viernes, 29 de abril de 2016

LA MADURACIÓN DE LOS CREYENTES HACE CRECER LA IGLESIA



Hoy en día la iglesia es comparada con frecuencia con un negocio. Más y más
los conceptos y modelos del mundo de los negocios están siendo aplicados a la
metodología de crecimiento de la iglesia.
El doctor William Crabb se expresa en contra de tal manera de pensar cuando
se trata del punto fundamental de su propósito para existir. Los negocios, dice
él, existen para producir un producto. Sin un producto que da ganancia, un
negocio no podría sobrevivir. “En la iglesia local, el ‘producto’ o más
exactamente, la meta es promover y facilitar el desarrollo de las personas hasta
llegar a la imagen de Cristo.” Por lo tanto, las personas no son recursos para
cumplir funciones, sino gente por las cuales Cristo murió, dada en mayordomía
para ser desarrolladas a su imagen.
Las iglesias sanas dan una alta prioridad al desarrollo de las personas hacia la
imagen de Cristo, lo cual es el asunto fundamental del ministerio de discipulado
de la iglesia. Bill Hull define el discipulado como: “El entrenamiento intencional
de los discípulos, del que hay que dar cuenta y el cual está basado en
relaciones de amor.” “Intencional” demanda que tengamos una estrategia clara
y bien planeada. “Entrenamiento” implica un curso de estudio elaborado y un
proceso diseñados para ayudar a las personas a alcanzar ciertas metas. La
frase, “dar cuenta”, reconoce el hecho de que las personas necesitan ayuda
para cumplir con sus compromisos con Dios. La frase final, “basado en
relaciones de amor”, demanda que la edificación de la comunidad sea una
prioridad alta de la iglesia que está discipulando.
Con frecuencia escucho a pastores y laicos que establecen un contraste entre la
iglesia que discipula y la iglesia que evangeliza, como si fuesen entidades
separadas o hasta en pugna. Es verdad que algunas iglesias concentran la
mayoría de sus energías y recursos en ganar a las personas para Cristo y dan
poca atención a la asimilación y al desarrollo de estos nuevos creyentes. Se
jactan de los resultados evangelísticos impresionantes, pero la asistencia a los
cultos de adoración y a los grupos pequeños permanecen sin ningún ascenso.
La puerta trasera de la iglesia está más abierta que la principal. Aunque
podemos felicitar a tal iglesia por su fervor por ganar a los perdidos, no la
podríamos recomendar por su fidelidad a la Gran Comisión.
Otras iglesias, ya sea por una reacción contra tal celo o por apatía hacia la
evangelización, han invertido virtualmente todos sus recursos y esfuerzos en el
desarrollo de los santos hacia la madurez. Con frecuencia se jactan de no estar
obsesionados con el crecimiento estadístico; más bien se interesan por la
calidad y la madurez. Una vez más, aplaudimos la preocupación por el
desarrollo de creyentes maduros, pero no podemos sentirnos impresionados
con programas de discipulado que no producen una pasión evangelística. Un
cristiano que no expresa nada de pasión por los perdidos escasamente podría
ser considerado como semejante a Cristo.
La Gran Comisión ordena que la iglesia se involucre en el proceso de hacer
discípulos, lo cual quiere decir que tiene que abrazar tanto las actividades
evangelísticas como el ministerio a los creyentes que encamina a la madurez. El
evangelismo auténtico requiere la asimilación de nuevos creyentes en la iglesia;
la asimilación a su vez, hace necesario el discipulado que finalmente lleva al
evangelismo eficaz. El proceso de asimilación es el punto crítico de equilibrio
entre el ir y el enseñar en la Gran Comisión.
Cuando una iglesia toma en serio la Gran Comisión, desarrollará una estrategia
equilibrada que incluye el evangelismo, la asimilación y la enseñanza. Estas tres
facetas del discipulado se alimentarán entre sí en forma continua. Bill Hull lo
dice en forma muy clara: “El discipulado ‘en casa’ es la clave para el
evangelismo mundial. Las iglesias que son raquíticas en el lugar donde se
encuentran, producen misiones débiles en ultramar, pero cuando la iglesia hace
discípulos en el lugar donde se encuentra, dos cosas buenas acontecen: los
cristianos se vuelven sanos y se reproducen, y a medida que se multiplican, el
mundo es evangelizado según el plan de Dios.” Podríamos ilustrar el proceso
como un círculo de ministerio continuo.
LA IGLESIA EN ANTIOQUÍA
Si damos una última mirada a la descripción de Lucas de nuestra iglesia
modelo, vamos a notar un pasaje interesante. “Después partió Bernabé a Tarso
para buscar a Saulo, y cuando le encontró, le llevó a Antioquía. Y sucedió que
se reunieron todo un año con la iglesia y enseñaron a mucha gente. Y los
discípulos fueron llamados cristianos... ” (<441125>Hechos 11:25, 26).
Este pasaje ocurre después de la segunda referencia a grandes números de
personas que se entregaron al Señor o fueron llevadas a él. La tremenda
cosecha evangelística presentó a la iglesia una demanda para discipular.
Bernabé primero reclutó ayuda yendo a Tarso para buscar a Saulo, y después
principió la larga tarea de enseñar a los nuevos creyentes a observar todo lo
que Cristo les había enseñado. El texto menciona que se reunieron con la iglesia
durante todo un año. El discipular es un proceso continuo, no una inyección de
una sola vez.
La secuencia en este texto también es interesante. Lucas dice que los creyentes
en Antioquía fueron llamados cristianos primero, después de mencionar que
Pablo y Bernabé les enseñaban durante un año entero. Muchas de las personas
que se convirtieron en Antioquía habían venido de un trasfondo gentil o pagano.
Todos los primeros discípulos en Jerusalén habían venido de una herencia judía.
Muchos de los temas fundamentales de los valores morales cristianos tienen sus
bases en los Diez Mandamientos y, por consiguiente los creyentes judíos tenían
mucho más terreno en común con la enseñanza cristiana. Muchos de los
fundamentos del comportamiento cristiano ya los estaban practicando los
cristianos judíos. Los convertidos paganos, por otra parte, no tenían tal
trasfondo; por consiguiente, el proceso de discipular tuvo que principiarse con
estos asuntos básicos. Bien puede haber demorado un año para enseñarles
antes de que algunos de los convertidos del paganismo empezaran a tener la
semblanza de Cristo.
Nótese también que después de un año de enseñanza, cuando los cristianos en
Jerusalén fueron amenazados por el hambre, cada uno de los discípulos en
Antioquía compartió con aquellos creyentes en Judea. Estos creyentes gentiles
ya consideraban a los cristianos judíos a quienes nunca habían visto, como sus
hermanos en Cristo. La enseñanza de las Escrituras había producido un efecto
positivo.
EL MODELO EN HECHOS
Cualquier discusión del discipulado en la iglesia moderna no sería completa sin
primero mirar el modelo de la iglesia primitiva que es bosquejado en
<440241>Hechos 2:41-47. La tremenda cosecha evangelística de tres mil almas creó
una oportunidad desafiante para la iglesia naciente. ¿Cómo, pues, respondieron
al ingreso de nuevos creyentes? Nótese el énfasis en el proceso continuo de
hacer discípulos: “y perseveraban ... todos seguían sintiendo ... empezaban a
vender sus propiedades y posesiones, y compartiendo ... día tras día ...
continuando con una mente ... estaban comiendo juntos ... y el Señor añadía
diariamente a su número”.
El discipular es un proceso, no un evento. El proceso de discipular envuelve
varios factores si ha de tener un equilibrio.
1. Añadían a los convertidos al cuerpo (v. 41). El discipulado bíblico
requiere una conexión al cuerpo de Cristo por medio de la familia local de la
iglesia. Por eso, el primer paso en discipular es incorporar al nuevo convertido
al cuerpo de Cristo.
2. Se dedicaban a la enseñanza apostólica (v. 42). El discipulado envuelve el
aprender en forma cognoscitiva, especialmente la doctrina bíblica fuerte.
3. Se dedicaban el uno al otro en comunión bíblica (v. 42, 44-47). El
discipulado está basado sobre la producción de creyentes sanos en el contexto
de relaciones sanas. Esto no sucederá sin un compromiso de tiempo y energía.
Estaban juntos día tras día, y estaban comiendo juntos. Muchas iglesias están
buscando un plan de discipulado que sea rápido, instantáneo y que no demande
mucho tiempo. Será difícil encontrar ejemplos bíblicos de esto. La comunión
requirió la expresión práctica por medio del sacrificio en amor.
4. Se dedicaban a la adoración (v. 42, 47). La alabanza, el partimiento del
pan, las reuniones en el templo y la oración se mencionan en este texto. Es
probable que la expresión “el partimiento del pan” se refiera a la cena del
Señor. La adoración es esencial para el discipulado.
5. Eran respetados en toda la comunidad (v. 47). Los modelos de
comportamiento y de valores de estas iglesias que estaban creciendo les ganó
el favor del pueblo.
6. Continuaron haciendo énfasis en el alcance de los perdidos (v. 47). Los
primeros cristianos sembraron la semilla del evangelio tanto por medio de su
comportamiento como por su testimonio, y Dios seguía añadiendo a su número
diariamente.
Este modelo en Hechos nos da todos los ingredientes básicos que necesitamos
para desarrollar un ministerio equilibrado de discipulado en la iglesia de hoy.
Ahora miremos la aplicación de estos componentes a nuestra propia familia de
la iglesia.
UN MODELO FAMILIAR PARA DISCIPULAR
En todo este libro he utilizado la figura de la familia para referirme a la
comunión de la iglesia y a los líderes de la iglesia en relación con su gente. El
modelo de padre por consiguiente llegó a ser el enfoque de la característica de
liderazgo. Creo que es útil llevar este concepto con nosotros al hablar sobre
discipular a los creyentes. El papel de padres en el hogar es en realidad un
papel de discipular, y por eso el paralelismo nos ayuda a desarrollar un modelo
que ayudará a la iglesia local a atender las necesidades particulares de cada
persona que es añadida a la comunión.
Para iniciar el proceso de discipular, primero tiene que determinar dónde se
encuentra la persona en su desarrollo espiritual personal. Quizá usted piense
que esto es demasiado obvio para merecer discusión, pero no es así. Primero,
ya hemos indicado que las iglesias añaden hijos por medio del nacimiento
(evangelismo) y la adopción (traslado de membresía). Los que vienen por
traslado de membresía pueden o no pueden estar bien desarrollados en su fe.
No hay que tratarles como infantes espirituales, pero sería igualmente un error
tratarlos como cristianos plenamente desarrollados. Tenemos que determinar su
nivel de desarrollo y después ofrecerles las oportunidades adecuadas para su
desarrollo futuro.
Segundo, no podemos dar por hecho que todos los que nos llegan por
nacimiento tienen las mismas necesidades. Tuve la ventaja de criarme en un
hogar cristiano ejemplar. Muchas de las habilidades básicas para el desarrollo
cristiano estaban bien fundadas en mi vida antes de tomar la decisión de
entregarme a Cristo a los nueve años de edad. Por ejemplo, ya sabía que debía
leer mi Biblia diariamente y diezmar. Tanto mis padres como mis hermanos
mayores me habían enseñado. Esto era comportamiento normativo en mi hogar.
Muchos individuos que son ganados para Cristo y vienen de un hogar cristiano
fuerte y funcional, posiblemente ya tendrán muchos de los componentes del
discipulado como prácticas comunes. Sin embargo, los que son añadidos a su
iglesia provenientes de ambientes no cristianos posiblemente no habrán tenido
ningún contacto con estos elementos. El discipular da mejores resultados
cuando se principia con las necesidades más básicas del individuo.
No sería lógico tratar de enseñar a un infante y a un adolescente en la misma
manera, pero muchas iglesias tienen una sola estrategia para todas las personas
que llegan a la iglesia. El infante principalmente necesita nutrición y cariño. El
bebé es acariciado por la madre mientras mama. Sin embargo, colocamos a un
“recién nacido” (en el sentido espiritual), en un grupo de discipulado, para que
reciba el alimento. Esto posiblemente explica por qué muchos de los nuevos
creyentes nunca sobreviven el tiempo suficiente para lograr un vínculo perfecto
con un cuerpo de creyentes. El cristiano recién nacido necesita desarrollar una
relación íntima, de uno a uno, con un cristiano maduro que puede suplirle las
necesidades de cuidado intensivo y de supervivencia que todo recién nacido
experimenta. Los niños que vienen de un hogar cristiano y aceptan a Cristo
posiblemente tengan la mayoría de estas necesidades satisfechas por sus
propios padres. Esta situación es ideal. Sin embargo, si hay un joven o adulto
que ha aceptado a Cristo y no ha tenido el beneficio de un hogar cristiano, la
iglesia debe proveerle una persona que pueda discipularle para que ocurra una
unión sana.
Por otra parte, el hijo que está en proceso de maduración necesita desarrollar
algunas de las técnicas básicas de la vida para alimentarse, vestirse, bañarse y
practicar los fundamentos de la obediencia. Deben recibir estímulo y
afirmación, así como corrección. Deben aceptar la responsabilidad de sus
propias acciones y aprender a resolver sus problemas personales. Esta faceta
del discipulado requiere la atención personal así como encuentros con
frecuencia regular con los compañeros en grupos pequeños.
La juventud, que se encuentra en el proceso de desarrollo entre la adolescencia
y la edad adulta, está moviéndose en dirección hacia la productividad. En este
punto, el aprender llega a ser más cognoscitivo. Los asuntos básicos llegan a
ser más automáticos y forman las bases para todo aprendizaje avanzado. El
carácter, las técnicas de relaciones humanas y ministerio o liderazgo ahora
tienen que ser edificados sobre las bases de los principios de la vida. La meta
final es la madurez de la edad adulta, donde el individuo está viviendo en
relaciones sanas, contribuyendo a la familia y reproduciéndose por medio del
evangelismo.
Podríamos hacer una representación de estas necesidades del discipulado,
empezando en el nivel más elemental y avanzando en la edificación de técnicas
productivas de vida.
En este punto tal vez usted esté pensando: ya tengo problemas suficientes
siendo padre/madre para los pocos hijos que tengo en casa. ¿Cómo puedo
asumir la responsabilidad de una iglesia entera? Aquí otra vez la clave es
discipular a personas que a la vez puedan discipular a otros. Tiene que
aprender el proceso, desarrollar el programa necesario e investir a otros con el
poder del Señor para aceptar las responsabilidades de liderazgo. Una palabra
más de estímulo: el texto de todo programa de discipulado es la Biblia, que
tiene poder sobrenatural. Si sigue un modelo bíblico fielmente y enseña las
verdades bíblicas, experimentará resultados positivos. He aquí una verdad
relacionada con el discipulado que debe subrayar: “Toda la Escritura es
inspirada por Dios y es útil para la enseñanza, para la reprensión, para la
corrección, para la instrucción en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente capacitado para toda buena obra” (<550316>2 Timoteo
3:16,17). Tenga valor; usted tiene todos los recursos que necesita para
discipular a todos los creyentes que Dios encomendará bajo su cuidado.
LA INFANCIA, LA ETAPA FORMATIVA
Ahora tenemos un entendimiento más claro de la importancia de los años
preescolares en el desarrollo de un niño. Asuntos como el desarrollo de
personalidad y hasta la inteligencia son impactados grandemente por esos años
críticos antes de entrar a la escuela. Frances L. Ilg y Louise Bates Ames, en su
libro, Child Behavior (El comportamiento del niño), escriben: “Cada una de las
partes de la naturaleza del niño tiene que crecer: su sentido de sí mismo, sus
temores, sus afectos y curiosidades; sus sentimientos hacia la madre y el padre,
hermanos y hermanas y compañeros de juego; sus actitudes hacia el sexo; sus
juicios de lo bueno y lo malo, de lo feo y lo bonito; su respeto por la verdad y
la justicia; su sentido de humor; sus ideas sobre la vida y la muerte, la violencia,
la naturaleza y la deidad.
Esta comprensión del desarrollo primario del niño ha llevado a muchos padres
a cambiar sus patrones como padres de niños preescolares. Uno de los
miembros del personal de mi iglesia tomó tan en serio el tema de las
impresiones en el niño en la edad temprana que principió a leer a su hijo
mientras el bebé estaba todavía en el vientre de la madre. No solamente le leía
rimas infantiles y versículos especiales de las Escrituras, sino que también le
hablaba acerca de deportes. ¡Estoy seguro de que este amigo está confiando
en que su hijo recibirá una beca para la universidad por sus habilidades
deportivas! Conociéndole a él, creo que hasta confía en que gozará de una
buena jubilación por las ganancias de su hijo como atleta profesional. Aunque
tal vez bromeaba acerca de algunas de las ambiciones para su hijo, él tomaba
muy en serio el aprovechar hasta lo máximo los primeros meses y años en el
desarrollo de ese hijo.
Si deseamos lograr el desarrollo y la madurez de los creyentes, tenemos que
tomar muy en serio esos primeros meses. Desafortunadamente en muchas
iglesias los creyentes infantes, o son descuidados, o colocados en un aula con
otros infantes espirituales con la esperanza de que ellos sean discipulados en un
ambiente estructurado. Ninguna madre o padre que ama a su bebé llegaría a
casa del hospital, colocaría al infante en el suelo, y le diría: “Bien, hijo; ya
hemos completado nuestra tarea. Si tienes sueño, tu cuarto está al fondo del
pasillo, la segunda puerta a la derecha. Si tienes hambre esta noche, hay leche
en el refrigerador. Ah... y ten cuidado de no despertarnos hasta las siete de la
mañana. Estamos muy cansados.” No funciona así, ¿verdad? El infante es
totalmente dependiente y demanda la atención inmediata. Los cristianos infantes
son igualmente dependientes y necesitan la atención constante y cuidadosa.
La creación del vínculo
La unión emocional con los padres garantiza al recién nacido que él o ella es
parte de la familia y está seguro. Esto no es algo difícil de lograr, y no requiere
una técnica especializada; sin embargo, sí requiere tiempo y una disposición
para el contacto físico. Los infantes necesitan ser acariciados y atendidos para
que sus necesidades de esta unión emocional sean satisfechas.
Cuando la iglesia da vida a un nuevo creyente por medio de una actividad
evangelística, la primera prioridad debe ser crear un vínculo emocional entre el
nuevo creyente y la familia de la iglesia. Lyle Schaller descubrió que una tercera
parte, y aún hasta la mitad de los miembros de las iglesias protestantes, no
sienten que pertenecen. Simplemente no hemos prestado atención suficiente al
asunto de la unión emocional.
¿Cuál es el primer paso? Creo que los bebés cristianos primero tienen que ser
discipulados uno a uno. Los nuevos creyentes necesitan estar vinculados con
alguien que pueda ser su compañero discipulador. Este discipulador debe,
como Pablo, suministrar la ternura de una madre que amamanta a su hijo (<520207>1
Tesalonicenses 2:7). Esta ternura, tan apropiada en los primeros meses de la
vida infantil, pronto necesitará las acciones del padre varón: animando,
exhortando e insistiendo (véase 2:11). Cuando el infante recién convertido falla
en su lucha contra la vieja naturaleza, tiene que haber una ternura que le
demuestre el amor incondicional. Pero también tiene que haber el estímulo para
mejorar, la exhortación para seguir adelante en su desarrollo.
La imagen que inmediatamente viene a la mente es la del niño que está
aprendiendo a caminar. Sonríe cuando se suelta de la silla y comienza a dar los
primeros pasos con inseguridad. El pánico y el temor se manifiestan en su cara
cuando pierde el equilibrio y se cae. Su llanto de dolor y frustración se escucha
cuando cae al suelo. Luego, el padre o la madre, que lo ama, lo toma en sus
brazos, seca sus lágrimas y le habla con palabras suaves: “Estás bien. Vas
mejorando. Estamos orgullosos de ti.” A medida que el niño progresa en su
capacidad para caminar, el animar, exhortar e insistir llegan a ser más vitales
que la demostración sencilla de ternura; de otra manera el niño seguirá cayendo
simplemente para ganar la atención de sus padres. En las etapas tempranas de
la infancia cristiana tiene que haber un equilibrio entre la ternura y el estímulo.
A través de los años he preguntado a los hombres y mujeres que actualmente
están siendo utilizados por Dios para hacer un impacto sobre la comunidad
cristiana, sobre la manera en que fueron discipulados. Virtualmente todos han
respondido contándome de alguna persona especial que les discipuló. Raras
veces mencionan una herramienta específica para discipular o una clase a la que
asistieron. Lo primero que mencionan es la persona que les dio la atención
personal y les vigiló en su desarrollo durante esos primeros meses de formación
en sus vidas cristianas.
Es esencial que este discipulador (que es al mismo tiempo animador y creador
del vínculo emocional), sea un cristiano que a su vez esté creciendo y que esté
disponible y combine los elementos paternales de ternura con el estímulo, la
exhortación y la insistencia de que el infante crezca hasta su madurez. Ser
padres y discipular son actividades que consumen tiempo, pero las dos son
esenciales si vamos a lograr un ministerio equilibrado en nuestros hogares y en
la iglesia.
Cada iglesia necesitará desarrollar su propia estrategia para proveer el
discipulado individual que es necesario para la unión emocional de los nuevos
creyentes con la iglesia. Algunos querrán que la persona que gane a un
individuo para Cristo sea la persona responsable de su asimilación temprana.
Esto creará algunas dificultades para la iglesia que utiliza una herramienta
evangelística de entrenamiento tales como Evangelismo Explosivo o
Entrenamiento para testificar continuamente, tanto para el entrenamiento en
evangelismo como en el programa de alcance de su iglesia. Si, después de que
se hace una profesión de fe, el equipo evangelístico detiene sus actividades
mientras que se logra la unión emocional, el proceso de entrenamiento es
interrumpido. Como pastor, virtualmente desmantelé un programa de extensión
por mi insistencia en que el equipo evangelístico fuera responsable de la
asimilación temprana de cualquier persona que se ganara para Cristo. Tal
estrategia inhibió el proceso continuo de aprendizaje para los que estaban en
entrenamiento. En algunos casos, puede funcionar bien si el que gana es el que
ayuda en los primeros pasos de asimilación, pero no todos tienen el
temperamento para ser eficaces en este ministerio temprano de la creación de
un vínculo emocional.
Descubrimos que podíamos lograr mejor nuestras metas con relación a la Gran
Comisión vinculando el evangelismo y el discipulado de asimilación con las
estructuras de grupos pequeños a través de la escuela dominical. Organizamos
todas las clases de adultos según las edades, para aprovechar los principios de
homogeneidad y receptividad. La homogeneidad simplemente reconoce que el
testimonio cristiano viaja con mayor receptividad a través de los canales de
parentesco o amistades. En cada clase de adultos tuvimos a un líder de alcance,
quien, en muchos casos, también era entrenador en evangelismo. Por
consiguiente, las visitas evangelísticas fueron hechas por las personas
apropiadas de los grupos pequeños, según su edad. Cada uno de estos grupos
pequeños debe ser organizado para tener el número suficiente de líderes cuya
principal responsabilidad es llevar a cabo un ministerio de cuidado y sustento.
Cuando una persona recibe a Cristo, él o ella puede ser asignado a un líder de
cuidado para recibir este discipulado de asimilación. Esto quiere decir que el
equipo evangelístico y los que proveen el cuidado estarán juntos con el nuevo
convertido en el contexto del mismo grupo pequeño familiar. El uso de un
instrumento sencillo como Síguemef3 le proveerá una herramienta útil para este
proceso, pero la clave es el cuidado de uno a uno.
La imitación principia temprano
La formación temprana de los patrones de hábitos se logra por la imitación. No
estamos tratando de hacer copias de creyentes que sean exactamente iguales a
otros, pero tenemos que tomar en serio el proceso de la imitación que se
menciona con frecuencia en las Escrituras. En <460401>1 Corintios 4:16 Pablo
exhortó a los corintios a imitarlo. En <461101>1 Corintios 11:1 de la misma epístola
él escribió: “Sed vosotros imitadores de mí; así como yo lo soy de Cristo.” Una
consulta rápida a una concordancia revelará otras referencias al
comportamiento imitativo como una herramienta clave para discipular.
Ya antes mencioné que yo aprendí muchas de las disciplinas básicas cristianas
en mi hogar por medio de la observación de otros miembros de la familia. La
oración, el estudio de la Biblia, la mayordomía y patrones de adoración lo
asimilé desde la niñez. Lo mismo seguramente se puede decir de muchos que
vienen de un hogar cristiano fuerte. Esta es situación óptima para discipular.
Cuando un adulto recibe a Cristo, la iglesia tiene que asumir la responsabilidad
de asegurarse de que el nuevo creyente tenga un mentor desde que principia su
vida espiritual. Idealmente esta debe ser la misma persona que atiende las
necesidades de asimilación también. Esto simplemente quiere decir que la mejor
manera de enseñar a alguien a orar es orar con ellos. Lo mismo se aplica a las
otras técnicas básicas como la adoración y la lectura de la Biblia. Recuerde que
la Biblia es la herramienta esencial para discipular. En esta etapa los nuevos
creyentes desearán la leche espiritual no adulterada de la Palabra que los hará
crecer en su vida cristiana (<600202>1 Pedro 2:2). Los nuevos creyentes necesitan
recibir la Palabra desde el púlpito y en los grupos pequeños, pero también es
útil tener a un mentor que pueda ayudar a aplicar y explicar la Palabra.
El exhortar, animar, e insistir ayudarán a desarrollar una
autoestima positiva
Un niño comienza temprano a desarrollar un sentido de identidad y valor
personal. Es trágico cuando se le dice a un niño constantemente que nunca
valdrá nada, cuando es desalentado en cada paso de su desarrollo, y nunca
recibe el estímulo que le permite desarrollar una autoimagen positiva.
Desafortunadamente algunas iglesias hacen hincapié en la enseñanza fuerte y
correctiva con poca atención a la afirmación y el estímulo. Esto no quiere decir
que pasemos por alto los asuntos de la corrección cuando sea necesario. Sí
requiere, sin embargo, que seamos conscientes de que el aprender ocurre
sobre todo por la afirmación positiva del comportamiento aproximadamente
correcto del cristiano que está en desarrollo. Por ejemplo, un padre enseña a su
hijo a lanzar la pelota por medio de darle primeramente un ejemplo de la
manera correcta de hacerlo. Los primeros esfuerzos del niño fallarán. Sin
embargo, el padre embestirá la pelota y gritará a la vez: “¡Buen lance!” Es esta
retroalimentación positiva que provee el estímulo para mejorar. Después de que
el niño haya desarrollado la pericia suficiente para lanzar más o menos bien, el
padre puede ver la necesidad de corregir un movimiento incorrecto en lanzar, o
los malos hábitos que se desarrollan por la pereza. En este punto la corrección
es tan necesaria como útil. Este mismo patrón rendirá grandes dividendos al
discipular a cristianos “recién nacidos”.
Las tres palabras: “Exhortando, animando e insistiendo” (<520211>1 Tesalonicenses
2:11), todas son positivas en su perspectiva. Las primeras dos son muy
parecidas y sugieren el animar para lograr un tipo específico de conducta. La
tercera tiene un mayor sentido de urgencia y autoridad. El discipular a un nuevo
cristiano no es asunto que deba tomarse con ligereza y debe hacerse con la
misma seriedad como el ser padres. Nuestro sentido de valor viene solamente
de Dios, pero nuestro sentido de autoestima lo construyen las otras personas
que son importantes para nosotros, y que nos ayudan a entender la Palabra de
Dios y a desarrollar nuestra propia personalidad espiritual.
Cuando percibimos el discipular bajo estos términos de familia, entonces
vigilaremos que todos nuestros contactos, ministerios y actividades dentro de la
iglesia y fuera de ella sean eventos para discipular. El discipular no es tanto un
programa sino un estilo de vida para la iglesia que se preocupa por desarrollar
creyentes. La comunidad del Antiguo Testamento nos da una buena base para
tal modelo. “Estas palabras que yo te mando estarán en tu corazón. Las
repetirás a tus hijos y hablarás de ellas sentado en casa o andando por el
camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (<050606>Deuteronomio 6:6, 7).
LA PRIMERA PARTE DE LA NIÑEZ: ETAPA DE
DESARROLLO
Puesto que el discipulado es un proceso continuo, no pasamos por alto los
elementos fundamentales establecidos en la infancia a medida que el creyente
crece; al contrario, edificamos sobre ellos. El sentido de identidad personal y el
sentido de valor establecidos por medio de la seguridad que se deriva de
sentirse aceptado y de ser amado ahora necesitan ser desarrollados en una
manera personalizada. Así el descubrimiento de la propia identidad, que es
única, y de los dones de uno, llega a ser la necesidad básica en la etapa de
desarrollo del discipulado. En esta etapa de desarrollo, las capacidades básicas
de la vida, tales como: la de alimentarse, vestirse, asearse, compartir con otros
y el sentido de responsabilidad personal, tienen que ser aprendidos y
desarrollados de tal manera que llegan a ser algo habitual.
En la infancia, virtualmente todo se le hace al bebé. Durante la niñez, el niño que
está creciendo empieza a tomar decisiones por sí solo. Los niños que van
desarrollándose en una manera natural y equilibrada llegan a ser más
responsables. El asumir responsabilidad quiere decir que los asuntos de
obediencia y disciplina correctiva desempeñan un papel más importante ahora
en el proceso de la disciplina. Durante esta etapa de desarrollo, el patrón de
aprendizaje por medio de la imitación es complementado por oportunidades de
aprendizaje en el proceso cognoscitivo. Esto demanda tanto de instrucción
doctrinal básica como de interacción con otras personas, además del
discipulador, en una relación de uno a uno. Las actividades de aprendizaje en
grupo llegan a ser esenciales, y en tales contextos el carácter y las técnicas para
relacionarse se establecen. Podemos establecer un paralelo entre esto y las
experiencias de aprendizaje en la escuela primaria donde el aprender
cognoscitivo se combina con el desarrollo de la capacidad para relacionarse
con otros en forma interpersonal.
El dominio de las técnicas básicas es fundamental en la niñez
Al niño en el proceso de desarrollo tienen que enseñársele las maneras de
atender las necesidades básicas de la vida. Todo padre puede recordar las
experiencias frustrantes cuando al dar de comer al niño terminó habiendo más
comida en el suelo que en la boca del niño. Sin embargo, los padres no pueden
darse por vencidos en la tarea de enseñar al niño a comer, porque, por sencillo
que sea, el comer es esencial para sobrevivir.
El atender las necesidades de higiene personal y el vestirse sin ayuda, son
tareas de continuo esfuerzo durante la niñez. Puedo recordar las muchas veces
que me levantaron de la mesa para lavarme las manos vez tras vez. Había
pasado mis manos rápidamente por el agua y había secado mis manos en la
toalla limpia. ¡La evidencia estaba en la toalla! ¿Por qué insistían mis padres
tanto en que yo usara el jabón y removiera la suciedad de mis manos? Yo iba a
salir inmediatamente después de comer para seguir jugando y mis manos se
ensuciarían de nuevo. El ritual que me causó más agonía en toda mi niñez fue el
de aprender a lavarme detrás de las orejas. Cuando mis esfuerzos no lograban
satisfacer a mi madre, ella tomaba la toalla enjabonada y removía dos capas de
piel junto con la mugre. Tengo recuerdos más placenteros acerca del proceso
de aprender otras técnicas. Puedo recordar con toda claridad la noche cuando
aprendí a atar las cintas de mis zapatos sin ayuda. Practiqué en el templo
durante el culto cuando mi padre estaba predicando. Cuando al final logré tener
todos los lazos en su lugar, casi grité de alegría. Al recordar dónde estaba,
frené mi grito justo a tiempo.
Sin embargo, el aprender los hábitos de higiene personal fue mucho más fácil
que el aprender a relacionarme con otros. Esto requirió el compartir mis
juguetes y mi espacio, experiencias dolorosas que exigían oportunidades
repetidas de aprender, las cuales terminaron frecuentemente con berrinches y
confinamiento en mi habitación. Paulatinamente la necesidad de amigos
predominó sobre mi egoísmo. Era evidente que iba madurando.
¿Cuáles son las técnicas básicas de la vida cristiana? Ciertamente la lista incluye
la oración, el estudio de la Biblia, la memorización de las Escrituras, la
adoración, la mayordomía de la vida, el testimonio y la obediencia que nos
encamina a la madurez. Puesto que muchos pastores y laicos maduros han
desarrollado estas técnicas básicas a medida que crecían en hogares o
ambientes cristianos, muchas iglesias tienden a pasar por alto estos elementos
fundamentales. Por ejemplo, aprendí los libros de la Biblia en la Escuela Bíblica
de Vacaciones. Casi todas los versículos que sé de memoria los aprendí en la
Unión de Preparación. ¿Qué oportunidades proveemos para los nuevos
creyentes que no han venido de hogares cristianos en la actualidad para
desarrollar estas técnicas básicas de la vida cristiana?
Algunas técnicas, como la oración y la adoración, son aprendidas por medio de
la participación. Un creyente maduro puede sentarse con uno recién convertido
durante el culto para ayudarlo. El pastor debe predicar mensajes en forma
regular sobre cómo adorar. La iglesia puede suministrar un folleto pequeño que
ayude a las personas a entender los varios pasos en la adoración. Creo que la
adoración auténtica es deficiente en muchas iglesias porque no hemos
desarrollado ningún sistema para entrenar a la gente en la adoración. Los pasos
básicos de la oración se aprenden a medida que un discipulador enseña a un
creyente nuevo en una relación de uno a uno. Posteriormente, estas técnicas se
pueden complementar por medio de cursos de discipulado sobre la oración.
No cometa el error de pensar que los nuevos creyentes aprenderán a estudiar
la Biblia sin instrucción. Durante varios años yo enseñé la clase para nuevos
creyentes. Noté que cuando invitaba a las personas a buscar cierto libro en la
Biblia, que con frecuencia ellos en forma incómoda hojeaban la Biblia,
buscando en vano tal libro. Algunos de los nuevos creyentes no sabían la
diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Me di cuenta de que al
pedirles que encontraran un pasaje, lo leyeran y lo entendieran por sí solos era
como pedirme a mí que leyera un manual de una computadora y operara un
programa sin haber tenido conocimiento sobre computadoras ni sobre su
terminología.
Esta podría ser la explicación de por qué el 60 por ciento de los
estadounidenses asisten a la iglesia por lo menos una vez al mes, pero
solamente el 12 por ciento leen sus Biblias. Una encuesta nacional dirigida por
la Iglesia de Dios reveló lo siguiente:
* 25 por ciento de los miembros de iglesias admiten que nunca oran
* 35 por ciento nunca leen la Biblia
* 60 por ciento nunca dan ofrenda para la obra misionera
* 70 por ciento nunca asumen responsabilidades en la iglesia
* 85 por ciento nunca invitan a otros a ir al templo
* 95 por ciento nunca gana a otro para Cristo
Hay muchas herramientas disponibles para enseñarles estas técnicas básicas
(vea sugerencia de materiales en página 203). Durante la etapa de desarrollo se
puede enseñar estas técnicas por medio de un mentor personal y en grupos
pequeños. Asegúrese de cubrir todas las técnicas y de que haya ejercicios de
aprendizaje hasta que el comportamiento llegue a ser un hábito. Un estudio de
la Universidad de Stanford reveló que es necesario escuchar algo siete veces
para poder formular una opinión. Se requiere escucharlo siete veces más para
que penetre lo que se escucha. Una persona tiene que escuchar una verdad a lo
menos once veces para cambiar un concepto falso. Combine estos
descubrimientos con los resultados de un estudio de la Universidad de
Princeton que muestra que se requieren de 21 a 28 días de hacer la misma cosa
para establecer un hábito, y podrá ver la necesidad del entrenamiento paciente
y constante durante esta etapa de desarrollo.
Nuestra falta de tomar en serio la enseñanza de las técnicas básicas de la vida
nos ha llevado a la impotencia espiritual en la vida cristiana del creyente
promedio, y esto, a la vez, ha creado iglesias débiles que tienen poco impacto
sobre la sociedad hoy día.
El descubrir un sentido de identidad personal y de valor es
básico para el desarrollo durante la niñez
La personalidad, el carácter y el reconocimiento de los dones empiezan a unirse
para formar una comprensión de “quién soy yo”. La niñez es el tiempo para el
descubrimiento y el desarrollo en estas áreas en vez del tiempo para emplearlas
y ejercerlas. Obviamente, el descubrimiento de los dones de uno requiere la
utilización de ellos hasta cierto punto. Durante este tiempo el cristiano que está
desarrollándose podría ser aprendiz de un creyente más maduro que tenga
dones similares, descubrir sus propios dones y vivir experiencias de la vida real,
pero estos cristianos en vías de desarrollo no deben ser asignados para asumir
puestos de liderazgo. Aunque algunos cristianos durante esta etapa pueden
adaptarse a los papeles de liderazgo, el “tirarles a los lobos” resulta en más
bajas que en experiencias de éxito. La advertencia de Pablo de no permitir a
nuevos convertidos ser ancianos, y sus instrucciones en cuanto a que los
diáconos deben ser probados primero, bien pueden ser aplicada a todas las
áreas de liderazgo (<540301>1 Timoteo 3:1, 6, 10).
Muchas iglesias colocan a los creyentes inmaduros en posiciones de liderazgo
como medida de desesperación o por falta de entendimiento de las necesidades
de los creyentes que todavía necesitan el desarrollo espiritual que proviene del
discipulado. Argumentan diciendo que los puestos de responsabilidad para el
nuevo creyente tienen el efecto de hacerles madurar más rápidamente. Nuestra
sociedad está cosechando los resultados de haber forzado a los niños a cumplir
con responsabilidades de adultos antes de que estén suficientemente
desarrollados para tales responsabilidades. No debemos ser culpables de un
error similar en la iglesia, o vamos a cosechar resultados devastadores
semejantes. Tal vez el gran número de personas inactivas en las listas de
nuestras iglesias da testimonio de la necesidad increíble de la iglesia de
discipular a los creyentes.
En esta etapa su estrategia de discipular debe ser ayudar a las personas en el
desarrollo del carácter por medio de las enseñanzas bíblicas básicas, y proveer
oportunidades por medio del estudio y el servicio como aprendices para que
los creyentes descubran sus dones espirituales.
La instrucción y la disciplina conducen a la obediencia
Los niños tienen que aprender la necesidad de la obediencia antes de
enfrentarse con los desafíos específicos de la obediencia. Un deseo de
obediencia viene primero de un amor profundo por el padre y una comprensión
correcta del carácter del padre y su deseo para sus hijos. Cuando niño,
deseaba obedecer a mi padre por mi amor por él. El dolor que capté en su
cara cuando desobedecí me dolió mucho más que cualquier castigo que
pudiera recibir de sus manos. Sabía que él deseaba solamente lo mejor para mí
y, por consiguiente, la obediencia vino en forma natural. ¿Sabe lo que Dios
desea para usted? Jeremías escribió: “Porque yo sé los planes que tengo acerca
de vosotros, dice Jehovah, planes de bienestar y no de mal, para daros
porvenir y esperanza” (Jer. 29:11).
En Efesios 6, Pablo exhortó a los hijos a obedecer a sus padres, porque eso
era lo correcto, y llevaba la promesa de Dios de una vida larga y próspera
(<490601>Efesios 6:1-3). En ese mismo contexto, se dirigió a los padres: “Y
vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la
disciplina y la instrucción del Señor” (<490604>Efesios 6:4). Este consejo también
tiene pertinencia para el proceso de discipular a los creyentes.
El instruir a cristianos que están desarrollándose abarca la enseñanza de la sana,
básica doctrina bíblica. La Biblia es el texto para discipular. En <550316>2 Timoteo
3:16, 17 Pablo compartió su convicción acerca del significado de las Escrituras
en el proceso de discipular: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil
para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente capacitado
para toda buena obra.” Note los resultados finales del estudio cuidadoso de las
Escrituras: el pueblo de Dios será adecuado y será equipado para el servicio.
Trágicamente, muchos pastores e iglesias han principiado a no hacer énfasis en
la enseñanza doctrinal porque se les ha enseñado que la gente hoy no tiene
interés en doctrinas y que no está dispuesta a hacer compromisos serios. El
estudio de la declinación de las iglesias principales, hecho por Johnson, Hoge y
Luidens, documenta que la declinación se debió principalmente a un
debilitamiento de las convicciones espirituales que se requieren para generar el
entusiasmo y la energía necesarias para sostener la vida comunal vigorosa. Ellos
observaron: “De alguna manera, durante el curso del siglo pasado, estas iglesias
perdieron su deseo o su capacidad de enseñar la fe cristiana y lo que ésta
requiere a las generaciones jóvenes de tal manera que lograran captar su
fidelidad. ... Ellos no predicaron ni enseñaron una apologética vigorosa.”
Los investigadores consideraron el caso de los “boomers” que habían seguido
activos en las iglesias principales y descubrieron que el mejor elemento singular
para pronosticar la participación continuada de éstos resultó ser la creencia
cristiana ortodoxa, particularmente la creencia de que una persona se salva
solamente por medio de Jesucristo. El noventa y cinco por ciento de los que
abandonaron la iglesia, aunque se creían religiosos, dijeron que no aceptaban
esta doctrina cristiana básica. Descubrieron que los participantes activos, por
otro lado, tenían una comprensión sana y teológicamente conservadora sobre
Dios, Jesucristo, la naturaleza de la Biblia, la vida cristiana y la vida después de
la muerte. Descubrieron que las creencias ortodoxas compelen a una persona a
dedicar su tiempo y otros recursos a un régimen distintivamente cristiano de
testificar y obedecer en la compañía de los creyentes.
Ningún programa de discipulado será completo sin la instrucción doctrinal sana.
La comprensión teológica de las doctrinas cristianas básicas es la base para el
compromiso y el servicio. Por lo tanto, es necesario el crecimiento continuo. La
investigación ha demostrado claramente que un obstáculo clave para el
crecimiento es una falta de profundidad teológica en la iglesia local. Nunca
vamos a ganar el mundo con soldados débiles en el campo de batalla, que sean
teológicamente anémicos.
Otra faceta de la instrucción es la disciplina. La disciplina dice al niño que está
en desarrollo: “Te amo demasiado para permitirte seguir desobedeciendo.” El
autor del libro de los Hebreos coloca la disciplina en el contexto del amor de
familia: “Porque el Señor disciplina al que ama y castiga a todo el que recibe
como hijo. Permaneced bajo la disciplina: Dios os está tratando como a hijos.
Porque, ¿qué hijo es aquel a quien su padre no disciplina? ... Al momento,
ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da
fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados”
(<581206>Hebreos 12:6, 7, 11).
La iglesia sana, como la familia sana, se enfrenta al comportamiento
pecaminoso, ejerce la disciplina apropiada y dirige a los que se portan mal
hacia un comportamiento más constructivo. Muchas iglesias virtualmente se han
dado por vencidas sobre cualquier forma de disciplina por el comportamiento
incorrecto, y por consiguiente se han debilitado en forma severa, y aun han
llegado a la incapacidad total. Algunas iglesias temen que sean vistas como
legalistas o rígidas si ejercen la disciplina bíblica. Pero la disciplina no
necesariamente exige un legalismo rígido. La disciplina debe ser precedida por
una instrucción clara dada en amor, y seguida con el tierno cuidado pastoral.
Aquí otra vez el ejemplo de la disciplina en el hogar provee un modelo
excelente. Supongamos que los padres han dado las limitaciones claras sobre
cuándo y dónde el niño puede montar su bicicleta. El niño decide no hacer caso
a las limitaciones y, por consiguiente se pone en peligro. ¡La desobediencia
siempre pone a uno en peligro! Los padres responden inmediatamente a la
situación, aplicando la disciplina apropiada mientras explican los peligros de
montar en bicicleta en la calle. Tal disciplina con frecuencia provoca lágrimas,
vergüenza y temor. Luego, los padres que aman abrazan al hijo y le expresan la
seguridad de que él o ella es querido y protegido. Tal disciplina produce el
desarrollo eficaz.
Si usted sigue las normas bíblicas, responde de inmediato con las medidas de
disciplina apropiadas, provee instrucción correctiva y demuestra la compasión
genuina, observará buen desarrollo de entre los creyentes también. El no
disciplinar lleva solamente al debilitamiento de la iglesia. Si permite que el
comportamiento no sano y no bíblico continúe en la iglesia sin hacer algo al
respecto, destruirá la unidad y la pureza de la iglesia, y así la hará ineficaz en su
testimonio en la comunidad.
Es en el contexto de la instrucción y disciplina de padres que captamos el papel
del cuidado pastoral en el ministerio total de discipulado de la iglesia. Bill Hull
ha observado correctamente que el cuidado pastoral debe ser parte del plan
total de discipulado porque las personas que no son atendidas tienden a llegar a
ser antagónicas y proyectan sus resentimientos sobre el liderazgo de la iglesia.
Por consiguiente, una relación adversa se desarrolla entre los líderes de la
iglesia y los miembros de la congregación. El cuidado pastoral de los creyentes
que están desarrollándose continúa edificando las convicciones de “yo
pertenezco” y “soy amado”.
DE ADOLESCENCIA A LA EDAD ADULTA:
EL MINISTERIO DE REPRODUCCIÓN
Nuestra última meta en el discipulado se encuentra bien definido en <420640>Lucas
6:40: “El discípulo no es superior a su maestro, pero cualquiera que es
plenamente instruido será como su maestro.” A medida que el individuo en
desarrollo avanza de la adolescencia a la edad adulta, los factores clave
incluirán el entrenamiento doctrinal que es edificado sobre los elementos
básicos, carácter que es forjado en el crisol de relaciones, el desarrollo de
técnicas para ministrar, el llamado al compromiso maduro y un ministerio
fructífero y reproductivo. Este período de desarrollo se podría comparar con la
escuela superior, la universidad y la entrada productiva en el mundo de los
negocios como miembro que contribuye positivamente en la sociedad. Para
completar la analogía, la carrera y el desarrollo personal de uno continuaría
durante toda la vida por medio de entrenamiento constante.
El entrenamiento doctrinal constante es esencial para la
maduración
El autor de Hebreos desafía a sus lectores: “Por tanto, dejando las doctrinas
elementales de Cristo, sigamos adelante hasta la madurez, sin poner de nuevo el
fundamento de arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la
doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los
muertos y del juicio eterno” (<580601>Hebreos 6:1, 2). Tenemos que desafiar a los
cristianos que están en proceso de maduración a pasar a la madurez doctrinal a
medida que comienzan a encontrar sus puestos de servicio. Las personas que
están sirviendo tienen que ser nutridas en su fe personal, de otra manera ellos
perderán su interés y sus energías, porque el ministerio demanda un nivel alto
de energía espiritual.
En este punto el creyente maduro debe estar desarrollando una amplia visión
cristiana e integrada. Las convicciones teológicas de una persona hacen
impacto sobre cada una de las demás áreas de su vida. A medida que los
cristianos descubren este modo integrado de mirar la vida, la iglesia empezará a
hacer un impacto profundo en la sociedad, y los individuos se sentirán
desafiados a descubrir sus áreas particulares de servicio.
El carácter cristiano es forjado en el crisol de las relaciones
El desarrollo del carácter es un proceso de por vida, pero la interacción con
otros creyentes crea las oportunidades únicas para crecer. Aquí la teoría y la
teología son sometidos a pruebas de la vida real. Nos ha fascinado el observar
a nuestra hija menor, Katie, aprender sobre sí misma y madurar en carácter
mientras avanza por la dinámica de las relaciones interpersonales. Ella y sus
amigas tienen que resolver problemas y arreglar sus diferencias. Tienen que
reconocer sus propias equivocaciones y aprender a vivir la una con la otra
cuando no están de acuerdo. Debemos recordar que Pablo enseñó que es
cuando estamos juntos con todos los santos cuando verdaderamente llegamos
a conocer el amor de Cristo, que es tan multifacético que nadie podría
conocerlo en un estado de aislamiento (<490318>Efesios 3:18, 19).
El desarrollo de técnicas es necesario para el servicio
productivo
No hay contradicción entre el descubrimiento de los dones espirituales y la
necesidad de entrenamiento y desarrollo para el ministerio. Dos veces en las
epístolas pastorales Pablo exhortó a Timoteo a desarrollar los dones
espirituales que tenía. En <540414>1 Timoteo 4:14, 15, Pablo animó a Timoteo a no
descuidar el don que estaba en él. En vez de permitirle que se atrofiara, Pablo
le instruyó: “Dedícate a estas cosas; ocúpate en ellas, para que tu progreso sea
manifiesto a todos” (v. 15). En 2 Timoteo, Pablo recordó al joven Timoteo que
avivara el don de Dios que estaba en él (<550106>2 Timoteo 1:6). Siguió esta
amonestación con un énfasis en el poder, amor y disciplina disponibles a
Timoteo (v. 7). Dios ha provisto los recursos sobrenaturales para llevar
nuestros dones a su utilidad máxima por medio de la disciplina y el desarrollo.
Los dones se desarrollan por medio del entrenamiento, el uso y la disciplina
espiritual. La iglesia puede proveer el entrenamiento para las técnicas por
medio de los grupos pequeños diseñados para las áreas específicas de
ministerio. El entrenamiento que se ofrece para los maestros y ganadores de
almas son apenas dos ejemplos del entrenamiento específico que está
disponible. Un don espiritual es parecido a un músculo que es desarrollado por
medio de su utilización. Los cristianos que están en proceso de maduración
deben ser colocados en oportunidades para ministrar que constantemente
aumenten en desafío. Puesto que los dones de ministerio son espirituales por
naturaleza, es razonable que serán enriquecidos a medida que los creyentes se
desarrollan en su estatura espiritual. Los creyentes que están madurando tienen
que ser enseñados a caminar en el poder del Espíritu Santo.
Llame a los creyentes a hacer compromisos serios y hágales
responsables
Muchos pastores han escuchado a líderes de conferencias declarar que los
“boomers” no están dispuestos a comprometerse en forma seria. Algunos han
reducido los requisitos para ser miembros y han reclutado a los “boomers” con
promesas de servicios y no hacer demasiadas demandas. Los resultados de tal
estrategia de transigencia son predecibles: cuantas menos demandas haya,
menos compromiso habrá. Un artículo de Forum Files (Archivos del foro)
confirma esta tendencia. Mientras aparecía que los “boomers” estaban
regresando a la iglesia en la década de los ochenta, la nueva evidencia sugiere
que en verdad su asistencia está menguando. De mayor preocupación es la
apariencia de una mentalidad de consumo hacia la religión. Según Sylvia
Ronsvalle, coautora del Estudio de la Tumba Vacía: “Las personas han
cambiado de ser mayordomos a ser consumidores y han traído actitudes a las
iglesias en que están comprando servicios específicos: un programa para la
juventud o un programa musical.”
Un estudio reciente por Roger Finke y Rodney Stark analizó el crecimiento de
la iglesia en EE. UU. de A. desde 1776 hasta 1990, con atención especial a los
grupos religiosos que eran los ganadores y los perdedores. La tendencia más
evidente en la historia de la religión en EE. UU. de A. es el crecimiento, o lo
que los autores prefieren llamar “sembrado de iglesias”.
No todas las denominaciones comparten este aumento inmenso de
número de miembros, y hasta el grado en que las denominaciones
rechazaron las doctrinas tradicionales y dejaron de hacer demandas
serias de sus seguidores, hasta allí cesaron de prosperar. El “sembrado
de iglesias” se logró por las iglesias agresivas que estaban
comprometidas a una firme mentalidad espiritual.
Por ejemplo, la Iglesia Metodista, después de un período de crecimiento
rápido, principió a declinar porque se dejaron apartar de las enseñanzas y
prácticas históricas y relajaron sus demandas de normas distintivas de
comportamiento, las cuales anteriormente habían sido su característica
principal.
Este asunto de la demanda de compromiso es tan crítico para el futuro de la
iglesia, que comparto una porción extensiva de las conclusiones del estudio de
Finke y Stark:
Los hombres quieren que su religión sea lo suficientemente potente,
vívida y exigente que pueda ofrecerles recompensas de gran magnitud.
La gente busca una religión que es capaz de hacer milagros y que
imparte orden y sanidad a la condición humana. Las organizaciones
religiosas que enfatizan hasta el máximo estos aspectos de la religión,
sin embargo, también exigen el precio más alto en términos de lo que el
individuo tiene que hacer para llenar los requisitos de tales
recompensas.
Ellos advierten que los seres humanos débiles siempre se inclinan hacia una
rebaja modesta en sus costos y, por consiguiente, ellos regatean con sus iglesias
para pedir menos tensión y menores sacrificios. Estas demandas son aceptadas
porque cada rebaja parece muy pequeña y engendra una aprobación
generalizada. “Llega el punto, sin embargo, cuando un cuerpo religioso ha
llegado a ser tan mundano que sus recompensas son pocas y su credibilidad es
escasa.”
No vacile en llamar a las personas a negarse a sí mismos, tomar su cruz, y
seguir a Cristo. Cuando una persona verdaderamente es convertida, el Espíritu
Santo crea en ella el deseo de ser obediente al llamado de Cristo. El llamado al
compromiso debe ir acompañado por la disposición de rendir cuentas. La
gente hace lo que vigilamos y no lo que esperamos. Como pastor siempre
asistía al período de compartir testimonios después de nuestro programa de
evangelismo. Yo sabía que uno de mis laicos me iba a preguntar acerca de si
había testificado durante la semana. El saber que me iban a pedir cuentas me
hizo más sensible a la voz del Espíritu Santo para compartir mi fe. El rendir
cuentas puede y debe llegar a ser una parte integral del proceso entero de
discipular. Esto se puede lograr o en el contexto de los grupos pequeños o por
medio del desarrollo de socios que pidan cuentas el uno del otro.
Dé libertad a los creyentes maduros para el servicio de
reproducción
La meta de cada padre es ver a sus hijos llegar a ser adultos responsables.
Sabemos que hemos logrado nuestras metas como padres cuando nuestros
hijos, a su vez, discipulan a sus hijos. Pablo encargó al joven Timoteo que se
reprodujera por medio de equipar a los siervos fieles que enseñarían a otros
también (<550202>2 Timoteo 2:2). Para llegar a ser creyentes maduros, no
solamente es necesario llegar a ser miembros productivos del cuerpo de Cristo,
sino que también tenemos que llegar a ser miembros que se reproducen. La
meta de cada creyente debe ser no solamente el estar involucrado en el
ministerio, sino también estar involucrado en entrenar a otros para ser ministros.
En otras palabras, cada persona debe buscar reproducirse por medio de
discipular a otros en el cuerpo de Cristo.
Cuando la iglesia toma en serio el compromiso del discipulado reproductivo, el
potencial para el crecimiento llega a ser explosivo en sentido matemático. Tal
plan no solamente aseguraría el crecimiento de la iglesia para una sola
generación sino que aseguraría su crecimiento para muchas generaciones
venideras. Podemos tomar en serio el desafío de llevar el evangelio a todas las
naciones. Dios ha provisto todos los recursos necesarios para cumplir el
mandato de hacer discípulos de todas las naciones. Nos ha asegurado de su
presencia que nos da la investidura de su poder.
RECURSOS PARA AYUDAR AL NUEVO CREYENTE
Sígueme: Una guía práctica para crecer espiritualmente. R. W.
Neighbour, hijo. Número 13836.
Sígueme: Guía para líderes. R. W. Neighbour, hijo. Número 13837.
Sígueme 2. R. W. Neighbour, hijo. Número 13843.
Sígueme3. Thomas D. Lea y Bill Lathan. Número 13847.
Sígueme para niños. R. W. Neighbour, hijo. Número 13848.
Lecciones para nuevos creyentes. Libro del Maestro. J. D. Crane y J. E.
Díaz. Número 13854.
Lecciones para nuevos creyentes. Libro del Alumno. J. E. Díaz y Josie de

Smith. Número 13855.

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