viernes, 7 de marzo de 2014

EL VINCULO PERFECTO

Pr. Alejandro Hernández Cepero

La Biblia, Palabra inspirada por Dios y útil para enseñar, redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2ª Timoteo 3:16,17), nos enseña que las cosas invisibles de Él –entiéndase de Dios- su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas de modo que no tenemos excusas. (Romanos 1:20)

Nos llamamos hermanos, hijos de Dios, herederos y coherederos con Cristo, reyes y sacerdotes, linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, embajadores en nombre de Cristo y en este caso le acomodamos el apellido: “embajadores de buena voluntad”, cuando en realidad somos como una versión pacífica de la guerra fría o guerra de pandillas.

Quizás suene cruel, tal comparación. ¿Ha pensado como suena para el Padre ver a sus hijos peleándose por sentarse a su diestra mientras de manera sutil apostatamos de la fe?

El Apóstol Pablo en Efesios 4:1-6, rogaba a los cristianos que anduviésemos como era digno de la vocación con la que fuimos llamados:
ü  con toda humildad y mansedumbre,
ü  soportándoos con paciencia los unos a los otros,
ü  SOLÍCITOS EN GUARDAR LA UNIDAD DEL ESPÍRITU EN EL VÍNCULO DE LA PAZ,
ü  UN CUERPO,
ü  Y UN ESPÍRITU,
ü  como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación,
ü  UN SEÑOR, UNA FE, UN BAUTISMO,
ü  UN DIOS Y PADRE DE TODOS,
ü  EL CUAL ES SOBRE TODOS, Y POR TODOS, Y EN TODOS…

¿Acaso no resulta mucho más cruel e indigno para la vocación a la que hemos sido llamados diseccionar el cuerpo de Cristo cual esquirlas de una granada de fragmentación?

En los evangelios encontramos las acusaciones del propio Señor Jesucristo hacia los escribas, fariseos e intérpretes de la Ley que, en honor a la verdad, hoy cobran vida en la cercenada iglesia cristiana en Cuba debido, principalmente al divisionismo denominacional.

Pienso en aquel momento en que Jesús, entró en el templo, volcó las mesas de los cambistas, les expulsó de allí junto con sus palomas, ovejas, bueyes. Habían convertido el Templo en cueva de ladrones y casa de mercado. ¿Acaso no le suena familiar?

El cuerpo humano, una obra de excelente precisión, creado por el Creador y no como resultado de un proceso evolutivo luego de una explosión al azar y consta de unos 206 huesos, un órgano firme y duro que forma parte del esqueleto de nosotros, los vertebrados.

Tienen formas y cumplen funciones muy variadas, poseen una estructura interna compleja y muy funcional que determina su morfología, son tan vitales como el cerebro o el corazón y tienen además la capacidad de regenerarse. Cada uno cumple una función particular y a su vez de conjunto en relación a los otros huesos a los que está articulado.


Una articulación[1] es la unión entre dos o más huesos próximos. Las funciones más importantes de las articulaciones son de constituir puntos de unión del esqueleto y producir movimientos mecánicos, proporcionándole elasticidad y plasticidad al cuerpo, además de ser lugares de crecimiento.

Sin la articulación, los huesos de un mismo cuerpo permanecen separados. Este es el comienzo, le sigue la imposibilidad de producir movimientos, proporcionar elasticidad, plasticidad y por ende impide el crecimiento.

Los huesos[2] cumplen varias funciones en el organismo como por ejemplo: Actúan como sostén, permiten el movimiento protegen a los órganos vitales, homeostasis mineral, contribuyen a la formación de células sanguíneas y sirven como reserva energética.

En Efesios 4:15, la Escritura, indica el camino a seguir:

“…sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo bien concertado y unido entre sí por las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”.

Juan, el Apóstol sentenció: “el que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo”

Jesús hablando de si mismo dijo: “el que no es conmigo, contra mí es, y el que conmigo no recoge, desparrama”…

Amado hermano, una cosa es cierta, Dios nos ha llamado a que nos amemos unos a otros, es de hecho la acción, el efecto práctico de una causa teórica, Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Incumplir este mandamiento inhabilita el primer y más grande mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”

No hay otro mandamiento mayor que estos (Marcos 12:31).

 Es imposible que amemos a Dios que no vemos y podamos andar, en realidad, como perros y gatos por ser quien más convertidos y más bautizados tiene, más iglesias y casas-células tiene a lo largo de la llave del golfo, al final, menos frutos.

Jericó se creía inexpugnable, cada Concilio se ha amurallado detrás del credo divisionista, segregacionista y diabólico de la denominación, primando más los dogmas nacidos de sabiduría humana, por demás terrenal y diabólica, que por los propios preceptos y mandamientos divinos (Santiago 3:13-18).

Hoy necesitamos derribar las murallas denominacionales, sin que ello conlleve a perder la función que cada uno desempeña como un hueso en el cuerpo de Cristo, porque, ciertamente cada denominación realiza una función diferente y agrupa a un grupo determinado de personas.

Huesos, sólo eso somos, metal que resuena, huesos secos, dispersos por doquier, címbalo que retiñe, más preocupados en maestrías y doctorados teológicos provenientes de universidades y seminarios foráneos que ocupados en que “todas nuestras cosas sean hechas con amor” (1ª Corintios 16:14) “para que sean consolados nuestros corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo”(Colosenses 2:2)

Y es precisamente esto lo que nos falta, el amor como el vínculo perfecto, la articulación que nos debe mantener unidos como lo que somos realmente, el cuerpo de Cristo.

Permítame exhortarle a que, depongamos las armas de la división denominacional y levantemos la bandera de la unidad, poniendo los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe y que por sobre todas estas cosas nos vistamos de amor, que es el vínculo perfecto.

Dios continúe bendiciéndole.









[1], 2 Tomado de Wikipedia 2013.



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