Por
Pr. Manuel A Morejón Soler El Vedado, La Habana, diciembre del 2014
Una
hermosa niña de quince años se enfermó repentinamente, quedando casi ciega y
paralizada. Un día escuchó al médico que
le decía a sus padres: “La pobre, que le venga a suceder esto en los mejores
años de su vida”.
-No,
doctor –exclamó la enferma-, lo mejor que me queda por vivir está en el futuro
cuando pueda contemplar al Rey en su hermosura. Esa es nuestra esperanza.
Cristo resucitó de entre los muertos como garantía de que nosotros también
resucitaremos. La esperanza en la
resurrección es la solución contra el
temor de la muerte. Nada puede
reemplazarla. Las riquezas, el genio,
los placeres mundanales, no nos pueden traer consuelo en la hora de nuestra
muerte.
La esperanza
Es
el sentimiento que se experimenta, cuando las cosas van mal, al tener un
presentimiento o fe de que las cosas mejorarán, en un tiempo no determinado
antes de que el acontecimiento ocurra. La esperanza se identifica también con
el color verde.
Esperanza en el
cristianismo
Esperanza
es el nombre de una de las tres virtudes teologales, juntamente con la fe y la
caridad.
En
teología cristiana estas virtudes forma una unidad indisoluble con las virtudes
cardinales o naturales: Prudencia, Justicia, Temple y Fortaleza y todas ellas
en su conjunto describen la imagen cristiana del hombre.
La
esperanza es la virtud definida como "virtud inducida que capacita al
hombre para tener confianza y plena certeza de conseguir la vida eterna y los
medios, tanto sobrenaturales como naturales, necesarios para llegar a ella con
ayuda de Dios.
A
la esperanza se oponen, por defecto, la desesperación y, por exceso, la
presunción.
Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Jhvh por medio de
nuestro Señor Jesucristo, por quien también tenemos entrada por la fe a esta
gracia en la cual estamos firmes, y nos
gloriamos en la esperanza de la gloria
de Jhvh. (Romanos
5:1-2)
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