No sea demasiado severo con aquellos que sufren. El problema en nuestro mundo es que todos hemos emitido juicio sobre ellos. No se acerque a otro individuo que ha caído en pecado con la actitud de: “Yo soy santo y míreme a mí.” Todo cuanto está haciendo es darse inmerecida alabanza. Pero yo les voy a presentar un hombre espiritual. Lea Gálatas 6:1: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.” Si usted encuentra un cristiano espiritual, encontrará a alguien que está tratando de relacionarse con un hombre diciendo:
“Mira, hermano, sólo soy un mendigo diciéndole a otro mendigo dónde ambos podemos encontrar pan: “Eso es llenar necesidades. Allí está la santidad de Dios.
La esencia de todo esto es que Dios dice: “Restauras a uno entonces lo alcanzas.” Ahí iría yo salvo por la gracia de Dios. ¿No es cierto? Eso es cuando una iglesia comienza a sentir la explosión en lugar de la implosión.
Comenzamos a extendemos. Comenzamos a amar. Comenzamos a satisfacer las necesidades que hay alrededor nuestro. Esa es la clave.
La razón por la cual los adolescentes comenzaron con su uso de las drogas, cayeron en la inmoralidad sexual y todas las demás cosas que hacen es por causa de nuestro complejo de inferioridad. ¿Por qué?
Porque desean ser aceptados. Quieren sentirse a gusto consigo mismos. Si no saben quiénes son, si no están equilibrados, entonces dependen de la aceptación de su grupo. De modo que ceden al grupo. Un individuo que se siente bien consigo mismo no tiene que seguir al grupo.
Algunos jovencitos dicen: “Yo no quiero ser un santurrón. Yo quiero asistir a la superior, caerles bien a los demás sin comprometer mi testimonio cristiano, pero, ¿cómo le hago con ese grupo?” La respuesta es muy sencilla: “Miren, ¿ustedes quieren que fume mariguana? Les agradezco que me quieran en su grupo. Eso es importante para mí, pero déjenme decirles algo. Si yo hago eso, yo lastimaré a alguien que amo mucho, muchísimo. Si en verdad quieren que sea su amigo y me quieren incluir, ustedes no van a querer que yo lastime a alguien a quien amo mucho, ¿verdad?”
El asunto es colocar el problema en el campo de ellos, sin herirlos. He tenido la experiencia de varios adolescentes que han regresado para decirme:
“Funciona.” No se les asiló. No se les condenó. Sólo se deja establecido:
“Tengo a alguien a quien no quiero lastimar.” Esto constituye la diferencia.
LOS QUE YA NO TIENEN PINÁCULO QUE ESCALAR (Continuará)
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