Introducción
El
libro de Hech. tiene el mismo estilo que los Evangelios, o sea que se
trata de un escrito que primordialmente narra sucesos, aunque también
se registran enseñanzas. Por el otro lado, el tema es la vida y
crecimiento de la iglesia primitiva, que lo relaciona más
estrechamente con las epístolas que con los Evangelios. Su ubicación
en las Biblias modernas entre los Evangelios y las epístolas es, por
ello, apropiada.
Hechos,
la Nueva Etapa
Los
primeros versículos de Hech. hacen referencia al “primer relato”
del autor, que es el Evangelio de Luc. Las obras antiguas estaban
divididas en “libros”, así como en “capítulos”, y todo hace
pensar que ambas obras estaban planeadas para ser una sola en dos
partes. No podemos mirar las cuestiones generales sobre el libro de
Hech. sin considerar también el Evangelio de Luc. y especialmente
los pri meros cuatro versículos de ese libro, que probablemente
equivalían a un prefacio de la obra en dos tomos.
En
cuanto a la autoría del libro, ver la Introducción al Evangelio de
Luc. Como se indica allí, Lucas, el compañero de viaje de Pablo
(Col. 4:14) parece ser el autor. En los últimos caps. de Hech., la
historia ocasionalmente se relata en primera persona plural: “Nos
quedamos siete días allí, ya que hallamos a los discípulos”
(21:4; ver 16:10–17; 20:5–21:18; 27:1–28:16). La explicación
más na tural para ello es que el libro fue escrito por alguien que
tomó parte en algunos de los hechos. Se han presentado objeciones a
esta teoría, pero la principal preocupación se refiere a la
exactitud histórica del autor. Por ejemplo, si éste presenta una
falsa imagen de Pablo, es menos probable que realmente haya sido un
compañero de viajes del Apóstol. De hecho, estas objeciones no se
podrían sostener ante un buen examen.
La
fecha de redacción es más difícil de fijar. Una vez más, como se
indica en la Introducción de Luc., hay dos teorías principales: que
fue escrito algo después del año 60, mientras Pablo estaba en la
prisión en Roma o después del 80, luego de su muerte. Varios hechos
de los últimos capítulos sugieren la fecha más antigua. Por un
lado, el libro termina con Pablo (y los lectores) esperando el
resultado del juicio en Roma. Después de la larga descripción de la
apelación a César y del viaje para ese juicio, parece extraño que
el autor se despidiera de esa manera, a menos que de hecho estuviera
poniendo a sus lectores al día. En los últimos capítulos hay una
sensación de vivacidad e inmediatez que sugiere que el autor
descansaba en memorias frescas. Si bien estos detalles sugieren
la fecha más antigua, también pueden ser explicados de otras
maneras y nos vemos forzados a concluir que cualquiera de las dos
fechas es posible.
La
descripción del libro como “historia” y por ende del autor como
“historiador” parecía ser patente durante siglos hasta que los
estudiosos modernos de la Biblia reconocieron en muchos sentidos que
Hech. y los cuatro Evangelios también pueden ser clasificados
correctamente como “teología”. Más que estar primordialmente
preocupados con una afirmación simple e imparcial de los hechos y
sucesos, los autores claramente tenían un propósito que involucraba
compartir las buenas nuevas y convencer o enseñar a sus lectores.
Recientemente, se ha puesto más atención a la capacidad demostrada
por estos autores para “contar la historia” y los estudiosos del
NT han estado tratando de ver Hech. como una pieza literaria bien
elaborada más que una “historia seca y objetiva” por un lado y
“teología” por el otro. Todos estos enfoques deben ser seña
lados, pero de tal modo que se apoyen entre sí más que como una
cancelación mutua. En Luc.—Hech. y en otros libros que constituyen
la Biblia, la teología se basa en la verdad histórica.
Hechos
Como Historia
Con
frecuencia en los tiempos modernos ha sido cuestionada la exactitud
histórica del libro de Hech., especialmente sobre la base de las
malas interpretaciones del mismo. En cierta época del siglo XX entre
los eruditos se creía generalmente que Hech. fue escrito mucho más
tarde en la historia de la iglesia y en cierto modo como una
propaganda que intentaba suavizar las divisiones que existían entre
la iglesia petrina (judía) y la paulina (pro-gentil). Se argüía
que esto era un recuerdo desagradable que había que “encubrir”.
Aunque había algunos problemas causados por la inclusión de los
gentiles en lo que comenzó como un movimiento dentro del judaísmo,
ahora se reconoce que Hech. trata con estos problemas de un modo
directo y que el autor no tenía reparos para registrar divisiones y
dificultades en la iglesia (ver p. ej. 15:36–41).
Otro
error se refiere al retrato de Pablo en Hech. No podemos esperar que
el libro reproduzca todos los aspectos de Pablo como se los encuentra
en las cartas, sino que sólo puede preverse un retrato incompleto.
Pero, ¿es diferente el retrato que presenta Luc. del verdadero
Pablo? El discurso en Atenas (cap. 17) generalmente se usa como un
intento de demostrar cuán diferente es el cuadro que Lucas presenta
comparado con la realidad de Pablo. Pablo, que en 1 Cor. escribió
sobre su falta de elocuencia, se dice que fue aclamado como un
espléndido orador y filósofo en Atenas, la ciudad de la cul tura y
la educación. Además se señala que el discurso excusa y casi
endosa el culto a los ídolos, algo que nunca hubiera hecho el
verdadero Pablo. Ninguno de estos puntos se mantiene ante un análisis
serio. Lejos de ser un orador ideal y convincente, Pablo fue
ridiculizado por los atenienses que escucharon su mensaje y Lucas
registra que sólo un pequeño grupo de personas fue convencido, lo
que difícilmente se puede ver como una historia interesada en
impresionar a los lectores de Hech. En otro pasaje, Pablo se retrata
como habiendo hablado tan largamente que hasta un oyente que estaba
de acuerdo con él cayó dormido (20:7–12). En cuanto a la actitud
“simpática” hacia la adoración de ídolos en Atenas, en
realidad esta parte del discurso es un velado ataque a toda adoración
de ídolos, más que un sincero acuerdo. Este proceder está de acuer
do con la actitud de Pablo al llegar a la ciudad (ver 17:16 y el
comentario sobre 17:16–34) así como su actitud expresada en las
cartas.
Lo
que puede denominarse “grandes trazos” de la obra de Luc. tiende
a confirmar más que a negar la idea de que Hech. contiene una
historia genuina. Lo mismo ocurre con el detalle fino. Hay muchos
detalles históricos en el libro, innecesarios para su línea
principal, cuya inclusión sugiere que es una fuente confiable de
información. Por ejemplo, los detalles geográficos y el uso de
nombres personales y títulos apropiados en Hech. han salido a la luz
al tiempo que los arqueólogos e historiadores descubren y publican
más de la antigua evidencia. No faltan en Hech. interrogantes
históricos (ver el comentario luego sobre 5:33–39 y las
dificultades alrededor del cap. 15 y Gál.), pero en su conjunto nos
llega como una fuente confiable de los tiempos y los hechos que
cubre.
Hechos
Como Teologia
Sin
embargo, Lucas puede no ser un historiador en el sentido moderno del
término. Claramente tenía fuertes sentimientos acerca de su tema, y
aunque es to no es inesperado en la idea antigua de lo que
significaba escribir historia, a Lucas se le puede clasificar como
teólogo tanto como historiador. Su teología se ve a lo largo del
conjunto de los dos tomos. Los temas teológicos que parecen
especialmente importantes en un estudio de Hech. son la obra de la
iglesia y la expansión universal de la salvación que se ofrece. El
Espíritu Santo juega un papel importante en Hech. y el autor tuvo
que esforzarse para mostrar que la expansión de la iglesia a los
samaritanos y a los gentiles no ocurrió por iniciativa de los mismos
cristianos, sino que fue iniciada y luego dramáticamente autorizada
y aprobada por el Espíritu Santo.
Sin
embargo, es importante reconocer que Lucas no estaba escribiendo un
libro sobre
el Espíritu Santo. Su tema era la expansión del evangelio y
describe el papel central del Espíritu en esa labor. P. ej., podría
habernos contado mucho más sobre lo que realmente ocurrió a los
discípulos en Pentecostés. Nos habría agradado mucho tener alguna
afirmación sobre cómo moraba en ellos el Espíritu Santo, si era
permanente, qué cambios hacía en la vida de los creyentes, etc.
Pero no hace tales afirmaciones porque ése no era el tipo de libro
que estaba escribiendo. Su foco no estaba primordialmente en cómo la
venida del Espíritu Santo afectó a los creyentes, sino en cómo los
peregrinos judíos en Jerusalén fueron alcanzados ese día.
Lucas
conocía y expresaba verdades teológicas sobre el Espíritu Santo,
el papel de Jesús, el cumplimiento de las profecías del AT y la
posibilidad de aceptar a los gentiles fuera de la ley. Pero aunque
era teólogo, no debemos suponer que este libro sea una teología
sistemática, y debemos disimular nuestra frustración si deja
insatisfechas las curiosidades del siglo XX. La presencia de ideas e
intereses teológicos no significa que no po demos confiar en la
historia que se presenta.
Hechos
Como Obra Literaria
La
naturaleza literaria de Luc.—Hech. puede verse a partir de su
forma. Si bien sería difícil encontrar dos comentarios que
concuerden completamente sobre el bosquejo del libro de Hech., todos
están de acuerdo en que está estructurado en forma efectiva y aun
artística. A lo largo de ambos tomos, la ciudad de Jerusalén
funciona como una “piedra de toque” a la cual la narración
vuelve una y otra vez. También hay un claro movimiento de toda la
narración desde el “patio trasero” del Imperio Romano en Galilea
a Judea y a su capital provincial de Cesarea y de allí por Samaria,
paso a paso por todo el resto del mundo romano hasta que, al final
del libro, la palabra se ha esparcido en todo el camino hasta Roma,
la misma capital imperial. La progresión es histórica, pero Lucas
ha escogido historias y aun cambia el enfoque de un grupo de
personajes a otro, a fin de enfatizar ese movimiento.
Lucas
retrata a Pablo como alguien que predicó tanto a judíos como a
gentiles así como habiendo alentado a muchas comunidades cristianas.
Sin embargo, están registrados sólo un discurso principal en una
sinagoga (13:14–43), otro delante de una asamblea gentil (17:16–35;
el de 14:14–17, aunque similar no se le compara en escala) y otro
delante de una reunión de cristianos (20:17–38). De ese mo do, en
el libro hay un discurso representativo delante de cada tipo de
audiencia.
Esa
selección y arreglo deliberados nos obliga a hacernos la pregunta de
cuál fue el propósito del autor al escribir. Dado el tamaño y
complejidad del libro, es improbable que se trate de algo tan senci
llo como de registrar las cosas que han ocurrido. Luc. y Hech. no son
meros relatos cronológicos y ciertamente no son completos. Queda
fuera demasiado para pensar que ése haya sido el propósito de
Lucas.
Al
contrario, Hech. se puede considerar como la respuesta a una compleja
pregunta sobre el cristianismo. ¿Qué es el cristianismo? Si es una
secta judía, entonces ¿por qué todos los judíos están apa
rentemente contra ella y tantos gentiles dentro de ella? Si el
cristianismo es una religión más bien que un asunto político, ¿por
qué Jesús es llamado “rey” y su movimiento un “reino”, y
por qué provoca tumultos y perturbaciones?
Quizá
estas cuestiones surgieron como resultado directo del juicio de Pablo
en Roma, que figura tan prominentemente en el último tercio de Hech.
Probablemente el libro sea demasiado largo y haya demasiado de él
que está sólo tangencialmente relacionado como para que se lo
considere una parte de la defensa, pero puede haber sido escrito para
contestar preguntas que surgieron a causa del juicio.
Este
tipo de propósito para Luc.—Hech. tiene sentido en relación con
muchos aspectos de Hech.: el cambio desde los comienzos de la iglesia
de Jerusalén hasta la misión en Roma, el enfoque sobre varios
apóstoles y la expansión en el mundo así como la oposición
enfrentada. También da sentido a la afirmación de Lucas en el
primer capítulo del Evangelio: que estaba escribiendo para
clarificar y explicar las cosas que Teófilo ya había oído sobre
Jesucristo y el movimiento que él había hecho surgir.
Hechos
Como Mensaje Actual
Lucas
escribía con un propósito contemporáneo particular y eso puede
hacernos pesimistas sobre la posibilidad de encontrar algo
en Hech. que sea rele vante para nuestra propia situación moderna.
Tener un moderado monto de precaución es buena cosa. Hech. no es un
patrón sobre cómo hacer obra misionera o cómo organizar una
iglesia, así como tampoco sobre cómo actuar cuando nos amenaza un
naufragio. Hech. es relevante para quienes estén en todas las
situaciones y culturas en la medida en que aporta buenos ejemplos y
la seguridad de que sea como fuere que se vean las cosas, Dios está
en acción detrás del escenario, como ha estado siempre con su
pueblo en el pasado. Podemos aprender mucho de Hech. sobre cómo
conducir nuestras propias vidas de manera cristiana, pero debemos
hacerlo to mando seriamente el libro y las intenciones de su autor …
y aprendiendo a valorar la historia que narra antes que nada por su
propio valor.
Hech.
no pretende enseñar que cada cristiano debe actuar tal como lo
hicieron los héroes del libro. Aun Pablo, cuyo poder sanador en el
ámbito de Hech. parece tan grande e imposible de detener (ver 9:11,
12), tuvo que aprender que tal “poder” no era algo que él
“tenía” o podía dirigir o controlar plenamente (2 Cor.
12:1–10). Pero Hech. nos dice que no despreciemos ese poder. Dios
puede usar y ha usado a los creyentes para realizar cosas asombrosas.
Hech.
también nos muestra que, debido a que somos cristianos, podemos
escapar de tales limitaciones humanas como los desacuerdos dentro de
nuestro compañerismo (ver p. ej. 15:2 y la conferencia que siguió
luego o el desacuerdo entre Barrabás y Pablo por causa de Juan
Marcos en 15:37–41). Tampoco estamos completamente inmunes de
pecado sin reservas e hipocresía (ver Ananías y Safira, 5:1–11) y
de la misma real amenaza de juicio.
Hech.
nos enseña sobre nosotros mismos y sobre nuestra situación por
medio de ejemplos de otros en otras circunstancias. No es un libro
que sólo enfoque las vidas y comunidades ideales; en ese sentido es
muy realista. Pero el tipo de realismo a que nos alienta es una
realidad en que los llamados hechos sobrenaturales, aunque no sucesos
cotidianos, son igualmente probables, especialmente donde esté el
pueblo de Dios en las fronteras de la obra a que ha sido llamado.
Bosquejo
del Contenido
1:1—11 Introducción
1:1-3 Prólogo
1:4, 5 El don
del Espíritu Santo
1:6-11 La
ascensión y la obra a ser hecha en la tierra
1:12—8:3 Jerusalén
y el templo
1:12-26 Compleción
de los doce en Jerusalén
2:1-47 La
fiesta de Pentecostés en Jerusalén
3:1—4:31 El
episodio en la puerta del templo
4:32—5:11 Hipocresía
en la iglesia primitiva
5:12-42 Nuevamente
ante el Sanedrín: la regla de Gamaliel
6:1—8:3 Esteban
delante del Sanedrín: el fin de una era
8:4—12:25 Ministerio
a los no judíos supervisado desde Jerusalén
8:4-25 Felipe
en Samaria
8:26-40 Felipe
y el eunuco etíope
9:1-31 Saulo
de Tarso en el camino a Damasco
9:32-43 Pedro
en Lida y Jope
10:1—11:18 Pedro,
Cornelio y la cuestión gentil
11:19-30 Bernabé,
Saulo y la primera iglesia gentil
12:1-25 Herodes
Agripa y la iglesia: el fin de una era
13:1—20:38 Ministerio
deliberado a los gentiles
13:1—14:28 El
primer viaje misionero
15:1—16:5 El
concilio de Jerusalén y la resolución de la cuestión de los
gentiles
16:6—18:22 El
segundo viaje llega a ser misionero
18:23—20:12 El
tercer viaje y la decisión de ir a Jerusalén
20:13-38 Despedida
de Pablo en Mileto: el fin de una era
21:1—28:31 Jerusalén
y Roma: Pablo bajo juicio
21:1—23:11 Ante
los judíos: Jerusalén
23:12—26:32 Ante
los romanos: Cesarea
27:1—28:31 A
la misma Roma
Comentario
1:1-11
Introduccion
El
libro de Hech. tiene el mismo estilo que los Evangelios, o sea que se
trata de un escrito que primordialmente narra sucesos, aunque también
se registran enseñanzas. Por el otro lado, el tema es la vida y
crecimiento de la iglesia primitiva, que lo relaciona más
estrechamente con las epístolas que con los Evangelios. Su ubicación
en las Biblias modernas entre los Evangelios y las epístolas es, por
ello, apropiada.
Hechos,
la Nueva Etapa
Los
primeros versículos de Hech. hacen referencia al “primer relato”
del autor, que es el Evangelio de Luc. Las obras antiguas estaban
divididas en “libros”, así como en “capítulos”, y todo hace
pensar que ambas obras estaban planeadas para ser una sola en dos
partes. No podemos mirar las cuestiones generales sobre el libro de
Hech. sin considerar también el Evangelio de Luc. y especialmente
los pri meros cuatro versículos de ese libro, que probablemente
equivalían a un prefacio de la obra en dos tomos.
En
cuanto a la autoría del libro, ver la Introducción al Evangelio de
Luc. Como se indica allí, Lucas, el compañero de viaje de Pablo
(Col. 4:14) parece ser el autor. En los últimos caps. de Hech., la
historia ocasionalmente se relata en primera persona plural: “Nos
quedamos siete días allí, ya que hallamos a los discípulos”
(21:4; ver 16:10–17; 20:5–21:18; 27:1–28:16). La explicación
más na tural para ello es que el libro fue escrito por alguien que
tomó parte en algunos de los hechos. Se han presentado objeciones a
esta teoría, pero la principal preocupación se refiere a la
exactitud histórica del autor. Por ejemplo, si éste presenta una
falsa imagen de Pablo, es menos probable que realmente haya sido un
compañero de viajes del Apóstol. De hecho, estas objeciones no se
podrían sostener ante un buen examen.
La
fecha de redacción es más difícil de fijar. Una vez más, como se
indica en la Introducción de Luc., hay dos teorías principales: que
fue escrito algo después del año 60, mientras Pablo estaba en la
prisión en Roma o después del 80, luego de su muerte. Varios hechos
de los últimos capítulos sugieren la fecha más antigua. Por un
lado, el libro termina con Pablo (y los lectores) esperando el
resultado del juicio en Roma. Después de la larga descripción de la
apelación a César y del viaje para ese juicio, parece extraño que
el autor se despidiera de esa manera, a menos que de hecho estuviera
poniendo a sus lectores al día. En los últimos capítulos hay una
sensación de vivacidad e inmediatez que sugiere que el autor
descansaba en memorias frescas. Si bien estos detalles sugieren
la fecha más antigua, también pueden ser explicados de otras
maneras y nos vemos forzados a concluir que cualquiera de las dos
fechas es posible.
La
descripción del libro como “historia” y por ende del autor como
“historiador” parecía ser patente durante siglos hasta que los
estudiosos modernos de la Biblia reconocieron en muchos sentidos que
Hech. y los cuatro Evangelios también pueden ser clasificados
correctamente como “teología”. Más que estar primordialmente
preocupados con una afirmación simple e imparcial de los hechos y
sucesos, los autores claramente tenían un propósito que involucraba
compartir las buenas nuevas y convencer o enseñar a sus lectores.
Recientemente, se ha puesto más atención a la capacidad demostrada
por estos autores para “contar la historia” y los estudiosos del
NT han estado tratando de ver Hech. como una pieza literaria bien
elaborada más que una “historia seca y objetiva” por un lado y
“teología” por el otro. Todos estos enfoques deben ser seña
lados, pero de tal modo que se apoyen entre sí más que como una
cancelación mutua. En Luc.—Hech. y en otros libros que constituyen
la Biblia, la teología se basa en la verdad histórica.
Hechos
Como Historia
Con
frecuencia en los tiempos modernos ha sido cuestionada la exactitud
histórica del libro de Hech., especialmente sobre la base de las
malas interpretaciones del mismo. En cierta época del siglo XX entre
los eruditos se creía generalmente que Hech. fue escrito mucho más
tarde en la historia de la iglesia y en cierto modo como una
propaganda que intentaba suavizar las divisiones que existían entre
la iglesia petrina (judía) y la paulina (pro-gentil). Se argüía
que esto era un recuerdo desagradable que había que “encubrir”.
Aunque había algunos problemas causados por la inclusión de los
gentiles en lo que comenzó como un movimiento dentro del judaísmo,
ahora se reconoce que Hech. trata con estos problemas de un modo
directo y que el autor no tenía reparos para registrar divisiones y
dificultades en la iglesia (ver p. ej. 15:36–41).
Otro
error se refiere al retrato de Pablo en Hech. No podemos esperar que
el libro reproduzca todos los aspectos de Pablo como se los encuentra
en las cartas, sino que sólo puede preverse un retrato incompleto.
Pero, ¿es diferente el retrato que presenta Luc. del verdadero
Pablo? El discurso en Atenas (cap. 17) generalmente se usa como un
intento de demostrar cuán diferente es el cuadro que Lucas presenta
comparado con la realidad de Pablo. Pablo, que en 1 Cor. escribió
sobre su falta de elocuencia, se dice que fue aclamado como un
espléndido orador y filósofo en Atenas, la ciudad de la cul tura y
la educación. Además se señala que el discurso excusa y casi
endosa el culto a los ídolos, algo que nunca hubiera hecho el
verdadero Pablo. Ninguno de estos puntos se mantiene ante un análisis
serio. Lejos de ser un orador ideal y convincente, Pablo fue
ridiculizado por los atenienses que escucharon su mensaje y Lucas
registra que sólo un pequeño grupo de personas fue convencido, lo
que difícilmente se puede ver como una historia interesada en
impresionar a los lectores de Hech. En otro pasaje, Pablo se retrata
como habiendo hablado tan largamente que hasta un oyente que estaba
de acuerdo con él cayó dormido (20:7–12). En cuanto a la actitud
“simpática” hacia la adoración de ídolos en Atenas, en
realidad esta parte del discurso es un velado ataque a toda adoración
de ídolos, más que un sincero acuerdo. Este proceder está de acuer
do con la actitud de Pablo al llegar a la ciudad (ver 17:16 y el
comentario sobre 17:16–34) así como su actitud expresada en las
cartas.
Lo
que puede denominarse “grandes trazos” de la obra de Luc. tiende
a confirmar más que a negar la idea de que Hech. contiene una
historia genuina. Lo mismo ocurre con el detalle fino. Hay muchos
detalles históricos en el libro, innecesarios para su línea
principal, cuya inclusión sugiere que es una fuente confiable de
información. Por ejemplo, los detalles geográficos y el uso de
nombres personales y títulos apropiados en Hech. han salido a la luz
al tiempo que los arqueólogos e historiadores descubren y publican
más de la antigua evidencia. No faltan en Hech. interrogantes
históricos (ver el comentario luego sobre 5:33–39 y las
dificultades alrededor del cap. 15 y Gál.), pero en su conjunto nos
llega como una fuente confiable de los tiempos y los hechos que
cubre.
Hechos
Como Teologia
Sin
embargo, Lucas puede no ser un historiador en el sentido moderno del
término. Claramente tenía fuertes sentimientos acerca de su tema, y
aunque es to no es inesperado en la idea antigua de lo que
significaba escribir historia, a Lucas se le puede clasificar como
teólogo tanto como historiador. Su teología se ve a lo largo del
conjunto de los dos tomos. Los temas teológicos que parecen
especialmente importantes en un estudio de Hech. son la obra de la
iglesia y la expansión universal de la salvación que se ofrece. El
Espíritu Santo juega un papel importante en Hech. y el autor tuvo
que esforzarse para mostrar que la expansión de la iglesia a los
samaritanos y a los gentiles no ocurrió por iniciativa de los mismos
cristianos, sino que fue iniciada y luego dramáticamente autorizada
y aprobada por el Espíritu Santo.
Sin
embargo, es importante reconocer que Lucas no estaba escribiendo un
libro sobre
el Espíritu Santo. Su tema era la expansión del evangelio y
describe el papel central del Espíritu en esa labor. P. ej., podría
habernos contado mucho más sobre lo que realmente ocurrió a los
discípulos en Pentecostés. Nos habría agradado mucho tener alguna
afirmación sobre cómo moraba en ellos el Espíritu Santo, si era
permanente, qué cambios hacía en la vida de los creyentes, etc.
Pero no hace tales afirmaciones porque ése no era el tipo de libro
que estaba escribiendo. Su foco no estaba primordialmente en cómo la
venida del Espíritu Santo afectó a los creyentes, sino en cómo los
peregrinos judíos en Jerusalén fueron alcanzados ese día.
Lucas
conocía y expresaba verdades teológicas sobre el Espíritu Santo,
el papel de Jesús, el cumplimiento de las profecías del AT y la
posibilidad de aceptar a los gentiles fuera de la ley. Pero aunque
era teólogo, no debemos suponer que este libro sea una teología
sistemática, y debemos disimular nuestra frustración si deja
insatisfechas las curiosidades del siglo XX. La presencia de ideas e
intereses teológicos no significa que no po demos confiar en la
historia que se presenta.
Hechos
Como Obra Literaria
La
naturaleza literaria de Luc.—Hech. puede verse a partir de su
forma. Si bien sería difícil encontrar dos comentarios que
concuerden completamente sobre el bosquejo del libro de Hech., todos
están de acuerdo en que está estructurado en forma efectiva y aun
artística. A lo largo de ambos tomos, la ciudad de Jerusalén
funciona como una “piedra de toque” a la cual la narración
vuelve una y otra vez. También hay un claro movimiento de toda la
narración desde el “patio trasero” del Imperio Romano en Galilea
a Judea y a su capital provincial de Cesarea y de allí por Samaria,
paso a paso por todo el resto del mundo romano hasta que, al final
del libro, la palabra se ha esparcido en todo el camino hasta Roma,
la misma capital imperial. La progresión es histórica, pero Lucas
ha escogido historias y aun cambia el enfoque de un grupo de
personajes a otro, a fin de enfatizar ese movimiento.
Lucas
retrata a Pablo como alguien que predicó tanto a judíos como a
gentiles así como habiendo alentado a muchas comunidades cristianas.
Sin embargo, están registrados sólo un discurso principal en una
sinagoga (13:14–43), otro delante de una asamblea gentil (17:16–35;
el de 14:14–17, aunque similar no se le compara en escala) y otro
delante de una reunión de cristianos (20:17–38). De ese mo do, en
el libro hay un discurso representativo delante de cada tipo de
audiencia.
Esa
selección y arreglo deliberados nos obliga a hacernos la pregunta de
cuál fue el propósito del autor al escribir. Dado el tamaño y
complejidad del libro, es improbable que se trate de algo tan senci
llo como de registrar las cosas que han ocurrido. Luc. y Hech. no son
meros relatos cronológicos y ciertamente no son completos. Queda
fuera demasiado para pensar que ése haya sido el propósito de
Lucas.
Al
contrario, Hech. se puede considerar como la respuesta a una compleja
pregunta sobre el cristianismo. ¿Qué es el cristianismo? Si es una
secta judía, entonces ¿por qué todos los judíos están apa
rentemente contra ella y tantos gentiles dentro de ella? Si el
cristianismo es una religión más bien que un asunto político, ¿por
qué Jesús es llamado “rey” y su movimiento un “reino”, y
por qué provoca tumultos y perturbaciones?
Quizá
estas cuestiones surgieron como resultado directo del juicio de Pablo
en Roma, que figura tan prominentemente en el último tercio de Hech.
Probablemente el libro sea demasiado largo y haya demasiado de él
que está sólo tangencialmente relacionado como para que se lo
considere una parte de la defensa, pero puede haber sido escrito para
contestar preguntas que surgieron a causa del juicio.
Este
tipo de propósito para Luc.—Hech. tiene sentido en relación con
muchos aspectos de Hech.: el cambio desde los comienzos de la iglesia
de Jerusalén hasta la misión en Roma, el enfoque sobre varios
apóstoles y la expansión en el mundo así como la oposición
enfrentada. También da sentido a la afirmación de Lucas en el
primer capítulo del Evangelio: que estaba escribiendo para
clarificar y explicar las cosas que Teófilo ya había oído sobre
Jesucristo y el movimiento que él había hecho surgir.
Hechos
Como Mensaje Actual
Lucas
escribía con un propósito contemporáneo particular y eso puede
hacernos pesimistas sobre la posibilidad de encontrar algo
en Hech. que sea rele vante para nuestra propia situación moderna.
Tener un moderado monto de precaución es buena cosa. Hech. no es un
patrón sobre cómo hacer obra misionera o cómo organizar una
iglesia, así como tampoco sobre cómo actuar cuando nos amenaza un
naufragio. Hech. es relevante para quienes estén en todas las
situaciones y culturas en la medida en que aporta buenos ejemplos y
la seguridad de que sea como fuere que se vean las cosas, Dios está
en acción detrás del escenario, como ha estado siempre con su
pueblo en el pasado. Podemos aprender mucho de Hech. sobre cómo
conducir nuestras propias vidas de manera cristiana, pero debemos
hacerlo to mando seriamente el libro y las intenciones de su autor …
y aprendiendo a valorar la historia que narra antes que nada por su
propio valor.
Hech.
no pretende enseñar que cada cristiano debe actuar tal como lo
hicieron los héroes del libro. Aun Pablo, cuyo poder sanador en el
ámbito de Hech. parece tan grande e imposible de detener (ver 9:11,
12), tuvo que aprender que tal “poder” no era algo que él
“tenía” o podía dirigir o controlar plenamente (2 Cor.
12:1–10). Pero Hech. nos dice que no despreciemos ese poder. Dios
puede usar y ha usado a los creyentes para realizar cosas asombrosas.
Hech.
también nos muestra que, debido a que somos cristianos, podemos
escapar de tales limitaciones humanas como los desacuerdos dentro de
nuestro compañerismo (ver p. ej. 15:2 y la conferencia que siguió
luego o el desacuerdo entre Barrabás y Pablo por causa de Juan
Marcos en 15:37–41). Tampoco estamos completamente inmunes de
pecado sin reservas e hipocresía (ver Ananías y Safira, 5:1–11) y
de la misma real amenaza de juicio.
Hech.
nos enseña sobre nosotros mismos y sobre nuestra situación por
medio de ejemplos de otros en otras circunstancias. No es un libro
que sólo enfoque las vidas y comunidades ideales; en ese sentido es
muy realista. Pero el tipo de realismo a que nos alienta es una
realidad en que los llamados hechos sobrenaturales, aunque no sucesos
cotidianos, son igualmente probables, especialmente donde esté el
pueblo de Dios en las fronteras de la obra a que ha sido llamado.
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