- Mario Barroso
Es cierto que las deserciones entre quienes al menos aparentemente alguna
vez fueron acólitos al inclasificable sistema cubano han sido constantes. Nadie
duda que este comportamiento ha estado aparejado a los orígenes de esta
rocambolesca historia. Es más, en los inicios ocurrió en estampida hasta que el
terror lo convirtiera, sin dejar de ser constante, en un fenómeno a cuentagotas.
Pero ahora, tal vez como señal de que los finales suelen parecerse mucho a los
principios, los hechos parecieran advertir que las renuncias y los cambios de
uniforme vuelven a masificarse.
Por estos días ha sido noticia la petición de asilo político en Bahamas
de Ortelio Abrahantes Bacallao quien muestra un carné que lo identifica como
miembro del Departamento Técnico de Investigaciones del MININT y de diplomas de
la Facultad de Leyes y de una Escuela de Investigaciones perteneciente al
MININT. Ha sido entrevistado por la policía bahamesa y por funcionarios de
Naciones Unidas a causa de la urgencia con que expone que de ser deportado a
Cuba su vida peligraría por causa no solo de su huida, sino por lo sensible de
la información que domina, y hasta se ha incorporado al coro de voces que se
incrementa a medida pasa el tiempo respecto al polémico caso de lo que a todas
luces fue la ejecución extrajudicial de Oswaldo Payá y Harold Cepero en julio
de 2012. La esposa de este supuesto Mayor en la Dirección de Contrainteligencia
(DCI) del MININT, Yadelis Rivera, se ha hecho eco desde el interior de la isla
del terror ante probables ajustes de cuentas de los que ella o su hijo pudiesen
ser víctimas.
Aun desde mi periférico sitio ejerciendo como pastor bautista, simple
“cura de aldea” en la Cuba profunda, he podido tomar pulso a este supuesto
fenómeno de las deserciones. No han sido pocos los otrora simpatizantes,
cooperantes y hasta informantes que se me acercan para confesarme que si alguna
vez creyeron ya nos le queda ni un ápice de contubernio con los que
desgobiernan la isla, otra miríada, todavía hasta cierto punto comprometida, al
menos me guiña un ojo de complicidad aprovechando instantes de roces en las
calles. Todo parece indicar que el barco que desde hace tiempo hacía aguas
ahora ofrece evidentes señales de inminente hundimiento. Pero cuidado, no nos
dejemos cegar por las ansias de que esta pesadilla concluya por fin alguna vez.
Una semana antes del reciente viaje que realizáramos a USA una pequeña delegación
de nuestra iglesia que incluyó la totalidad de mi núcleo familiar a invitación
de iglesias hermanas, el pasado 4 de julio, tocó la puerta de nuestra casa un
supuesto admirador de nuestros pensamientos volcados en este blog y en el de mi
esposa “Isla Interior”. No era un simple lector. Se trataba de uno de los dos
agentes de la Seguridad del Estado que nos fue a detener durante la visita
papal en marzo de 2012 a casa de un colega pastor que visitábamos en la ciudad
de Alamar, y donde quedamos recluidos domiciliariamente. Este agente,
supuestamente llamado Marcos, viajó desde La Habana hasta nuestra casa de la
Cuba profunda en Taguayabón, Villa Clara, según él a escondidas de sus jefes y
solo con el deseo de manifestarnos su aprecio ya que, según sus palabras, tras
detenernos en 2012 se sintió motivado a conocer quiénes éramos, impactado por
nuestro comportamiento cívico y especialmente por mis palabras de despedida
cuando tras finalizar la misa del Papa en la Plaza de la Revolución en la
Habana fue a informarnos que nuestro toque de queda concluía, al decirles:
“Estaré orando por ustedes. Ustedes son jóvenes y queremos que sepan que la
causa por la que se nos persigue es por soñar la Patria de Martí: Con Todos y
para el bien de Todos. Y en ese Todos, hasta ustedes están incluidos”.
Luego de más de dos años sin haberle vuelto a ver y sin haberle visto
nunca antes, este agente de la Seguridad del Estado de unos 32 años y cuya
militancia actual no nos negó, aunque si la motivación de su visita, reaparecía
para, según él, manifestarnos su aprecio, especialmente ante la posibilidad de
que no regresásemos del viaje que emprenderíamos el 9 de julio y del cual
estaba enterado por mi post: “El motivo del atraco”.
Parece ser, en medio de este río revuelto, que el cuerpo de inteligencia
del establishment asume que la aparición de un desertor o casi a punto de serlo
ya no es vista con tanta suspicacia, el mismo panorama polaco a fines del
comunismo. Es tan evidente la tendencia que suelen hasta utilizarlo como carnada.
Y digo esto porque en el caso del tal “Marcos” nadie crea que estoy delatando a
un pobre joven que lo único que hizo fue dejarse llevar por palabras mías de
despedida tras aquella cacería de brujas de la visita del Papa Benedicto XVI
por la que todavía ni el Vaticano se ha pronunciado. Nadie crea que estoy
faltando a mi deber de creer en la conversión siempre posible de cualquier ser
humano. Y es que aunque ya algo sugerí en aquel post enigmático que colgué
antes de viajar: “Aquelarre en el callejón del muerto”; ahora tras nuestro
regreso que se produjo el pasado 6 de agosto contrario a muchos pronósticos
incluyendo posiblemente al del informe de “Marcos”; puedo desmontar buena parte
del operativo del que estaba siendo objeto por parte de la Seguridad del Estado
quien intentaba engañarme aprovechándose de mi buena fe y del consabido flujo
de desertores a la moda.
Gracias a la solidaridad de un pueblo entero que deserta y en deploro de
oscuros personajes para quienes ya se va haciendo muy tarde para cambiar de
bando, cada vez más aislados, pude conocer detalles como que, además de la
reunión en el callejón del muerto de los autos involucrados con almuerzo en
cajitas de cumpleaños incluido, la casa del desprestigiado informante Candito
Albernaz constituyó el puesto de mando local y hasta posible albergue en el
operativo; que Vladimir, veterano agente desde hace décadas en el MINAZ fue el
chofer asignado a “Marcos” y en cuyo auto, a pesar de insistentes intentos, e
ignoro el real objetivo, solo por obra y gracia de Dios no consiguieron
sentarme, y que las constantes rondas de chivatos locales habituales y tan
repudiados popularmente como Jesús Ramos o Raúl Cabello no fueron para vigilar
al extraño visitante casi disfrazado de turista, no eran otros de sus habituales
patrullajes, sino que cumplían la función de proteger a su Caballo de Troya
introducido por fin tras semanas de entrenamiento y lecturas en la casa del
pastor.
El modus operandi de utilizar probables deserciones lo único que me
confirma es que hasta la inteligencia y la contrainteligencia lo reconocen como
escenario actual. Y a pesar de los esfuerzos y comprobando además que se
encuentran entre mis mas ávidos lectores me siento en el deber de advertirles:
pese al teatro de “Marcos” no conseguirán apagar mi fe en que seguirán llegando
auténticos arrepentidos, que por cada “Marcos” hay nueve reales desertores
aunque no se muestren tan visibles como él, tal vez al estilo del que nos
sugiere la excelente opera prima alemana de Florian Henckel von Donnersmarck
“La vida de los otros”, aganadora del Oscar a la mejor película extranjera de
su año, y a los cuales suelo olfatear de vez en cuando, aun cuando ni siquiera
medie un guiño. Por lo demás, ahora deberán ingeniarla mejor, si acaso fui su
presa en la mirilla con casi un Ramón Mercader elevando el piolet, ahora ya
estoy a sobre aviso, ha aumentado el número de mis cómplices, directamente
proporcional al de sus desertores, y se les hará más difícil atraparme. ¡Sin
dejar fuera a Dios, en quien confío aun más en medio de este río revuelto!
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