viernes, 26 de octubre de 2012

¡MIDA SUS LETRAS SEÑOR MARIO HECHEVARRÍA DRIGGS!


Por: Ap. Bernardo de Quesada.*
Respuesta al Artículo del 8 agosto, 2012
No sé por qué nadie ha respondido como es, a la distorsión burlesca del artículo “La Teología de la Prosperidad, donde la Fe lo puede todo”, escrito por Mario Hechavarría Driggs, publicado en este Blog el 8 de agosto, 2012.

Considero que no hay por qué usar la burla o el doble sentido contra aquellas iglesias o casas cultos no “legalizadas” que a pesar de sus inmadureces son parte de los que en medio del huracán dan su aporte. Al notar la intención del autor me quiero manifestar al respecto.
No tengo conocimientos del autor, es decir, no sé si es una simple persona que no es creyente y solo disiente del sistema y se hace llamar periodista independiente, pero de Biblia sabe poco; o es alguien de origen evangélico o católico que escribe del tema y lo conoce; o una tercera postura: es un socarrón del sistema encubierto, candidato próximo a las razones de Cuba como Carlos Serpa Maceira.
Admito que hay verdades bíblicas que los humanos se van a los extremos como ha sucedido y sucede con la prosperidad, la fe y la confesión positiva. No creo que si alguien esté mal en lo económico es porque está en pecado o le falta oración; y, en esto estoy de acuerdo con Driggs con lo que decía el pastor aquel del Nuevo Pacto en la Habana: “Si  usted tiene dificultades económicas, es que no está orando como debe” “y si no ora bien, no puede tener la  bendición de Dios”.
 Dice Driggs (foto abajo a la derecha)  que así predicaba el pastor de la Iglesia del Nuevo Pacto, ubicada en 

la barbacoa de una vivienda en la Habana Vieja; y añadía: “para tener el refrigerador lleno de comida, hay que orar de noche y de día.”

Estos son los peligros intencionales que veo del autor y su escrito:
1. El está en contra de que existan muchas casas cultos en la capital.
2. Se muestra chantajista al decir que “el pastor de la prosperidad” se reunía en una barbacoa y que lo que dan al final del culto es un vasito de refresco instantáneo.
3. Tiene un lenguaje sospechoso al decir que estas iglesias nuevas que creen en la prosperidad son un movimiento religioso surgido en Estados Unidos.
4. Se burla abiertamente de las manifestaciones del Espíritu que ocurren en cualquier celebración pentecostal alrededor del mundo.
5.  No cree que Dios puede sanar y libertar a un cautivo de demonios.
6.  Da entender que la gente que va a una iglesia es para huir de la realidad.
7. Se pone al lado de las Iglesias Tradicionales (las que están plegadas al sistema y forman parte del espurio Consejo de Iglesias de Cuba).
8. Agrede a las Nuevas Casas Cultos o Grupos Evangélicos Independientes como que su génesis y proliferación lo que hace, es ir contra la unidad y la sana doctrina.
9. Que a estos grupos ni tolerarles se les debería.
Mis conclusiones al respecto:
1. La teología, doctrina de la prosperidad: esta no es una doctrina, es un regalo que Dios nos da como hijos suyos que además de ser salvos, podemos recibir sus bendiciones que incluyen la sanidad, la liberación y ser prosperados. Juan en su carta 3 Juan 3, nos dice: “Yo deseo que tú seas prosperado, en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”. Cristo se hizo pobre (al bajar a la condición de hombre, aunque en su ministerio tenía lo suficiente para vivir) “para que nosotros fuésemos enriquecidos” (2 Corintios 8:9).
2. Si estos Pastores de la Habana que señala Mario H. Driggs o de dónde sea, dicen que el que no prospera es porque no ora o está en pecado, ellos son unos extremistas. Creo que la pobreza más por la ausencia de recursos, es también ausencia de iniciativas, (…) -independientemente del efecto paralizante de sistemas como el comunismo-
3. Quienes dicen que la enseñanza de que podemos ser prosperados proviene de Estados Unidos son los Falsos Teólogos y la Seguridad del Estado. La prosperidad no viene de USA, la prosperidad proviene del cielo, y en cuanto a nación en todo caso de Israel pueblo que Dios le dejó la Palabra.
4. La gente busca de Dios no solo para huir de su condición (aunque lo incluye) sino porque todos necesitan nacer de nuevo sean cuales sean sus condiciones sociales. Entonces cómo se suicidaron Marilyn Monroe y Ernest Hemingway que no eran pobres y no vivían en Cuba; se quitaron la vida porque no eran felices. Si hubieran ido al Señor no hubieran terminado así. El escape no es solo por la condición externa, más bien por el vacío interno.
5. Sobre el autor Mario Hechavarría Driggs: (1) o es un iletrado en asuntos de la iglesia y ha pagado por “ingenuo”; (2) o ha criticado un asunto que lo conoce, pero se ha hecho el chivo con tonteras; (3) o es un presunto agente de la Seguridad y en breve lo veremos como otras de las guayabitas infiltradas.
Señor Mario H. Driggs, como voz en esta nación y apóstol de Jesucristo le digo, que mida bien sus letras la próxima vez que va a opinar sarcásticamente de gente que aunque poseen lagunas, al menos están tratando de cambiar en Jesucristo. Aquellos que tienen la poca vergüenza de atacar sin misericordia a los que están intentando salir del status quo, son candidatos a ser del bando de los opresores. MHD, tenga valor y establezcamos una comunicación personal, y discutamos frente a frente del asunto del que creo que usted necesita respetar.

*Líder del Movimiento Apostólico Fuego y Dinámica en Cuba y de la Coalición apostólica. Es Licenciado en Ciencias biológicas. Reside en la provincia de Camagüey, Cuba
Información relacionada:
La Teología de la Prosperidad, donde la Fe lo puede todo.

TUMBAS FAMOSAS











Por Pr Manuel A Morejón Soler El Vedado, La Habana.

Desde la antigüedad a los monarcas y príncipes se les erigían portentosos funerales y majestuosos panteones. Tales son los ejemplos de las pirámides de los faraones en Egipto, la muy renombrada abadía de Westminster en la ciudad de Londres, Inglaterra, y el no menos famoso Mausoleo de Lenin, conocido también como Tumba de Vladimir Ilich Lenin situada en la Plaza Roja de Moscú, donde su cuerpo embalsamado lleva expuesto al público desde su muerte, en 1924.  


















En ese aspecto Cuba no será diferente al resto del mundo, por lo que es muy probable que ya esté en proyecto un monumento para el líder de la Revolución cubana.
¿El mausoleo cómo y dónde será?                                                                                                           Hay quienes dicen que en Birán (lugar de su nacimiento) se ejecutará el panteón del afamado líder de la Revolución, otros que el Mausoleo se erigirá especialmente para él en el centro de la capitalina Plaza de la Revolución, así como también unos apuestan  que será incinerado y otros en que será embalsamado.
Solamente el pueblo cubano conocerá la verdad cuando toda la intriga que rodea al máximo líder de la Revolución cubana deje de ser un secreto de Estado.

La inmortalidad no es humana.
Los seres humanos se obstinan tercamente en inmortalizar con monumentos majestuosos, emblemas e íconos a sus líderes, pero lo que sí es real es que la vida no se puede perpetuar a través de ningún medio natural. El  testimonio personal, o sea lo que dijo y lo que hizo, es lo que confirma a cada hombre de quien fue.
 Los restos mortales de los que reposan en esas tumbas serán solo un recuerdo que será mucho más vago según transcurra el tiempo y los que fueron célebres y famosos en su época no trascenderán como los monumentos donde ellos yacen que serán escogidos esencialmente con un interés turístico.

El contenido de estas tumbas son las que han hecho famosos estos monumentos, pero la tumba de Cristo, que es la más gloriosa, lo es por lo que no contiene.

“La muerte no es el extinguir la luz de un cristiano, sino el apagar la lámpara porque ha llegado el amanecer. Jesucristo dijo: 
Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Juan 11:25 

CIENCIAS BÍBLICAS


Presentación
Fue a fines de la década de los años setenta, y a principios de los ochenta, cuando las Sociedades Bíblicas Unidas, a través de su Departamento de Promoción y Distribución, iniciaron los Talleres de Ciencias Bíblicas. El móvil principal era informar al gran público cristiano latinoamericano acerca de nuestro trabajo de traducción, y de los recursos y métodos que empleamos en este ministerio.
A medida que se programaban los Talleres y se adquiría experiencia, se fue consolidando la lista de temas que se presentaban y el número de expositores. Desde el principio se procuró dar una visión amplia, tanto de los diversos componentes de la tarea de traducción como del texto que sirve de base: La Palabra de Dios. Por eso los Talleres siempre han presentado, de manera balanceada, temas que tratan de la Biblia y de su contexto (historia, geografía, arqueología, canon, historia del texto, géneros literarios, contenido global), y temas que tratan de la tarea de traducción (lingüística, técnicas de traducción, antropología).
Este manual le ofrece al lector la gran riqueza recogida durante los varios años que se han presentado los Talleres a lo largo de nuestra América hispanohablante. Se ofrece al público, en primer lugar, como material de apoyo en los Talleres de Ciencias Bíblicas que patrocinan las Sociedades Bíblicas en sus respectivos países. Se ofrece, también, para el uso de seminarios e instituciones teológicas como libro de texto. El material es excelente para cursos de introducción a la Biblia y cursos exegéticos. Estamos seguros de que este manual será de gran bendición para todo el que desee profundizar más en el conocimiento de la Palabra de Dios, y de su uso en la vida cristiana, tanto a nivel individual como colectivo. El capítulo titulado «La Biblia de Estudio de S.B.U.» ofrece consejos prácticos para la predicación y el estudio bíblico individual y comunitario.
La mayoría de los autores de este manual forman parte del equipo de traducción de las Sociedades Bíblicas Unidas en las Américas. Casi todos han tenido la oportunidad de participar en varios de los Talleres de Ciencias Bíblicas y están comprometidos no sólo en la tarea académica que su trabajo requiere, sino también en el compromiso pastoral y ministerial de la iglesia. Por eso estamos seguros de que cada uno de los capítulos que componen este manual será de gran enriquecimiento en el conocimiento de la Palabra de Dios entre los cristianos de habla hispana.
Dr. Edesio Sánchez Cetina
Editor
INTRODUCCIÓN: LA BIBLIA EN LA VIDA Y EN EL MINISTERIO DEL PASTOR Y DEL LÍDER CRISTIANO
Jaime Goytia R.
«Tú, sigue firme en todo aquello que aprendiste, de lo cual estás convencido. Ya sabes quiénes te lo enseñaron. Recuerda que desde niño conoces las sagradas Escrituras, que pueden instruirte y llevarte a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bien». (2 Ti 3.14–17; DHH3)
La Biblia es de suma importancia en la vida y en el ministerio del pastor y del líder cristiano, pues ella es, y será siempre, el fundamento de la vida cristiana. No es posible un buen ministerio si no está impregnado por completo del mensaje de la Palabra de Dios.
La importancia de la Biblia en la vida del líder resalta de inmediato cuando hacemos un análisis de los diferentes aspectos de la vida y del ministerio del siervo del Señor.
1. La Biblia en el llamamiento del líder cristiano
Al inicio de su Epístola a los Romanos, el apóstol Pablo afirma: El evangelio es poder de Dios para salvación (Ro 1.16). Todo líder cristiano, sea porque nació en un hogar cristiano o porque se convirtió en su edad adulta, reconocerá que el primer efecto poderoso de la Palabra de Dios en su vida tiene que ver con su salvación. El encuentro con el Cristo vivo es, sin lugar a dudas, un encuentro con la Palabra de Dios. Bien decía Pablo: «Así que la fe es por el oir, y el oir, por la palabra de Dios» (Ro 10.17; RVR).
Un segundo momento clave en la vida del pastor o líder es el de su vocación o llamamiento. Como en la conversión, la Palabra de Dios penetra su ser para hacer que nazca en él una entrañable convicción de que el Señor le extiende un llamamiento al ministerio cristiano. La conjugación de la Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu hace del llamamiento divino una decisión impostergable.
2. La Biblia en la preparación
del pastor y del líder cristiano
Cuando las Sagradas Escrituras definen el ministerio del sacerdote Esdras como maestro de la Palabra, mencionan tres características de él, y cada una de ellas tiene a la Palabra de Dios como su móvil: «Esdras tenía el firme propósito de estudiar y de poner en práctica la ley del Señor, y de enseñar a los israelitas sus leyes y decretos» (Esd 7.10; DHH3).
Todos los pasos de la formación del líder—su estudio, su conducta y su enseñanza—están impregnados de la Palabra de Dios. Por eso los seminarios, los institutos bíblicos y las escuelas teológicas necesitan revisar constantemente su programa de clases y darle al estudio de la Biblia un lugar fundamental. Desde su tiempo de estudiante, el futuro líder o pastor necesita empaparse de recursos y de conocimientos que le permitan, en su pastorado y ministerio, trazar bien la Palabra de verdad (2 Ti 2.15).
3. La Biblia en la vida devocional
del pastor y del líder cristiano
Todos sabemos por experiencia propia que la Biblia es más que una fuente de preparación y estudio. La Biblia, como Palabra de Dios, nos nutre espiritualmente para poder vivir la vida cristiana y realizar nuestra tarea ministerial.
El encuentro con la Palabra de Dios, no ya como estudiante de ella, sino como hijo de Dios, asegura una vida edificada y un ministerio bendecido. Todo líder cristiano necesita de momentos a solas con su Dios para hablarle y para escucharlo; y tanto en el hablar como en el escuchar, la Palabra de Dios es el medio eficaz.
Cuando vamos al Antiguo Testamento y al Nuevo, descubrimos que la vida devocional fue un elemento vital en la vida de los héroes de la fe. Allí, en la quietud y a solas con Dios, vemos a Moisés, a Abraham, a Elías, a David, a Pablo, a Timoteo, y sobre todo a Jesucristo, meditando y alimen- tándose de la Palabra de Dios. La vida de oración y la búsqueda de la vo- luntad de su Padre son elementos sobresalientes en el ministerio de Jesús.
4. La Biblia en el ministerio
del pastor y del líder cristiano
Sin la Biblia no sería posible tener misiones cristianas, ni iglesias ni creyentes en Jesucristo. Por lo tanto, la Biblia es y debe ser el instrumento indispensable y primordial en el ministerio del pastor y líder cristiano. La visitación de hogares y de enfermos, y el apoyo a los nuevos creyentes, requieren del mensaje oportuno de la Palabra de Dios. El pastor debe estar convencido de que en la Biblia sus ovejas encontrarán consuelo, fortaleza, esperanza y paz; pero también hallarán exhortación y reprensión.
Para la preparación de mensajes y estudios bíblicos, el pastor debe estudiar con seriedad y profundidad el texto sagrado. Por eso debe desarrollar destreza en el manejo exegético de la Biblia y conseguir los recursos esenciales para el estudio serio y eficaz de ella: (1) varias versiones de la Biblia; (2) una concordancia bíblica; (3) y un buen diccionario de la Biblia. Debe, por supuesto, participar en cursos de actualización bíblica y leer materiales que le ayuden a una recta interpretación de la Palabra.
Nunca debe perderse de vista que el mejor alimento para la congregación es la predicación expositiva del mensaje de la Palabra de Dios. Este método homilético es el que mejor nos permite sacar los tesoros bíblicos. La gente se edifica de verdad, y recibe más bendiciones, cuando el expositor emplea el texto bíblico con propiedad, y no sólo como pretexto.
En conclusión, podemos decir que la Palabra de Dios es para el pastor y el líder su regla máxima de fe y práctica. Al igual que en el caso de Esdras, la Palabra de Dios informará su formación académica, su conducta y vida cristiana, y su enseñanza para el pueblo que Dios ha puesto a su cuidado.
Primera parte:
La Biblia
¿QUÉ ES LA BIBLIA?
                                                                          Armando J. Levoratti
El significado de la palabra Biblia
Hay varias maneras de responder a esta pregunta. Una de ellas consiste en explicar el significado de la palabra Biblia.
Biblia es una palabra de origen griego (el plural de biblion, «papiro para escribir» y también «libro»), y significa literalmente «los Libros». Del griego, ese término pasó al latín, y a través de él a las lenguas occidentales, no ya como nombre plural, sino como singular femenino: la Biblia, es decir, el Libro por excelencia. Con este término se designa ahora a la colección de escritos reconocidos como sagrados por el pueblo judío y por la iglesia cristiana.
La Biblia está dividida en dos partes de extensión bastante desigual, llamadas habitualmente Antiguo y Nuevo Testamento. A primera vista, la palabra «testamento» se presta a un equívoco, porque no se ve muy bien en qué sentido puede aplicarse a la Biblia. Sin embargo, la dificultad se aclara si se tiene en cuenta la vinculación de la palabra latina testamentum con el hebreo berit, «pacto» o «alianza».
Berit es uno de los términos fundamentales de la teología bíblica. Con él se designa el lazo de unión que el Señor estableció con su pueblo en el monte Sinaí. A este pacto, alianza o lazo de unión establecido por intermedio de Moisés, los profetas contrapusieron una «nueva alianza», que no estaría escrita, como la antigua, sobre tablas de piedra, sino en el corazón de las personas por el Espíritu del Señor (Jer 31.31–34; Ez 36.26–27). De ahí la distinción entre la «nueva» y la «antigua alianza»: la primera, sellada en el Sinaí, fue ratificada con sacrificios de animales; la segunda, incomparablemente superior, fue establecida con la sangre de Cristo.
Ahora bien, el término hebreo berit se tradujo al griego con la palabra diatheke, que significa «disposición», «arreglo», y de ahí «última disposición» o «última voluntad», es decir, «testamento». De este modo, la versión griega de la Biblia, conocida con el nombre de Septuaginta o traducción de los Setenta (LXX), quiso poner de relieve que el pacto o alianza era un don y una gracia de Dios, y no el fruto o el resultado de una decisión humana.
La palabra griega diatheke fue luego traducida al latín por testamentum, y de allí pasó a las lenguas modernas. Por eso se habla corrientemente del Antiguo y del Nuevo Testamento.
A la Biblia se le da también el nombre de Sagrada Escritura. En el judaísmo, en cambio, se le designa con la palabra tanak, que en realidad es una sigla formada con las iniciales de Torah, Nƒbi, es decir, de las tres partes o secciones en que se divide la Biblia hebrea: La Ley, los Profetas y los Escritos.
La Biblia, Palabra de Dios
La otra respuesta no se contenta con explicar el significado de una palabra, sino que da otro paso y trata de penetrar más en la realidad profunda de la Biblia: la Biblia es la Palabra de Dios.
En la Biblia se encuentran mensajes de los profetas, palabras de Jesús y testimonios de los apóstoles. Los profetas, Jesús y los apóstoles actuaron y hablaron en distintas épocas y en circunstancias muy diversas. Pero todos anunciaron la Palabra de Dios.
Los profetas se presentaron como testigos y mensajeros de la Palabra, y así lo expresaron muchas veces de manera inequívoca, por ejemplo, cuando introducían sus mensajes con la frase: «Así dice el Señor». (Cf. Jer 1.9–10a: «Entonces el Señor extendió la mano, me tocó los labios y me dijo: ‘Yo pongo mis palabras en tus labios’».)
Después de haber comunicado su Palabra por medio de los profetas, Dios se reveló en la persona y en la obra redentora de Jesús, como lo expresa la Carta a los Hebreos (1.1–2): «En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos, nos ha hablado por su Hijo».
Jesucristo, la Palabra hecha carne (Jn 1.14), dio testimonio de lo que había visto y oído junto al Padre (Jn 1.18; cf. Mt 11.27), y envió a sus discípulos diciéndoles: «El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; y el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió» (Lc 10.16).
Los apóstoles, a su vez, fueron testigos oculares y servidores de la Palabra (Lc 1.2). Ellos fueron elegidos de antemano por Dios (Hch 10.41–42), y a ellos se les confió la misión de anunciar la Palabra de Dios a todo el mundo (Mc 16.15).
Este mensaje de los profetas, de Jesús y de los apóstoles fue luego consignado por escrito, y así nació la Biblia, que es la Palabra de Dios encarnada en un lenguaje humano. Ella, como Jesucristo, es plenamente divina y plenamente humana, sin que lo divino ceda en detrimento de lo humano, ni lo humano de lo divino.
Ahora bien: la palabra es la acción de una persona que expresa algo de sí misma y se dirige a otra para establecer una comunicación.
1. Si analizamos por partes los elementos de esta definición, vemos que hablar es, en primer lugar, dirigirse a otro. El que habla, por el simple hecho de dirigir la palabra a otra persona (y aunque no lo diga expresamente), está manifestando la voluntad de ser escuchado y comprendido, de obtener una respuesta, de lograr que su palabra no caiga en el vacío.
Dicho de otra manera: toda palabra interpela al destinatario del mensaje; es invitación, llamado, interpelación. El ser de la palabra es esencialmente «para-otro», tiene un carácter interpersonal y oblativo.
La orientación hacia el destinatario del mensaje, generalmente sobreentendida, aflora a veces de manera explícita y se expresa en palabras y en giros sintácticos, de un modo especial, en los vocativos y en los imperativos.
Así, cuando el Señor dice «¡Abraham, Abraham!» (Gn 22.11) o «¡Moisés, Moisés!» (Ex 3.4), lo que hace es atraer la atención del que va a ser su interlocutor. Todavía no le ha comunicado nada. Lo llama simplemente para obtener de él una respuesta y establecer de ese modo el circuito de la comunicación. Porque sin ese llamado previo, y sin la respuesta del interlocutor, no habría diálogo posible.
De igual manera, el que pide algo, o da una orden con un imperativo, apunta en forma directa al destinatario del mensaje: «Ve a lavarte al estanque de Siloé», le dice Jesús al ciego de nacimiento, y esta orden provoca en él una respuesta inmediata: «El ciego fue y se lavó» (Jn 9.7).
2. Además, toda palabra comunica algo. Los interlocutores intercambian siempre algún tipo de información, y hasta la conversación más trivial versa sobre algún tema. El tema de la conversación, el significado de las palabras, la noticia que se quiere comunicar, dan un contenido al mensaje.
3. Por su misma dinámica interna, la palabra tiende a convertirse en diálogo entre un yo y un tú. Es verdad que muchas veces empleamos el lenguaje por razones prácticas, de manera que la comunicación se establece casi siempre en un contexto utilitario y más bien superficial. Además, la comunicación fracasa muchas veces porque las personas no se abren al diálogo sino que se encierran en su propio egoísmo, o porque la buena disposición de una persona no encuentra en la otra una acogida o un eco favorable.
Por lo tanto, el encuentro personal puede adquirir distintos grados de profundidad, o puede incluso frustrarse por la falta de receptividad y de correspondencia en alguna de las partes. Pero también hay veces en que el encuentro se realiza plenamente, ya que la palabra y la respuesta se convierten en un diálogo auténtico y recíproco de comunión y de mutuo compromiso. Sólo en el encuentro amoroso puede darse esta perfecta reciprocidad, que es fruto de una revelación y de un don, por una parte, y de una acogida franca y abierta, por la otra.
Estos aspectos del lenguaje humano se aplican analógicamente a la Palabra de Dios. O expresado de otra manera: este encuentro y este diálogo se vuelven a encontrar en el plano infinitamente más elevado de la revelación de Dios y de la fe.
La Palabra de Dios posee un contenido: Es la buena noticia por excelencia, el evangelio de la salvación. Así puede apreciarse, por ejemplo, en los pasajes siguientes:
«Oye, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor.
Ama al Señor tu Dios de  todo tu corazón, de  toda tu alma y con todas tus fuerzas».
(Dt 6.4–5)
«Ama a tu prójimo como a ti mismo».
(Lv 19.18; Ro 13.9)
«Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor,
y con tu corazón crees que Dios lo resucitó,
alcanzarás la salvación».
(Ro 10.9)
Estos tres pasajes expresan contenidos fundamentales del mensaje bíblico, como son el mandamiento principal (cf. Mt 22.34–40) y la profesión de fe en Cristo (cf. 1 Co 15.1–7).
Pero no basta escuchar con los oídos, porque la Palabra de Dios interpela, quiere ser acogida interiormente, reclama una respuesta.
Esa respuesta es la fe. Mediante la fe, que acoge el mensaje de la Palabra, se realiza el encuentro con el Dios viviente. Y esta respuesta de la fe hace que la Palabra de Dios - creída, proclamada y vivida individual y eclesialmente- llegue a ser una fuerza eficaz en la historia.
La Palabra de Dios es también eficaz: «…tiene vida y poder. Es más aguda que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo de la persona;…» (Heb 4.12).
«Así como la lluvia y la nieve bajan del cielo,
y no vuelven allá, sino que empapan la tierra,
la fecundan y la hacen germinar,
y producen la semilla para sembrar
y el pan para comer,
así también la palabra que sale de mis labios
no vuelve a mí sin producir efecto,
sino que hace lo que yo quiero
y cumple la orden que le doy».
(Is 55.10–11)
Esta Palabra tiene tanta eficacia porque Dios actúa desde el exterior y también en el interior de las personas. A diferencia de los seres humanos, que sólo disponen de la fuerza expresiva y significativa del lenguaje, el Espíritu de Dios penetra en el interior de las personas y allí realiza su acción más profunda.
Para referirse a esta eficacia, la Escritura habla de una revelación especial (Mt 11.25), de una luz que Dios hace brotar en nuestro corazón (2 Co 4.6), y de una atracción interior (Jn 6.44).
Por la acción del Espíritu Santo, Dios puede infundir en el espíritu humano una luz que lo incline a aceptar confiadamente el testimonio divino. La iniciativa parte siempre de Dios. De él proceden el mensaje de la salvación y la capacidad para dar una respuesta de fe a ese mensaje.
La Palabra de Dios y la fe son, por lo tanto, esencialmente interpersonales. El que acoge la Palabra y permanece en ella, de siervo pasa a ser hijo y amigo, y se inicia en los secretos del Padre, que el Hijo y el Espíritu son los únicos en conocer. No cabe imaginar un encuentro humano que alcance tanta hondura de intimidad y de comunicación.