viernes, 29 de agosto de 2014

Río revuelto

 - Mario Barroso
Es cierto que las deserciones entre quienes al menos aparentemente alguna vez fueron acólitos al inclasificable sistema cubano han sido constantes. Nadie duda que este comportamiento ha estado aparejado a los orígenes de esta rocambolesca historia. Es más, en los inicios ocurrió en estampida hasta que el terror lo convirtiera, sin dejar de ser constante, en un fenómeno a cuentagotas. Pero ahora, tal vez como señal de que los finales suelen parecerse mucho a los principios, los hechos parecieran advertir que las renuncias y los cambios de uniforme vuelven a masificarse.
Por estos días ha sido noticia la petición de asilo político en Bahamas de Ortelio Abrahantes Bacallao quien muestra un carné que lo identifica como miembro del Departamento Técnico de Investigaciones del MININT y de diplomas de la Facultad de Leyes y de una Escuela de Investigaciones perteneciente al MININT. Ha sido entrevistado por la policía bahamesa y por funcionarios de Naciones Unidas a causa de la urgencia con que expone que de ser deportado a Cuba su vida peligraría por causa no solo de su huida, sino por lo sensible de la información que domina, y hasta se ha incorporado al coro de voces que se incrementa a medida pasa el tiempo respecto al polémico caso de lo que a todas luces fue la ejecución extrajudicial de Oswaldo Payá y Harold Cepero en julio de 2012. La esposa de este supuesto Mayor en la Dirección de Contrainteligencia (DCI) del MININT, Yadelis Rivera, se ha hecho eco desde el interior de la isla del terror ante probables ajustes de cuentas de los que ella o su hijo pudiesen ser víctimas.
Aun desde mi periférico sitio ejerciendo como pastor bautista, simple “cura de aldea” en la Cuba profunda, he podido tomar pulso a este supuesto fenómeno de las deserciones. No han sido pocos los otrora simpatizantes, cooperantes y hasta informantes que se me acercan para confesarme que si alguna vez creyeron ya nos le queda ni un ápice de contubernio con los que desgobiernan la isla, otra miríada, todavía hasta cierto punto comprometida, al menos me guiña un ojo de complicidad aprovechando instantes de roces en las calles. Todo parece indicar que el barco que desde hace tiempo hacía aguas ahora ofrece evidentes señales de inminente hundimiento. Pero cuidado, no nos dejemos cegar por las ansias de que esta pesadilla concluya por fin alguna vez.
Una semana antes del reciente viaje que realizáramos a USA una pequeña delegación de nuestra iglesia que incluyó la totalidad de mi núcleo familiar a invitación de iglesias hermanas, el pasado 4 de julio, tocó la puerta de nuestra casa un supuesto admirador de nuestros pensamientos volcados en este blog y en el de mi esposa “Isla Interior”. No era un simple lector. Se trataba de uno de los dos agentes de la Seguridad del Estado que nos fue a detener durante la visita papal en marzo de 2012 a casa de un colega pastor que visitábamos en la ciudad de Alamar, y donde quedamos recluidos domiciliariamente. Este agente, supuestamente llamado Marcos, viajó desde La Habana hasta nuestra casa de la Cuba profunda en Taguayabón, Villa Clara, según él a escondidas de sus jefes y solo con el deseo de manifestarnos su aprecio ya que, según sus palabras, tras detenernos en 2012 se sintió motivado a conocer quiénes éramos, impactado por nuestro comportamiento cívico y especialmente por mis palabras de despedida cuando tras finalizar la misa del Papa en la Plaza de la Revolución en la Habana fue a informarnos que nuestro toque de queda concluía, al decirles: “Estaré orando por ustedes. Ustedes son jóvenes y queremos que sepan que la causa por la que se nos persigue es por soñar la Patria de Martí: Con Todos y para el bien de Todos. Y en ese Todos, hasta ustedes están incluidos”.
Luego de más de dos años sin haberle vuelto a ver y sin haberle visto nunca antes, este agente de la Seguridad del Estado de unos 32 años y cuya militancia actual no nos negó, aunque si la motivación de su visita, reaparecía para, según él, manifestarnos su aprecio, especialmente ante la posibilidad de que no regresásemos del viaje que emprenderíamos el 9 de julio y del cual estaba enterado por mi post: “El motivo del atraco”.
Parece ser, en medio de este río revuelto, que el cuerpo de inteligencia del establishment asume que la aparición de un desertor o casi a punto de serlo ya no es vista con tanta suspicacia, el mismo panorama polaco a fines del comunismo. Es tan evidente la tendencia que suelen hasta utilizarlo como carnada. Y digo esto porque en el caso del tal “Marcos” nadie crea que estoy delatando a un pobre joven que lo único que hizo fue dejarse llevar por palabras mías de despedida tras aquella cacería de brujas de la visita del Papa Benedicto XVI por la que todavía ni el Vaticano se ha pronunciado. Nadie crea que estoy faltando a mi deber de creer en la conversión siempre posible de cualquier ser humano. Y es que aunque ya algo sugerí en aquel post enigmático que colgué antes de viajar: “Aquelarre en el callejón del muerto”; ahora tras nuestro regreso que se produjo el pasado 6 de agosto contrario a muchos pronósticos incluyendo posiblemente al del informe de “Marcos”; puedo desmontar buena parte del operativo del que estaba siendo objeto por parte de la Seguridad del Estado quien intentaba engañarme aprovechándose de mi buena fe y del consabido flujo de desertores a la moda.
Gracias a la solidaridad de un pueblo entero que deserta y en deploro de oscuros personajes para quienes ya se va haciendo muy tarde para cambiar de bando, cada vez más aislados, pude conocer detalles como que, además de la reunión en el callejón del muerto de los autos involucrados con almuerzo en cajitas de cumpleaños incluido, la casa del desprestigiado informante Candito Albernaz constituyó el puesto de mando local y hasta posible albergue en el operativo; que Vladimir, veterano agente desde hace décadas en el MINAZ fue el chofer asignado a “Marcos” y en cuyo auto, a pesar de insistentes intentos, e ignoro el real objetivo, solo por obra y gracia de Dios no consiguieron sentarme, y que las constantes rondas de chivatos locales habituales y tan repudiados popularmente como Jesús Ramos o Raúl Cabello no fueron para vigilar al extraño visitante casi disfrazado de turista, no eran otros de sus habituales patrullajes, sino que cumplían la función de proteger a su Caballo de Troya introducido por fin tras semanas de entrenamiento y lecturas en la casa del pastor.
El modus operandi de utilizar probables deserciones lo único que me confirma es que hasta la inteligencia y la contrainteligencia lo reconocen como escenario actual. Y a pesar de los esfuerzos y comprobando además que se encuentran entre mis mas ávidos lectores me siento en el deber de advertirles: pese al teatro de “Marcos” no conseguirán apagar mi fe en que seguirán llegando auténticos arrepentidos, que por cada “Marcos” hay nueve reales desertores aunque no se muestren tan visibles como él, tal vez al estilo del que nos sugiere la excelente opera prima alemana de Florian Henckel von Donnersmarck “La vida de los otros”, aganadora del Oscar a la mejor película extranjera de su año, y a los cuales suelo olfatear de vez en cuando, aun cuando ni siquiera medie un guiño. Por lo demás, ahora deberán ingeniarla mejor, si acaso fui su presa en la mirilla con casi un Ramón Mercader elevando el piolet, ahora ya estoy a sobre aviso, ha aumentado el número de mis cómplices, directamente proporcional al de sus desertores, y se les hará más difícil atraparme. ¡Sin dejar fuera a Dios, en quien confío aun más en medio de este río revuelto!


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