestión estaban ubicadas en el norte contradice esta fecha, ya que Pablo no
evangelizó la región del norte sino hasta después de realizado el concilio.)
Según la posición que apoya esta fecha temprana, Gálatas 2 no entra en
conflicto con Hechos, simplemente porque en el momento de escribir esta carta
el concilio aún no se había realizado. Los comentarios de Pablo, por lo tanto,
deben referirse a otra reunión (posiblemente la que se describe en <441129>Hechos
11:29, 30). Para otros estudiosos, esta solución parece demasiado fácil,
especialmente en vista de las grandes similitudes entre Hechos 15 y Gálatas 2.
Es posible argumentar que ambos pasajes se refieren al mismo acontecimiento,
y que las diferencias pueden explicarse reconociendo las muy distintas
perspectivas de los dos autores. Según este punto de vista, Gálatas tiene que
haber sido escrita después del 49 d. de J.C., y la fecha preferida es a mediados
de la década del 50, mientras Pablo estaba en Efeso, durante su tercer viaje
misionero.
La controversia sobre la fecha de Gálatas no es meramente un juego de
eruditos. Ciertas sutilezas sobre el significado de la carta —sin mencionar
cuestiones mayores relativas a la historia de la iglesia primitiva— se ven
afectadas por el punto de vista que uno pueda tener de su relación con el
concilio de Jerusalén. Este comentario considera que Gálatas fue escrita a
mediados de la década del 50. No obstante, ya que no es posible lograr una
certeza absoluta con respecto a este asunto, sería incorrecto interpretar la carta
en una forma que dependa en manera excesiva de la fecha en que fue escrita.
En especial, debe hacerse un esfuerzo por no dar explicaciones clave que
podrían ser invalidadas por la adopción de otra fecha de escritura.
Afortunadamente, el énfasis principal del argumento de Pablo es lo
suficientemente claro y no gira alrededor de nuestra capacidad para determinar
con precisión la fecha de escritura.
PROPOSITO Y ESTRUCTURA
¿Cuál es, entonces, el argumento de Pablo? El Apóstol es muy explícito cuando
declara que se vio motivado a escribir la carta porque los gálatas estaban en
camino de desertar del evangelio (<480106>Gálatas 1:6, 7). En efecto, habían vuelto
a prácticas ritualistas con reminiscencias de su anterior experiencia pagana
(<480409>Gálatas 4:9, 10).
Dado que las personas que estaban causando estos problemas en Galacia
aparentemente habían socavado la autoridad de Pablo, el Apóstol dedica la
primera sección principal de la carta a defender el origen divino de su evangelio
(caps. 1—2; ver especialmente <480101>Gálatas 1:1, 11, 12; 2:6-9). En los dos
capítulos siguientes, apelando al AT mismo, él demuestra que la promesa de
Dios a Abraham se recibe, no por las obras de la ley, sino por fe (cf.
<480306>Gálatas 3:6-14). Finalmente, encuentra necesario, en los caps. 5 y 6,
detallar las implicaciones prácticas de este evangelio de la libertad (ver
especialmente <480513>Gálatas 5:13-26). Estos tres temas, sin embargo, están
subordinados a su único gran propósito: evitar que los gálatas abandonen el
evangelio de verdad y se conviertan en apóstatas.
La triple estructura que acabamos de bosquejar refleja una forma común y
tradicional de leer Gálatas Estudios recientes, sin descartar esta perspectiva
básica, han intentado definir más precisamente el carácter literario de la carta
por examinar las técnicas de la retórica en la antigüedad. Algunos eruditos
consideran que Gál. es un discurso “apologético” (algo así como una defensa
en un tribunal), mientras que otros la consideran un escrito “deliberativo” (cuya
intención es persuadir a sus lectores a hacer algo). Otra perspectiva,
concentrada más en la estructura de la carta que en sus discursos, considera
que Gál. está formada por dos secciones principales: una de reprensión
(<480106>Gálatas 1:6—4:11) y una de pedidos (<480412>Gálatas 4:12—6:10).
Especialistas en este campo han propuesto otras alternativas, y los aportes de
las investigaciones sociológicas y antropológicas han contribuido aun más a
nuestra comprensión de la forma en que Pablo construye sus argumentos. Dado
que no se ha llegado a un consenso sobre dichos temas, este comentario utiliza
un bosquejo más bien tradicional para indicar la estructura de la lógica que
siguió el Apóstol. Cualquiera sea el estilo literario preciso que haya influido en
la escritura de Pablo, es de gran importancia interpretar cada versículo o pasaje
en el contexto de aquella lógica. (Ver también el artículo “Leyendo las
epístolas”.)
BOSQUEJO DEL CONTENIDO
<480101>Gálatas 1:1-10——Introducción
1:1-5— Prólogo
1:6-10— Ocasión
<480111>Gálatas 1:11—2:21—El apostolado de Pablo
1:11, 12— Proposición principal
1:13-24— Pruebas sustanciales
2:1-21— Dos casos especiales
<480301>Gálatas 3:1—4:31——El evangelio de Pablo
3:1-5— Apelación inicial
3:6—4:7— Argumentos básicos
4:8-31— Nuevas apelaciones
<480501>Gálatas 5:1—6:10——Mandatos de Pablo
5:1-12— Acerca de la circuncisión
5:13-26— Acerca del amor
6:1-10— Acerca de las cargas
<480611>Gálatas 6:11-18——Epílogo
COMENTARIO
1:1-10 INTRODUCCION
En todas sus cartas el Apóstol comienza con una sección introductoria, que
normalmente incluye un saludo inicial y una oración de acción de gracias. En
diferente medida estas introducciones contienen las claves de los temas que
preocupan a Pablo. Este es, sin duda, el caso de Gálatas, por lo que debemos
prestar especial atención a los aspectos distintivos. Ver también el artículo
“Leyendo las epístolas”.
1:1-5 Prólogo
Una lectura superficial de estos versículos iniciales podría sugerir que aquí
tenemos solamente un ejemplo más del saludo tradicional de Pablo, aunque
quizá con algunas leves variaciones y agregados. El formato básico es bastante
conocido: comienza nombrando al autor en el v. 1 (Pablo, apóstol); luego, en
el v. 2, nombra a los destinatarios (a las iglesias de Galacia); finalmente, en el
v. 3, se encuentra el saludo característico de Pablo (Gracia... y paz...)
Sin embargo, al mirarlos con mayor detenimiento, se ve claramente que este
prólogo es bastante raro y que ofrece una clave importante del carácter
distintivo de Gálatas Por una parte, los destinatarios se describen muy
sucintamente; en las otras cartas Pablo usa la palabra “santos”, o expresiones
similares, para dirigirse a sus lectores. El significado de esta sutil omisión se
aclarará en el v. 6.
Debemos notar, además, cuán extenso es este prólogo, en comparación con
los de otras cartas. (Sólo en Romanos, donde Pablo tenía que explicar su
mensaje a una iglesia que no lo conocía, encontramos una introducción más
prolongada.) El v. 4, cargado de significación teológica, es especialmente
importante. Aquí Pablo subraya el sacrificio que Cristo hace de sí mismo, un
tema que anticipa varios pasajes muy poderosos (p. ej. <480220>Gálatas 2:20, 21).
También toca el tema de la liberación, el cual refleja su gran preocupación por
el contraste entre esclavitud y libertad. Esta liberación tiene un marcado tinte
“escatológico” (relativo a los últimos tiempos). Al concentrarse en la presente
época malvada, Pablo recuerda a sus lectores que la redención de Cristo
introduce una nueva época como el cumplimiento de las promesas de Dios.
Finalmente, el Apóstol afirma que la voluntad de Dios está tras estos
acontecimientos. Los gálatas deben reconocer que este mensaje no es un
invento de Pablo: rechazarlo es rechazar el plan divino. De cualquier manera, la
grandeza de la obra de Cristo lleva a una doxología (expresión de alabanza) en
el v. 5, algo que falta en los prólogos de todas las otras cartas.
Sin embargo, la característica distintiva más importante del prólogo se
encuentra en el v. 1, donde Pablo interrumpe la fluidez de su saludo para incluir
una negación enfática: su apostolado no tiene origen humano, sino divino. Es
claro que algunas personas estaban cuestionando la autoridad de Pablo para
hablar como apóstol de Cristo. La naturaleza exacta de tal cuestionamiento es
motivo de cierto debate entre los eruditos, pero es posible que estuviera siendo
acusado de predicar un mensaje extraño que contradecía la enseñanza de la
iglesia en Jerusalén. Pablo tratará este tema más directamente a partir del v. 11.
1:6-10 Ocasión
Cualquier persona que esté familiarizada con las cartas de Pablo a las iglesias
esperaría ver una sección de acción de gracias inmediatamente después del
saludo (en el caso de 2 Corintios y Efesios, “Bendito sea el Dios y Padre...”).
No sólo esta sección no está presente aquí, sino que Pablo la reemplaza con
una reprensión: Estoy asombrado de que tan pronto os estéis apartando...
(6). Esta característica es una clave muy importante para apreciar el carácter de
Gálatas La apertura ya nos había alertado de que hay algo fuera de lo común
en esta carta, pero ahora nos damos cuenta de lo seria y urgente que era la
situación sobre la que Pablo debía hablar.
Al describir el error de los gálatas, el Apóstol utiliza el vocabulario propio de la
deserción militar (6) y de la lucha política: algunos... os perturban (7; el mismo
verbo se utiliza en 5:10; <441524>Hechos 15:24; 17:8, 13). Pablo es muy específico:
los gálatas están en camino de abandonar la enseñanza de la gracia del
evangelio. Sin embargo, no se refiere a un cambio meramente intelectual. La
acción de ellos es intensamente personal: están abandonando a aquel que con
inmensa gracia los llamó a sí mismo. Esta idea doble de separación, tanto de la
gracia como de una persona, se presenta explícitamente en <480504>Gálatas 5:4:
“Vosotros que pretendéis ser justificados en la ley, ¡habéis quedado desligados
de Cristo y de la gracia habéis caído!” A la luz de estas palabras, seguramente
nuestra lectura personal de Gálatas será más que un ejercicio histórico o
intelectual. Todos los que leen esta carta son confrontados con asuntos que
afectan su destino eterno.
Sin embargo, lo que hacía más complicadas las cosas para Pablo era que el
error en que estaban cayendo los gálatas no era simplemente el resultado de
una debilidad entre los creyentes. Tenía una fuente externa. Algunos cristianos
judíos, descontentos con la forma en que Pablo invitaba libremente a los
gentiles a venir a Dios, habían comenzado a visitar las iglesias que él había
establecido. El propósito de ellos era “judaizar” a los creyentes gentiles;
persuadirlos de que, después de creer en Cristo, debían dar un paso más y
convertirse en judíos por medio de la circuncisión (ver la Introducción).
El Apóstol consideraba que estos judaizantes no eran simplemente cristianos
errados, sino peligrosos falsos maestros. Su mensaje no era, en lo más mínimo,
el evangelio, sino lo opuesto. Su misión era, en realidad, tan destructiva que
Pablo se vio obligado a pronunciar las palabras más duras que puedan
encontrarse en cualquiera de sus cartas: echar un anatema sobre cualquiera
que predicara un evangelio diferente del que los gálatas habían escuchado y
recibido de él. La palabra anatema (utilizada también en <461203>1 Corintios 12:3;
16:22; y especialmente en <450903>Romanos 9:3, que tiene reminiscencias de
<023232>Éxodo 32:32) se refiere a la maldición propia de Dios, y por lo tanto, DHH
traduce correctamente: “caiga bajo maldición” (8, 9).
Este lenguaje tan fuerte podría perturbar a sus lectores, por lo que en el v. 10
Pablo justifica su reacción, llamando la atención hacia sus propios motivos.
Aparentemente, los judaizantes lo habían acusado de predicar la circuncisión
cuando le convenía, para ganar la aprobación de los hombres (<480511>Gálatas
5:11). Pablo niega vehementemente tener otro motivo que el de agradar a Dios;
de otra forma ya no podría ser considerado siervo de Cristo. De cualquier
manera, el mismo hecho de que había echado una maldición sobre los
judaizantes debería convencer a los gálatas de que sus acciones difícilmente
fueran motivadas por el deseo de no ofender a las personas. Lightfoot
parafrasea el v. 10 de esta forma: “Ustedes me acusan de seguir una política
conciliatoria; sí; conciliatoria con Dios” (J. B. Lightfoot, Saint Paul’s Epistle to
the Galatians, 10 ed., [Macmillan, 1898], p. 79). DHH traduce: “Yo no
busco la aprobación de los hombres, sino la aprobación de Dios.”
1:11—2:21 EL APOSTOLADO DE PABLO
Ya hemos señalado que en esta carta Pablo debe defenderse a sí mismo antes
de defender su evangelio. Hay cierta medida de verdad en este análisis. Los
ataques a su mensaje de libertad para los gentiles estaban indisolublemente
unidos a cuestionamientos sobre su autoridad como apóstol. ¿Por qué deberían
escucharlo los gálatas? Por otra parte, sería un error considerar los caps. 1 y 2
sólo como una defensa personal. Las menciones autobiográficas siempre están
subordinadas a su propósito principal de afirmar “la verdad del evangelio”
(<480205>Gálatas 2:5, 14).
1:11, 12 Proposición principal
Aquí, como en <461501>1 Corintios 15:1 y <470801>2 Corintios 8:1, Pablo comienza una
nueva e importante sección, utilizando el verbo gnorizo (hacer saber, hacer
conocer, declarar) que confiere un tono algo formal y solemne a su declaración.
Es interesante que la expresión paralela en 1 Corintios 15 introduce el
comentario de que él había “recibido” las verdades básicas del evangelio (v. 3),
mientras que en Gálatas destaca precisamente lo contrario, lo cual indica que su
enfoque es diferente. La expresión el evangelio que fue anunciado por mí (v.
11) puede ser significativa; dado el singular ministerio de Pablo entre los
gentiles, su predicación tenía un cierto carácter distintivo (obsérvese la
expresión “mi evangelio”, <450216>Romanos 2:16) que provocaba una oposición
particularmente violenta de parte de los judaizantes.
A continuación viene una triple negación, confirmando (en caso de que hubiera
alguna duda) que Pablo responde a alguna clase de acusación sobre el carácter
de su mensaje. La primera de estas negativas dice, lit.: “no es según hombre”.
Es una negativa general, claramente explicada por las siguientes dos negativas:
dado que este evangelio no le fue entregado ni enseñado por ningún hombre,
es claro que no tiene origen humano. Este punto se aclara aun más con la
cláusula que marca el contraste: sino por revelación de Jesucristo, lo cual
puede significar que Cristo fue la fuente de la revelación o, más probablemente,
que Cristo mismo le fue revelado (como en el v. 16).
1:13-24 Pruebas sustanciales
Pablo pasa ahora a probar su afirmación. La prueba parece consistir en dos
partes principales. En primer lugar, él necesita presentar la evidencia que apoya
la afirmación en sí (<480113>Gálatas 1:13-24): debe demostrar que durante los años
de formación de su ministerio no recibió capacitación alguna de parte de los
apóstoles. En segundo lugar, debe tratar dos acontecimientos posteriores que
probablemente habían sido usados por los judaizantes como prueba en su
contra (<480201>Gálatas 2:1-21).
1:13, 14 Antes de su conversión. Aquí el Apóstol señala que su experiencia
precristiana fue caracterizada por dos elementos que son incompatibles con su
ministerio actual. En primer lugar, estaba totalmente comprometido con la
destrucción de los cristianos y el exterminio de la iglesia (tema que se nos
explica claramente en Hechos 9). En segundo lugar, era un devoto fariseo. La
expresión las tradiciones de mis padres probablemente se refiera no sólo a las
enseñanzas generales del judaísmo, sino más específicamente a lo que de otra
forma se conoce como la “ley oral”, una larga lista de reglas que distinguían a
los fariseos de otros grupos judíos (cf. también <410701>Marcos 7:1-13;
<500304>Filipenses 3:4-6).
¿Por qué menciona Pablo estas cosas? Una respuesta común es que ellas
prueban que Pablo no recibió su evangelio de maestros judíos. Pero, ¿quién
habría afirmado que esto era lo que había sucedido? ¡Seguramente no los
judaizantes! En cierta forma esta información apoya el derecho de Pablo a
hablar con cierta autoridad sobre la naturaleza del judaísmo. Sin embargo,
parece probable que estos versículos no hayan sido escritos tanto como una
prueba en sí, sino como preparación para lo que está por decir. En otras
palabras, su vida anterior demuestra la necesidad que Pablo tenía de una
conversión drástica. Sólo una intervención divina de la gracia de Dios podría
explicar el cambio que se produjo en él.
1:15, 16a La revelación. En esta impactante descripción de la forma en que
Dios obró en su vida, Pablo alude a las palabras del mismo Señor a Jeremías:
“Antes que yo te formase en el vientre te conocí; y antes que salieses de la
matriz, te consagré y te di por profeta a las naciones” (<240105>Jeremías 1:5; cf.
también <234901>Isaías 49:1-6). Indudablemente, Pablo consideraba su ministerio
no solamente comparable al de Jeremías, sino más que eso, como relacionado
en forma integral con la obra de los profetas del AT y, en cierto sentido, hasta
como su culminación. Ahora, por fin, el mensaje de salvación está rompiendo
todas las barreras de las nacionalidades. La luz ha caído sobre las tierras de los
gentiles, de los cuales los gálatas son parte.
Sin embargo, es especialmente significativa la notable acumulación de
expresiones en los vv. 15 y 16 que señalan a la iniciativa de Dios, soberana y
llena de gracia: tuvo a bien (el primer verbo en el gr.); me apartó desde el
vientre de mi madre; llamó; gracia; revelar. El fuerte énfasis en la
predestinación de Dios tiene como propósito no dejar en absoluto lugar a
dudas sobre el origen divino del evangelio que Pablo predicaba. En particular,
no son sus esfuerzos propios sino sólo la obra de Dios la que lo ha llevado al
apostolado.
1:16b-24 Después de su conversión. Lo que se quiere demostrar en este
párrafo es bien claro. Pablo quiere dejar establecido que en los primeros años
de su ministerio, durante los cuales se fue formando el carácter distintivo de su
predicación, no estuvo bajo la influencia de los otros apóstoles por un tiempo
prolongado. Nos dice que de inmediato, luego de su conversión, en lugar de
consultar con ningún hombre (lit. “carne y sangre”, una expresión que llama la
atención sobre la fragilidad de los seres humanos), pasó tres años en Arabia.
La región que tiene en mente, que era dominada por los nabateos, quizá
incluyera a la ciudad de Damasco en esa época (cf. <440919>Hechos 9:19-22). De
cualquier forma, lo que Pablo quiere destacar es que no pasó por un período
de instrucción bajo los apóstoles de Jerusalén. Cuando finalmente volvió a
Jerusalén, su contacto con Pedro fue muy limitado, y la única otra figura
importante con quien se encontró fue Jacobo, el hermano del Señor. Lo
restringida que fue su exposición a la iglesia primitiva de Judea queda
confirmada por el hecho de que casi ninguno lo conocía personalmente, aunque
tenían cabal conocimiento de su conversión, que era un motivo para glorificar a
Dios.
Es importante destacar la gravedad del argumento de Pablo. En el v. 20 llega
hasta emitir un juramento (he aquí delante de Dios) para probar que su
testimonio es verdadero. Esta es una clara indicación de que Pablo estaba
respondiendo a algunas acusaciones muy específicas. Sin duda, los judaizantes
estaban haciendo correr historias acerca de que él había estado bajo la
instrucción de los apóstoles de Jerusalén durante largo tiempo, como lo hubiera
hecho un discípulo bajo su rabí. También es importante destacar que con el v.
24 Pablo ha completado su argumentación. Durante los primeros 14 (quizá 17)
años de su ministerio, mientras se estaba definiendo el carácter de su
predicación, no tuvo la oportunidad de capacitarse con una fuente humana.
2:1-21 Dos casos especiales
Habiendo establecido que sus contactos iniciales con los discípulos no
constituían el origen de su apostolado, Pablo trata ahora dos temas específicos
que posiblemente hayan sido planteados por sus opositores.
2:1-10 La conferencia en Jerusalén. Dado que este pasaje es de gran
importancia para reconstruir la historia temprana de la iglesia cristiana, los
estudiosos del NT le han prestado mucha atención. Se han desarrollado
argumentos técnicos y detallados, destinados especialmente a determinar si la
ocasión a la que Pablo se refiere es la visita que se relata en <441129>Hechos 11:29,
30, o el llamado “concilio apostólico” de Hechos 15 (ver Introducción).
En medio de este debate es fácil perder de vista la cuestión principal: ¿Qué
quiere decirnos el relato? Hay buenas razones para creer que Pablo está
respondiendo a una acusación de los judaizantes, que podría haber sido
presentada más o menos en esta forma: “En una etapa de su ministerio, a Pablo
se le obligó a asistir a una reunión en Jerusalén, someterse en privado a los
“tres” (Jacobo, Pedro y Juan) y acceder a obedecer sus instrucciones, como lo
prueba su deseo de recolectar fondos para los cristianos de Judea.” Si así
fuera, Pablo podría estar tratando el tema, no porque sienta la obligación de
relatar cada contacto que tuvo con los apóstoles de Jerusalén (ese aspecto de
su argumento termina al final del cap. 1), sino porque sus oponentes lo habían
planteado y lo habían utilizado en forma errónea. En otras palabras, Pablo debe
aclarar las cosas.
Lo primero que debemos notar es que Pablo pone énfasis en la causa y el
propósito de su visita (2). La causa fue una revelación: no la obediencia a un
mandato humano, sino la sujeción a una instrucción divina. El propósito era
informar a los líderes sobre su ministerio y así asegurarse de que sus grandes
esfuerzos apostólicos no fueran en vano. Esta es una expresión notable (cf.
también <504716>Filipenses 2:16 y <520305>1 Tesalonicenses 3:5, posiblemente en
alusión a <234904>Isaías 49:4), y nos dice algo sobre las tensiones que seguramente
se sintieron en la conferencia. Al menos desde una perspectiva humana, Pablo
parecía pensar que era muy posible que la iglesia en Jerusalén tomara una
decisión equivocada y destruyera el ministerio a los gentiles. La confianza del
Apóstol en la voluntad de Dios nunca fue presuntuosa. El comprendía la
realidad del pecado y del mal, así como el peso de su propia responsabilidad.
Aunque estaba seguro de que Dios cumpliría sus promesas y perfeccionaría su
obra (<450828>Romanos 8:28; <500106>Filipenses 1:6), ese hecho no se convirtió en
excusa para ser pasivo y “dejar que Dios se ocupara” del problema. Pablo
continuaría haciendo todos los esfuerzos posibles por correr la carrera (cf.
<500312>Filipenses 3:12-14), dependiendo constantemente del obrar de Dios
(<503512>Filipenses 2:12, 13).
En segundo lugar, observemos que el Apóstol es franco en cuanto a la lucha
que caracterizó la reunión (3-5). En la iglesia había un “partido de la
circuncisión”, personas a las que el Apóstol consideraba falsos hermanos,
cuya real motivación era socavar la libertad espiritual que ofrece el evangelio.
Aparentemente, queriendo tomar a Tito, que era gentil, para hacer de él un
modelo, habrán insistido en que se circuncidara. Pablo no nos dice
explícitamente cuál fuera la reacción inicial de Pedro, Jacobo y Juan, pero hay
buenas razones para pensar que estos líderes, quizá preocupados por la unidad
de la iglesia, hayan considerado la idea de ceder ante los reclamos del grupo
que pedía la circuncisión. No obstante, dado su especial llamamiento, Pablo
comprendía en una forma muy profunda las implicaciones del tema en cuestión.
Han de haber sido momentos de emociones violentas, como lo sugiere la
sintaxis gr. desigual de estos versículos. De cualquier modo, el Apóstol se negó
a ceder a los reclamos de los falsos hermanos, ni por un momento,... para
que la verdad del evangelio permaneciese a vuestro favor (a favor de los
gentiles). En resumen, los líderes no obligaron a Tito a circuncidarse.
En tercer lugar, Pablo dedica la mitad de su relato sobre el concilio de
Jerusalén a explicar el resultado de esta conferencia, expresado tanto en forma
negativa (6, 10) como positiva (7-9). Contrariamente a lo que afirmaban los
judaizantes, la realidad es que los “tres” no impusieron cambios en su ministerio
ni su mensaje. Es cierto que estos líderes querían que Pablo se preocupara por
la situación de los pobres en Judea, pero ese pedido no estaba en desacuerdo
con su especial ministerio, por lo que el Apóstol estuvo feliz de acceder a él.
(Bien podría haber cierta conexión entre este pedido y la ofrenda de la que
Pablo habla en <451525>Romanos 15:25-27 y 2 Corintios 8—9. Dicho sea de paso,
es importante observar que Pablo no veía ningún conflicto entre su ministerio de
predicación y sus esfuerzos por satisfacer las necesidades físicas de los
pobres.)
Más importante, sin embargo, fue el resultado positivo. Jacobo, Pedro y Juan le
mostraron respeto y lo trataron como a un igual. Se dice específicamente que
ellos reconocieron que Dios le había dado a Pablo un don apostólico especial
para trabajar entre los gentiles (v. 9). Hay cierta ironía en este hecho. Pablo
mismo no apelaría a los “tres” como si dependiera de su autoridad (lo cual no
hacía ninguna diferencia en la validez de su ministerio). ¡Los judaizantes, que sí
habían apelado a esa autoridad, eran, sin embargo, quienes violaban el acuerdo
de Jerusalén pidiendo que los gentiles se circuncidaran!
2:11-21 Conflicto en Antioquía. Así como los judaizantes quizá apelaron
(equivocadamente) a la conferencia de Jerusalén para que apoyara sus
acusaciones, es posible también que quisieran destruir la reputación de Pablo,
exagerando la disputa que se produjo en la ciudad gentil de Antioquía. Después
de todo, si Pablo había tenido la audacia de refutar públicamente al gran
apóstol Pedro, ¿no era eso prueba de que Pablo no estaba de acuerdo con la
iglesia de Jerusalén? ¿No era ésta la evidencia más clara posible, de que era un
renegado irrespetuoso en quien no se debería confiar?
En respuesta a esto Pablo primero da un breve resumen del incidente (11-14).
No niega haber reprendido a Pedro, pero también muestra por qué eso era lo
único que se podía hacer si quería actuar correctamente. El acuerdo de
Jerusalén había reconocido efectivamente la distinción entre el ministerio a los
judíos, que podían continuar practicando el judaísmo aun después de
convertirse en cristianos, y el ministerio a los gentiles, quienes no debían ser
forzados a convertirse en judíos. Pero ese acuerdo no especificaba qué hacer,
en caso de que estos dos principios entraran en conflicto. (Nótese que el así
llamado “decreto”, que se menciona en <441523>Hechos 15:23-29, también deja
este tema en la ambigüedad. Si es la misma reunión a la que Pablo se refiere en
este pasaje de Gálatas, el problema en Antioquía podría entenderse bastante
bien de acuerdo con lo expuesto aquí.)
La comunión en la mesa planteaba precisamente ese conflicto. Si el cristiano
judío se sentaba a comer con los gentiles, estaba en peligro de violar las leyes
ceremoniales concernientes a la comida. Por otra parte, si se negaba a comer
con ellos, ese comportamiento podría haber debilitado el principio de que los
gentiles deben ser plenamente aceptados como cristianos sin convertirse en
judíos. Al no tratar este problema, los apóstoles aparentemente estaban
dejando el tema librado a la conciencia de cada creyente. Es claro que los
judíos cristianos de Antioquía, en general, eligieron la comunión con los gentiles,
reforzando de esa forma la significación de lo que habían hecho los apóstoles
de Jerusalén. Pedro, al visitar la ciudad, estuvo feliz de comportarse de esa
forma, pero luego, la llegada de algunas personas de parte de Jacobo (12)
presentó un serio problema para él.
No es muy clara cuál es la relación entre estos hombres y Jacobo: ¿Fueron
realmente enviados por él, o era solamente lo que ellos pretendían? De
cualquier forma, eran cristianos de Judea que no tenían que convivir con una
fuerte presencia gentil día tras día, y por eso no comprendieron la situación en
Antioquía. Naturalmente, habrían interpretado la actitud de Pedro como una
negación de la identidad judía, y quizá hasta como una forma de apostasía.
Temeroso de ser juzgado por ellos y de las consecuencias que esto traería,
Pedro comenzó a distanciarse de los gentiles. Naturalmente, los otros judíos
cristianos siguieron su ejemplo. Si evitar a los gentiles hubiera sido
característico del comportamiento de Pedro durante todo el tiempo, por
razones de conciencia, es posible que Pablo no lo hubiera reprendido. Pero
Pedro había mostrado anteriormente que no tenía escrúpulos en cuanto a
comer con los gentiles. Su distanciamiento posterior sugería que los gentiles no
podían ser recibidos plenamente como pueblo de Dios. En cierto sentido, los
estaba obligando a volverse judíos (14).
“Se había producido una seria crisis. Pero Dios no había abandonado a su
iglesia. La iglesia fue salvada por intermedio de Pablo... A Pablo le habían sido
reveladas las implicaciones totales del evangelio; para él la libertad de los
gentiles era una cuestión de principios, y cuando los principios estaban en juego
él nunca permanecía callado” (J. Gresham Machen, The Origin of Paul’s
Religion [Macmillan, 1921], p. 102). Por tanto, Pablo tomó las medidas
extremas que la situación demandaba. No era que Pablo y Pedro tuvieran una
diferencia doctrinal, como podrían haber sugerido los judaizantes (y muchos
estudiosos modernos están de acuerdo); era que la conducta de Pedro no era
coherente con sus principios, como lo explica Pablo en los vv. 15-21.
Primero, Pablo señala que Pedro, junto con los demás judíos cristianos, al
poner su fe en Cristo Jesús, habían reconocido que la ley judía no podía
justificarlos ante Dios (15, 16). Si esto es así, el corolario es que los judíos son
tan pecadores como los gentiles, sin nada que pueda colocarlos en una mejor
posición frente a Dios. Dado que Pedro reconocía totalmente este hecho, ya no
objetaba el relajamiento de las leyes ceremoniales y, por tanto podríamos decir,
se comportaba como “un pecador de entre los gentiles” en cuanto a las normas
de alimentación y la comunión en la mesa (17a).
Segundo, Pablo niega que este abandono de los ritos judíos haga que el
evangelio de Cristo sea instrumento del pecado. Todo lo contrario; sería una
seria transgresión si Pablo, habiendo dejado de lado a través del evangelio
todos esos ritos, siguiera el ejemplo de Pedro y los reinstaurara (17b, 18).
Tercero, en una de las declaraciones más profundas realizadas en sus cartas,
Pablo afirma que es la ley misma, paradójicamente, la que lo ha llevado a seguir
este curso de acción: Porque mediante la ley he muerto a la ley, a fin de
vivir para Dios (19). ¡Estoy obedeciendo la ley, insiste Pablo, cuando me
separo de ella! Es la ley misma la que me dice que la destruya. ¿Cómo lo hace?
Quizá el Apóstol tiene en mente el hecho de que Cristo, en la cruz, quedó bajo
la maldición de la ley, y que los cristianos han muerto con él (cf. v. 20; 3:13;
<450601>Romanos 6:1-4). Más probablemente, está dando un anticipo del
argumento que desarrollará en <480319>Gálatas 3:19-25. Por su ministerio de
restricción y condenación, la ley nos lleva a la fe en Cristo, quien a su vez nos
libera de la maldición y del poder de la ley.
Cuarto, el Apóstol deja perfectamente en claro lo que lo ha motivado a hablar
con tanta dureza (20, 21). Es el valor de la muerte de Cristo, y por lo tanto el
principio de la gracia, lo que está en juego. Si vivimos para Dios, es sólo
porque hemos sido unidos al Cristo crucificado (ver también <480614>Gálatas 6:14).
El se dio por nosotros, y él hace posible la vida de fe. Si los judaizantes
tuviesen razón, si podemos recibir la justicia cumpliendo la ley, no habría
necesidad de la gracia, y la entrega de Cristo habría sido en vano.
3:1—4:31 EL EVANGELIO DE PABLO
Existe cierto debate en cuanto a si el último párrafo del capítulo anterior
(<480215>Gálatas 2:15-21) es un resumen de lo que Pablo había dicho a Pedro, o si
el Apóstol ha cambiado de interlocutor y se dirige ahora a los gálatas en forma
directa. Parece muy posible que la sección refleje, al menos hasta cierto punto,
las palabras de Pablo en Antioquía. Pero aunque fuera una cita casi lit., es
seguro que Pablo tiene en mente las necesidades de los gálatas y, por lo tanto,
el párrafo sirve de puente hacia la parte central de la carta. En los caps. 3 y 4 el
Apóstol debe persuadirlos de que es la justificación por la fe, no la observancia
de la ley, la que determina si son verdaderamente hijos de Abraham.
La argumentación doctrinal consiste principalmente en una larga sección que
comienza en <480306>Gálatas 3:6 (ó 3:7) y finaliza en <480407>Gálatas 4:7. El párrafo
introductorio (<480301>Gálatas 3:1-5, ó 3:1-6) y una sección posterior (<480408>Gálatas
4:8-20) parecen ser apelaciones a la propia experiencia de los gálatas, aunque
deberíamos evitar una distinción demasiado rígida entre los aspectos
intelectuales y los de la experiencia (p. ej. <480301>Gálatas 3:1-5 no carece de
contenido doctrinal, mientras <480326>Gálatas 3:26-29 centra la atención en lo que
los gálatas han experimentado en Cristo). Un párrafo final (<480421>Gálatas 4:21-
31) apela a la enseñanza de las Escrituras, aunque el argumento de Pablo aquí
es bastante diferente de la forma en que usa el AT en 3:6-14.
3:1-5 Apelación inicial
El carácter fuertemente personal de la apelación contenida en estos versículos
se ve claramente en las palabras: Sólo esto quiero saber de vosotros (2). Las
reflexiones de Pablo sobre la muerte de Cristo, y particularmente sobre el
hecho de que la conducta de los gálatas es una negación del valor de esa
muerte (<480221>Gálatas 2:21), lo hacen comenzar con una batería de preguntas
formuladas en un tono altamente emocional (1, 2, 3a, 3b, 4a, 5). Dos veces
llama insensatos a los gálatas; sugiere que han sido hipnotizados y que están
abandonando al Espíritu. En resumen, existe la terrible posibilidad de que su
experiencia haya sido en vano, a pesar del hecho de que por medio de la
proclamación del evangelio vieron a Jesús crucificado ante sus propios ojos. (El
verbo que se traduce como padecisteis en el v. 4 podría tener el significado
algo más general de “experimentasteis” y de esta forma, ser una referencia a las
poderosas manifestaciones del Espíritu.)
Es de especial interés observar los contrastes que presenta Pablo en este
pasaje. En los vv. 2 y 5, hace una distinción entre las obras de la ley y el oír
con fe. Esta última expresión puede ser traducida de distintas formas, como “el
oír que viene por fe”, “el oír que viene acompañado de fe”, o, la que es
preferible, “el mensaje que produce [o demanda] fe” (ver una expresión similar
en <451017>Romanos 10:17). Aunque estas traducciones tienen énfasis algo
diferentes, todas ellas comunican la idea central: hay un marcado contraste
entre una vida de observancia de las normas judías y el acto de creer el
mensaje del evangelio.
Pablo expresa el mismo contraste básico en forma diferente en el v. 3:
Habiendo comenzado en el Espíritu, contra ¿... terminaréis en la carne?
DHH traduce así la segunda expresión: “¿... quieren ahora terminar con
esfuerzos puramente humanos?” Esta traducción capta con exactitud el
pensamiento, pero oscurece el contraste entre las palabras “carne” y “Espíritu”
que es un tema recurrente en la carta (ver notas sobre <480423>Gálatas 4:23, 29;
5:13, 16-26; 6:8, 12). El punto destacable aquí es que Pablo está comenzando
a agrupar una variedad de términos que constituyen dos sistemas distintos, y
hasta contradictorios. A uno pertenecen las obras de la ley, la carne, la
esclavitud, el pecado, la muerte; al otro, la fe, el Espíritu, la herencia y la
promesa, la libertad y la calidad de hijos, la justicia y la vida. El primer grupo
caracteriza el mundo malvado actual (<480104>Gálatas 1:4); el segundo refleja la
llegada de la nueva época, la Jerusalén de arriba (4:26).
Al escuchar el falso evangelio de los judaizantes, los gálatas estaban negando su
propia experiencia verificable de haber recibido el Espíritu Santo con todo su
poder y sus obras. Ellos deben entender que este cambio representa un paso
hacia atrás. En lugar de vivir como hijos de la época que vendrá, han regresado
a las cosas elementales de este mundo (cf. <480408>Gálatas 4:8-10).
3:6—4:7 Argumentos básicos
El Apóstol continúa ahora presentando una serie de argumentos
cuidadosamente razonados que se centran en la relación entre la promesa a
Abraham y la entrega de la ley. El v. 6 podría ser considerado el final del
párrafo introductorio o el comienzo de una nueva sección. En cualquier caso
sirve como un comentario “puente” que destaca el tema verdadero ante los
gálatas, es decir, cómo llegar a ser un hijo de Abraham. Como Pablo
demuestra que la respuesta no puede ser por medio de la observancia de la ley,
sino por medio de la fe (<480304>Gálatas 3:4-14), surge otra pregunta inevitable:
¿Cuál, entonces, es la función de la ley (<480315>Gálatas 3:15-25)?
3:6-14 La promesa dada a Abraham. La cita de <011506>Génesis 15:6 se
convierte en factor clave para Pablo, y utilizará nuevamente ese pasaje en
Romanos 4 donde amplía la significación de Abraham. Lo que quiere decir es
simple: si Dios consideró justo a Abraham porque éste creyó, entonces
seguramente los verdaderos hijos de Abraham son aquellos que creen como él
creyó (cf. <450411>Romanos 4:11, 12). Además, Pablo toma otra cita de Génesis
que hace hincapié en la importancia de la vida de Abraham para los gentiles: En
ti serán benditas todas las naciones (<011818>Génesis 18:18; 22:18; cf.
<011203>Génesis 12:3; 26:4; 28:14). Es como si el evangelio de la libertad que
predica Pablo hubiera sido predicado ya desde mucho antes que viniera Cristo.
Luego de identificar el carácter de la relación de Dios con Abraham (6-9), el
Apóstol continúa presentando una proposición negativa en los vv. 10-14: la
justificación debe venir por la fe y no por la ley, porque la ley no puede
justificar. El argumento central se encuentra en los vv. 11 y 12, y se apoya con
dos citas, una de Habacuc y otra de Levítico La primera (<350204>Habacuc 2:4) se
traduce generalmente (como en la RVA), el justo vivirá por la fe. (La
expresión gr. utilizada por Pablo, aunque no así el correspondiente texto heb.
del AT que él cita, puede traducirse también como “el [que es] justo por la fe,
vivirá”). Este pasaje es fundamental para la enseñanza de Pablo. Por cierto, la
cita sirve como el tema básico a partir del cual escribió Romanos
(<450116>Romanos 1:16, 17).
Dado que el texto heb. puede traducirse más naturalmente como “el justo vivirá
por su fidelidad”, algunos han argumentado que Pablo está citando mal el AT,
con lo que parece estar instando a la obediencia a la ley de Dios. Sin embargo,
<350204>Habacuc 2:4 es en sí misma una clara alusión a <011506>Génesis 15:6 (ambos
pasajes usan las raíces heb. básicas para las palabras justicia y fe/fidelidad).
Quizá el profeta haya tenido en mente la totalidad de la vida “llena de fe” de
Abraham, incluyendo la disposición del patriarca para sacrificar a Isaac, pero
seguramente esa vida debe ser considerada como un resultado del acto inicial
de fe. Aunque en el cap. 3 Pablo no desarrolla las implicaciones éticas de la fe,
se deduce claramente de <480513>Gálatas 5:13— 6:10 (y de Romanos 6—8) que él
consideraba la vida de obediencia (fidelidad) como inseparable de la fe que
justifica. El Apóstol no utiliza <350204>Habacuc 2:4 para propósitos que contradicen
al original. Hasta podría argumentarse que su teología de la fe y la justicia tienen
su origen en la dependencia de Habacuc del modelo de Abraham.
También es problemática la forma en que Pablo parece poner a <350204>Habacuc
2:4 en oposición con <031805>Levítico 18:5, “el que hace estas cosas vivirá por
ellas”, con la inferencia de que “la ley no se basa en la fe” (lit., “la ley no es de
la fe”). Sin lugar a dudas, el Apóstol reconoce un contraste fundamental entre la
administración mosaica y el ministerio del evangelio (cf. <470306>2 Corintios 3:6-
18). Pero, ¿significa esto que considera que la ley en sí misma se opone al
principio de la fe? Por cierto que no, como lo deja en claro el contexto del cap.
3, especialmente el v. 21. El enfoque de este pasaje es el papel que desempeña
la ley en la obtención de la herencia, la justicia y la vida abrahámica (ver
especialmente el v. 18). La ley sería contradictoria, en efecto, del principio de
la fe si su propósito fuera el de justificar. En otras palabras, fueron los mismos
judaizantes (muy posiblemente apelando a <031805>Levítico 18:5 para basar su
oposición) quienes pusieron en bandos opuestos a la ley y a la promesa,
diciéndoles a los gentiles que para recibir la promesa de Abraham debían
someterse a la observación de la ley.
De cualquier forma, Pablo utiliza el contraste entre estos dos textos
(<350204>Habacuc 2:4 y <031805>Levítico 18:5) como prueba de que la ley no puede
ofrecer justicia. No obstante, el argumento se refina aun más con otras dos
citas (vv. 10 y 13). La primera es de <052726>Deuteronomio 27:26 que echa una
maldición sobre todo aquel que no cumple todas las obras de la ley (en otras
palabras, la ley maldice en lugar de justificar). La segunda cita es de
<052123>Deuteronomio 21:23, que Pablo toma como anticipo de la obra de Cristo,
que llevó nuestra maldición. No debemos desesperarnos ante la incapacidad
de la ley para justificar y su poder para maldecir. Cristo, a través de
su muerte, nos libró (redimió) de esa maldición, y como consecuencia concretó
la promesa abrahámica por medio del Espíritu (14).
3:15-25 El lugar de la ley. Luego de expresarse más bien negativamente en
cuanto a la ley, Pablo pudo haber sentido la necesidad de extenderse
explicando la forma en que la ley se aplica en los propósitos de Dios. ¿Cuál es,
en realidad, la relación entre ella y la promesa dada a Abraham? Su respuesta
subraya el hecho de que la ley es tanto posterior al pronunciamiento de la
promesa (15-18) como anterior al cumplimiento de la promesa (19-25).
Primero, entonces, el Apóstol destaca que el pacto de la ley fue dado por Dios
más de cuatro siglos después de establecido el pacto abrahámico. (La palabra
que se traduce como pacto significa también “testamento”, pero fue usada en la
LXX para traducir la palabra heb. que significa “pacto”. Si Pablo intentaba
presentar un doble significado, es difícil de determinar.) Lo que quiere decir es
claro: es inconcebible que el pacto posterior anulara el anterior. Pero eso es
verdaderamente lo que la ley haría si pudiera ofrecer la herencia de otra forma
que no fuera por una promesa dada por gracia. La enseñanza de los
judaizantes, en efecto, crea un conflicto insuperable entre ambos pactos (17).
La herencia es recibida por la gracia o por las obras de la ley; y dado que es
recibida por gracia, no puede ser recibida por las obras de la ley (18; cf.
<450405>Romanos 4:5). En el curso de su argumentación Pablo recuerda a los
gálatas algo que ellos (y probablemente hasta los judaizantes) aceptaban, eso
es, que la promesa a la descendencia de Abraham se cumple en Cristo (16).
Este punto será muy importante en la argumentación que sigue.
Segundo, Pablo destaca que la ley vino antes que, y en cierto sentido preparó
el camino para, el cumplimiento de la promesa (19-25). El punto principal aquí
es el carácter temporario de la ley mosaica. Fue dada por un período, hasta la
venida de la descendencia: Cristo (19). Una vez que la realidad de la fe vino en
la persona de Cristo, la función de supervisión que tenía la ley cesó (25). En
lugar de contradecir la promesa, la ley sirvió a los propósitos de Dios,
manteniendo “presos” o “reservados” a sus súbditos pecadores, custodiándolos
y limitándolos en forma muy similar a la que, en el mundo romano, el
paidagogos (esclavo encargado de supervisar a los niños) corregía a quienes
estaban bajo su cuidado. (La palabra gr. paidagogos aparece en los vv. 24 y
25, como tutor). En otras palabras, la administración mosaica estaba
subordinada al pacto abrahámico y, en efecto, preparó a quienes estaban bajo
ella para la manifestación del evangelio. Esta idea es elaborada con mayor
detalle en <480401>Gálatas 4:1-7.
El carácter subordinado de la función de la ley se presenta de diversas maneras
en el v. 19. Primera, fue dada (o “añadida”), es decir, no fue el pacto original.
Segunda, fue dada por causa de las transgresiones, lo cual puede significar
que la ley tenía el fin de limitar el pecado, o más probablemente, de traer a la
luz las transgresiones (<450319>Romanos 3:19, 20; 4:13-15; 5:13) y aun
aumentarlas (en el sentido de <450520>Romanos 5:20; 7:7-11). Tercera, fue
promulgada por medio de ángeles, por mano de un mediador, lo cual
sugiere cierta inferioridad con respecto al pacto abrahámico (la significación
precisa del v. 20 no es clara, aun después de muchas discusiones y estudios
por parte de los eruditos). En resumen, la ley no puede impartir vida, no puede
justificar. Lejos de anular el carácter de gracia de la promesa, la ley promueve
los propósitos de Dios y nos enseña a morir a esa ley (<480219>Gálatas 2:19) para
poder ser justificados por fe.
3:26—4:7 Conclusión: los verdaderos hijos. La palabra hijos (gr. huioi)
en el v. 26 es una palabra clave que había sido introducida en el mismo
comienzo de esta importante sección (v. 7, en DHH “descendientes”). Esta es
una clave importante para comprender la lógica del argumento de Pablo.
Podemos pensar en los vv. 26-29 como una recapitulación de ese argumento.
Pero así como un compositor no hace una mera repetición de un tema al final
de un movimiento sinfónico, del mismo modo, aquí Pablo no se conforma con
hablar de la condición de hijos de Abraham. En cambio, toma la idea y la lleva
un paso más adelante: todos sois hijos de Dios (concepto que ampliará en
<480401>Gálatas 4:1-7). Otros temas prominentes de este capítulo están entretejidos
en este pasaje: la promesa (14), la herencia (18) y la fe en Jesucristo (22).
Como un comentarista antiguo dijera con referencia al v. 29: “La declaración
del v. 7 se ve ahora extensamente sustanciada y ampliada por 22 versículos del
más profundo, más variado y más abarcador razonamiento que existe en la
totalidad de las obras del Apóstol” (C. J. Ellicot, A Critical and Grammatical
Commentary on St. Paul’s Epistle to the Galatians [J. W. Parker and Son,
1854, p. 72]).
Además, otros dos temas importantes son planteados aquí por primera vez.
Primero, la unidad en Cristo. Por supuesto, la noción de que el evangelio ha
derribado la división entre los judíos y los gentiles (cf. <490211>Efesios 2:11-18)
subyace todo lo que Pablo dice en esta carta. En el v. 28, sin embargo, el
Apóstol expresa esta verdad en forma enérgica, destacando que otras
divisiones (esclavo/libre; hombre/mujer) tampoco tienen peso alguno en nuestra
posición ante Dios. Aunque este versículo ha sido usado y se ha abusado de él
en un intento por desarrollar una ética cristiana, no podemos darnos el lujo de
ignorar su gran significado en relación con el tema que estamos tratando.
Especialmente en nuestra época, en que nos hemos vuelto muy conscientes del
poder destructivo del prejuicio (ya sea basado en la identidad étnica, la
posición social, o el sexo), deberíamos gozarnos en este evangelio que no da
lugar a las preferencias en lo espiritual, y aprender a conducirnos en una forma
que declare esa verdad ante un mundo confundido.
El segundo tema que se hace explícito aquí es el de la unión con Cristo. La idea
ya fue sugerida en la gran importancia que Pablo asigna a la fe en Cristo, pero
se refuerza con la referencia a ser bautizados en Cristo y revestidos de él (27;
cf. <450601>Romanos 6:1-4; 13:14; <490424>Efesios 4:24; <510310>Colosenses 3:10),
también por la declaración de que somos uno en Cristo (28), y por el
comentario final de que pertenecemos a Cristo (29). No es posible exagerar la
importancia de esta doctrina para la enseñanza de Pablo; esto es lo que da
coherencia a todo lo que dice sobre la salvación. Comenzamos a ver más
claramente por qué Pablo habló de Cristo como la descendencia: somos
descendencia de Abraham en la medida que disfrutamos de unión y solidaridad
con la descendencia.
Una lectura superficial de <480401>Gálatas 4:1-7 podría sugerir que el Apóstol está
comenzando una nueva sección. En realidad, esta es parte de la conclusión de
su argumento doctrinal. Consiste en una ilustración que aclara lo que fue dicho
anteriormente sobre la función de supervisión que cumplía la ley. Lo que es más
importante, el pasaje sirve para llevar al clímax la doctrina sobre la condición
de hijos.
La figura del paidagogos (utilizada en <480324>Gálatas 3:24, 25, en el gr.) da lugar
a la de guardianes y mayordomos en 4:2. Dado que éstos son los que están
verdaderamente a cargo del niño, el hijo no difiere demasiado del esclavo en un
aspecto muy importante: la posesión de la herencia. El niño tiene que esperar a
que se cumpla la disposición soberana del padre en el día señalado. Aquí el
énfasis sigue estando en los israelitas (los que estaban bajo la ley, v. 5), pero
ahora Pablo introduce un nuevo término gr., stoicheia (principios
elementales, v. 3; ver también el v. 9) que le permite extender la referencia a
los gentiles también. El punto parece ser que así como los paganos están
sujetos a algunos principios elementales de ceremonial, también en cierto
sentido lo estaban los judíos. (Algunos eruditos apoyan la alternativa de que
este término se refiere a poderes angélicos y demoníacos; cf. <510218>Colosenses
2:18-20.)
De cualquier modo, esta condición similar a la de un esclavo continuó hasta el
momento del cumplimiento, cuando el Hijo de Dios se convirtió en hombre y se
sujetó a la misma ley para poder liberarnos y hacernos hijos (4, 5). En este
punto el Apóstol reintroduce el tema del Espíritu, con el que había apelado
inicialmente a los gálatas (<480303>Gálatas 3:3; cf. también <480314>Gálatas 3:14 y
posiblemente la referencia al bautismo en <480327>Gálatas 3:27). Sólo que ahora el
significado del Espíritu está directamente relacionado con la doctrina de la
condición de hijos. Dado que hemos recibido el Espíritu del Hijo de Dios,
nuestros corazones saben que Dios es nuestro Padre y que somos herederos
plenos. Nótese cuidadosamente cómo estas ideas son ampliadas en
<450814>Romanos 8:14-17, 26, 27.
4:8-31 Nuevas apelaciones
Aunque en un sentido estricto Pablo ya ha concluido su argumentación
doctrinal, desea reforzar su enseñanza apelando tanto a la experiencia de los
gálatas (8-20) como al testimonio de la misma ley (21-31).
4:8-20 Apelación a la experiencia de los gálatas. Los vv. 8-11 recuerdan
a los gálatas su vida en el paganismo. Este pasaje es una especie de puente
hacia el próximo (12-20), pero sería un error considerarlo meramente de
transición y no apreciar que viene después de una fuerte afirmación (7). El
punto central de este párrafo es el atemorizante hecho de que los gálatas, que
realmente han gustado de la época por venir (4), estaban volviendo a la
esclavitud. El contraste se hace más notorio por el concepto de “conocer a
Dios”: sus prácticas anteriores pueden ser explicadas por el hecho de que no
conocían a Dios, pero esa conducta es inconcebible ahora que lo conocen.
Pablo entonces apoya sus palabras destacando que en lugar de decir que los
gálatas han conocido a Dios, es mejor decir que han sido conocidos por Dios,
ya que él fue el que inició y estableció la relación. Este breve párrafo termina
con una declaración llena de tristeza (11), que hace recordar a <480202>Gálatas 2:2
y 3:4, y que lleva naturalmente a la sección que sigue, de un carácter más
personal.
Los vv. 12-20 no son fáciles de entender. El pasaje se oscurece con alusiones
a acontecimientos con los cuales los gálatas estaban familiarizados pero de los
que nosotros no sabemos nada. Además, el lenguaje de Pablo es emotivo y
abreviado. El v. 16 parece sugerir que hubo cierta comunicación entre Pablo y
los gálatas después de que se hiciera sentir la amenaza judaizante. Además, las
palabras no me habéis hecho ningún agravio (12) son naturalmente
entendidas como una respuesta a algo que puede haber sido dicho por los
gálatas. Por otra parte, la explícita referencia de los vv. 13-15 implica que
Pablo también tiene en mente los inicios de la evangelización de los gálatas: “En
ese momento, aunque yo no era un judaizante, sino que me había vuelto como
ustedes, lejos de agraviarme, me recibieron muy bien.”
Aunque es difícil ordenar los detalles de este pasaje, el punto básico es
bastante claro. La actitud de los gálatas hacia Pablo había cambiado
notoriamente. Si sólo recordaran sus primeros contactos con él —tanto su
enfermedad como la actitud amorosa de ellos hacia el Apóstol— seguramente
reconsiderarían su actual conducta. Ese comportamiento, en cierta forma, es
resultado del obrar de algunas personas que quieren que los gálatas les presten
atención exclusivamente a ellos, alejando de esa forma la influencia de Pablo
(17). Los gálatas deberían considerar cuidadosamente los motivos de estas
personas (por lo que el v. 18, una expresión difícil, puede traducirse de
diversas maneras).
Pablo concluye esta sección con otra punzante declaración (19, 20). Su dolor
emocional en el trato con los gálatas sólo puede compararse con los dolores de
parto. Entonces, con una mezcla deliberada de metáforas, el Apóstol identifica
la necesidad más básica de ellos, es decir, que Cristo sea formado en ellos. En
otras palabras, deben ser transformados a la imagen de Cristo (<450829>Romanos
8:29). El corazón de pastor de Pablo se revela en estas palabras y en su intenso
deseo de visitarlos para poder hablarles cara a cara.
4:21-31 Apelación al testimonio de la Torah. El tratamiento de este pasaje
como una nueva apelación —y por lo tanto, no como parte del argumento
básico— sugeriría que el párrafo no es demasiado importante. Por cierto,
algunos ven la ironía del v. 21 como una evidencia de que Pablo en realidad no
quiere decir lo que está diciendo. La verdad, sin embargo, es que la historia de
Sara y Agar juega un papel muy importante en el esfuerzo de Pablo por
persuadir a los gálatas. Además, la distinción específica entre Ismael e Isaac se
volverá crucial a medida que el Apóstol elabora su doctrina en Romanos (cap.
9, especialmente los vv. 6-12). Aun así, es correcto reconocer que este relato
de Génesis no es el fundamento de su punto de vista sobre la justificación, una
doctrina que fue claramente explicada en el capítulo anterior. Hasta puede
darse el caso que el relato haya sido traído a colación por los mismos
judaizantes, y que Pablo tuviera que responder a él (no obstante, esta
sugerencia no puede probarse).
Se ha discutido mucho sobre el significado del v. 24: En estas cosas hay una
alegoría. Pablo utiliza la palabra gr. allegoroumena, por lo cual una
traducción más lit. sería: “Estas cosas fueron escritas alegóricamente”, o “estas
cosas pueden ser interpretadas alegóricamente”. Es seguro que Pablo no está
haciendo uso del método alegórico hecho famoso por Filón de Alejandría, que
restaba mucha importancia (o incluso negaba) al carácter histórico de la
narrativa del AT, y que servía como vehículo para formular complejos sistemas
filosóficos. En vista del significado algo específico que el término “alegoría”
tiene hoy en las mentes de muchas personas (la palabra gr. podía ser utilizada
en varias formas, más generales), probablemente utilizarlo para describir lo que
Pablo está haciendo en este pasaje llevaría a conclusiones erróneas.
Por otra parte, no hay duda de que aquí el Apóstol ve algo que no es parte de
lo que generalmente llamamos “el significado histórico” de un pasaje. El autor
de la narrativa de Génesis, hasta donde sea posible saber, no estaba buscando
distinguir entre dos pactos, ni intentaba describir la relación entre judaizantes y
gentiles. ¿Está Pablo, entonces, utilizando en forma errónea el AT?
Es importante tener en cuenta que en toda la historia de la redención pueden
verse patrones claros en las formas en que se desarrollan los acontecimientos.
Quizá el más obvio sea el de “la búsqueda de la comprobación, que resulta en
desobediencia”, que podemos ver claramente en Adán, y en los israelitas en el
desierto, el cual es quebrado por Jesús al ser tentado. Especialmente
importante resulta la distinción entre lo natural y lo sobrenatural, es decir, lo que
los seres humanos tienden a hacer con sus propias fuerzas, en contraste con
aquello en que dependen del poder de Dios para llevarlo a cabo. Ese principio
se comunica muchas veces en la historia bíblica, y la historia de Ismael e Isaac
es un ejemplo muy claro. Seguramente, Dios le estaba enseñando a su pueblo a
depender de él para su salvación. ¿Qué podría ser más apropiado que tomar
ese principio y aplicarlo a la controversia en Galacia?
Algunos eruditos prefieren utilizar el término “tipología” en lugar de “alegoría”
para referirse al método que Pablo usa aquí. El punto es que, lejos de minimizar
el relato para servir a los intereses de la teología, la historia se considera como
una encarnación de esa teología y, por lo tanto, una anticipación de
acontecimientos posteriores que serán manifestaciones más completas del
principio en cuestión. Además, algunos sugieren que aunque el autor humano de
Génesis no tuviera en mente lo que Pablo rescata del pasaje, el autor divino sí
lo tenía. Es verdad que puede abusarse de este enfoque para justificar toda
clase de malas interpretaciones, pero sin duda es cierto que un Dios
omnisciente (sin hablar de su capacidad de conocer las cosas que sucederán)
ve claramente las implicaciones de los acontecimientos en formas que los seres
humanos de esa época no pueden siquiera imaginar. Para Pablo no podía ser
una coincidencia que el relato del Génesis tuviera puntos tan importantes de
coincidencia con el tema de los judaizantes. Estas correspondencias se
presentan en forma de contrastes: Agar/Sara; esclava/libre; pacto del
Sinaí/(nuevo) pacto; Jerusalén actual/Jerusalén de arriba; Ismael/Isaac;
nacimiento común (según la carne)/nacimiento por la promesa/Espíritu;
perseguidor/perseguido; desechado/heredero.
De varias ideas interesantes que implican estos contrastes, al menos dos
requieren especial atención. Primera, nótese la referencia a la Jerusalén actual
en contraste con la Jerusalén de arriba (25, 26). Es claro que el pensamiento de
Pablo está fuertemente influido por un punto de vista “escatológico” (de los
últimos días) de la historia bíblica, según el cual la venida de Cristo traerá la
época futura. El tema ya surgió en 1:4 y subyace tales pasajes sobre el
“cumplimiento”, como <480323>Gálatas 3:23-25 y 4:4 (cf. también <461001>1 Corintios
10:11).
Segunda, nótese el contraste entre carne y promesa/Espíritu en los vv. 23 y 29.
(DHH traduce correctamente el concepto griego de “carne” como “según las
leyes de la naturaleza”, aunque a expensas del contraste teológico.) Ese
contraste fue presentado por primera vez en 3:4 (ver el comentario sobre ese
versículo), por lo que es significativo que esta sección central de la carta
comience y termine con tal referencia. Estas expresiones están fuertemente
relacionadas con la manera en que el evangelio entiende “los últimos días”. La
carne —es decir, la naturaleza humana caída que obra en sus propias fuerzas
naturales— es la característica distintiva de la era actual. El Espíritu Santo, por
otra parte, inaugura la era futura, de manera que hasta puede decirse que los
cristianos están sentados en lugares celestiales (<490206>Efesios 2:6; cf.
<500320>Filipenses 3:20; <510301>Colosenses 3:1-4). La importancia ética de este
contraste se desarrolla más profundamente en <480513>Gálatas 5:13-26.
5:1—6:10 MANDATOS DE PABLO
Como es común en sus cartas, Pablo sigue a una sección doctrinal con un
conjunto de llamados a la acción. Es un tema de discusión si esta sección
comienza en <480501>Gálatas 5:1, 2 o en 5:13. Es seguro que los vv. 1-12 incluyen
mucho contenido doctrinal, y no debe ignorarse el hecho de que el tema central
en estos versículos es la circuncisión. Existe, sin embargo, un notable cambio de
tono a partir del v. 2 (el v. 1 sirve como puente y podría fácilmente ser visto
como la conclusión del cap. 4). El tema no reviste gran importancia.
¿Cómo reconcilia Pablo todas sus declaraciones negativas sobre la ley con los
muchos mandatos que se encuentran en la carta? ¿Existe una incongruencia
básica en la teología de Pablo cuando parece alentar a los gálatas a cumplir la
ley (<480514>Gálatas 5:14), o cuando dice que deberíamos hacer cosas contra las
cuales no hay ley (<480523>Gálatas 5:23)? Debemos tener esto en cuenta al tratar
de comprender su enseñanza.
5:1-12 Acerca de la circuncisión
La solemne declaración del v. 2 (cf. <480221>Gálatas 2:21), combinada con el
atemorizante vocabulario del v. 4 (cf. <480106>Gálatas 1:6), indican no solamente
que la circuncisión no tiene poder positivo, sino que para los gálatas, en
realidad, es dañina. Desde una perspectiva es indiferente si uno está
circuncidado o no (nótese el v. 6 y los paralelos en 6:15 y <460701>1 Corintios
7:19). Que un gentil se sometiera a la circuncisión como señal de sumisión a la
ley sería malo y fatal en sí mismo.
Pablo apoya sus enérgicas afirmaciones en dos formas. Primera, en el v. 3
argumenta que el acto inicial de la circuncisión implica un compromiso de hacer
todo lo que la ley dice (cf. <590210>Santiago 2:10, 11). Cualquiera que confíe en
sus propias obras necesita comprender que Dios demanda perfección
(<400548>Mateo 5:48). El judaísmo de la época de Pablo, hablando en general, no
comprendía totalmente este concepto. Muchas interpretaciones rabínicas
consistían en intentos de relajar las estrictas demandas de los mandatos
bíblicos, con la consecuencia inevitable de que las personas pensaban que
podían verdaderamente satisfacer las demandas de Dios con sus propios
esfuerzos.
Segunda, en los vv. 5 y 6 Pablo sostiene que la verdadera experiencia cristiana
se caracteriza por la fe. Esta es una fe de sólida expectativa: anhela
ansiosamente la demostración final de la justicia de Dios, cuando su verdad
será reivindicada y su pueblo recibirá el veredicto final de “inocente”. También
es una fe generada y sostenida por la presencia del Espíritu; una vez más, Pablo
hace hincapié en el papel crucial que desempeña el Espíritu Santo en la vida del
cristiano. Por último, esta fe está trabajando activamente por medio del
ministerio del amor (el verbo gr. del v. 6, energeo, actúa o “trabajo”). “En toda
esta epístola, y en realidad en todas las de Pablo, no existe afirmación más
importante para revelar su idea fundamental sobre la naturaleza de la religión”
(E. de Witt Burton, A Critical and Exegetical Commentary on the Epistle
to the Galatians [T. & T. Clark, 1921], p. 279). No debemos pensar que la
oposición entre fe y obras que plantea Pablo signifique que la fe sea pasiva. Por
el contrario, la fe hace posible el verdadero trabajo. Este principio prepara el
camino para los mandatos contenidos en los vv. 13-26.
Pero antes de pasar a ellos, Pablo debe lanzar otra apelación personal. En gran
parte, los vv. 7-12 son un ataque a la oposición. Los judaizantes están
haciendo tropezar a los gálatas. Sus enseñanzas, que funcionan como levadura,
son incompatibles con el llamado divino. Pablo confía en que serán juzgados y
hasta pronuncia el deseo de que sean mutilados (posiblemente, una alusión a las
prácticas de mutilación de los paganos en Asia Menor, pero muy posiblemente,
también, una referencia a la castración, la cual, dicho sea de paso, descalificaba
a los hombres judíos para el servicio como sacerdotes). En el v. 11 también se
defiende de la aparente acusación de ser incongruente, y de apoyar la
circuncisión cuando le conviene (quizá en alusión a haber hecho circuncidar a
Timoteo; <441601>Hechos 16:1-3).
El “negativismo” de este pasaje no debería ocultar cuál es el propósito principal
de Pablo. El desea expresar su confianza en los gálatas. La respuesta inicial de
ellos al evangelio (corríais bien, v. 7; cf. <480413>Gálatas 4:13-16) lo anima a creer
que ellos no pensarán de ninguna otra manera (10). La única razón por la
que han vacilado es a causa de la influencia externa de los judaizantes, así que
el Apóstol se consuela con el hecho de que había buenas evidencias del
carácter genuino de la fe de los gálatas. (Cf. también las palabras de aliento de
<580609>Hebreos 6:9-12 después de las firmes palabras al comienzo de ese
capítulo.)
5:13-26 Acerca del amor
Aquel que llamó a los gálatas en la gracia (8; cf. <480106>Gálatas 1:6) los llamó a
ejercer los derechos y disfrutar de las bendiciones de la libertad (13a). Pablo
sabe, no obstante, que la libertad puede convertirse en libertinaje, por lo cual
debe dejar perfectamente en claro cuáles son las altas obligaciones de aquellos
que han sido liberados. En este pasaje el Apóstol describe con cierto detalle
tanto el abuso de la libertad como su uso correcto.
Se abusa de la libertad cuando se la convierte en un pretexto para la
carnalidad (13b; lit., “pretexto para la carne”). Pablo es muy específico sobre
el tipo de conducta que tiene en mente. En los vv. 19-21 ofrece incluso una lista
de las obras de la carne. Estas acciones parecen estar reunidas en cuatro
grupos: inmoralidad sexual, idolatría, disensiones y falta de dominio propio. La
mayoría de los pecados que Pablo incluye pertenecen a la tercera categoría, lo
cual sugiere que los gálatas eran especialmente susceptibles a caer en pecados
que involucraban las relaciones interpersonales. Esto es confirmado por el
hincapié que el Apóstol hace sobre ese problema. En el v. 15 habla sobre el
peligro de que se destruyan entre sí: Si os mordéis y os coméis los unos a los
otros. Y al final del párrafo agrega otra advertencia sobre la vanidad y la
envidia (26).
Las implicaciones de esta conducta deberían ser bien conocidas por los gálatas:
el Apóstol ya les había advertido en una ocasión anterior que los que hacen
tales cosas no heredarán el reino de Dios (21). Era verdaderamente irónico
que estos cristianos, que fueron seducidos por un mensaje de que debían
guardar la ley, cayeran en un comportamiento que contradecía abiertamente su
fe. Su énfasis en la carne (lit., por la circuncisión, pero lo que es más
importante, por su dependencia en sus propios esfuerzos) los llevaba a realizar
las obras de la carne en otro sentido. Nuestros esfuerzos por agradar a Dios en
nuestras propias fuerzas sólo causan comportamientos pecaminosos (ver sobre
3:4).
Pablo aclara también cuál es el uso correcto de la libertad: servíos [lit., sed
esclavos] los unos a los otros por medio del amor, porque toda la ley se ha
resumido en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (13c,
14). El principio de una fe activa (6) ahora se ha desarrollado. Y en la misma
forma en que ha hecho una lista de las obras de la naturaleza pecaminosa,
ahora especifica la clase de conducta que fluye de la comunión con el Espíritu
Santo (22, 23). Es importante observar que el fruto del Espíritu aquí detallado
consiste principalmente de actitudes y acciones que fortalecen las relaciones
interpersonales, precisamente la gran debilidad de los gálatas. Las cualidades
de gozo y paz probablemente no se refieran a emociones subjetivas, sino a la
forma en que nos relacionamos con los demás. Aun la palabra fe podría ser
entendida como “fidelidad”, una vez más, en las relaciones interpersonales.
También se subraya la bondad y la paciencia.
Pero ¿cómo logramos estas metas? Como cristianos, muchas veces
desearíamos que hubiera fórmulas instantáneas que solucionaran nuestros
problemas espirituales. El material bíblico se resiste a tal actitud. Pero si existe
algún pasaje que suene similar a una fórmula para la santificación, es
<480516>Gálatas 5:16: Digo, pues: Andad en el Espíritu y así jamás satisfaréis
los malos deseos de la carne. Como Pablo explica en el siguiente versículo, el
Espíritu y la carne (la naturaleza pecaminosa) se excluyen mutuamente. Por lo
tanto, si estamos ocupados agradando al primero, no agradaremos a la última.
Nótese, además, que los mandatos de Pablo (el “imperativo”) están enraizados
en los hechos de nuestra experiencia cristiana (el “indicativo”). La razón por la
que podemos cobrar aliento en nuestra vida cristiana es que al colocar nuestra
fe en Cristo le dimos un golpe mortal al poder de la carne (24; cf.
<450601>Romanos 6:1-4). Por eso, si nuestra vida procede del Espíritu, lo más
apropiado —en realidad, lo que debemos hacer— es conducirnos según su
guía.
Finalmente, nótese cómo este pasaje nos ayuda a comprender un poco mejor
la enseñanza de Pablo sobre la ley. Aunque anteriormente pronunció durísimas
palabras sobre el uso de la ley como medio para ganar la herencia, no
cuestiona su valor como revelación de lo que es la voluntad de Dios para
nosotros. Si nuestra vida es regida por el Espíritu, no estamos sujetos al poder
condenatorio de la ley, y en consecuencia, no tenemos por qué temerle. Por
tanto, es correcto que “cumplamos” la ley (14), realizando aquellos actos que la
ley no condena (23). Aquí hay verdadera libertad.
6:1-10 Acerca de las cargas
Luego de presentar una imagen elevada de la vida cristiana, Pablo trata ahora la
posibilidad muy real del pecado (1). Aunque el principio de vivir en el Espíritu
no es un mero idealismo, el Apóstol sabía perfectamente que los creyentes
habrán de vacilar, y quizá haya temido que los gálatas respondieran duramente
a uno de ellos que no lograra cumplir las altas metas recién descriptas. Por lo
tanto, señala que si ellos son espirituales (es decir, si tienen al Espíritu Santo y
son guiados por él), deben responder con espíritu de mansedumbre, siempre
conscientes de que cada uno de nosotros es susceptible de ser tentado.
En los vv. 2 y 3 Pablo continúa el pensamiento pero lo generaliza un tanto.
Restaurar a un creyente que ha pecado es sólo un ejemplo de la obligación más
amplia que tienen los creyentes de llevar los unos las cargas de los otros.
Cualquiera que resista esta obligación, pensando que está por encima de esas
debilidades humanas, se está engañando a sí mismo. En una notable e irónica
alusión a la preocupación de los gálatas por las leyes judías, Pablo describe el
acto de llevar las cargas de los demás como un cumplimiento de la ley de
Cristo. Lo más posible es que esta noción deba ser relacionada con 5:14, el
mandato del amor. Es claro que la maravillosa libertad por la cual Pablo ha
luchado durante su ministerio, y especialmente en esta carta, no implica el
abandono de las obligaciones morales.
La preocupación de Pablo porque los gálatas fueran conscientes de las cargas
y debilidades de los demás, sin embargo, podría llevar a un sentimiento de
superioridad y así al pecado de jactancia. Por ello, en los vv. 4 y 5 recuerda
que es adecuado y necesario que el examen sea solamente de uno mismo, para
evaluarse; es decir, que uno debe mirar a las debilidades de los demás sólo por
compasión, no para comparación (cf. <471001>2 Corintios 10:12-18). En ese
sentido, cada uno debe llevar su propia carga. Podríamos parafrasearlo así: “Si
quieres gloriarte, sólo mírate a ti mismo; no seas como el fariseo que se
compara con el publicano, sino usa los parámetros de Dios, y entonces verás
que el gloriarse sólo puede ser en Dios” (cf. v. 14; <460102>1 Corintios 1:26-31).
Con el v. 6 el Apóstol cambia de tema (aunque sí quizá tenga alguna relación
con el llevar las cargas mutuamente): el de la responsabilidad de cubrir las
necesidades de los obreros cristianos. Aunque es posible que Pablo tenga en
mente algo más que el dinero (toda cosa buena), el verbo comparta (gr.
koinoneo) se utiliza en otro lugar por Pablo para hablar de las contribuciones
materiales (ver <451213>Romanos 12:13; 15:27; <500415>Filipenses 4:15; el sustantivo se
usa en forma similar en <451526>Romanos 15:26; <470804>2 Corintios 8:4; 9:13). Ser
mezquinos al dar, ya sea en lo económico o en otra área, es como burlarse de
Dios. Pero en realidad, Dios no puede ser burlado (7), y si dedicamos
nuestros recursos para sembrar para la carne, es decir, satisfacer a nuestra
naturaleza pecaminosa en lugar de satisfacer al Espíritu Santo, recibiremos lo
que merecemos (8; cf. <470906>2 Corintios 9:6).
El Apóstol concluye esta sección de la carta con un resumen de cómo espera
que actúen los gálatas (9, 10). En cada oportunidad debemos realizar el
esfuerzo de hacer lo que es bueno, y estar especialmente alertas para satisfacer
las necesidades de la comunidad cristiana. Aunque puede haber muchas cosas
que nos desanimen en el camino, debemos cobrar ánimo frente a la seguridad
de que Dios defenderá a su pueblo. En el momento apropiado, seguramente
cosecharemos la plenitud de la benignidad de Dios.
6:11-18 EPILOGO
Este párrafo final expresa fuertes emociones, destacadas tanto al comienzo (11)
como al final (17). Era costumbre de Pablo agregar una nota de su puño y letra
(cf. <530317>2 Tesalonicenses 3:17; posiblemente esto fuera hecho como una
garantía contra las falsificaciones, <480202>Gálatas 2:2). No obstante, al hablar del
gran tamaño de sus letras —un comentario que no repite en ninguna otra
carta— agrega considerable intensidad al pasaje. Es inútil especular sobre si
este comentario nos dice algo sobre el estado de su vista o sobre su posición
social. En cambio, tiene un propósito emotivo: “La osadía de la escritura a
mano se corresponde con la fuerza de las convicciones del Apóstol. El tamaño
de sus letras llamará la atención de sus lectores aunque no lo quieran”
(Lightfoot).
En forma similar, Pablo apela a las emociones de los gálatas cuando menciona
las marcas de Jesús que lleva en su propio cuerpo (17). Quizá aludiendo una
vez más a las acusaciones de falsedad (ver <480110>Gálatas 1:10; 5:11), les
recuerda a sus lectores y a sus opositores que su afirmación no es vana. Las
heridas que ha sufrido por su fidelidad a Cristo son las pruebas más claras de
que los gálatas no tienen por qué dudar de sus motivos. Como lo han señalado
algunos comentaristas, la batalla contra los judaizantes continúa hasta el mismo
final de la carta.
Pero esta batalla da un nuevo giro en los vv. 12-14 ya que aquí Pablo hace
explícito lo que hasta ahora ha estado bajo la superficie (cf. especialmente
<480417>Gálatas 4:17, 18). En resumen, el Apóstol va directamente al grano,
desenmascarando las intenciones de los judaizantes. La verdadera razón por la
cual tanto insisten en circuncidar a los gálatas es que, temiendo ser perseguidos,
quieren tener el visto bueno en la carne, es decir, exteriormente. Por medio de
un fuerte juego de palabras Pablo llama la atención al hecho de que el rito de la
circuncisión se realiza en la carne (física), y esa es una clara indicación de que
los judaizantes viven en el ámbito de la carne (en el sentido en que fue usada la
palabra en <480303>Gálatas 3:3; 4:23, 29; 5:13, 16-26; 6:8; en otras palabras, en
oposición al Espíritu). A pesar de lo que dicen, su obediencia a la ley es,
cuando menos, selectiva; su verdadero propósito es poder jactarse de haber
dejado una marca en la carne de los cristianos gálatas.
En este punto el Apóstol introduce uno de los temas más importantes que se
repite en sus cartas: el gloriarse en Cristo. La señal más clara de incredulidad es
que se descubra que tenemos la tendencia a gloriarnos en nosotros mismos,
cuando el único fundamento legítimo para gloriarse es Dios (ver especialmente
<450511>Romanos 5:11; <460102>1 Corintios 1:29-31; <471001>2 Corintios 10:17;
<490209>Efesios 2:9; <500303>Filipenses 3:3). Aquí, Pablo es más específico. Se gloriará
sólo en la cruz, instrumento por medio del cual Pablo ha sido separado del
mundo. Tal como lo sugiere <510220>Colosenses 2:20, el mundo se refiere a las
ordenanzas externas (cf. <480409>Gálatas 4:9, 10), pero naturalmente incluye al
pecado (<480524>Gálatas 5:24) y a la vieja naturaleza (<480220>Gálatas 2:20; cf.
<450606>Romanos 6:6). Aquellos que por fe están unidos a Cristo comparten su
muerte en la cruz y de esta forma son separados del poder del pecado.
Esta confesión del v. 14 lleva, en el versículo siguiente, a una repetición del
principio enunciado en <480506>Gálatas 5:6, pero esta vez la conclusión es
sorprendente. En ambos pasajes se dice que la circuncisión y la incircuncisión
no tienen valor. Lo que tiene valor, según <480506>Gálatas 5:6, es la fe que actúa
por medio del amor; aquí en el v. 15 es la nueva criatura (o “la nueva creación”,
como también es correcto traducirlo), una idea que se desarrolla en <470501>2
Corintios 5:17. Una vez más Pablo nos recuerda el carácter escatológico (de
cumplimiento) del mensaje del evangelio (ver sobre <480425>Gálatas 4:25, 26). Lo
que es aun más notable, el mismo principio se repite en <460701>1 Corintios 7:19,
pero allí, en vez de fe o “nueva criatura”, lo valioso es “guardar los
mandamientos de Dios”, una afirmación que nos ayuda a poner en perspectiva
las declaraciones “negativas” que Pablo hace sobre la ley en Gálatas
De cualquier modo, este principio de la nueva criatura (o la fe que actúa por
medio del amor) es la verdadera regla por la cual debemos andar (16). El
verbo anden es el mismo que se utiliza en <480525>Gálatas 5:25. Es claro que Pablo
desea que comprendamos que la regla que debemos seguir es la conducta
dirigida por el Espíritu, descrita arriba. Y esto no es de extrañarse, ya que el
Espíritu Santo es la más clara manifestación de la nueva creación.
Aquellos que andan así reciben una bendición final muy especial de paz y
misericordia (16), a lo que Pablo agrega: y sobre el Israel de Dios. Según
algunos, Pablo llama la atención no sólo hacia la iglesia, sino a la nación étnica
de Israel como receptoras de la bendición formulada. Pero si esa nación,
compuesta tanto por creyentes como por no creyentes, puede verdaderamente
disfrutar de paz y misericordia, Pablo aparentemente estaría contradiciendo la
esencia de su mensaje: los verdaderos descendientes de Abraham son aquellos
que creen en Cristo y han sido liberados de la ley. En este sentido, es
probablemente correcta la traducción que hace la BJ: “Lo mismo que para el
Israel de Dios.” En este caso se puede apreciar la fuerza del argumento contra
los judaizantes: el verdadero Israel vive guiándose por un principio diferente del
de la sujeción a la ley mosaica.
El saludo y bendición final del v. 18 es, aparentemente, nada más que una
variante del habitual saludo con que Pablo cierra sus cartas. No obstante, hay
una notable diferencia: el agregado de la palabra hermanos en una posición
que le otorga mayor énfasis, al final. Esto es totalmente inesperado y revela el
corazón intensamente pastoral de Pablo. En efecto, esta sola palabra suaviza la
severidad de la carta entera al destacar la confianza de Pablo en que los gálatas
son verdaderamente pueblo de Dios y que, por lo tanto, responderán a la
verdad como deben hacerlo (cf. <480304>Gálatas 3:4; 5:10).
Que todo lector de esta carta reconozca la gracia de Cristo, la libertad del
evangelio y el poder del Espíritu. Y que todos tengamos en cuenta las
circunstancias en las que Dios nos ha colocado, de modo que nuestra fe
realmente actúe por medio del amor en las vidas de quienes nos rodean.

Moisés Silva

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