viernes, 6 de noviembre de 2015

Una princesa en penuria


De: Aimée Cabrera.

Desde hace un tiempo bastante largo hemos sabido de la tristeza que se ha apoderado de buena parte del Medio Oriente debido a los continuos conflictos que desencadenaron  guerras e incrementaron el odio desenfrenado que no llega a saciarse y se enorgullece a través de masacres, martirios y esclavitudes humillantes.
El gozo por la maldad ha traspasado los límites nunca admisibles para quienes vivimos en el temor a un Dios “lento para la ira y grande en misericordia” frase que suele aparecer en varios versículos del libro de los Salmos del Antiguo Testamento de nuestra Sagrada Biblia, la Palabra que tratamos de respetar y poner en práctica con todo prójimo.
Cuerpos humanos que flotan como amasijos en el mar, videos que muestran los momentos de angustia antes de una decapitación, fotos de cuerpos ensangrentados unos sobre otros, qué sucede en esa parte del mundo, dónde está el amor, la tolerancia, el respeto, la decencia, el saber convivir con quienes piensan distinto o profesan otras religiones. Las personas huyen despavoridas a tierras distantes, arriesgando sus vidas de por sí, en peligro perenne en la tierra que los vio nacer.
No debiera extrañarme que apareciera en mi bandeja de correos un mensaje desesperado de una chica que de repente ha quedado sola, sin nadie, sin nada y pide ayuda. Un grito de angustia se mezcla con la ternura de las frases de su  mensaje que, de solo recordarlo, me hacen sentir impotencia por  no poder ayudarla.
Ella puede ser más que mi hija, solo tiene 24 años y su foto la muestra tan bella como las hijas de esa región, cuyo exotismo aún recordamos cuando nos deleitábamos  con los cuentos que leíamos en la niñez, en los cuales se describían sus palacios, tesoros, bellas princesas y ánforas encantadas.
Su nombre es Achim,  nació y vivió con sus padres en Libia hasta que un día  quedó huérfana, sola y pobre. Ahora se encuentra refugiada en una nación africana muy distante de la suya, quizás con otra idiosincrasia y no dejo de tener un momento para dedicar mi oración a ella.
Más que orar suplico al Señor “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos” Sal 91,11, que la cuide de tantas personas que puedan fingir que desean auxiliarla. En su condición de mujer es doblemente discriminada algo inadmisible en pleno Siglo XXI pero que sucede con tanta frecuencia.
¿Qué leen esas personas que matan y torturan, en pos de qué, de aniquilar poblaciones, campamentos de refugiados? No puede haber un Dios que sienta júbilo ante tanto horror. No puede haberlo. No existe.
 Me imagino a Achim triste y llorosa como David, cuando leo la primera parte del primer versículo del Salmo 22 que dice “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Y en el segundo reitera “Dios mío, clamo de día, y no respondes; Y de noche no hay para mi reposo”  y comienza el tercero “Pero tú eres santo”, como acto de fe y total incondicionalidad al Padre Eterno a quien, a partir de ese verso dedica múltiples atributos.
Pienso también en la chica bella y ultrajada cuando le dedico el salmo 121 a sabiendas de que su socorro vendrá de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. Y le digo como si la tuviera delante de mi “Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada Desde ahora y para siempre” Sal 121, 7-8.
Pidiendo por ella y por tantos miles de  personas pido salvación, misericordia, que puedan en medio de su aflicción alabarle, que les devuelva la paz, Él que es “Padre de huérfanos y defensor de viudas, Es Dios en su santa morada” Sal 68,5 para que puedan volver a habitar en familia y prosperidad.
“Llegue delante de ti el gemido de los presos; Conforme a la grandeza de tu brazo Preserva a los sentenciados a muerte” Sal 79,11 “Porque tú, Señor eres bueno y perdonador Y grande en misericordia para con todo los que te invocan” Sal 86,5 por eso puedes perdonar en el nombre poderoso de tu Hijo Jesús a quienes se jactan de su maldad “Llena sus rostros de vergüenza, Y busquen tu nombre, oh Jehová” Sal 83,16.
Si es de día o de noche intento imaginar qué hora es en Dakar, Senegal, en qué piensa Achim, ¿estará sonriente? Es mi momento de decirle a Dios entre otros versos “Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como la ofrenda de la tarde” Sal 141,2  “Me postraré hacia tu santo templo, Y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad; Porque has engrandecido tu nombre, Y tu palabra sobre todas las cosas” Sal 138,2, Amén.



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