DANIEL
Poco se sabe de los progenitores de
Daniel. Fue llevado a Babilonia en 604 A.C. y educado para el
servicio del rey. Durante este adiestramiento, Daniel y sus tres
jóvenes amigos se negaron a comer alimentos ofrecidos a los
ídolos (Daniel 1:8) y pidieron que se les cambiara la comida.
Después de someterlos a examen, se les otorgó lo pedido, pues se
halló a estos jóvenes judíos en mejores condiciones físicas que
quienes comían los alimentos del rey; además, sobrepujaron a
todos los demás en conocimientos y sabiduría. Daniel
interpretó un sueño de Nabucodonosor que revelaba el futuro de
su imperio. Tuvo también visiones del futuro del mundo. Además,
interpretó para Belsasar, hijo de Nabucodonosor, la escritura
aparecida sobre el muro. Por intrigas de sus rivales fue echado a la
cueva de los leones debido a su fidelidad en adorar a Dios (Daniel
6:10-24). Esta intriga para librarse de Daniel fracasó por causa de
la gran fe de éste. Daniel fue un profeta que hizo prosperar la
causa de Dios.
Sobresaliente profeta de Jehová que
pertenecía a la tribu de Judá, y escritor del libro que lleva su
nombre. Se sabe muy poco de su juventud, si bien se dice que se le
llevó a Babilonia, probablemente cuando era un príncipe
adolescente, junto con otros miembros de la realeza y de la nobleza.
(Da 1:3-6.) Esto ocurrió en el tercer año (como rey tributario a
Babilonia) del reinado de Jehoiaquim, año que dio comienzo en la
primavera del 618 a. E.C. (Da 1:1.) Después de la ignominiosa muerte
de Jehoiaquim, su hijo Joaquín gobernó durante unos meses antes de
rendirse. A principios del año 617 a. E.C. Nabucodonosor se llevó
al cautiverio a Joaquín y otros “hombres de nota”, así como al
joven Daniel. (2Re 24:15.)
Bajo el dominio babilonio.
Aunque muchos de los exiliados vivían
cerca del río Kebar, fuera de la ciudad de Babilonia, se escogió a
Daniel y sus tres compañeros para un aprendizaje especial de la
escritura y lengua caldeas durante tres años, a fin de equiparlos
para funciones de gobierno. Como era costumbre, les pusieron nombres
babilonios: a Daniel le llamaron Beltsasar conforme al nombre del
dios de Nabucodonosor. (Da 1:7; 4:8; véase BELTSASAR.) Como Daniel
no quería contaminarse con los alimentos que le habían preparado
—entre los que podía haber algunos prohibidos por la ley mosaica o
tal vez profanados con rituales paganos—, pidió que su dieta y la
de sus compañeros se limitara a verduras y agua. Jehová Dios les
dio “conocimiento y perspicacia en toda escritura y sabiduría; y
Daniel mismo tenía entendimiento en toda suerte de visiones y
sueños”. (Da 1:17.) Cuando el rey los examinó una vez concluidos
los tres años, los halló “diez veces mejores que todos los
sacerdotes practicantes de magia y los sortílegos que había en toda
su región real”. (Da 1:20.)
Daniel continuó al servicio de la corte
real hasta la caída de Babilonia. Daniel 1:19 dice que sus tres
compañeros también “continuaron estando de pie delante del rey”
de Babilonia, pero no se especifica si todavía vivían cuando cayó
el imperio y permanecían en el cargo como Daniel, que después
estuvo en la corte persa hasta, por lo menos, el tercer año de Ciro.
(Da 10:1.)
Los sueños de Nabucodonosor.
En el segundo año de su reinado
(probablemente contando desde la caída de Jerusalén en 607 a.
E.C.), Nabucodonosor tuvo un sueño que ‘agitó su espíritu’.
Como todos los sabios fueron incapaces de revelarlo, Daniel se
presentó ante el rey y, no solo le contó el sueño por revelación
divina, sino que lo interpretó, gracias a lo cual salvó su vida y
la de los otros sabios. Este suceso hizo que Nabucodonosor nombrara a
Daniel “gobernante sobre todo el distrito jurisdiccional de
Babilonia y el prefecto principal sobre todos los sabios de
Babilonia”. (Da 2:48.) Sus tres compañeros recibieron puestos
encumbrados fuera de la corte, mientras que Daniel sirvió en la
misma corte del rey.
No se sabe con certeza por qué Daniel no
se vio implicado en la cuestión de integridad a la que se
enfrentaron sus compañeros Sadrac, Mesac y Abednego cuando se les
mandó que adorasen la imagen de oro colocada en la llanura de Dura
(Da 3); la Biblia no dice nada al respecto. El proceder previo de
Daniel, así como su lealtad posterior a Dios —incluso en peligro
de muerte, como se narra en el capítulo 6—, nos da completa
seguridad de que si hubiera estado presente, y sin importar las
circunstancias, no habría transigido arrodillándose ante la imagen.
Además, la Biblia presenta a Daniel como un siervo aprobado de Dios
y se menciona su nombre junto a los de Noé y Job. (Eze 14:14, 20; Mt
24:15; Heb 11:32, 33.)
Tiempo después, Daniel interpretó el
sueño de Nabucodonosor sobre un inmenso árbol que fue cortado y al
que después se le permitió brotar de nuevo. Este árbol
representaba al gran monarca babilonio (en la aplicación más
inmediata de la profecía). (Da 4:20-22.) Nabucodonosor permanecería
en un estado de locura por siete años y luego recobraría el juicio
y también su reino. Fue el propio Nabucodonosor quien dio testimonio
de que esto en realidad le sucedió por mano de Dios al parecerle
bien proclamar por todo el reino la experiencia. (Da 4:1, 2.)
Visiones.
Daniel recibió dos visiones (Da 7, 8)
durante el primer y el tercer año de Belsasar. Diferentes animales
representaron en estas visiones a las potencias mundiales que se
irían sucediendo hasta el tiempo en que serían destruidas y se
daría la gobernación celestial a “alguien como un hijo del
hombre”. (Da 7:11-14.) No se sabe con certeza si al recibir la
visión del capítulo 8, Daniel estaba de hecho en Susa o se vio a sí
mismo allí como parte de la visión. Parece ser que, tras la muerte
de Nabucodonosor, por largo tiempo se usó poco a Daniel como
consejero, si es que en alguna ocasión se volvió a acudir a él, de
manera que la reina (probablemente la reina madre) tuvo que hablar de
él a Belsasar cuando ninguno de sus sabios fue capaz de interpretar
la portentosa escritura que apareció sobre la pared del palacio en
la ocasión en que este monarca ofrecía un festín desenfrenado y
blasfemo. Como se le había prometido, “por heraldo anunciaron,
acerca de él, que había de llegar a ser el tercer gobernante en el
reino”; Nabonido era el primero y su hijo Belsasar, el segundo.
Aquella misma noche la ciudad cayó ante los medos y los persas y
Belsasar fue asesinado. (Da 5:1, 10-31.)
Bajo el dominio medopersa.
Durante el reinado de Darío el medo,
Daniel fue uno de los tres altos oficiales nombrados sobre los 120
sátrapas que tenían que gobernar el reino. Gracias al favor divino,
se distinguió notablemente por su servicio en el gobierno, hasta el
grado de estar a punto de ser elevado sobre todo el reino cuando la
envidia y los celos hicieron que otros oficiales tramaran su muerte.
La ley que indujeron al rey a promulgar tenía que ver con la
adoración de Daniel a Dios, ya que no podían encontrar en él
ninguna otra falta. El rey aplicó la ley de mala gana (la costumbre
no permitía cambiar una ley) y envió a Daniel al foso de los
leones. Debido a la firme integridad y fe de Daniel, Jehová envió a
su ángel para librarle de los leones. Luego Darío ajustició a los
conspiradores haciendo que fuesen devorados por los mismos leones.
(Da 6.)
En el primer año de Darío, Daniel
discernió por los escritos de Jeremías que se aproximaba el fin de
los setenta años de desolación de Jerusalén. (Jer 25:11, 12.)
Reconoció con humildad los pecados de su pueblo y oró para que
Jehová hiciese brillar su rostro sobre el santuario desolado de
Jerusalén. (Da 9:1, 2, 17.) Se le favoreció con una revelación
transmitida por medio de Gabriel, quien le dio la profecía de las
setenta semanas, una profecía que fijaba con exactitud el año de la
llegada del Mesías. Felizmente, Daniel vivió para ver el regreso de
los judíos con Zorobabel en 537 a. E.C., pero no se dice que los
acompañase. En el transcurso del tercer año de Ciro (536 a. E.C.),
Daniel recibió una visión de un ángel que, cuando iba a
revelársela, había tenido que contender con el príncipe de Persia.
El ángel reveló lo que le sucedería al pueblo de Daniel “en la
parte final de los días, porque es una visión todavía para los
días venideros”. (Da 10:14.) Empezando con los reyes de Persia, se
escribió historia por adelantado. La profecía señaló que la
escena mundial llegaría a estar dominada por dos potencias políticas
opuestas: “el rey del norte” y “el rey del sur”, y que esta
situación se mantendría así hasta que Miguel se pusiese de pie, a
lo que seguiría un tiempo de gran aflicción. (Da 11, 12.)
Puede que Daniel no haya vivido mucho
después del tercer año de Ciro, pues, si era un adolescente cuando
se le llevó a Babilonia en 617 a. E.C., debió ser casi centenario
cuando escribió la visión de los capítulos 10 al 12 de su libro.
Las palabras del ángel a Daniel: “En cuanto a ti mismo, ve hacia
el fin; y descansarás, pero te pondrás de pie para tu porción al
fin de los días”, parecen dar a entender que su vida estaba
próxima a terminar, pero que con seguridad resucitaría. (Da 12:13.)
Daniel el escritor.
En Mateo 24:15 Jesús menciona a Daniel
por nombre, mientras que en Hebreos 11:33 se halla una clara alusión
a su persona. La crítica moderna no puede demostrar que el libro
canónico de Daniel haya sido redactado por uno o más escritores del
tiempo de los macabeos. Sin embargo, hay tres inserciones apócrifas
que corresponden a otra pluma, a saber: el “Cántico de los tres
jóvenes”, la “Historia de Susana” y la “Historia de Bel y el
dragón”. Estos y otros escritos en los que se recogen hazañas y
enseñanzas atribuidas a Daniel cuadran mejor con las fábulas que
giran en torno a su gran fama, y su contenido no es nada fiable.
(Véase APÓCRIFOS, LIBROS; también DANIEL, LIBRO DE.)
3.
Sacerdote levita de la casa de Itamar que en el año 468 a. E.C.
acompañó a Esdras a Jerusalén. (Esd 8:2.) Es posible que él mismo
o uno de sus descendientes participase en la firma de la confesión
que se redactó durante el gobierno de Nehemías (Ne 10:6); no es el
profeta Daniel, que era de la tribu de Judá. (Da 1:6.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario