“La Palabra de Dios es Independiente y es Luz, para todo aquel que esté perdido en las tinieblas torcidas y oscuras de la vida”.
jueves, 18 de noviembre de 2010
La Iglesia y el castrismo
Como era de esperarse, la participación de Raúl Castro y las palabras dichas por el cardenal Jaime Ortega en la ceremonia inaugural del seminario San Carlos y San Ambrosio en La Habana han sacado ronchas entre algunos que vivimos de este lado del Estrecho de la Florida.
A través de los años he visto con dolor cómo algunos desde la seguridad que nos ofrece el exilio preferirían ver a la Iglesia cubana más en las catacumbas. Eso hace noticia y es bueno para mostrar al mundo los crímenes del castrismo. No niego que algunos hablan desde el dolor de una experiencia atroz en las cárceles cubanas. En toda situación siempre hay al menos dos puntos de vista. Quisiera aportar el mío a esta discusión. Salí de Cuba en agosto de 1962. Mi salida fue resultante de mi participación en las Juventudes de Acción Católica y específicamente en la Iglesia de la Caridad y sus repercusiones en nuestra seguridad personal y libertad religiosa después de la expulsión de los sacerdotes de Cuba el 17 de septiembre de 1961.
Desde mi llegada a la diáspora cada día durante todos estos años he rezado por la Iglesia que dejé atrás: por sus obispos, sacerdotes, religiosos, laicos comprometidos y fieles en general. He pedido por su seguridad y por su crecimiento. He pedido con todas mis fuerzas que pudieran encontrar una mayor facilidad para realizar su misión en la Isla.
Hoy doy gracias a Dios por el logro de la construcción de un seminario que permitirá la formación de sacerdotes cubanos, tan necesarios en medio de nuestro pueblo. No ignoro ni olvido la expropiación del antiguo seminario del Buen Pastor en Arroyo Arenas. Por eso yo desde aquí --fuera de Cuba-- no doy ni tengo que darle gracias al gobierno en Cuba por permitir a la Iglesia --con ayuda del exterior-- construir uno nuevo.
Pero tampoco puedo decir a los que en Cuba se han quedado en la Iglesia sufriendo estas casi cinco décadas de dolor y dificultades qué es lo que tienen que decir o hacer. No podemos olvidar que la inauguración del nuevo seminario fue realizada en un acto protocolario con numerosos visitantes extranjeros. Las palabras dichas allí no comprometen o enturbian en nada todo lo que la Iglesia Católica ha hecho y dicho siempre valientemente en Cuba y en todo lugar cuando es necesario anunciar la verdad que nos viene del Evangelio. ¿Pero cuántos de nosotros estamos siempre dispuestos a escuchar y acoger esas verdades? Cualquiera que desde aquí hable y critique es un atrevido que desde las gradas del circo quisiera ver correr en la arena de nuestras playas la sangre de mártires en la Iglesia cubana.
Antonio Fernández
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario